¿Es suficiente la justicia para humanizar el mundo?
Ante las injusticias, la justicia. Pero a la justicia, virtud raíz, hay que añadir otras tantas actitudes y respuestas complementarias. Para conseguir un mundo justo, humanizado, es una condición indispensable la práctica del respeto, la honradez, la responsabilidad, la solidaridad y la corresponsabilidad. Benedicto XVI por su parte, insiste también en la gratuidad y en la subsidiariedad, en su encíclica Caritas in veritate (2009).
El respeto mutuo Existe un respeto mutuo en los derechos humanos cuando cada persona: responde positivamente ante el derecho ajeno con el deber prescrito por su conciencia, que se acomoda a las exigencias objetivas de la justicia; repara los daños ocasionados por anteriores lesiones de los derechos ajenos; y es solidaria para superar las injusticias sociales y promover el bien común.
El fundamento
El respeto mutuo surge de la conciencia de los derechos humanos más elementales interpretados como los valores inviolables, universales, a los que “no puede renunciarse por ningún concepto” (PT 9) . Son también las exigencias más elementales de la persona para mantener la vida, desarrollar las facultades y conseguir las legítimas aspiraciones de ser espiritual, libre y trascendente. Estos derechos tienen la necesidad de crear unas estructuras adecuadas para que la existencia del hombre corresponda a su dignidad de persona, ser superior de la creación, en igualdad de derechos con los otros hombres. Así mismo, tienen la la facultad de pedir a otros la respuesta debida para desarrollar el derecho personal. Son, por lo tanto, una fuente de obligaciones para quienes deben respetar tales derechos como una condición para la existencia de un orden justo y pacífico.
Pedagogía del respeto mutuo
El respeto mutuo, como ejecutor de toda justicia, necesita un aprendizaje de concienciación y una praxis del testimonio de los derechos ajenos, aplicados a la situación concreta, junto a la obligación personal correspondiente. Así mismo necesita la formación global de la conciencia social y de los problemas de la comunidad con su repercusión en la responsabilidad como individuo y como miembro de una determiada clase social. En la práctica, el respeto exige serenidad y sinceridad en el juicio sobre la conducta a seguir según justicia. No hay que dejarse llevar de intereses personales o de prejuicios que distorsionen la verdad. Se impone estar en alerta ante la manipulación, el engaño o la coacción de personas, ideologías o de políticos.
La responsabilidad es otra condición para el respeto
No es suficiente con la toma de conciencia de los deberes comunitarios y con la preocupación por el bien común. El núcleo de la responsabilidad consiste en la conducta consecuente ante los derechos ajenos y los deberes persona1es, es decir, en la respuesta positiva que se caracteriza por ser la conducta coherente ante el bien común y los derechos humanos; es el “sí” práctico y eficaz a la llamada del deber, de la justicia, la libertad, la paz comunitaria, la fraternidad de todos, etc.; la libre ordenación de la opción personal para el bien del prójimo. Responsab1e llamamos a quien se comporta de manera coherente
La solidaridad
No es suficiente la responsabilidad individual, necesitamos la solidaridad, uno de los signos de nuestro tiempo (AA 14) que se fundamenta en
la interdependencia mutua: los hombres están unidos unos a otros con innumerables vínculos. La misma naturaleza social del hombre, no la decisión arbitraria, es la que establece la interdependencia y la que reclama la sensibilidad y coherencia por la persona pisoteada en sus derechos humanos;
el imperativo ético que actúa en las personas para sintonizar con los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de los hombres, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren(GS 1);
las exigencias religiosas. La fe cristiana potencia la gravedad de convertir la sintonía ante el necesitado en respuesta coherente de ayuda: “si alguno posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidades y cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? (1Jn 3, 16-17);
Las respuestas.
