¿Qué pide el servicio liberador?
La liberación necesita el servicio liberador, presente en los componentes de la comunidad política humanizada por la libertad. Desde una perspectiva humana, el servicio o compromiso para la liberación, requiere la justicia como práctica de cada persona. Como segunda exigencia, la presencia activa (participación) del ciudadano en la vida de la comunidad política. Por su parte, el seguidor de Cristo y miembro de la Iglesia tiene, además otras motivaciones y exigencias.
Rasgos del servicio liberador
La libertad orientada al bien común y no sólo al personal, el amor a la comunidad a la que se pertenece y de la que tanto se recibe, la solidaridad a la misma comunidad, que no puede subsistir sin la cooperación de todos; el derecho que tiene toda persona y toda colectividad oprimida a que le presten ayuda quienes pueden hacerla, son rasgos que fundamentan la actitud del servicio liberador. Pero además existen otros rasgos básicos.
El servir, como actitud genérica, se caracteriza por la ayuda libremente prestada al necesitado que une la colaboración ajena a su gestión. En el servicio se excluye todo paternalismo que supla la participación y protagonismo del interesado. También está presente en el servicio la entrega desinteresada de sí mismo para la promoción del otro como individuo o como colectividad. El desinterés o generosidad son objetivos a conseguir, pero no siempre se dan aun en los buenos servicios prestados. En el servir se presupone la orientación de toda la persona como instrumento para la utilidad de los intereses de los otros.
El servicio como compromiso.
Se caracteriza por la obligación contraída de ayudar al necesitado. Se trata de una responsabilidad que uno asume de servir, de una hipoteca de la propia libertad para liberar a otros. Está presente, por lo tanto, el deber que brota de un derecho o facultad que otros tienen para exigirme determinada respuesta. En el compromiso político se da el ejercicio de los derechos y deberes dentro de la comunidad para ser coherentemente solidario.
Como servicio y compromiso liberador, se pueden agregar estos matices: la presencia orientada a solucionar la situación de quienes viven oprimidos en sus derechos sociopolíticos.
Esta presencia incluye
la solidaridad coherente de quien ha optado por el oprimido (el pobre);
la colaboración, para que los mismos necesitados logren sus justas aspiraciones y todos consigan la transformación de la realidad;.
la donación de cosas y de la propia persona en favor de . quienes carecen de bienes económicos, de la libertad humana y de los medios para recuperar la dignidad perdida;
las respuestas, ocasionales o permanentes, en favor de «los sin voz», en los ambientes de miseria económica, compartiendo su vida, sus necesidades, aspiraciones y luchas.
La justicia como exigencia del servicio liberador
Para que exista la actitud coherente del servicio liberador se requiere evitar la injusticia y promover el bien común mediante la justicia legal.
Quien desea actualizar un servicio liberador se le exige, ante todo, que no oprima al prójimo ni le coaccione indebidamente en algún sentido, con amenazas, con prohibiciones o mandatos fuera de lo estipulado. Ni que lo cosifique o instrumentalice aprovechando la superioridad económica, la autoridad jurídica o moral, cultural, la fuerza física. Se puede instrumentalizar al prójimo con un trato indigno de persona libre, provocando en él respuestas serviles, de miedo, hipocresía, etc.
Practicar la justicia En materia de libertad, la justicia pide:
conocer y respetar los derechos humanos;
dar lo necesario en lo económico pues sin el mínimo de bienestar material no es posible la libertad. «no basta reconocer al hombre el derecho a las cosas necesarias para la vida si no se procura, en la medida posible, que el hombre posea con suficiente abundancia cuanto toca a su sustento» (PT 32 Y d. 28 al 34).
Promoción del bien común.
La libertad política y la liberación socioeconómica son exigencias del bien común. Como todo derecho, el de la libertad es un postulado elemental para el desarrollo de una comunidad integrada por seres libres. Y padece serios daños el bien común cuando junto a la supresión de la libertad, algunos miembros de la comunidad no gozan de lo mínimo. Por todo ello, la virtud que regula las relaciones de todos los miembros de la comunidad con el bien común se sitúa en el corazón del servicio liberador. Esta virtud
La obligatoriedad está fundada en la necesidad de dar una respuesta positiva por lo mucho que se recibe de la comunidad y la necesidad que ella tiene de cada miembro para la subsistencia;
Los protagonistas son todos los miembros de la comunidad, pero de modo especial los gobernantes, a quienes compete orientar su poder legislativo y coercitivo para atender a las necesidades comunes y proveer a ellas. Después de los gobernantes, están los ciudadanos pero los más obligados por el bien común son los que más han recibido y los que más poseen en poder, bienes materiales y libertad, amén de otras riquezas de tipo espiritual.
