¿Qué precio tiene la paz?¿Cuánto “cuesta” la paz?
No hablamos de la paz para que cesen las guerras o las revoluciones o el terrorismo. Ahora se trata de vivir en paz consigo mismo y con el prójimo inmediato que pide fundamentalmente respeto mutuo, amor aunque sea mínimo y el puente del diálogo. En un orden secundario la paz está condicionada a otras actitudes como la aceptación personal, la tolerancia, la comprensión, la humildad y otras más. El cristiano añade a estas respuestas el mensaje de Cristo que une la paz a la caridad coherente
Respeto, amor y diálogo
Imposible las relaciones pacíficas cuando falla el respeto mutuo o está ausente el mínimo de amor o se renuncia a la normativa del diálogo.
El respeto mutuo
Conviene insistir: las relaciones interpersonales descansan sobre la justicia que se manifiesta en el respeto a la dignidad y a los derechos del prójimo. Y para que exista respeto se requieren tres condiciones muy elementales: 1ª tomar conciencia de cuáles son los derechos y necesidades del prójimo, 2ª ser conscientes de las responsabilidades o deberes personales, y 3ª actuar con justicia; es decir, dar a cada uno lo que le corresponde, con el trato que deseamos para nosotros mismos.
Por lo tanto, la paz tiene a la justicia como primera condición. Cierto: «es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos,. así como su dignidad (GS 78). Y el respeto se extiende a los derechos de toda persona a la verdad, al trato digno, la libertad en sus expresiones, a la seguridad social, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad» (DU 22, y d. PT 23-25; GS 65, 68 y 75).
Amor, aunque sea mínimo
La experiencia lo confirma: a mayor amor, más posibilidad de unas relaciones amistosas y pacíficas. Y en la medida en que falta la vitamina de la paz, el amor, se hace difícil, cuando no imposible, la convivencia sin conflictos ni peleas, ni actitudes agresivas. Ahora nos conformamos con las expresiones mínimas del amor. ¿Qué pide tal “amor mínimo”?
-algún que otro servicio desinteresado para el que lo necesita;
-el trato cordial con la manifestación de afecto y algún elogio de tal manera que el tú se sienta aceptado;
-el no mostrarse desconfiado ni dar pié para que el otro desconfíe;
-el tacto para llamar la atención sobre errores ajenos sin herir, ni desanimar ni dar la impresión de que intentamos “planificar la vida ajena”;
-el reconocer los propios errores y saber disculparse al notar que el prójimo se sintió ofendido;
-la cooperación sin paternalismo de manera que el mismo indigente sea el protagonista de su liberación;
-y también entra en el “amor mínimo”, la generosidad en perdonar y olvidar cuando se han recibido las debidas excusas por parte del que ofendió,
El diálogo como puente
La paz se puede representar como un puente que une posiciones separadas pero requiere las normas de la comunicación. Entre otras, destacamos:
el encuentro amistoso: el otro no es un enemigo, sino un “tú” que también busca la verdad, una persona que también posee su verdad. Por el encuentro se crea el nosotros como relación amistosa que serena los ánimos, facilita la comunicación al establecer nuevos vínculos de unión ente las dos personas;
-la sinceridad en las palabras, expresadas con serenidad en el ánimo,
-la actitud abierta para aceptar posiciones y verdades diferentes,
-el respeto por la libertad ajena con claridad en las expresiones;
-el saber escuchar en silencio, con rostro sereno. Y comunicar las opiniones con objetividad.
-la supresión de prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan el intercambio de opiniones;
-la prudencia para ponerse “en los zapatos” del prójimo, comprender su situación y saber compartir sus sentimientos.
-el trato suave reconociendo méritos y alabando cualidades de quien nos habla;
-la inquietud por buscar la unidad en los fundamental, respetar la libertad en lo dudoso y amar siempre y en todo a todos;
Otras actitudes necesarias
Integrantes de la paz personal y necesarias para las relaciones pacíficas son la aceptación, tolerancia, comprensión, humildad y paciencia
La aceptación
¿A quién y cómo? La gran virtud de la aceptación comienza por uno mismo, pero debe prolongarse en el otro y terminar en los contratiempos de las relaciones familiares o de la profesión.. Esta aceptación queda potenciada con la solidaridad oportuna en las alegrías y en las tristezas del prójimo. Se requiere apertura y saber conectar con sus aspiraciones y necesidades. Una buena máxima: asumir-aceptar con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento.