La solidaridad se manifiesta
de modo individual. Es la persona como tal individuo la que está llamada a dar la respuesta coherente a otra persona necesitada o a la comunidad como tal entidad (cf PP 80);
de manera comunitaria. En otras ocasiones es el grupo pequeño o la nación rica sobre quien pesa la gravísima obligación de ayudar a otros grupos o pueblos necesitados, en vías de desarrollo o bajo el calificaivo de pobres (PP 48); de la misma clase social como sucede con la solidaridad de los obreros en la llamada cuestión social, contra la explotación que sufren. Y de la cooperación y apoyo. La solidaridad se puede expresar con el respaldo de una huelga, la presencia en una manifestación de protesta, la colaboración personal o mediante recursos económicos para superar una situación precaria (GS 6al 88)-
El individualismo como obstáculo. Entre los escollos a superar para que triunfe la opción solidaria hay que destacar, ante todo, el individualismo. A veces bajo el pretexto de que todos somos iguales se niega la dinámica social del dar-y-recibir. El individualista quiere sólo recibir y poseer. En el otro extremo, está el colectivismo que ahoga a la persona, a quien sólo otorga obligaciones pero no derechos respecto a la comunidad.
La corresponsabilidad La corresponsabilidad es un concepto más exigente que la misma responsabilidad porque está integrada por la aceptación de la vocación comunitaria de la persona, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos del hombre, la responsabilidad como práctica de la justicia social y la colaboración para conseguir intereses de la comunidad.
Interpretaciones. La corresponsabilidad puede ser entendida como:
la responsabilidad coordinada: la unión de la respuesta personal a la de otros en las actividades promotoras del bien común. Es, pues, la responsabilidad conjuntada o la unión de los esfuerzos de quien sabe trabaar en equipo.
la participación compartida: la presencia activa en la defensa y promoción de los derechos humanos que la persona realiza en colaobración con otros miembros de la comunidad;
el recto desemperño de las tareas encomendadas para el buen funcionamiento de la comunidad
el amor coherente a la comunidad patria, pueblo, grupo religioso o filantrópico...). Este amor se hace patente en la lucha por la liberación o por el desarrollo de la comunidad;
la opción personal y social. Es la conducta propia de quien obra coherentemente en atención a su dimensión personal y social, como persona responsable, abierta a los otros, preocupada por el bien común y pronta a colaborar en actividades sociales.
Criterios de Benedicto XVI sobre gratuidad y subsidiariedad
Gratuidad
“El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo (36).
“Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia...“(38)
La subsidiariedad
“La subsidiariedad respeta la dignidad de la persona, en la que ve un sujeto siempre capaz de dar algo a los otros. La subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista. Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente”(57).
Solidaridad y subsidiariedad. “El principio de subsidiariedad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado”(58)
Con esta plataforma antropológica, y desde la fe, el cristiano cuenta con el testimonio de Cristo, el mensaje de la Buena nueva del reino de Dios y con la doctrina del Magisterio de la Iglesia, recientemente actualizada por Benedicto XVI en eu encíclica Caritas in veritate (2009). Ahora, el cristiano es iluminado por la fe y motivado por la caridad para vivir la justicia con mayores perspectivas. Tema del próximo artículo
El respeto mutuo Existe un respeto mutuo en los derechos humanos cuando cada persona: responde positivamente ante el derecho ajeno con el deber prescrito por su conciencia, que se acomoda a las exigencias objetivas de la justicia; repara los daños ocasionados por anteriores lesiones de los derechos ajenos; y es solidaria para superar las injusticias sociales y promover el bien común.
El fundamento
El respeto mutuo surge de la conciencia de los derechos humanos más elementales interpretados como los valores inviolables, universales, a los que “no puede renunciarse por ningún concepto” (PT 9) . Son también las exigencias más elementales de la persona para mantener la vida, desarrollar las facultades y conseguir las legítimas aspiraciones de ser espiritual, libre y trascendente. Estos derechos tienen la necesidad de crear unas estructuras adecuadas para que la existencia del hombre corresponda a su dignidad de persona, ser superior de la creación, en igualdad de derechos con los otros hombres. Así mismo, tienen la la facultad de pedir a otros la respuesta debida para desarrollar el derecho personal. Son, por lo tanto, una fuente de obligaciones para quienes deben respetar tales derechos como una condición para la existencia de un orden justo y pacífico.
Pedagogía del respeto mutuo
El respeto mutuo, como ejecutor de toda justicia, necesita un aprendizaje de concienciación y una praxis del testimonio de los derechos ajenos, aplicados a la situación concreta, junto a la obligación personal correspondiente. Así mismo necesita la formación global de la conciencia social y de los problemas de la comunidad con su repercusión en la responsabilidad como individuo y como miembro de una determiada clase social. En la práctica, el respeto exige serenidad y sinceridad en el juicio sobre la conducta a seguir según justicia. No hay que dejarse llevar de intereses personales o de prejuicios que distorsionen la verdad. Se impone estar en alerta ante la manipulación, el engaño o la coacción de personas, ideologías o de políticos.
