Yo y los míos antes que nadie
La alternativa entre el bien-interés individual y el del grupo es universal y permanente. En ocasiones, a la hora de elegir un bien (dinero o poder), muchas personas miran ante todo los intereses, lo que conviene a su persona y a los “suyos” (familia, amigos, partido…), dejando en segundo lugar o rechazando el interés general.
Esta alternativa se convierte en conflicto cuando el interés-bien personal o del grupo perjudica al interés de la mayoría: ¿elijo lo que me conviene a mí o a mi grupo pero perjudico a la comunidad a la que pertenezco?
Y surge el conflicto ético por la victoria del egoísmo individual o grupal sobre el bien común, la justicia, y la misma solidaridad. Conflicto y alternativa que pueden darse en toda comunidad, sea la familiar, socio-política o eclesial.
Cuando el conflicto afecta a un político y se resuelve con mentira, robo e impunidad, nos encontramos ante uno de los casos completos de corrupción.
¿Cómo superar la alternativa y el conflicto? Con la práctica de la justicia y dando margen a la solidaridad y a la misma generosidad. Por supuesto que el amor a todos es el gran medio y mucho más si se convierte en una” mística” comunitaria. Entonces, la parte cede y la comunidad gana.
¿Cuál será la clave para una solución ideal? Sacrificar algo de lo que corresponde al individuo para beneficiar a la comunidad. Es lo que de ordinario hacen los padres responsables y todo político honrado.
1º Surge el conflicto ético Surge la victoria del egoísmo sobre el bien común, la justicia y la misma solidaridad cuando los egoístas repiten esta frase u otras parecidas: “yo y los míos (familia, amigos, partido político) antes que nadie”. “Nuestras personas son intocables”. Efectivamente, la persona egoísta antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo: es incapaz de dar con generosidad. Los egoístas ven sus intereses como lo primero y lo último olvidando los ajenos. El egoísmo conlleva siempre la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. El egoísta siente como suprema vivencia el “yo te necesito”. Y su gran respuesta: “yo te instrumentalizo”. En definitiva, “los otros” son “un algo” que llena su vida, simples medios para su felicidad, poder o enriquecimiento ilícito.
Es clara la conclusión: el denominador común del conflicto es la injusticia social que se hace presente en toda violación de la verdad, la vida, la libertad, la paz o los derechos de todo miembro del grupo humano. Para conseguir sus objetivos, el egoísta difama, miente, engaña, roba, humilla, explota, aterroriza, chantajea y si puede defrauda a la hacienda pública. Cuando el conflicto se da en un político, en ocasiones el proceso se desarrolla con mentira, robo e impunidad. Y de esta manera nos encontramos ante uno de los casos más completos de corrupción.
2º Para superar el conflicto “yo-comunidad” Mucho ayudar a la persona que se encuentra ante la alternativa yo-comunidad, y que desea una respuesta justa para superar este conflicto, évitar la injusticia, tener presente y aplicar los criterios sobre el bien común, la solidaridad, la justicia y el amor.
Evitar la injusticia social
Impide la plenitud comunitaria cuanto se opone a los derechos humanos en el plano nacional o internacional. Pero el denominador común es la injusticia social que se hace presente en toda violación de la verdad, la vida, la libertad o la paz, derechos de todo miembro del grupo humano. Encontramos la injusticia social en la economía cuando unos pocos tienen mucho y unos muchos tienen poco; en la política con la represión de la libertad y la poca participación en las decisiones de la comunidad; en el acceso a la cultura cuando no llega por igual a todos. Así mismo se siente la injusticia en la desigualdad afrentosa que existe entre clases sociales y entre pueblos, entre el Norte y el Sur, en el trato que los más favorecidos dispensan a personas, clases sociales o pueblos subdesarrollados. El rostro de un mundo deshumanizado aparece en las naciones ricas, en pleno desarrollo, que gastan en armamento y en otros gastos superfluos lo que necesitan otras naciones
pobres para no morir víctimas del hambre (cf. Mater et magistra 157-160); las regiones privilegiadas de una misma nación que no son solidarias con otras pobres, obligadas a la emigración masiva y forzosa (cf. MM 150); la mayoría de personas en muchas naciones (por los menos un 75 por ciento) que no disponen de los necesario para una vida digna y que viven junto a una minoría de personas (sobre el 25 por ciento) que “viven en la
opulencia o malgastan sin consideración” (GS 63); la brecha creciente entre pueblos
ricos, desarrollados, y otros pueblos pobres, en vías de desarrollo, cada vez más
pobres (GS 66).
