¿Cómo presentar a Cristo en el arco iris relacional?
Dentro de la praxis relacional, en la mística cristiana destaca el papel de las relaciones que enriquecen a la persona. En el mundo complejo del yo-tú urge optar por un concepto de relación que puede presentarse como la vinculación que fundamenta el trato interpersonal en general y la comunicación en particular con el mutuo enriquecimiento-empobrecimiento entre personas o grupos humanos. En el arco iris relacional la figura de Cristo destaca como como el referente, la causa y la actitud fundamental.
Arco iris relacional Constatamos cómo la mayoría de las relaciones giran al margen del amor; se reducen a relaciones políticas, culturales, comerciales o de simple trato social. El motor de tales relaciones suele ser la responsabilidad, el interés, la costumbre, la justicia o la necesidad compartida. Pero existen muchas relaciones que giran en torno al amor como donación o a la amistad como amor compartido. También son importantes las del trato sincero, respetuoso, libre y dialogante como expresiones de la verdad, la justicia, libertad y paz. A todas ellas nos referimos en una doble vertiente, la humana o interpersonal y la religiosa que el cristiano tiene con Dios dentro de la espiritualidad católica.
Desde el mínimo hasta la plenitud relacional
Efectivamente, toda relación admite varios grados, desde el grado menor hasta el máximo, hasta la plenitud. Una persona llega a su plenitud en las relaciones cuando alcanza su mejor momento, el álgido, de su vida. De una relación interpersonal podemos afirmar que goza de plenitud cuando contiene la totalidad de los elementos integrantes. Y llamamos íntegra a una persona porque en determinada faceta lo tiene todo, nada le falta, ha llegado a la plenitud. Pero desde la perspectiva moral o religiosa, la relación interpersonal en plenitud requiere otras exigencias, como la verdad, justicia, libertad, paz, amor, fidelidad, entusiasmo, coherencia y radicalidad. En la medida en que estén presentes o ausentes tales exigencias, la persona gozará de mayor o menor plenitud.
Tipología relacional según las respuestas
La madurez se hace presente en la persona que se manifiesta abierta hacia el prójimo, solidaria y corresponsable, con buena convivencia, servicial y confiada, liberadora con el necesitado, sincera, respetuosa, pacífica, afectuosa, comprensiva y dialogante, fiel al amigo, valiente al corregir, humilde al reconocer los propios errores, generosa al perdonar y olvidar, entregada del todo y con amor en donación profunda. La plenitud depende de la intensidad con que cada uno viva las relaciones interpersonales. Para llegar a la plenitud se requiere la máxima intensidad en la mayoría de las relaciones.
Los factores que integran una relación en plenitud La madurez en las relaciones interpersonales se realiza gracias a un referente, a una causa y a una actitud fundamental. El referente es el cuadro de valores que configuran la existencia del protagonista; puede ser una ideología abstracta o una persona-héroe que encarna tales valores y a quien se ama. La causa viene a ser el amor prioritario que engloba los ideales, esperanzas e ilusiones a modo de motor para responder y relacionarse con el prójimo. Y la actitud fundamental es la decisión prioritaria que rige la conducta a manera de sello, la que imprime cualquier relación interpersonal.
Jesús como referente, la causa y la actitud fundamental.
Para las relaciones, tanto humanas como religiosas, Jesús es el modelo a interiorizar, -el “referente”-, por los valores tan excepcionales de su vida y de su doctrina. Jesús predicó un cambio profundo con sus criterios, especialmente con el reino de Dios; enseñó una doctrina revolucionaria sobre las relaciones interpersonales, y motivó a los discípulos con su amor apasionado y coherente por Dios y por el prójimo, especialmente con el más necesitado.
Además, dentro de la Buena Nueva, destaca como “causa” que justifica las relaciones, la doctrina sobre el reino de Dios que Jesús predicó como el eje de toda su doctrina y como la gran meta que motivó sus relaciones y tareas. Por lo tanto, el seguidor de Jesús, el que es como otro Cristo por el bautismo, tendrá como causa o meta prioritaria: colaborar en la obra del Señor y Maestro para que sea efectivo en el hoy de su mundo y de su persona el mensaje del reino de Dios. El proyecto de Jesús, la Buena nueva del Reino de Dios, pide el testimonio radicalizado sobre la verdad, la justicia, la libertad, la paz, la vida, la gracia y, sobre todo, el amor. El Maestro enseñó y exigió un amor fraterno sin límites, un amor revolucionario.
