La santidad de tres Papas, desde la hagiotipología.
Con materiales ya publicados en Religión digital, escribo este artículo en honor de los dos Papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, canonizados en el día de hoy. Y también como homenaje a Pablo VI, con fama de santidad, y que será canonizado cuando la Iglesia así lo decida.
Para comprender este artículo conviene tener presente que cada persona vive según un ideal, paradigma o modelo de vida que organiza su conducta. Y todo como fruto de sus valores temperamentales, de la educación recibida y de las experiencias sufridas. En el plano de la fe, el cristiano tiene claro que el paradigma o ideal de vida es Cristo tal como aparece en los Evangelios, y tal como ha sido imitado por sus seguidores. La meta es la santidad de quienes practicaron virtudes heroicas con los medios de santificación que la Iglesia propone. En cuando al paradigma como tal, encontramos valores y carencias. De todas maneras, para nuestro objetivo, hemos elegido a tres Pontífices con los paradigmas de la bondad, el apostolado y la responsabilidad: Juan XXIII, Juan Pablo II, y Pablo VI.
Hacia el paradigma ideal, Cristo
El protagonista de una Espiritualidad dinámica posee determinados valores y carencias; recibe influjos positivos y negativos del contexto socio-político en el que está situado; practica sus compromisos bajo la motivación del amor y camina hacia la realización de un paradigma de vida.
¿En qué consiste tal paradigma? En un modelo de vida, un marco teórico o esquema de organización de la conducta, fruto de varios factores como son los valores temperamentales y caracterológicos, los de la educación recibida, la interiorización de criterios elegidos y de las experiencias sufridas. Y todo, alrededor de una fe, ideología o de una persona que da sentido a los compromisos y respuestas.
Entre los posibles paradigmas seleccioné tres principales que responden a la caracterología de Sheldon y a la hagiotipología diseñada por el P. Arturo Roldán.
Para simplificar, presento el primer paradigma polarizado en la bondad-amor; un segundo en el dinamismo-fortaleza, y el tercero en la responsabilidad fidelidad. Cada paradigma o modelo de vida está integrado por unos factores positivos y otros negativos. Y cada uno de ellos admite una calificación-vivencia máxima, media, mínima o negativa. El promedio de los tres paradigmas con sus correspondientes factores, constituye la personalidad que, para el cristiano, tiene un gran referente, modelo o superhagionormo, Jesucristo. Él, aun como personaje histórico, presenta con su vida y con el mensaje del reino de Dios lo mejor de los tres paradigmas.
Los tres paradigmas ético-religiosos
La biotipología de Sheldon descansa en tres componentes temperamentales: la viscerotonía, la somatotonía y la cerebrotonía según describe en su obra Variedad de los temperamentos. Cada uno de nosotros tiene algo de cada biotipo pero normalmente con mayor porcentaje en uno de los tres. Por eso, esta caracterología ofrece unos rasgos que se suman y dan el promedio temperamental de la persona. Por el predominio de uno de los componentes, el individuo recibe el calificativo de viscerotónico, (tipo rechoncho a lo Sancho Panza), o bien de somatotónico, (el tipo atlético, tipo Cid), o bien cerebrotónico (el tipo alto y delgado, a lo Don Quijote).
El Padre Arturo Roldán, apoyado en la tipología de Sheldon, expone en su obra Introducción a la ascética diferencial los rasgos de tres hagiotipos o modelos de santidad (paradigmas de vida) que también pueden dominarse tipos ético-religiosos. Este autor muestra como a cada uno de las componentes temperamentales le corresponde un tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo):
El 1º polarizado en el amor que, con la base temperamental, denominamos viscero-agapetónico.
El 2º está centrado en la praxis apostólica que con su componente temperamental recibe el calificativo de somato-prasotónico;
Y el 3º gira en torno al deber pero con el respaldo biotipológico resulta ser el cerebro-deontotónico.
Cada tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo) necesita cultivar las virtudes de los otros dos y no centrarse tanto en las virtudes que les facilita su temperamento. En la vida real, los tipos representan una personalidad concreta por el influjo recibido a lo largo de su existencia, bien del esfuerzo personal, bien sea de la educación recibida o del ambiente en que se han desenvuelto.
El paradigma centrado en el amor (agapetonía)
El primer hagiotipo, el agapetónico, tiene como eje el amor o caridad de afecto. ¿A qué valores y virtudes propende con más facilidad? Al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Y a qué defectos tiene propensión? A la falta de dinamismo apostólico, el no sentir mucho la conciencia del deber, la poca austeridad o inmortificación, la cobardía, la falta de dominio exterior y de recogimiento interior, la tendencia a la murmuración, la excesiva condescendencia, la pereza y la inconstancia volitiva.