Saber aceptar sigue como respuesta a la toma de conciencia de las posibilidades y limitaciones de la propia persona. El protagonista que aspira a la paz se interroga: ¿poseo el mínimo de posibilidades para aspirar a la meta que me propongo? ¿podré superar las limitaciones que aprecio en mi actual personalidad? ¿me realizaré como persona en el digno desempeño de las funciones que me esperan? Se impone como gran criterio para llegar a la meta el tomar conciencia de nuestro yo con sus valores, posibilidades y limitaciones a nivel global y en las principales facetas. Mucho ayudará el conocimiento lo más exacto posible de los valores temperamentales y caracterológicos con sus respectivos defectos.
La tolerancia fruto de la comprensión y de la flexibilidad Unida a la aceptación está la mentalidad flexible de la persona comprensiva que tolera en el prójimo lo que ella no haría. El tolerante distingue bien entre el valor fundamental, el prioritario e intocable como absoluto, y el valor secundario que puede ser dispensado. La base de la tolerancia radica en la comprensión como la actitud de quien acepta que su opinión sea una más que necesita armonizarse con las demás. La persona tolerante procura ampliar sus opiniones con la de otros y tiene la humildad de analizar lo positivo que hay en otras visiones o en otras conductas.
Digamos que la actitud tolerante y comprensiva se dirige a las personas, a la situación de ánimopersonal y al sentido que quieren dar a sus palabras. En definitiva, se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro: no imponer "mi opinión o conducta"
Otras respuestas: humildad y paciencia.
Se quiebra la paz interna en muchas ocasiones por el orgullo, la impaciencia y la falta de dominio. De aquí que la humildad y la paciencia sean otros ingredientes en el precio de la paz. En efecto, la persona humilde abraza la verdad “molesta”, reconoce los límites y deficiencias personales, defectos físicos, psíquicos, éticos, religiosos..; modera las aspiraciones legítimas como las del éxito, honor, mando, imagen buena ante el prójimo, triunfo y el derecho a poseer cosas; se estima en su justo valor sin ensalzarse ni rebajarse al juzgar su persona y obras, sus posesiones y sus valores. Por su parte, el que es paciente soporta sin abatirse los sufrimientos físicos y morales sin dejarse llevar por el pesimismo, el desaliento o la tristeza. También afronta todos los males que le acosan para mantener la jerarquía de valores y compromisos aceptados.
¿Y las exigencias cristianas de la paz? Están integradas en el todo del seguimiento de Jesús y de las perspetivas del reino de Dios. De modo especial, el cristiano, instrumento de la paz de Cristo, une las exigencias del amor y de la paz. Mucho ilumina el texto completo de Pablo en Colosenses 3, 12-21. Y en especial la exhortación: “ por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo” (Col 3,14-15).
Respeto, amor y diálogo
Imposible las relaciones pacíficas cuando falla el respeto mutuo o está ausente el mínimo de amor o se renuncia a la normativa del diálogo.
El respeto mutuo
Conviene insistir: las relaciones interpersonales descansan sobre la justicia que se manifiesta en el respeto a la dignidad y a los derechos del prójimo. Y para que exista respeto se requieren tres condiciones muy elementales: 1ª tomar conciencia de cuáles son los derechos y necesidades del prójimo, 2ª ser conscientes de las responsabilidades o deberes personales, y 3ª actuar con justicia; es decir, dar a cada uno lo que le corresponde, con el trato que deseamos para nosotros mismos.
Por lo tanto, la paz tiene a la justicia como primera condición. Cierto: «es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos,. así como su dignidad (GS 78). Y el respeto se extiende a los derechos de toda persona a la verdad, al trato digno, la libertad en sus expresiones, a la seguridad social, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad» (DU 22, y d. PT 23-25; GS 65, 68 y 75).
Amor, aunque sea mínimo
La experiencia lo confirma: a mayor amor, más posibilidad de unas relaciones amistosas y pacíficas. Y en la medida en que falta la vitamina de la paz, el amor, se hace difícil, cuando no imposible, la convivencia sin conflictos ni peleas, ni actitudes agresivas. Ahora nos conformamos con las expresiones mínimas del amor. ¿Qué pide tal “amor mínimo”?
-algún que otro servicio desinteresado para el que lo necesita;
-el trato cordial con la manifestación de afecto y algún elogio de tal manera que el tú se sienta aceptado;
-el no mostrarse desconfiado ni dar pié para que el otro desconfíe;
-el tacto para llamar la atención sobre errores ajenos sin herir, ni desanimar ni dar la impresión de que intentamos “planificar la vida ajena”;
-el reconocer los propios errores y saber disculparse al notar que el prójimo se sintió ofendido;
-la cooperación sin paternalismo de manera que el mismo indigente sea el protagonista de su liberación;
-y también entra en el “amor mínimo”, la generosidad en perdonar y olvidar cuando se han recibido las debidas excusas por parte del que ofendió,
El diálogo como puente
La paz se puede representar como un puente que une posiciones separadas pero requiere las normas de la comunicación. Entre otras, destacamos:
el encuentro amistoso: el otro no es un enemigo, sino un “tú” que también busca la verdad, una persona que también posee su verdad. Por el encuentro se crea el nosotros como relación amistosa que serena los ánimos, facilita la comunicación al establecer nuevos vínculos de unión ente las dos personas;
-la sinceridad en las palabras, expresadas con serenidad en el ánimo,
-la actitud abierta para aceptar posiciones y verdades diferentes,
-el respeto por la libertad ajena con claridad en las expresiones;
-el saber escuchar en silencio, con rostro sereno. Y comunicar las opiniones con objetividad.