Por último, la actitud fundamental que caracteriza al seguidor de Jesús será el amor a Dios y al prójimo. Cristo, con su obra y doctrina, llegó hasta las raíces del amor fraterno y lo enriqueció de tal manera que entre el amor a Dios y al prójimo no sólo no hay oposición sino que existe la unidad y la dependencia. La conclusión es clara: amar según Jesús, amar con radicalidad, es la actitud fundamental que debe caracterizar las relaciones interpersonales del cristiano.
Arco iris relacional Constatamos cómo la mayoría de las relaciones giran al margen del amor; se reducen a relaciones políticas, culturales, comerciales o de simple trato social. El motor de tales relaciones suele ser la responsabilidad, el interés, la costumbre, la justicia o la necesidad compartida. Pero existen muchas relaciones que giran en torno al amor como donación o a la amistad como amor compartido. También son importantes las del trato sincero, respetuoso, libre y dialogante como expresiones de la verdad, la justicia, libertad y paz. A todas ellas nos referimos en una doble vertiente, la humana o interpersonal y la religiosa que el cristiano tiene con Dios dentro de la espiritualidad católica.
Desde el mínimo hasta la plenitud relacional
Efectivamente, toda relación admite varios grados, desde el grado menor hasta el máximo, hasta la plenitud. Una persona llega a su plenitud en las relaciones cuando alcanza su mejor momento, el álgido, de su vida. De una relación interpersonal podemos afirmar que goza de plenitud cuando contiene la totalidad de los elementos integrantes. Y llamamos íntegra a una persona porque en determinada faceta lo tiene todo, nada le falta, ha llegado a la plenitud. Pero desde la perspectiva moral o religiosa, la relación interpersonal en plenitud requiere otras exigencias, como la verdad, justicia, libertad, paz, amor, fidelidad, entusiasmo, coherencia y radicalidad. En la medida en que estén presentes o ausentes tales exigencias, la persona gozará de mayor o menor plenitud.
Tipología relacional según las respuestas
La madurez se hace presente en la persona que se manifiesta abierta hacia el prójimo, solidaria y corresponsable, con buena convivencia, servicial y confiada, liberadora con el necesitado, sincera, respetuosa, pacífica, afectuosa, comprensiva y dialogante, fiel al amigo, valiente al corregir, humilde al reconocer los propios errores, generosa al perdonar y olvidar, entregada del todo y con amor en donación profunda. La plenitud depende de la intensidad con que cada uno viva las relaciones interpersonales. Para llegar a la plenitud se requiere la máxima intensidad en la mayoría de las relaciones.
Los factores que integran una relación en plenitud La madurez en las relaciones interpersonales se realiza gracias a un referente, a una causa y a una actitud fundamental. El referente es el cuadro de valores que configuran la existencia del protagonista; puede ser una ideología abstracta o una persona-héroe que encarna tales valores y a quien se ama. La causa viene a ser el amor prioritario que engloba los ideales, esperanzas e ilusiones a modo de motor para responder y relacionarse con el prójimo. Y la actitud fundamental es la decisión prioritaria que rige la conducta a manera de sello, la que imprime cualquier relación interpersonal.
Jesús como referente, la causa y la actitud fundamental.
Para las relaciones, tanto humanas como religiosas, Jesús es el modelo a interiorizar, -el “referente”-, por los valores tan excepcionales de su vida y de su doctrina. Jesús predicó un cambio profundo con sus criterios, especialmente con el reino de Dios; enseñó una doctrina revolucionaria sobre las relaciones interpersonales, y motivó a los discípulos con su amor apasionado y coherente por Dios y por el prójimo, especialmente con el más necesitado.
Además, dentro de la Buena Nueva, destaca como “causa” que justifica las relaciones, la doctrina sobre el reino de Dios que Jesús predicó como el eje de toda su doctrina y como la gran meta que motivó sus relaciones y tareas. Por lo tanto, el seguidor de Jesús, el que es como otro Cristo por el bautismo, tendrá como causa o meta prioritaria: colaborar en la obra del Señor y Maestro para que sea efectivo en el hoy de su mundo y de su persona el mensaje del reino de Dios. El proyecto de Jesús, la Buena nueva del Reino de Dios, pide el testimonio radicalizado sobre la verdad, la justicia, la libertad, la paz, la vida, la gracia y, sobre todo, el amor. El Maestro enseñó y exigió un amor fraterno sin límites, un amor revolucionario.
Por último, la actitud fundamental que caracteriza al seguidor de Jesús será el amor a Dios y al prójimo. Cristo, con su obra y doctrina, llegó hasta las raíces del amor fraterno y lo enriqueció de tal manera que entre el amor a Dios y al prójimo no sólo no hay oposición sino que existe la unidad y la dependencia. La conclusión es clara: amar según Jesús, amar con radicalidad, es la actitud fundamental que debe caracterizar las relaciones interpersonales del cristiano.