El agapetónico (con el predominio del amor) tiene como “patrono” a San Franciso de Sales. ¡Y cómo no recordar a la figura de Juan XXIII como prototipo de de la espiritualidad centrada en la bondad, en el amor! ¡Santo, canonizado hoy día, 27 de abril del 2014!
El paradigma que gira en torno a la acción (prasotonía)
El prasotónico es el segundo hagiotipo polarizado en la caridad de obras o de acción apostólica. Esta rica personalidad se manifiesta con las virtudes de celo y dinamismo apostólico, la fortaleza, la magnanimidad, la decisión, la predisposición a la constancia, la mortificación corporal, la sinceridad operativa, la inclinación a la oración vocal y a practicar obras de caridad y el hacer cumplir la justicia.
A su vez, el prasotónico está inclinado a determinados defectos como la ineptitud para el amor contemplativo, el no prestar mucha atención a la conciencia del deber, la independencia en el obrar, la violencia y ansias de dominación, la inmodestia corporal y anímica, la disipación de acción, la desaprensión, la intolerancia, las prisas e irreflexión en la acción y la falta de piedad.
El hagiotipo prasotónico estuvo realizado en San Francisco Javier por su dinamismo apostólico. Y la personalidad de Juan Pablo II encaja perfectamente en los valores del prasotónico y del dinamismo apostólico. ¡Santo, canonizado hoy día, 27 de abril del 2014!
El paradigma polarizado en el deber (deontotonía)
Se llama deontotónico al hagiotipo en el que predomina el deber y la caridad de servicio en las obras. Se aprecian como virtudes: la rigurosa conciencia del deber ante Dios, el sentido de responsabilidad, la fidelidad en las cosas pequeñas, la modestia, el pudor, el ascetismo, el amor al retiro y al silencio, la inclinación a la oración mental, la obediencia de ejecución y voluntad, y la justicia valorada.
En este hagiotipo se hacen presentes como defectos: la ineptitud para el amor contemplativo, la falta de celo y dinamismo apostólico, la dureza de juicio, la hipersensibilidad, la modestia acartonada, la tristeza espiritual, la estrechez de corazón con propensión al escrúpulo, la pusilanimidad, la incomprensión e intolerancia, el egoísmo, la poca amabilidad, la inconstancia afectiva y volitiva.
San Juan Berchmans con su santidad centrada en el deber es propuesto como modelo a imitar. Solamente los rasgos positivos del deontotónico quedan reflejados en Pablo VI, el Papa fiel, responsable y con fama de santidad. ¡Santo a canonizar cuando la Iglesia lo decida!
Para comprender este artículo conviene tener presente que cada persona vive según un ideal, paradigma o modelo de vida que organiza su conducta. Y todo como fruto de sus valores temperamentales, de la educación recibida y de las experiencias sufridas. En el plano de la fe, el cristiano tiene claro que el paradigma o ideal de vida es Cristo tal como aparece en los Evangelios, y tal como ha sido imitado por sus seguidores. La meta es la santidad de quienes practicaron virtudes heroicas con los medios de santificación que la Iglesia propone. En cuando al paradigma como tal, encontramos valores y carencias. De todas maneras, para nuestro objetivo, hemos elegido a tres Pontífices con los paradigmas de la bondad, el apostolado y la responsabilidad: Juan XXIII, Juan Pablo II, y Pablo VI.
Hacia el paradigma ideal, Cristo
El protagonista de una Espiritualidad dinámica posee determinados valores y carencias; recibe influjos positivos y negativos del contexto socio-político en el que está situado; practica sus compromisos bajo la motivación del amor y camina hacia la realización de un paradigma de vida.
¿En qué consiste tal paradigma? En un modelo de vida, un marco teórico o esquema de organización de la conducta, fruto de varios factores como son los valores temperamentales y caracterológicos, los de la educación recibida, la interiorización de criterios elegidos y de las experiencias sufridas. Y todo, alrededor de una fe, ideología o de una persona que da sentido a los compromisos y respuestas.
Entre los posibles paradigmas seleccioné tres principales que responden a la caracterología de Sheldon y a la hagiotipología diseñada por el P. Arturo Roldán.
Para simplificar, presento el primer paradigma polarizado en la bondad-amor; un segundo en el dinamismo-fortaleza, y el tercero en la responsabilidad fidelidad. Cada paradigma o modelo de vida está integrado por unos factores positivos y otros negativos. Y cada uno de ellos admite una calificación-vivencia máxima, media, mínima o negativa. El promedio de los tres paradigmas con sus correspondientes factores, constituye la personalidad que, para el cristiano, tiene un gran referente, modelo o superhagionormo, Jesucristo. Él, aun como personaje histórico, presenta con su vida y con el mensaje del reino de Dios lo mejor de los tres paradigmas.
