¿Cómo serán las relaciones con Dios en el Tercer milenio?
Si en el pasado, el ayer, predominaron las relaciones con Dios en el contexto de la religión-institución;
si en el presente, el hoy, tales relaciones están alteradas por una religiosidad en profunda crisis;
si para el futuro, el mañana, se proponen unas condiciones y sugerencias para actualizar el trato con Dios; si la imagen de Dios, del hombre y de la religión sufren el impacto del ayer y del hoy para el mañana;
si para un planteamiento completo de las relaciones con Dios hay que mantener los elementos válidos de la religión-institución aunque sean del ayer, acoger lo positivo de los nuevos movimientos religiosos y de las sectas aunque falsifiquen la fe cristiana, y atender a las críticas y a las sugerencias seleccionadas para el mañana aunque algunas sean utópicas...
Si todo es así, (más o menos), podemos preguntarnos:
1º ¿Cómo serán las relaciones con Dios en el Tercer milenio por parte del católico que desea vivir en comunión eclesial pero abierto a los valores de la religiosidad actual y a las sugerencias ofrecidas para el mañana?
2º ¿Cuáles serán las fases y las opciones a seguir desde la ausencia de Dios hasta la plena unión con Él?
3º ¿De qué manera armonizar el ayer, el hoy y el mañana de las relaciones con Dios?
A modo de resumen, o de «amplias» conclusiones, afrontamos las respuestas a los interrogantes propuestos en cuatro fases:
1ª la opción del yo humano por el Tú divino;
2ª la estructuración global de las relaciones interpersonales;
3ª la reconfiguración de los elementos de la relación hombre-Dios;
4ª la praxis: la respuesta personal y comunitaria.
La opción por el Tú Absoluto, aceptación del Dios personal
Criterios a tener en cuenta.
El impulso religioso lanza al yo humano hacia Dios o hacia lo sagrado, pero es su voluntad quien acepta o rechaza al tú divino. Se trata de una opción personal sin compromisos externos, propia de quien profesa un sí a Dios pero con una creencia muy subjetiva y espontánea que no implica práctica religiosa dentro una religión institución
Para el creyente monoteísta, Dios es único, vivo, providente, misericordioso y clemente, el que «es», y que es la verdad y el amor. Para el creyente monoteísta, el Tú absoluto no tiene rivales ni admite comparaciones: es único y personal.
Junto al hecho del impulso religioso hay que reconocer cómo hoy día, muchos de los bautizados en la Iglesia católica, creyentes y practicantes en años anteriores, rechazan a Dios y se profesan ateos o agnósticos; otros justifican su desvinculación total del tú divino como secularistas y otros permanecen simplemente en la indiferencia religiosa.
La opción por Dios en una religión-institución no cristiana
Presentamos el desarrollo de la opción por Dios con la distinción entre religiosidad y religión.
La aceptación ordinaria de Dios se da en el contexto de una religión-institución y con una respuesta de religiosidad que supera la simple creencia en Dios. Aquí el creyente «religioso» también es practicante.
La religiosidad coherente es la respuesta global integrada por varios factores: el reconocimiento de Dios como poder superior que trasciende totalmente al hombre; la aceptación de la dependencia que tenemos respecto de Dios en cuanto al origen, la actividad temporal, la conducta ética y el destino; la orientación de la vida hacia Dios a quien se reconoce como el principio y el último destino, el objeto de la plena felicidad; la vinculación del obrar personal a la voluntad de Dios que está contenida en la ley natural; y la adhesión a las manifestaciones morales, piadosas y litúrgicas prescriptas por la religión correspondiente.
Conviene insistir en la religión como una estructura que integra dogma, moral y culto, y la religiosidad como la manera de vivenciar la religión.
Creyentes pero no practicantes. A la grave crisis de trascendencia existente en el occidente cristiano, hay que añadir otra crisis no menos grave: el alarmante porcentaje de católicos que abandonan la Iglesia; siguen como creyentes y cristianos pero «a su manera», sin vinculación eclesial y sin práctica religiosa institucional. Nos encontramos ante los creyentes pero no practicantes
La opción del creyente por Dios Padre en el cristianismo
El cristianismo con sus factores y relaciones propias con Dios puede resumirse en varias conclusiones.