-la supresión de prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan el intercambio de opiniones;
-la prudencia para ponerse “en los zapatos” del prójimo, comprender su situación y saber compartir sus sentimientos.
-el trato suave reconociendo méritos y alabando cualidades de quien nos habla;
-la inquietud por buscar la unidad en los fundamental, respetar la libertad en lo dudoso y amar siempre y en todo a todos;
Otras actitudes necesarias
Integrantes de la paz personal y necesarias para las relaciones pacíficas son la aceptación, tolerancia, comprensión, humildad y paciencia
La aceptación
¿A quién y cómo? La gran virtud de la aceptación comienza por uno mismo, pero debe prolongarse en el otro y terminar en los contratiempos de las relaciones familiares o de la profesión.. Esta aceptación queda potenciada con la solidaridad oportuna en las alegrías y en las tristezas del prójimo. Se requiere apertura y saber conectar con sus aspiraciones y necesidades. Una buena máxima: asumir-aceptar con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento.
Saber aceptar sigue como respuesta a la toma de conciencia de las posibilidades y limitaciones de la propia persona. El protagonista que aspira a la paz se interroga: ¿poseo el mínimo de posibilidades para aspirar a la meta que me propongo? ¿podré superar las limitaciones que aprecio en mi actual personalidad? ¿me realizaré como persona en el digno desempeño de las funciones que me esperan? Se impone como gran criterio para llegar a la meta el tomar conciencia de nuestro yo con sus valores, posibilidades y limitaciones a nivel global y en las principales facetas. Mucho ayudará el conocimiento lo más exacto posible de los valores temperamentales y caracterológicos con sus respectivos defectos.
La tolerancia fruto de la comprensión y de la flexibilidad Unida a la aceptación está la mentalidad flexible de la persona comprensiva que tolera en el prójimo lo que ella no haría. El tolerante distingue bien entre el valor fundamental, el prioritario e intocable como absoluto, y el valor secundario que puede ser dispensado. La base de la tolerancia radica en la comprensión como la actitud de quien acepta que su opinión sea una más que necesita armonizarse con las demás. La persona tolerante procura ampliar sus opiniones con la de otros y tiene la humildad de analizar lo positivo que hay en otras visiones o en otras conductas.
Digamos que la actitud tolerante y comprensiva se dirige a las personas, a la situación de ánimopersonal y al sentido que quieren dar a sus palabras. En definitiva, se trata de cultivar la empatía o el "ponerse en los zapatos del otro" para intentar valorar y sentir como el interlocutor. Actitud contraria es la de quien se encierra en sí mismo y solamente ve las cosas desde su punto de vista. La comprensión pide también asumir la fragilidad-debilidad del otro: no imponer "mi opinión o conducta"
Otras respuestas: humildad y paciencia.
Se quiebra la paz interna en muchas ocasiones por el orgullo, la impaciencia y la falta de dominio. De aquí que la humildad y la paciencia sean otros ingredientes en el precio de la paz. En efecto, la persona humilde abraza la verdad “molesta”, reconoce los límites y deficiencias personales, defectos físicos, psíquicos, éticos, religiosos..; modera las aspiraciones legítimas como las del éxito, honor, mando, imagen buena ante el prójimo, triunfo y el derecho a poseer cosas; se estima en su justo valor sin ensalzarse ni rebajarse al juzgar su persona y obras, sus posesiones y sus valores. Por su parte, el que es paciente soporta sin abatirse los sufrimientos físicos y morales sin dejarse llevar por el pesimismo, el desaliento o la tristeza. También afronta todos los males que le acosan para mantener la jerarquía de valores y compromisos aceptados.
¿Y las exigencias cristianas de la paz? Están integradas en el todo del seguimiento de Jesús y de las perspetivas del reino de Dios. De modo especial, el cristiano, instrumento de la paz de Cristo, une las exigencias del amor y de la paz. Mucho ilumina el texto completo de Pablo en Colosenses 3, 12-21. Y en especial la exhortación: “ por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo” (Col 3,14-15).