¿Cómo es el puente de paz que une al yo con el tú?
La paz entre las personas viene a ser como un puente sostenido por varios pilares. Algunos de ellos ya están mencionados en los artículos anteriores, como el dominio de sí, el respeto mutuo y la mutua aceptación, el diálogo y la comunión como expresión del amor. Pero a estos cinco pilares añadimos otros tantos, como la comprensión, el tacto en el modo de corregir sin herir, la humildad para reconocer los errores, el valor para perdonar y olvidar, el deseo de la paz, presente en la Oración simple atribuída a San Francisco de Asís. Y algún que otro criterio integra la convivencia pacífica y el puente “perfecto” que une al yo con el tú.
Comprensión y humildad El puente de la paz se rompe por el orgullo y la incomprensión. De aquí la necesidad de la actitud comprensiva con los que piensan y actúan de manera diferente. Conviene ponerse “en los zapatos” del prójimo, empatizar con su situación y saber compartir sus sentimientos. Para la comprensión mucho ayuda la actitud humilde de quien lucha contra el despotismo de la soberbia, contra la intolerancia y la agresividad. Ante un contratiempo, procurar pensar en otras cosas y cultivar gestos de serenidad, dominio y paz. Las expresiones de agresividad están alimentadas por la intolerancia mental, actitud de quien ve el mundo solamente desde “su ventana” y cree que su visión es la mejor y que las otras son erróneas.
¿Dónde radica la base de la humildad? En la comprensión como la actitud de quien acepta que su opinión sea una más que necesita armonizarse con las demás. La persona tolerante procura ampliar sus opiniones con la del prójimo y tiene la humildad de analizar lo positivo que hay en otras visiones o en otras conductas.
Corregir sin herir
¡Cuántas rupturas de amigos o de esposos por una mala corrección! En ocasiones, las relaciones interpersonales se rompen por los efectos de una corrección irónica y excesiva, de fiscal acusador, reitarada o con expresiones coléricas. ¿Cómo será la corrección aceptable? Constructiva, oportuna, pocas veces, y con suavidad en la crítica. Y siempre sin ironías. Así se evita que explote el orgullo del criticado y que desaparezca la convivencia pacífica. Tengamos presente que las críticas injustas suscitan la agresividad, el desánimo y el deseo de venganza con otras críticas. Será mejor ofrecer consejos cuando lo pidan pero no intentar cambiar al prójimo "a nuestra imagen y semejanza". Y el gran complemento de la corrección: recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás.
El reconocimiento de los errores
Gran remedio para restablecer las relaciones cortadas por los fallos personales es la humildad al reconocer las faltas y errores. ¿Cómo será la reacción? Con prontitud en disculparse y en pedir disculpas al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y no insistir en justificarse como si el otro fuera "el malo" y yo "el bueno" de la película. Para el futuro, bueno será adoptar los recursos convenientes para no repetir actos y actitudes que ofenden al prójimo. Difícil pero necesario será procurar con diligencia un cambio de conducta.
Perdonar y olvidar
Dos palabra necesarias en nuestro vocabulario. Si alguien te ofendió y se excusa, sea generosa la respuesta al manifestar el perdón. Ante las ofensas e ingratitudes, urge el esfuerzo para borrar de la mente los recuerdos negativos. ¿Cuál es el cáncer de la convivencia pacífica? El orgullo que no perdona ni olvida y está pronto a devolver el golpe. Quien reza el Padre-Nuestro posee una motivación más fuerte pues pide perdón a Dios de sus ofensas porque antes ya perdonó a quien le ofendiera. Tengamos presentes como manifestaciones: perdonar, pedir perdón y perdonarse a sí mismo, superando el rencor y el resentimiento por los malos tratos recibidos; sofocar al principio los recuerdos históricos negativos, el mal que la persona sufrió y que conllevan rencor, resentimiento, venganza y pérdida de la paz; borrar de la mente las ofensas del pasado para que el perdón sea completo.