El cristianismo es para el bautizado la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de quien es verdadero Dios y verdadero hombre, Jesucristo, que enseñó el camino mejor para relacionarse con Dios, con las personas y con el mundo en general
Los principales factores del cristianismo son:
1º Jesucristo como máximo exponente de la religiosidad.
2º El Dios único y trino como el tú divino. Y es Jesús quien presenta a Dios con la originalidad de Padre, -Abbá-, y con la profunda dimensión trinitaria.
3º El «yo» humano es el bautizado, el cristiano como seguidor de Cristo que ingresó en una comunidad para difundir el Reinado de Dios en el mundo. Mediante Jesucristo la vida de la Trinidad se hace presente en el bautizado, habita en su corazón, lo transforma y crea una especial comunión de conocimiento, de amor y gloria (cf. Jn 13,23; 5,20; 17,21-23).
Tarea y relaciones propias del cristiano. La tarea principal radica en la colaboración en el Reino-Reinado de Dios, proyecto del tú divino para comunicarse con los hombres y el marco excepcional para la realización del cristiano que contiene las relaciones teologales con Dios a nivel personal y comunitario.
La opción cristiana abierta a los valores de las religiones tradicionales
La adhesión a Cristo motiva la apertura a los valores de las otras religiones tradicionales:
al animismo, denominador común de los pueblos primitivos. De estas religiones destacamos: la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas;
al hinduismo, el camino de la sabiduría, del que se puede subrayar: la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia unida a la consagración a Dios;
al budismo, religión «laica», por el camino de liberación que personaliza y ayuda a liberarse de ilusiones y pasiones, por los elementos para una ética de la fraternidad y por el freno que pone al materialismo
Y apertura al Judaísmo y al Islam. Al Judaísmo como fidelidad al Dios único y personal. Merecen especial atención algunos rasgos como la presentación de Dios, el totalmente Otro; Dios es quien salva a su pueblo como el gran «Tú», el Señor y liberador con quien el israelita puede mantener relaciones «místicas» porque Yahvé es como el esposo e Israel la esposa amada.
Y al Islam, camino de sumisión hacia Dios. Entre los aspectos que sobresalen en el Islam están: la radicalidad pues la fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas a Dios, Alá, como «Tú» radicalmente único y soberano pero que admite hasta 99 calificativos para su configuración y para las relaciones místicas en muchos de sus seguidores.
La opción del cristiano por Dios en la Iglesia católica
El cristiano como católico adquiere una identidad propia con unas relaciones especiales con Dios.
Identidad del católico. En el cristianismo común, el yo creyente es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser el yo miembro en comunión de una determinada comunidad. El Tú divino en el cristianismo común es el Dios único y trino que ahora es el mismo pero interpretado por el Magisterio de la Iglesia, celebrado en la liturgia propia y expresado en la moral católica.
Relaciones complementarias del católico con Dios. El católico puede vivir las relaciones con Dios de manera personal, como sucede con cualquier creyente, pero junto a las expresiones individuales están las comunitarias, las que se viven en la Liturgia en general y en cada sacramento en particular. Para completar las relaciones con Dios en comunión eclesial hay que tener presente lo que piden los «mandamientos» propios de esta comunidad y las enseñanzas de la Iglesia sobre los Mandamientos de la Ley de Dios.
Situación actual del creyente católico. Un gran porcentaje viven fieles, en comunión eclesial. Sin embargo hay que constatar la grave situación de un alarmante porcentaje de bautizados desvinculados de la comunión eclesial: unos, ni la conocen ni la aman; otros simplemente se aprovechan de algunos servicios como creyentes pero no practicantes; otros mantienen actitudes radicalizadas (los conservadores y progresistas); y otros rompen totalmente con la Iglesia por la pérdida de la fe.
La opción católica en actitud ecuménica con las otras confesiones cristianas
Con el espíritu del Vaticano II, el católico cultiva la apertura hacia las confesiones cristianas: hacia la iglesia ortodoxa que pone el énfasis en la mística sobre la ascética. Y predomina la tendencia a una oración permanente unida a las obras buenas; la contemplación ascendente y la vida moral.