Los tres paradigmas ético-religiosos
La biotipología de Sheldon descansa en tres componentes temperamentales: la viscerotonía, la somatotonía y la cerebrotonía según describe en su obra Variedad de los temperamentos. Cada uno de nosotros tiene algo de cada biotipo pero normalmente con mayor porcentaje en uno de los tres. Por eso, esta caracterología ofrece unos rasgos que se suman y dan el promedio temperamental de la persona. Por el predominio de uno de los componentes, el individuo recibe el calificativo de viscerotónico, (tipo rechoncho a lo Sancho Panza), o bien de somatotónico, (el tipo atlético, tipo Cid), o bien cerebrotónico (el tipo alto y delgado, a lo Don Quijote).
El Padre Arturo Roldán, apoyado en la tipología de Sheldon, expone en su obra Introducción a la ascética diferencial los rasgos de tres hagiotipos o modelos de santidad (paradigmas de vida) que también pueden dominarse tipos ético-religiosos. Este autor muestra como a cada uno de las componentes temperamentales le corresponde un tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo):
El 1º polarizado en el amor que, con la base temperamental, denominamos viscero-agapetónico.
El 2º está centrado en la praxis apostólica que con su componente temperamental recibe el calificativo de somato-prasotónico;
Y el 3º gira en torno al deber pero con el respaldo biotipológico resulta ser el cerebro-deontotónico.
Cada tipo ético-religioso o modelo de santidad (hagiotipo) necesita cultivar las virtudes de los otros dos y no centrarse tanto en las virtudes que les facilita su temperamento. En la vida real, los tipos representan una personalidad concreta por el influjo recibido a lo largo de su existencia, bien del esfuerzo personal, bien sea de la educación recibida o del ambiente en que se han desenvuelto.
El paradigma centrado en el amor (agapetonía)
El primer hagiotipo, el agapetónico, tiene como eje el amor o caridad de afecto. ¿A qué valores y virtudes propende con más facilidad? Al amor-bondad, caridad fraterna-amabilidad, mansedumbre, comprensión y tolerancia, prudencia, naturalidad en la virtud, paz-tranquilidad, alegría, humildad, obediencia completa y justicia sentida.
¿Y a qué defectos tiene propensión? A la falta de dinamismo apostólico, el no sentir mucho la conciencia del deber, la poca austeridad o inmortificación, la cobardía, la falta de dominio exterior y de recogimiento interior, la tendencia a la murmuración, la excesiva condescendencia, la pereza y la inconstancia volitiva.
El agapetónico (con el predominio del amor) tiene como “patrono” a San Franciso de Sales. ¡Y cómo no recordar a la figura de Juan XXIII como prototipo de de la espiritualidad centrada en la bondad, en el amor! ¡Santo, canonizado hoy día, 27 de abril del 2014!
El paradigma que gira en torno a la acción (prasotonía)
El prasotónico es el segundo hagiotipo polarizado en la caridad de obras o de acción apostólica. Esta rica personalidad se manifiesta con las virtudes de celo y dinamismo apostólico, la fortaleza, la magnanimidad, la decisión, la predisposición a la constancia, la mortificación corporal, la sinceridad operativa, la inclinación a la oración vocal y a practicar obras de caridad y el hacer cumplir la justicia.
A su vez, el prasotónico está inclinado a determinados defectos como la ineptitud para el amor contemplativo, el no prestar mucha atención a la conciencia del deber, la independencia en el obrar, la violencia y ansias de dominación, la inmodestia corporal y anímica, la disipación de acción, la desaprensión, la intolerancia, las prisas e irreflexión en la acción y la falta de piedad.
El hagiotipo prasotónico estuvo realizado en San Francisco Javier por su dinamismo apostólico. Y la personalidad de Juan Pablo II encaja perfectamente en los valores del prasotónico y del dinamismo apostólico. ¡Santo, canonizado hoy día, 27 de abril del 2014!
El paradigma polarizado en el deber (deontotonía)
Se llama deontotónico al hagiotipo en el que predomina el deber y la caridad de servicio en las obras. Se aprecian como virtudes: la rigurosa conciencia del deber ante Dios, el sentido de responsabilidad, la fidelidad en las cosas pequeñas, la modestia, el pudor, el ascetismo, el amor al retiro y al silencio, la inclinación a la oración mental, la obediencia de ejecución y voluntad, y la justicia valorada.
En este hagiotipo se hacen presentes como defectos: la ineptitud para el amor contemplativo, la falta de celo y dinamismo apostólico, la dureza de juicio, la hipersensibilidad, la modestia acartonada, la tristeza espiritual, la estrechez de corazón con propensión al escrúpulo, la pusilanimidad, la incomprensión e intolerancia, el egoísmo, la poca amabilidad, la inconstancia afectiva y volitiva.
San Juan Berchmans con su santidad centrada en el deber es propuesto como modelo a imitar. Solamente los rasgos positivos del deontotónico quedan reflejados en Pablo VI, el Papa fiel, responsable y con fama de santidad. ¡Santo a canonizar cuando la Iglesia lo decida!