¿Qué “muro” impide llegar a la meta?
El hombre con su esfuerzo personal no solamente tiene que luchar contra los obstáculos internos. También se encuentra con el muro exterior que le separa de sus objetivos. Este obstáculo a derribar está formado por varios bloques que, en definitiva, retrasan o impiden llegar a la meta propuesta. Nos referimos al ambiente sociopolítico adverso y a muchos criterios de la cultura actual que condicionan la psicología y las respuestas del hombre posmoderno. A estos tres factores hay que añadir la influencia negativa de las leyes, costumbres, medios de comunicación social y personas enemigas
Cuando el ambiente socio político tergiversa los valores
Podemos imaginar al ambiente-mundo como
-un tren alocado por la crisis, cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas;
-una torre de babel por la confusión ideológica debido a la mezcla de ideas diferentes y opuestas que bombardean a la aldea global;
-un sunamis por la revolución en las costumbres en los valores de la libertad y de la conciencia exaltadas y que se manifiestan en el subjetivismo y relativismo;
-y como un hijo pródigo: hombre endiosado que se aleja de Dios y con un retorno ambiguo.
No se puede negar que el hombre de la posmodernidad está confundido ante los valores éticos como fruto de la crisis ideológica. Más aún, se puede hablar de una tergiversación de valores, de una insensibilidad ante algunos valores trascendentales. Se perdió el sentido de los fines supremos que son sustituidos por medios inmediatos. Es innegable cómo la fascinación creciente de los bienes materiales, los adelantos y comodidades, (el gran dios es el confort), crean la ilusión de haber conseguido la felicidad en la tierra, en el consumo hedonista de los bienes materiales.
Algunos criterios y actitudes del hombre en la posmodernidad El ambiente sociopolítico descrito influye negativamente en la mentalidad del protagonista posmoderno que:
-cultiva una actitud escéptica ante la verdad. Fruto de esas raíces dañadas han sido el agnosticismo y el relativismo que conducen al escepticismo ante la verdad y a la indiferencia ética como manifestación del nihilismo (FeR 5; 81). Predomina la persuasión de que no hay verdades absolutas y de que toda verdad es contingente y revisable. Más aún, se llega a la convicción de que toda certeza es síntoma de inmadurez y de dogmatismo;
-se siente árbitro de toda conducta moral. El hombre concede a la conciencia el privilegio «de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia» (FeR 98);
-se agarra lo provisional y fugaz. Para el hombre contemporáneo inmerso en la crisis de valores pasó el tiempo de las certezas y se consuela con «aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz» (FeR 91b);
-muestra desconfianza ante los grandes interrogantes. Fruto también de la misma carencia metafísica ha sido la desconfianza en el poder de la mente humana. Son muchos los que renuncian a «la esperanza de poder recibir de la filosofía respuestas definitivas a tales preguntas [...] sobre el sentido y el fundamento último de la vida humana, personal y social» (FeR 5);
-experimenta gran confusión ante el sentido a la vida. La multiplicación de criterios diversos sobre la vida y sobre el mundo ha producido una fragmentación del saber que impide buscar el sentido de la vida. Una de las conclusiones más dramáticas de la crisis consiste en que el hombre de nuestros días no encuentra sentido a la vida;
-pierde valores ante la opción fundamental. De estos criterios se deduce que tampoco hay valores que merezcan una adhesión total y para siempre. A partir de la segunda revolución individualista, vino la caída de las utopías con el rechazo de las formulaciones generales como la idea de hombre, de libertad, comunidad libre, pueblo, ser supremo, etc., para quedarse con lo singular, finito y concreto;
-y se contempla como autosuficiente y dueño de su futuro. Otra manifestación de la crisis radica en la visión antropológica exaltada. El hombre actual está «convencido de ser dueño absoluto de sí mismo y que puede decidir autónomamente sobre su propio destino y su futuro confiando sólo en sí mismo y en sus propias fuerzas» (FeR 107
Incidencias en el vivir humano
El marco sociopolítico condiciona muchos rasgos positivos y negativos de la personalidad . En efecto, el hombre posmoderno vive entre contradicciones y contrastes. La persona de nuestros días se siente poderosa pero incapaz de resolver el problema del hambre; ama la libertad pero padece viejas y nuevas esclavitudes; desea la solidaridad pero palpa la división cada vez mayor entre países ricos y pobres. De mentalidad práctica y pragmática, sufre la angustia por múltiples tensiones. El protagonista de la cultura postmoderna aparece con más poder que antes pero más inseguro; está dominado por injusticias aunque sea más sensible al compromiso por la justicia, la libertad y el amor.