Apertura hacia las iglesias reformadas (el protestantismo) donde sobresale la atención preferente a la Biblia como Palabra de Dios; la fe se dirige al Dios-Palabra y la misma fe no es otra cosa que la escucha de su Palabra.
si en el presente, el hoy, tales relaciones están alteradas por una religiosidad en profunda crisis;
si para el futuro, el mañana, se proponen unas condiciones y sugerencias para actualizar el trato con Dios; si la imagen de Dios, del hombre y de la religión sufren el impacto del ayer y del hoy para el mañana;
si para un planteamiento completo de las relaciones con Dios hay que mantener los elementos válidos de la religión-institución aunque sean del ayer, acoger lo positivo de los nuevos movimientos religiosos y de las sectas aunque falsifiquen la fe cristiana, y atender a las críticas y a las sugerencias seleccionadas para el mañana aunque algunas sean utópicas...
Si todo es así, (más o menos), podemos preguntarnos:
1º ¿Cómo serán las relaciones con Dios en el Tercer milenio por parte del católico que desea vivir en comunión eclesial pero abierto a los valores de la religiosidad actual y a las sugerencias ofrecidas para el mañana?
2º ¿Cuáles serán las fases y las opciones a seguir desde la ausencia de Dios hasta la plena unión con Él?
3º ¿De qué manera armonizar el ayer, el hoy y el mañana de las relaciones con Dios?
A modo de resumen, o de «amplias» conclusiones, afrontamos las respuestas a los interrogantes propuestos en cuatro fases:
1ª la opción del yo humano por el Tú divino;
2ª la estructuración global de las relaciones interpersonales;
3ª la reconfiguración de los elementos de la relación hombre-Dios;
4ª la praxis: la respuesta personal y comunitaria.
La opción por el Tú Absoluto, aceptación del Dios personal
Criterios a tener en cuenta.
El impulso religioso lanza al yo humano hacia Dios o hacia lo sagrado, pero es su voluntad quien acepta o rechaza al tú divino. Se trata de una opción personal sin compromisos externos, propia de quien profesa un sí a Dios pero con una creencia muy subjetiva y espontánea que no implica práctica religiosa dentro una religión institución
Para el creyente monoteísta, Dios es único, vivo, providente, misericordioso y clemente, el que «es», y que es la verdad y el amor. Para el creyente monoteísta, el Tú absoluto no tiene rivales ni admite comparaciones: es único y personal.
Junto al hecho del impulso religioso hay que reconocer cómo hoy día, muchos de los bautizados en la Iglesia católica, creyentes y practicantes en años anteriores, rechazan a Dios y se profesan ateos o agnósticos; otros justifican su desvinculación total del tú divino como secularistas y otros permanecen simplemente en la indiferencia religiosa.
La opción por Dios en una religión-institución no cristiana
Presentamos el desarrollo de la opción por Dios con la distinción entre religiosidad y religión.
La aceptación ordinaria de Dios se da en el contexto de una religión-institución y con una respuesta de religiosidad que supera la simple creencia en Dios. Aquí el creyente «religioso» también es practicante.
La religiosidad coherente es la respuesta global integrada por varios factores: el reconocimiento de Dios como poder superior que trasciende totalmente al hombre; la aceptación de la dependencia que tenemos respecto de Dios en cuanto al origen, la actividad temporal, la conducta ética y el destino; la orientación de la vida hacia Dios a quien se reconoce como el principio y el último destino, el objeto de la plena felicidad; la vinculación del obrar personal a la voluntad de Dios que está contenida en la ley natural; y la adhesión a las manifestaciones morales, piadosas y litúrgicas prescriptas por la religión correspondiente.
Conviene insistir en la religión como una estructura que integra dogma, moral y culto, y la religiosidad como la manera de vivenciar la religión.
Creyentes pero no practicantes. A la grave crisis de trascendencia existente en el occidente cristiano, hay que añadir otra crisis no menos grave: el alarmante porcentaje de católicos que abandonan la Iglesia; siguen como creyentes y cristianos pero «a su manera», sin vinculación eclesial y sin práctica religiosa institucional. Nos encontramos ante los creyentes pero no practicantes
La opción del creyente por Dios Padre en el cristianismo
El cristianismo con sus factores y relaciones propias con Dios puede resumirse en varias conclusiones.
El cristianismo es para el bautizado la religión polarizada en la vida, doctrina y obra de quien es verdadero Dios y verdadero hombre, Jesucristo, que enseñó el camino mejor para relacionarse con Dios, con las personas y con el mundo en general
Los principales factores del cristianismo son:
1º Jesucristo como máximo exponente de la religiosidad.
2º El Dios único y trino como el tú divino. Y es Jesús quien presenta a Dios con la originalidad de Padre, -Abbá-, y con la profunda dimensión trinitaria.