El puente completo, el “perfecto” de la paz entre el yo el tú
Para que las relaciones interpersonales gocen de la plenitud, para que la convivencia pacífica alcance la máxima puntuación y para que el puente entre el yo y el tú sea “perfecto” se requiere a modo de resumen las siguientes actitudes y respuestas:
manifestar el afecto de manera que el prójimo se sienta aceptado, valorado y amado como persona;
respetar la dignidad y los derechos del prójimo;
ofrecer servicios desinteresados teniendo presente sus aspiraciones;
confiar y manifestar la seguridad que tenemos en la responsabilidad ajena. Y no dar motivos de desconfianza con actitudes oscuras, con verdades a medias o con mentiras que desunen;
dialogar con sinceridad en las palabras, serenidad en el ánimo, actitud abierta para aceptar verdades diferentes, con respeto por la libertad ajena, claridad en las expresiones, saber escuchar con silencio, y suprimir prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan la comunicación;
comprender a las personas, su situación de ánimo, intentando valorar y sentir como el interlocutor;
asumir con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento;
reconocer internamente y con palabras los valores y méritos ajenos. Y saber estimular con la sincera alabanza;
corregir cuando sea oportuno, de manera constructiva, pocas veces y con suavidad en la crítica;
recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás;
reconocer nuestras faltas y errores. Y con prontitud, disculparse al notar que el prójimo se sintió ofendido;
perdonar las ofensas e ingratitudes y procurar borrar de la mente los recuerdos negativos;
ayudar con delicadeza al prójimo en sus necesidades mediante el servicio desinteresado, sin paternalismos y sin dar "por caridad lo que se le debe por justicia";
sacrificarse para hacer felices a los demás, realizar el servicio que corresponde a otro, ceder en las conversaciones por el bien de la paz, sonreir cuando internamente estemos enojados y responder a la ofensa con un trato generoso.
Lo que me sugiere un lector
Agradecido recojo las sugerencias de un lector que me dice:
“Añadiría yo que para tener paz, también he de cultivar mi relación con los otros. Y pondría unas preguntas. ¿Qué veo yo en el otro? ¿A un hermano?, pues Dios es Padre de todos. O también otras sacadas de la fe cristiana. ¿Veo en esa persona a uno al que también ama Dios, Jesucristo redimió con su sangre...? Y así otras preguntas sacadas de la enseñanza de la Sagrada Escritura. Si vivimos hondo la vida espiritual, del Espíritu, tendremos paz, aun en medio de dolores o pruebas”
Y orar como San Francisco de Asís.
La llamada "Oración Simple", de un autor anónimo pero atribuída a San Francisco de Asís, recoge los principales pilares del puente que une al yo con el tú fraterno. Dice así:
Señor, hazme instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad, donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Haz que busque: consolar, no ser consolado,
compadecer, no ser compadecido, amar, no ser amado.
Porque es olvidándose, como uno encuentra;
es perdonando, como uno es perdonado;
es dando, como uno recibe; es muriendo, como uno resucita a la vida.
Comprensión y humildad El puente de la paz se rompe por el orgullo y la incomprensión. De aquí la necesidad de la actitud comprensiva con los que piensan y actúan de manera diferente. Conviene ponerse “en los zapatos” del prójimo, empatizar con su situación y saber compartir sus sentimientos. Para la comprensión mucho ayuda la actitud humilde de quien lucha contra el despotismo de la soberbia, contra la intolerancia y la agresividad. Ante un contratiempo, procurar pensar en otras cosas y cultivar gestos de serenidad, dominio y paz. Las expresiones de agresividad están alimentadas por la intolerancia mental, actitud de quien ve el mundo solamente desde “su ventana” y cree que su visión es la mejor y que las otras son erróneas.
¿Dónde radica la base de la humildad? En la comprensión como la actitud de quien acepta que su opinión sea una más que necesita armonizarse con las demás. La persona tolerante procura ampliar sus opiniones con la del prójimo y tiene la humildad de analizar lo positivo que hay en otras visiones o en otras conductas.
Corregir sin herir
¡Cuántas rupturas de amigos o de esposos por una mala corrección! En ocasiones, las relaciones interpersonales se rompen por los efectos de una corrección irónica y excesiva, de fiscal acusador, reitarada o con expresiones coléricas. ¿Cómo será la corrección aceptable? Constructiva, oportuna, pocas veces, y con suavidad en la crítica. Y siempre sin ironías. Así se evita que explote el orgullo del criticado y que desaparezca la convivencia pacífica. Tengamos presente que las críticas injustas suscitan la agresividad, el desánimo y el deseo de venganza con otras críticas. Será mejor ofrecer consejos cuando lo pidan pero no intentar cambiar al prójimo "a nuestra imagen y semejanza". Y el gran complemento de la corrección: recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás.