El bien comúnEl bien común admite varias definiciones: "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección" (Vaticano II en la GS 26). Por bien común también puede entenderse: el punto equidistante entre el polo individual y el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a lo que interesan a todos y en los cuales todos pueden participar. Con mayor brevedad: bien común o interés general: “lo que conviene a la comunidad”.
Solidaridad. La solidaridad comprende la suma y vivencia de la vocación comunitaria, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos y deberes humanos, la práctica de la responsabilidad social y la colaboración en actividades comunitarias con otras personas. En efecto, el ejercicio de la solidaridad se manifiesta en el recto desempeño de las tareas encomendadas para el buen funcionamiento de la comunidad; en el amor coherente a la comunidad (patria, pueblo, grupo religioso o filantrópico..); en la responsabilidad coordinada. Por lo tanto, la solidaridad une la respuesta personal a la de otros en actividades promotoras del bien común; y en la participación compartida que se manifiesta en la presencia activa para defender y promover los derechos humanos.
3º Por supuesto, el amor a todos es el gran medio.
Son indispensables el amor y la solidaridad. Pero la clave radica en prolongar el amor.
El amor como donación universal. Lo esencial del amor consiste en el impulso de un yo personal hacia otro personal o comunitario. Los que se aman desean y buscan estar juntos. La capacidad de amar hace que el yo vea lo del otro como suyo propio, más aún, que prologue su yo en el tú y entable relaciones de comunión. El amor en su dimensión de praxis, se mide por la capacidad de preocuparse, servir y entregarse a otra persona o colectividad. La donación total conlleva fidelidad en todo momento, en las
circunstancias fáciles y en las difíciles.
La amistad por encima del amor.
Todos están de acuerdo en la importancia de la amistad: "sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviese todos los demás bienes del mundo" (Aristóteles); "la amistad es lo más bello después de la sabiduría" (Cicerón). Para un cristiano la amistad viene a ser la caridad con todos sus efectos correspondidos (cf. 1 Cor 13, 1-10). ¿Y qué es la amistad? Una donación mutua y desinteresada entre el yo y el tú. En la amistad se da la realización interpersonal como resultado de la libre inclinación, de la mutua comunicación fundada en la simpatía mutua y en los mutuos intereses. Por lo tanto presentamos la amistad como amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntad y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso del amor que arranca del interés para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia
4º La clave: el amor-justicia como una ”mística” comunitaria.
Una persona justa puede aportar su grano de arena para construir un mundo humanizado por la justicia. Por varias razones es prioritaria la educación de la justicia a la que conviene presentar con cierta “mística” o atractivo que motive su práctica. Ante el ambiente injusto y corrompido de la calle debe rodearse de "mística" una conducta que sea: justa porque es fruto de una conciencia honesta que obra de manera coherente aunque no reciba el premio de los otros; responsable porque actúa según los compromisos asumidos como señal de madurez; respetuosa porque valora con palabras y con hechos la dignidad de las personas; generosa porque supera el instinto de venganza que obra según la norma del "ojo por ojo y diente por diente". Y complemento de la "mística de la conducta honesta o justa", será el rechazo con la mente y el corazón de la injusticia. Este rechazo puede manifestarse en gestos de antipatía, horror y hasta de odio legítimo hacia una conducta que sea: injusta porque revela una persona inmoral que no da lo que exige a los otros; irresponsable porque manifiesta la inmadurez de quien no es capaz de aceptar la tarea que le corresponde; irrespetuosa porque oprime, instrumentaliza o manipula; egoísta porque vive a costa de los demás; corrupta porque aprovecha su profesión de servicio público para el enriquecimiento ilícito personal y de los suyos.