3º El «yo» humano es el bautizado, el cristiano como seguidor de Cristo que ingresó en una comunidad para difundir el Reinado de Dios en el mundo. Mediante Jesucristo la vida de la Trinidad se hace presente en el bautizado, habita en su corazón, lo transforma y crea una especial comunión de conocimiento, de amor y gloria (cf. Jn 13,23; 5,20; 17,21-23).
Tarea y relaciones propias del cristiano. La tarea principal radica en la colaboración en el Reino-Reinado de Dios, proyecto del tú divino para comunicarse con los hombres y el marco excepcional para la realización del cristiano que contiene las relaciones teologales con Dios a nivel personal y comunitario.
La opción cristiana abierta a los valores de las religiones tradicionales
La adhesión a Cristo motiva la apertura a los valores de las otras religiones tradicionales:
al animismo, denominador común de los pueblos primitivos. De estas religiones destacamos: la presencia universal del Ser supremo en toda la vida personal y social; la gratitud y la obediencia al Creador para obtener su beneplácito; la alegría y la fiesta en la religión para expresar la comunión vital entre todas las personas;
al hinduismo, el camino de la sabiduría, del que se puede subrayar: la liberación personal y colectiva mediante el amor a la verdad; la práctica de la justicia y de la no-violencia unida a la consagración a Dios;
al budismo, religión «laica», por el camino de liberación que personaliza y ayuda a liberarse de ilusiones y pasiones, por los elementos para una ética de la fraternidad y por el freno que pone al materialismo
Y apertura al Judaísmo y al Islam. Al Judaísmo como fidelidad al Dios único y personal. Merecen especial atención algunos rasgos como la presentación de Dios, el totalmente Otro; Dios es quien salva a su pueblo como el gran «Tú», el Señor y liberador con quien el israelita puede mantener relaciones «místicas» porque Yahvé es como el esposo e Israel la esposa amada.
Y al Islam, camino de sumisión hacia Dios. Entre los aspectos que sobresalen en el Islam están: la radicalidad pues la fe equivale a obedecer a Dios con la persuasión de que Dios está junto a él. Las relaciones del musulmán van dirigidas a Dios, Alá, como «Tú» radicalmente único y soberano pero que admite hasta 99 calificativos para su configuración y para las relaciones místicas en muchos de sus seguidores.
La opción del cristiano por Dios en la Iglesia católica
El cristiano como católico adquiere una identidad propia con unas relaciones especiales con Dios.
Identidad del católico. En el cristianismo común, el yo creyente es el bautizado que en la iglesia católica pasa a ser el yo miembro en comunión de una determinada comunidad. El Tú divino en el cristianismo común es el Dios único y trino que ahora es el mismo pero interpretado por el Magisterio de la Iglesia, celebrado en la liturgia propia y expresado en la moral católica.
Relaciones complementarias del católico con Dios. El católico puede vivir las relaciones con Dios de manera personal, como sucede con cualquier creyente, pero junto a las expresiones individuales están las comunitarias, las que se viven en la Liturgia en general y en cada sacramento en particular. Para completar las relaciones con Dios en comunión eclesial hay que tener presente lo que piden los «mandamientos» propios de esta comunidad y las enseñanzas de la Iglesia sobre los Mandamientos de la Ley de Dios.
Situación actual del creyente católico. Un gran porcentaje viven fieles, en comunión eclesial. Sin embargo hay que constatar la grave situación de un alarmante porcentaje de bautizados desvinculados de la comunión eclesial: unos, ni la conocen ni la aman; otros simplemente se aprovechan de algunos servicios como creyentes pero no practicantes; otros mantienen actitudes radicalizadas (los conservadores y progresistas); y otros rompen totalmente con la Iglesia por la pérdida de la fe.
La opción católica en actitud ecuménica con las otras confesiones cristianas
Con el espíritu del Vaticano II, el católico cultiva la apertura hacia las confesiones cristianas: hacia la iglesia ortodoxa que pone el énfasis en la mística sobre la ascética. Y predomina la tendencia a una oración permanente unida a las obras buenas; la contemplación ascendente y la vida moral.
Apertura hacia las iglesias reformadas (el protestantismo) donde sobresale la atención preferente a la Biblia como Palabra de Dios; la fe se dirige al Dios-Palabra y la misma fe no es otra cosa que la escucha de su Palabra.