La sensibilidad del protagonista actual
Está impregnada de la angustia y del escepticismo, reacciones que se explican por el impacto de las dos guerras mundiales, de las múltiples luchass intra-nacionales y el grave peligro que corre la humanidad por el deterioro ecológico como sucede con el cambio climático. Cuanto más desea la solidaridad, más palpa la separación entre pueblos ricos y pobres, entre clases sociales privilegiadas y sectores marginados; cuanto más crece el progreso técnico menos encuentra la felicidad que ansía. El hombre del siglo XXI es práctico, pragmático y angustiado por las tensiones que sufre.
Otras dificultades-obstáculos condicionantes
Aunque son decisivos, este artículo no contempla el drama de las personas deficientes o que viven en la miseria o que no cuentan con el mínimo de apoyo para su justa realización personal. Dirigimos la mirada a otros obstáculos que son contrarios a los valores y metas del protagonista. Por ejemplo:
-el influjo de la “calle” y de los medios de comunicación social cuando difunden criterios y costumbres opuestas a las que recibiera el adulto de niño o de joven. Parece que acciones de sí inmorales no tienen importancia pues “todos lo hacen” o bien porque se ve en la televisión. Los criterios e ideologías fascinan cuando se convierte en afirmaciones de la calle. Para muchos jóvenes, la moral vivida es la misma moral que respiran al contemplar la televisión o dialogar con otros de su missma edad;
-la confusión que producen muchas leyes y costumbres. Para muchos, tanto lo legal como las costumbres sociales, por el hecho de estar aprobado o permitido, es lícito, es moral, se puede realizar. Casos: el aborto libre, la píldora para el día después, el matrimonio homosexual, la exaltación gay, la vida en común de la pareja sin ley ni sacramento, el divorcio provocado por la infidelidad, la masturbación en un contexto educacional, el no asistir a la misa o la retirada del crucifijo;
-el ambiente universitario de alumnos, compañeros y lecturas, cuando son contrarios a los valores morales y religiosos recibidos. Se acepta una determinada ideología porque así lo afirma un profesor o la novela que está de moda;
-el ambiente de amigos y diversiones cuando fomentan respuestas opuestas a los valores morales y religiosos;
-el mal ejemplo que dan las personas que conviven. A veces son los padres, hermanos, compañeros o amigos que con su ejemplo y palabra inducen a obrar contra la propia conciencia;
-la competencia, los adversarios y enemigos. En la sociedad competitiva muchos aspiran a lo mismo y no todos lo pueden conseguir. En política siempre están los adversarios que en nombre de otra ideología se oponen a la consecuención de los mismis objetivos-o-metas. En la sociedad surgen quienes por envidia, venganza o resentimiento frustran los esfuerzos de una determinada persona. En la convivencia familiar las oposición de intereses, ideas o caracteres resultan ser grandes obstáculos que desafían al esfuerzo individual.
Cuando el ambiente socio político tergiversa los valores
Podemos imaginar al ambiente-mundo como
-un tren alocado por la crisis, cambio o transformación acelerada y profunda que afecta a los criterios, estructuras, las instituciones y personas;
-una torre de babel por la confusión ideológica debido a la mezcla de ideas diferentes y opuestas que bombardean a la aldea global;
-un sunamis por la revolución en las costumbres en los valores de la libertad y de la conciencia exaltadas y que se manifiestan en el subjetivismo y relativismo;
-y como un hijo pródigo: hombre endiosado que se aleja de Dios y con un retorno ambiguo.
No se puede negar que el hombre de la posmodernidad está confundido ante los valores éticos como fruto de la crisis ideológica. Más aún, se puede hablar de una tergiversación de valores, de una insensibilidad ante algunos valores trascendentales. Se perdió el sentido de los fines supremos que son sustituidos por medios inmediatos. Es innegable cómo la fascinación creciente de los bienes materiales, los adelantos y comodidades, (el gran dios es el confort), crean la ilusión de haber conseguido la felicidad en la tierra, en el consumo hedonista de los bienes materiales.