¿Expone este artículo una utopía irrealizable o es más bien la praxis de una dimensión del Reino de Dios predicado y testimoniado por Cristo?
Esta alternativa se convierte en conflicto cuando el interés-bien personal o del grupo perjudica al interés de la mayoría: ¿elijo lo que me conviene a mí o a mi grupo pero perjudico a la comunidad a la que pertenezco?
Y surge el conflicto ético por la victoria del egoísmo individual o grupal sobre el bien común, la justicia, y la misma solidaridad. Conflicto y alternativa que pueden darse en toda comunidad, sea la familiar, socio-política o eclesial.
Cuando el conflicto afecta a un político y se resuelve con mentira, robo e impunidad, nos encontramos ante uno de los casos completos de corrupción.
¿Cómo superar la alternativa y el conflicto? Con la práctica de la justicia y dando margen a la solidaridad y a la misma generosidad. Por supuesto que el amor a todos es el gran medio y mucho más si se convierte en una” mística” comunitaria. Entonces, la parte cede y la comunidad gana.
¿Cuál será la clave para una solución ideal? Sacrificar algo de lo que corresponde al individuo para beneficiar a la comunidad. Es lo que de ordinario hacen los padres responsables y todo político honrado.
1º Surge el conflicto ético Surge la victoria del egoísmo sobre el bien común, la justicia y la misma solidaridad cuando los egoístas repiten esta frase u otras parecidas: “yo y los míos (familia, amigos, partido político) antes que nadie”. “Nuestras personas son intocables”. Efectivamente, la persona egoísta antepone el propio interés a los legítimos derechos del prójimo: es incapaz de dar con generosidad. Los egoístas ven sus intereses como lo primero y lo último olvidando los ajenos. El egoísmo conlleva siempre la injusticia porque no guarda el justo equilibrio entre el derecho personal y el ajeno. El egoísta siente como suprema vivencia el “yo te necesito”. Y su gran respuesta: “yo te instrumentalizo”. En definitiva, “los otros” son “un algo” que llena su vida, simples medios para su felicidad, poder o enriquecimiento ilícito.
Es clara la conclusión: el denominador común del conflicto es la injusticia social que se hace presente en toda violación de la verdad, la vida, la libertad, la paz o los derechos de todo miembro del grupo humano. Para conseguir sus objetivos, el egoísta difama, miente, engaña, roba, humilla, explota, aterroriza, chantajea y si puede defrauda a la hacienda pública. Cuando el conflicto se da en un político, en ocasiones el proceso se desarrolla con mentira, robo e impunidad. Y de esta manera nos encontramos ante uno de los casos más completos de corrupción.
2º Para superar el conflicto “yo-comunidad” Mucho ayudar a la persona que se encuentra ante la alternativa yo-comunidad, y que desea una respuesta justa para superar este conflicto, évitar la injusticia, tener presente y aplicar los criterios sobre el bien común, la solidaridad, la justicia y el amor.
Evitar la injusticia social
Impide la plenitud comunitaria cuanto se opone a los derechos humanos en el plano nacional o internacional. Pero el denominador común es la injusticia social que se hace presente en toda violación de la verdad, la vida, la libertad o la paz, derechos de todo miembro del grupo humano. Encontramos la injusticia social en la economía cuando unos pocos tienen mucho y unos muchos tienen poco; en la política con la represión de la libertad y la poca participación en las decisiones de la comunidad; en el acceso a la cultura cuando no llega por igual a todos. Así mismo se siente la injusticia en la desigualdad afrentosa que existe entre clases sociales y entre pueblos, entre el Norte y el Sur, en el trato que los más favorecidos dispensan a personas, clases sociales o pueblos subdesarrollados. El rostro de un mundo deshumanizado aparece en las naciones ricas, en pleno desarrollo, que gastan en armamento y en otros gastos superfluos lo que necesitan otras naciones
pobres para no morir víctimas del hambre (cf. Mater et magistra 157-160); las regiones privilegiadas de una misma nación que no son solidarias con otras pobres, obligadas a la emigración masiva y forzosa (cf. MM 150); la mayoría de personas en muchas naciones (por los menos un 75 por ciento) que no disponen de los necesario para una vida digna y que viven junto a una minoría de personas (sobre el 25 por ciento) que “viven en la
opulencia o malgastan sin consideración” (GS 63); la brecha creciente entre pueblos
ricos, desarrollados, y otros pueblos pobres, en vías de desarrollo, cada vez más
pobres (GS 66).