El reconocimiento de los errores
Gran remedio para restablecer las relaciones cortadas por los fallos personales es la humildad al reconocer las faltas y errores. ¿Cómo será la reacción? Con prontitud en disculparse y en pedir disculpas al notar que el prójimo se sintió ofendido. Y no insistir en justificarse como si el otro fuera "el malo" y yo "el bueno" de la película. Para el futuro, bueno será adoptar los recursos convenientes para no repetir actos y actitudes que ofenden al prójimo. Difícil pero necesario será procurar con diligencia un cambio de conducta.
Perdonar y olvidar
Dos palabra necesarias en nuestro vocabulario. Si alguien te ofendió y se excusa, sea generosa la respuesta al manifestar el perdón. Ante las ofensas e ingratitudes, urge el esfuerzo para borrar de la mente los recuerdos negativos. ¿Cuál es el cáncer de la convivencia pacífica? El orgullo que no perdona ni olvida y está pronto a devolver el golpe. Quien reza el Padre-Nuestro posee una motivación más fuerte pues pide perdón a Dios de sus ofensas porque antes ya perdonó a quien le ofendiera. Tengamos presentes como manifestaciones: perdonar, pedir perdón y perdonarse a sí mismo, superando el rencor y el resentimiento por los malos tratos recibidos; sofocar al principio los recuerdos históricos negativos, el mal que la persona sufrió y que conllevan rencor, resentimiento, venganza y pérdida de la paz; borrar de la mente las ofensas del pasado para que el perdón sea completo.
El puente completo, el “perfecto” de la paz entre el yo el tú
Para que las relaciones interpersonales gocen de la plenitud, para que la convivencia pacífica alcance la máxima puntuación y para que el puente entre el yo y el tú sea “perfecto” se requiere a modo de resumen las siguientes actitudes y respuestas:
manifestar el afecto de manera que el prójimo se sienta aceptado, valorado y amado como persona;
respetar la dignidad y los derechos del prójimo;
ofrecer servicios desinteresados teniendo presente sus aspiraciones;
confiar y manifestar la seguridad que tenemos en la responsabilidad ajena. Y no dar motivos de desconfianza con actitudes oscuras, con verdades a medias o con mentiras que desunen;
dialogar con sinceridad en las palabras, serenidad en el ánimo, actitud abierta para aceptar verdades diferentes, con respeto por la libertad ajena, claridad en las expresiones, saber escuchar con silencio, y suprimir prejuicios y paradigmas fijos que imposibilitan la comunicación;
comprender a las personas, su situación de ánimo, intentando valorar y sentir como el interlocutor;
asumir con paciencia los defectos en vez de criticarlos sin fundamento;
reconocer internamente y con palabras los valores y méritos ajenos. Y saber estimular con la sincera alabanza;
corregir cuando sea oportuno, de manera constructiva, pocas veces y con suavidad en la crítica;
recibir con humildad la verdad amarga que contienen las correcciones de los demás;
reconocer nuestras faltas y errores. Y con prontitud, disculparse al notar que el prójimo se sintió ofendido;
perdonar las ofensas e ingratitudes y procurar borrar de la mente los recuerdos negativos;
ayudar con delicadeza al prójimo en sus necesidades mediante el servicio desinteresado, sin paternalismos y sin dar "por caridad lo que se le debe por justicia";
sacrificarse para hacer felices a los demás, realizar el servicio que corresponde a otro, ceder en las conversaciones por el bien de la paz, sonreir cuando internamente estemos enojados y responder a la ofensa con un trato generoso.
Lo que me sugiere un lector
Agradecido recojo las sugerencias de un lector que me dice:
“Añadiría yo que para tener paz, también he de cultivar mi relación con los otros. Y pondría unas preguntas. ¿Qué veo yo en el otro? ¿A un hermano?, pues Dios es Padre de todos. O también otras sacadas de la fe cristiana. ¿Veo en esa persona a uno al que también ama Dios, Jesucristo redimió con su sangre...? Y así otras preguntas sacadas de la enseñanza de la Sagrada Escritura. Si vivimos hondo la vida espiritual, del Espíritu, tendremos paz, aun en medio de dolores o pruebas”
Y orar como San Francisco de Asís.
La llamada "Oración Simple", de un autor anónimo pero atribuída a San Francisco de Asís, recoge los principales pilares del puente que une al yo con el tú fraterno. Dice así:
Señor, hazme instrumento de tu paz; donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón, donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad, donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Haz que busque: consolar, no ser consolado,
compadecer, no ser compadecido, amar, no ser amado.
Porque es olvidándose, como uno encuentra;
es perdonando, como uno es perdonado;
es dando, como uno recibe; es muriendo, como uno resucita a la vida.