La participación en la comunidad política
Una segunda exigencia del servicio liberador es la presencia activa (participación) del ciudadano en la vida de la comunidad política como expresión de su amor: «cultiven los ciudadanos con magnanimidad y lealtad el amor a la patria, pero sin estrechez de espíritu, de suerte que miren siempre al mismo tiempo por el bien de toda la familia humana, unida por toda clase de vínculos entre las razas, pueblos y naciones» (GS 75; d. PT 146). Esta participación corresponsable es un derecho y un deber que se cumple en las diversas áreas de la vida comunitaria
La participación del ciudadano se manifiesta en la obediencia a las leyes de la nación. El cumplimiento de la Constitución y de las leyes de la propia nación es una obligación cívica y a la vez un modo de participar y de servir a la comunidad política (GS 74, 75). Entre los deberes cívicos sobresale el amor y defensa de la Patria según estipule la Constitución, el pago de los impuestos, el respeto a los dirigentes estatales legítimos y a los funcionarios públicos (Rom 13,7; 1 Pe 2,17; Lc 13, 32; Mt 27,14; Mc 15,5; Le 23,9).
La participación mediante el voto. Varios son los aspectos: el derecho y el deber que tienen todos los ciudadanos de participar en la vida pública mediante el voto y así promover el bien común (GS 75).
Los grupos al servicio de la comunidad. Las asociaciones, los sindicatos, los colegios profesionales y los partidos políticos tienen una doble misión: promover sus objetivos particulares y atender al bien común.
¿Cómo vive el cristiano el servicio liberador?
Desde su condición de seguidor de Cristo y de miembro responsable de la Iglesia, con un amor que potencia las exigencias de la justicia por encima de cualquier ideología o técnica. Tal servicio tiene como aplicación coherente la opción preferencial de los pobres. Tema del próximo artículo.
Rasgos del servicio liberador
La libertad orientada al bien común y no sólo al personal, el amor a la comunidad a la que se pertenece y de la que tanto se recibe, la solidaridad a la misma comunidad, que no puede subsistir sin la cooperación de todos; el derecho que tiene toda persona y toda colectividad oprimida a que le presten ayuda quienes pueden hacerla, son rasgos que fundamentan la actitud del servicio liberador. Pero además existen otros rasgos básicos.
El servir, como actitud genérica, se caracteriza por la ayuda libremente prestada al necesitado que une la colaboración ajena a su gestión. En el servicio se excluye todo paternalismo que supla la participación y protagonismo del interesado. También está presente en el servicio la entrega desinteresada de sí mismo para la promoción del otro como individuo o como colectividad. El desinterés o generosidad son objetivos a conseguir, pero no siempre se dan aun en los buenos servicios prestados. En el servir se presupone la orientación de toda la persona como instrumento para la utilidad de los intereses de los otros.
El servicio como compromiso.
Se caracteriza por la obligación contraída de ayudar al necesitado. Se trata de una responsabilidad que uno asume de servir, de una hipoteca de la propia libertad para liberar a otros. Está presente, por lo tanto, el deber que brota de un derecho o facultad que otros tienen para exigirme determinada respuesta. En el compromiso político se da el ejercicio de los derechos y deberes dentro de la comunidad para ser coherentemente solidario.
Como servicio y compromiso liberador, se pueden agregar estos matices: la presencia orientada a solucionar la situación de quienes viven oprimidos en sus derechos sociopolíticos.
Esta presencia incluye
la solidaridad coherente de quien ha optado por el oprimido (el pobre);
la colaboración, para que los mismos necesitados logren sus justas aspiraciones y todos consigan la transformación de la realidad;.
la donación de cosas y de la propia persona en favor de . quienes carecen de bienes económicos, de la libertad humana y de los medios para recuperar la dignidad perdida;
las respuestas, ocasionales o permanentes, en favor de «los sin voz», en los ambientes de miseria económica, compartiendo su vida, sus necesidades, aspiraciones y luchas.
