El perdón en la Eucaristía da paz y alivia el sufrimiento.
En la Eucaristía, quien perdona o es perdonado, recibe paz y alivio para los sufrimientos y cruces de su vida. Cuantos participan coherentemente en la Misa tienen la oportunidad de reconciliarse con Dios, con el prójimo y consigo mismo. De aquí que un fruto de la Eucaristía-Misa sea el restablecimiento de la comunión con Dios y la fuerza para vivir con mayor amor y más paz con los hermanos.
Situaciones antes de participar en la Misa
Es normal que quienes asisten a la Misa vivan en paz y amor con Dios y con el prójimo. El acto penitencial, perdonar y pedir perdón, será ordinario y sobre materia leve.
Pero son muy diferentes otras situaciones, como la del cristiano de “manga ancha”, con pecados graves y graves conflictos interpersonales, que recita sin arrepentimiento y de modo rutinario, el acto penitencial. En el extremo opuesto se encuentra la persona escrupulosa angustiada por faltas leves, debido a un sentimiento fuerte de culpabilidad, quizás de un 90% y no de 5% como el de la “manga ancha”.
Si de la situación personal pasamos a la social conflictiva, la que se da en quien ofendió gravemente o recibió graves ofensas, surge el tema del perdón fraterno y encontramos estas respuestas posibles:
-el que suplica perdón pero no lo obtiene porque el ofendido se niega perdonar;
-los que mantienen el rencor, el resentimiento o los deseos de venganza para el futuro.
Y el que pidió perdón o perdonó pero no olvida y retira el afecto-amistad
En todas las situaciones descritas late un denominador común: por una parte la falta no solamente es de amor sino también de paz, y por otra parte la presencia en mayor o menor grado del sufrimiento o cruz. Sufre el ofendido y también sufre el orgulloso que rechaza la reconciliación.
Y ante estas situaciones: ¿qué exige y qué da la participación eucarística coherente? La oportunidad de pedir perdón en el acto penitencial y de reconciliarse con el prójimo en el rito de la paz.
El perdón, protagonista en el acto penitencial
Quien desea participar, y no solamente asistir, a la celebración eucarística, sintonizará ante todo con el saludo trinitario de amor, gracia y comunión. Y a continuación, aceptará la invitación para pedir perdón de sus culpas, ofensas o pecados contra Dios y contra el prójimo.
Y como el perdón es un protagonista del acto penitencial, conviene precisar conceptos. Perdona quien no tiene en cuenta la ofensa recibida. Más aún, libra al ofensor de cualquier sanción o respuesta obligatoria, de la deuda. El perdón es definido como la acción y el resultado de olvidar una persona la falta que ha cometido alguien contra ella o contra otros. O el no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra persona tiene con el prójimo. En el perdón siempre existe la acción y el resultado de librar a una persona de una deuda, castigo o de una obligación. El que ofendió queda limpio y libre.
El perdón en el “yo confieso”. Si el fiel cristiano juzga ordinarias sus faltas, de manera ordinaria recitará el “yo confieso ante Dios…”. Pero si admite que en su conducta existen respuestas incompatibles con la amistad con Dios o con la comunión fraterna, recitará el acto penitencial con las respuestas extraordinarias de sinceridad y humildad al reconocer su culpabilidad, de arrepentimiento por las ofensas cometidas, de mayor o menor dolor según la culpabilidad que comprueba, de amor al comprobar que ofendió a Dios, de reparación porque lesionó algún que otro derecho ajeno, de firmeza al proponer la enmienda y de coherencia al perdonar a quienes pudieron ofenderle. Y con el propósito de recibir la absolución sacramental.
El perdón en la oración del Padre nuestro. Encontramos otro momento fuerte para pedir perdón y perdonar durante la recitación del Padre nuestro. En la oración del perdón suplicamos que Dios borre nuestras deudas “porque también nosotros perdonamos”, o bien en otra formulación “porque hemos perdonado” a los que nos ofenden. Jesús lo enseñó con claridad: si no perdonamos, no seremos perdonados. Es inconcebible recitar al Padre nuestro sin perdonar y pedir el perdón. Se explica que quien no está bien dispuesto se niegue a rezar la oración que Cristo nos enseñó.
La reconciliación en el rito de la paz. Antes de la comunión, la Iglesia en Liturgia eucarística, facilita a los fieles para que obtengan la paz y para mutuamente se la den. Todo fiel, en ese momento litúrgico, puede reconciliarse con el prójimo presente o ausente. Y falsa sería la comunión eucarística sin la previa situación de perdón, paz y amor, la reconciliación, con Dios y con el prójimo.
Los frutos del perdón.