Algunos criterios y actitudes del hombre en la posmodernidad El ambiente sociopolítico descrito influye negativamente en la mentalidad del protagonista posmoderno que:
-cultiva una actitud escéptica ante la verdad. Fruto de esas raíces dañadas han sido el agnosticismo y el relativismo que conducen al escepticismo ante la verdad y a la indiferencia ética como manifestación del nihilismo (FeR 5; 81). Predomina la persuasión de que no hay verdades absolutas y de que toda verdad es contingente y revisable. Más aún, se llega a la convicción de que toda certeza es síntoma de inmadurez y de dogmatismo;
-se siente árbitro de toda conducta moral. El hombre concede a la conciencia el privilegio «de fijar, de modo autónomo, los criterios del bien y del mal, y actuar en consecuencia» (FeR 98);
-se agarra lo provisional y fugaz. Para el hombre contemporáneo inmerso en la crisis de valores pasó el tiempo de las certezas y se consuela con «aprender a vivir en una perspectiva de carencia total de sentido, caracterizada por lo provisional y fugaz» (FeR 91b);
-muestra desconfianza ante los grandes interrogantes. Fruto también de la misma carencia metafísica ha sido la desconfianza en el poder de la mente humana. Son muchos los que renuncian a «la esperanza de poder recibir de la filosofía respuestas definitivas a tales preguntas [...] sobre el sentido y el fundamento último de la vida humana, personal y social» (FeR 5);
-experimenta gran confusión ante el sentido a la vida. La multiplicación de criterios diversos sobre la vida y sobre el mundo ha producido una fragmentación del saber que impide buscar el sentido de la vida. Una de las conclusiones más dramáticas de la crisis consiste en que el hombre de nuestros días no encuentra sentido a la vida;
-pierde valores ante la opción fundamental. De estos criterios se deduce que tampoco hay valores que merezcan una adhesión total y para siempre. A partir de la segunda revolución individualista, vino la caída de las utopías con el rechazo de las formulaciones generales como la idea de hombre, de libertad, comunidad libre, pueblo, ser supremo, etc., para quedarse con lo singular, finito y concreto;
-y se contempla como autosuficiente y dueño de su futuro. Otra manifestación de la crisis radica en la visión antropológica exaltada. El hombre actual está «convencido de ser dueño absoluto de sí mismo y que puede decidir autónomamente sobre su propio destino y su futuro confiando sólo en sí mismo y en sus propias fuerzas» (FeR 107
Incidencias en el vivir humano
El marco sociopolítico condiciona muchos rasgos positivos y negativos de la personalidad . En efecto, el hombre posmoderno vive entre contradicciones y contrastes. La persona de nuestros días se siente poderosa pero incapaz de resolver el problema del hambre; ama la libertad pero padece viejas y nuevas esclavitudes; desea la solidaridad pero palpa la división cada vez mayor entre países ricos y pobres. De mentalidad práctica y pragmática, sufre la angustia por múltiples tensiones. El protagonista de la cultura postmoderna aparece con más poder que antes pero más inseguro; está dominado por injusticias aunque sea más sensible al compromiso por la justicia, la libertad y el amor.
La sensibilidad del protagonista actual
Está impregnada de la angustia y del escepticismo, reacciones que se explican por el impacto de las dos guerras mundiales, de las múltiples luchass intra-nacionales y el grave peligro que corre la humanidad por el deterioro ecológico como sucede con el cambio climático. Cuanto más desea la solidaridad, más palpa la separación entre pueblos ricos y pobres, entre clases sociales privilegiadas y sectores marginados; cuanto más crece el progreso técnico menos encuentra la felicidad que ansía. El hombre del siglo XXI es práctico, pragmático y angustiado por las tensiones que sufre.
Otras dificultades-obstáculos condicionantes
Aunque son decisivos, este artículo no contempla el drama de las personas deficientes o que viven en la miseria o que no cuentan con el mínimo de apoyo para su justa realización personal. Dirigimos la mirada a otros obstáculos que son contrarios a los valores y metas del protagonista. Por ejemplo:
-el influjo de la “calle” y de los medios de comunicación social cuando difunden criterios y costumbres opuestas a las que recibiera el adulto de niño o de joven. Parece que acciones de sí inmorales no tienen importancia pues “todos lo hacen” o bien porque se ve en la televisión. Los criterios e ideologías fascinan cuando se convierte en afirmaciones de la calle. Para muchos jóvenes, la moral vivida es la misma moral que respiran al contemplar la televisión o dialogar con otros de su missma edad;
-la confusión que producen muchas leyes y costumbres. Para muchos, tanto lo legal como las costumbres sociales, por el hecho de estar aprobado o permitido, es lícito, es moral, se puede realizar. Casos: el aborto libre, la píldora para el día después, el matrimonio homosexual, la exaltación gay, la vida en común de la pareja sin ley ni sacramento, el divorcio provocado por la infidelidad, la masturbación en un contexto educacional, el no asistir a la misa o la retirada del crucifijo;
-el ambiente universitario de alumnos, compañeros y lecturas, cuando son contrarios a los valores morales y religiosos recibidos. Se acepta una determinada ideología porque así lo afirma un profesor o la novela que está de moda;
-el ambiente de amigos y diversiones cuando fomentan respuestas opuestas a los valores morales y religiosos;
-el mal ejemplo que dan las personas que conviven. A veces son los padres, hermanos, compañeros o amigos que con su ejemplo y palabra inducen a obrar contra la propia conciencia;
-la competencia, los adversarios y enemigos. En la sociedad competitiva muchos aspiran a lo mismo y no todos lo pueden conseguir. En política siempre están los adversarios que en nombre de otra ideología se oponen a la consecuención de los mismis objetivos-o-metas. En la sociedad surgen quienes por envidia, venganza o resentimiento frustran los esfuerzos de una determinada persona. En la convivencia familiar las oposición de intereses, ideas o caracteres resultan ser grandes obstáculos que desafían al esfuerzo individual.