La justicia como exigencia del servicio liberador
Para que exista la actitud coherente del servicio liberador se requiere evitar la injusticia y promover el bien común mediante la justicia legal.
Quien desea actualizar un servicio liberador se le exige, ante todo, que no oprima al prójimo ni le coaccione indebidamente en algún sentido, con amenazas, con prohibiciones o mandatos fuera de lo estipulado. Ni que lo cosifique o instrumentalice aprovechando la superioridad económica, la autoridad jurídica o moral, cultural, la fuerza física. Se puede instrumentalizar al prójimo con un trato indigno de persona libre, provocando en él respuestas serviles, de miedo, hipocresía, etc.
Practicar la justicia En materia de libertad, la justicia pide:
conocer y respetar los derechos humanos;
dar lo necesario en lo económico pues sin el mínimo de bienestar material no es posible la libertad. «no basta reconocer al hombre el derecho a las cosas necesarias para la vida si no se procura, en la medida posible, que el hombre posea con suficiente abundancia cuanto toca a su sustento» (PT 32 Y d. 28 al 34).
Promoción del bien común.
La libertad política y la liberación socioeconómica son exigencias del bien común. Como todo derecho, el de la libertad es un postulado elemental para el desarrollo de una comunidad integrada por seres libres. Y padece serios daños el bien común cuando junto a la supresión de la libertad, algunos miembros de la comunidad no gozan de lo mínimo. Por todo ello, la virtud que regula las relaciones de todos los miembros de la comunidad con el bien común se sitúa en el corazón del servicio liberador. Esta virtud
La obligatoriedad está fundada en la necesidad de dar una respuesta positiva por lo mucho que se recibe de la comunidad y la necesidad que ella tiene de cada miembro para la subsistencia;
Los protagonistas son todos los miembros de la comunidad, pero de modo especial los gobernantes, a quienes compete orientar su poder legislativo y coercitivo para atender a las necesidades comunes y proveer a ellas. Después de los gobernantes, están los ciudadanos pero los más obligados por el bien común son los que más han recibido y los que más poseen en poder, bienes materiales y libertad, amén de otras riquezas de tipo espiritual.
La participación en la comunidad política
Una segunda exigencia del servicio liberador es la presencia activa (participación) del ciudadano en la vida de la comunidad política como expresión de su amor: «cultiven los ciudadanos con magnanimidad y lealtad el amor a la patria, pero sin estrechez de espíritu, de suerte que miren siempre al mismo tiempo por el bien de toda la familia humana, unida por toda clase de vínculos entre las razas, pueblos y naciones» (GS 75; d. PT 146). Esta participación corresponsable es un derecho y un deber que se cumple en las diversas áreas de la vida comunitaria
La participación del ciudadano se manifiesta en la obediencia a las leyes de la nación. El cumplimiento de la Constitución y de las leyes de la propia nación es una obligación cívica y a la vez un modo de participar y de servir a la comunidad política (GS 74, 75). Entre los deberes cívicos sobresale el amor y defensa de la Patria según estipule la Constitución, el pago de los impuestos, el respeto a los dirigentes estatales legítimos y a los funcionarios públicos (Rom 13,7; 1 Pe 2,17; Lc 13, 32; Mt 27,14; Mc 15,5; Le 23,9).
La participación mediante el voto. Varios son los aspectos: el derecho y el deber que tienen todos los ciudadanos de participar en la vida pública mediante el voto y así promover el bien común (GS 75).
Los grupos al servicio de la comunidad. Las asociaciones, los sindicatos, los colegios profesionales y los partidos políticos tienen una doble misión: promover sus objetivos particulares y atender al bien común.
¿Cómo vive el cristiano el servicio liberador?
Desde su condición de seguidor de Cristo y de miembro responsable de la Iglesia, con un amor que potencia las exigencias de la justicia por encima de cualquier ideología o técnica. Tal servicio tiene como aplicación coherente la opción preferencial de los pobres. Tema del próximo artículo.