Fruto de la participación eucarística es el perdón y la paz
Obtiene el perdón quien lo pidió con sinceridad, propósito y humildad. Consigue la paz quien perdona y combate el resentimiento o la venganza. Disminuye o desaparece la angustia, el temor, rencor, enemistad quienes se reconcilian en la Misa. Y de este modo desaparece total o parcialmente la tensión, el dolor, sufrimiento o malestar interpersonal. Termina la Eucaristía y comienzan nuevas relaciones con menos sufrimiento, y con mayor amor-amistad…quizás mayores
Situaciones antes de participar en la Misa
Es normal que quienes asisten a la Misa vivan en paz y amor con Dios y con el prójimo. El acto penitencial, perdonar y pedir perdón, será ordinario y sobre materia leve.
Pero son muy diferentes otras situaciones, como la del cristiano de “manga ancha”, con pecados graves y graves conflictos interpersonales, que recita sin arrepentimiento y de modo rutinario, el acto penitencial. En el extremo opuesto se encuentra la persona escrupulosa angustiada por faltas leves, debido a un sentimiento fuerte de culpabilidad, quizás de un 90% y no de 5% como el de la “manga ancha”.
Si de la situación personal pasamos a la social conflictiva, la que se da en quien ofendió gravemente o recibió graves ofensas, surge el tema del perdón fraterno y encontramos estas respuestas posibles:
-el que suplica perdón pero no lo obtiene porque el ofendido se niega perdonar;
-los que mantienen el rencor, el resentimiento o los deseos de venganza para el futuro.
Y el que pidió perdón o perdonó pero no olvida y retira el afecto-amistad
En todas las situaciones descritas late un denominador común: por una parte la falta no solamente es de amor sino también de paz, y por otra parte la presencia en mayor o menor grado del sufrimiento o cruz. Sufre el ofendido y también sufre el orgulloso que rechaza la reconciliación.
Y ante estas situaciones: ¿qué exige y qué da la participación eucarística coherente? La oportunidad de pedir perdón en el acto penitencial y de reconciliarse con el prójimo en el rito de la paz.
El perdón, protagonista en el acto penitencial
Quien desea participar, y no solamente asistir, a la celebración eucarística, sintonizará ante todo con el saludo trinitario de amor, gracia y comunión. Y a continuación, aceptará la invitación para pedir perdón de sus culpas, ofensas o pecados contra Dios y contra el prójimo.
Y como el perdón es un protagonista del acto penitencial, conviene precisar conceptos. Perdona quien no tiene en cuenta la ofensa recibida. Más aún, libra al ofensor de cualquier sanción o respuesta obligatoria, de la deuda. El perdón es definido como la acción y el resultado de olvidar una persona la falta que ha cometido alguien contra ella o contra otros. O el no tener en cuenta una deuda o una obligación que otra persona tiene con el prójimo. En el perdón siempre existe la acción y el resultado de librar a una persona de una deuda, castigo o de una obligación. El que ofendió queda limpio y libre.
El perdón en el “yo confieso”. Si el fiel cristiano juzga ordinarias sus faltas, de manera ordinaria recitará el “yo confieso ante Dios…”. Pero si admite que en su conducta existen respuestas incompatibles con la amistad con Dios o con la comunión fraterna, recitará el acto penitencial con las respuestas extraordinarias de sinceridad y humildad al reconocer su culpabilidad, de arrepentimiento por las ofensas cometidas, de mayor o menor dolor según la culpabilidad que comprueba, de amor al comprobar que ofendió a Dios, de reparación porque lesionó algún que otro derecho ajeno, de firmeza al proponer la enmienda y de coherencia al perdonar a quienes pudieron ofenderle. Y con el propósito de recibir la absolución sacramental.
El perdón en la oración del Padre nuestro. Encontramos otro momento fuerte para pedir perdón y perdonar durante la recitación del Padre nuestro. En la oración del perdón suplicamos que Dios borre nuestras deudas “porque también nosotros perdonamos”, o bien en otra formulación “porque hemos perdonado” a los que nos ofenden. Jesús lo enseñó con claridad: si no perdonamos, no seremos perdonados. Es inconcebible recitar al Padre nuestro sin perdonar y pedir el perdón. Se explica que quien no está bien dispuesto se niegue a rezar la oración que Cristo nos enseñó.
La reconciliación en el rito de la paz. Antes de la comunión, la Iglesia en Liturgia eucarística, facilita a los fieles para que obtengan la paz y para mutuamente se la den. Todo fiel, en ese momento litúrgico, puede reconciliarse con el prójimo presente o ausente. Y falsa sería la comunión eucarística sin la previa situación de perdón, paz y amor, la reconciliación, con Dios y con el prójimo.
Los frutos del perdón.
Fruto de la participación eucarística es el perdón y la paz
Obtiene el perdón quien lo pidió con sinceridad, propósito y humildad. Consigue la paz quien perdona y combate el resentimiento o la venganza. Disminuye o desaparece la angustia, el temor, rencor, enemistad quienes se reconcilian en la Misa. Y de este modo desaparece total o parcialmente la tensión, el dolor, sufrimiento o malestar interpersonal. Termina la Eucaristía y comienzan nuevas relaciones con menos sufrimiento, y con mayor amor-amistad…quizás mayores