El bien comúnEl bien común admite varias definiciones: "el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección" (Vaticano II en la GS 26). Por bien común también puede entenderse: el punto equidistante entre el polo individual y el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a lo que interesan a todos y en los cuales todos pueden participar. Con mayor brevedad: bien común o interés general: “lo que conviene a la comunidad”.
Solidaridad. La solidaridad comprende la suma y vivencia de la vocación comunitaria, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos y deberes humanos, la práctica de la responsabilidad social y la colaboración en actividades comunitarias con otras personas. En efecto, el ejercicio de la solidaridad se manifiesta en el recto desempeño de las tareas encomendadas para el buen funcionamiento de la comunidad; en el amor coherente a la comunidad (patria, pueblo, grupo religioso o filantrópico..); en la responsabilidad coordinada. Por lo tanto, la solidaridad une la respuesta personal a la de otros en actividades promotoras del bien común; y en la participación compartida que se manifiesta en la presencia activa para defender y promover los derechos humanos.
3º Por supuesto, el amor a todos es el gran medio.
Son indispensables el amor y la solidaridad. Pero la clave radica en prolongar el amor.
El amor como donación universal. Lo esencial del amor consiste en el impulso de un yo personal hacia otro personal o comunitario. Los que se aman desean y buscan estar juntos. La capacidad de amar hace que el yo vea lo del otro como suyo propio, más aún, que prologue su yo en el tú y entable relaciones de comunión. El amor en su dimensión de praxis, se mide por la capacidad de preocuparse, servir y entregarse a otra persona o colectividad. La donación total conlleva fidelidad en todo momento, en las
circunstancias fáciles y en las difíciles.
La amistad por encima del amor.
Todos están de acuerdo en la importancia de la amistad: "sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviese todos los demás bienes del mundo" (Aristóteles); "la amistad es lo más bello después de la sabiduría" (Cicerón). Para un cristiano la amistad viene a ser la caridad con todos sus efectos correspondidos (cf. 1 Cor 13, 1-10). ¿Y qué es la amistad? Una donación mutua y desinteresada entre el yo y el tú. En la amistad se da la realización interpersonal como resultado de la libre inclinación, de la mutua comunicación fundada en la simpatía mutua y en los mutuos intereses. Por lo tanto presentamos la amistad como amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntad y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso del amor que arranca del interés para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia
4º La clave: el amor-justicia como una ”mística” comunitaria.
Una persona justa puede aportar su grano de arena para construir un mundo humanizado por la justicia. Por varias razones es prioritaria la educación de la justicia a la que conviene presentar con cierta “mística” o atractivo que motive su práctica. Ante el ambiente injusto y corrompido de la calle debe rodearse de "mística" una conducta que sea: justa porque es fruto de una conciencia honesta que obra de manera coherente aunque no reciba el premio de los otros; responsable porque actúa según los compromisos asumidos como señal de madurez; respetuosa porque valora con palabras y con hechos la dignidad de las personas; generosa porque supera el instinto de venganza que obra según la norma del "ojo por ojo y diente por diente". Y complemento de la "mística de la conducta honesta o justa", será el rechazo con la mente y el corazón de la injusticia. Este rechazo puede manifestarse en gestos de antipatía, horror y hasta de odio legítimo hacia una conducta que sea: injusta porque revela una persona inmoral que no da lo que exige a los otros; irresponsable porque manifiesta la inmadurez de quien no es capaz de aceptar la tarea que le corresponde; irrespetuosa porque oprime, instrumentaliza o manipula; egoísta porque vive a costa de los demás; corrupta porque aprovecha su profesión de servicio público para el enriquecimiento ilícito personal y de los suyos.
¿Expone este artículo una utopía irrealizable o es más bien la praxis de una dimensión del Reino de Dios predicado y testimoniado por Cristo?