La responsabilidad es otra condición para el respeto
No es suficiente con la toma de conciencia de los deberes comunitarios y con la preocupación por el bien común. El núcleo de la responsabilidad consiste en la conducta consecuente ante los derechos ajenos y los deberes persona1es, es decir, en la respuesta positiva que se caracteriza por ser la conducta coherente ante el bien común y los derechos humanos; es el “sí” práctico y eficaz a la llamada del deber, de la justicia, la libertad, la paz comunitaria, la fraternidad de todos, etc.; la libre ordenación de la opción personal para el bien del prójimo. Responsab1e llamamos a quien se comporta de manera coherente
La solidaridad
No es suficiente la responsabilidad individual, necesitamos la solidaridad, uno de los signos de nuestro tiempo (AA 14) que se fundamenta en
la interdependencia mutua: los hombres están unidos unos a otros con innumerables vínculos. La misma naturaleza social del hombre, no la decisión arbitraria, es la que establece la interdependencia y la que reclama la sensibilidad y coherencia por la persona pisoteada en sus derechos humanos;
el imperativo ético que actúa en las personas para sintonizar con los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de los hombres, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren(GS 1);
las exigencias religiosas. La fe cristiana potencia la gravedad de convertir la sintonía ante el necesitado en respuesta coherente de ayuda: “si alguno posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidades y cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? (1Jn 3, 16-17);
Las respuestas.
La solidaridad se manifiesta
de modo individual. Es la persona como tal individuo la que está llamada a dar la respuesta coherente a otra persona necesitada o a la comunidad como tal entidad (cf PP 80);
de manera comunitaria. En otras ocasiones es el grupo pequeño o la nación rica sobre quien pesa la gravísima obligación de ayudar a otros grupos o pueblos necesitados, en vías de desarrollo o bajo el calificaivo de pobres (PP 48); de la misma clase social como sucede con la solidaridad de los obreros en la llamada cuestión social, contra la explotación que sufren. Y de la cooperación y apoyo. La solidaridad se puede expresar con el respaldo de una huelga, la presencia en una manifestación de protesta, la colaboración personal o mediante recursos económicos para superar una situación precaria (GS 6al 88)-
El individualismo como obstáculo. Entre los escollos a superar para que triunfe la opción solidaria hay que destacar, ante todo, el individualismo. A veces bajo el pretexto de que todos somos iguales se niega la dinámica social del dar-y-recibir. El individualista quiere sólo recibir y poseer. En el otro extremo, está el colectivismo que ahoga a la persona, a quien sólo otorga obligaciones pero no derechos respecto a la comunidad.
La corresponsabilidad La corresponsabilidad es un concepto más exigente que la misma responsabilidad porque está integrada por la aceptación de la vocación comunitaria de la persona, la preocupación por el bien común, la conciencia de los derechos del hombre, la responsabilidad como práctica de la justicia social y la colaboración para conseguir intereses de la comunidad.
Interpretaciones. La corresponsabilidad puede ser entendida como:
la responsabilidad coordinada: la unión de la respuesta personal a la de otros en las actividades promotoras del bien común. Es, pues, la responsabilidad conjuntada o la unión de los esfuerzos de quien sabe trabaar en equipo.
la participación compartida: la presencia activa en la defensa y promoción de los derechos humanos que la persona realiza en colaobración con otros miembros de la comunidad;
el recto desemperño de las tareas encomendadas para el buen funcionamiento de la comunidad
el amor coherente a la comunidad patria, pueblo, grupo religioso o filantrópico...). Este amor se hace patente en la lucha por la liberación o por el desarrollo de la comunidad;
la opción personal y social. Es la conducta propia de quien obra coherentemente en atención a su dimensión personal y social, como persona responsable, abierta a los otros, preocupada por el bien común y pronta a colaborar en actividades sociales.
Criterios de Benedicto XVI sobre gratuidad y subsidiariedad
Gratuidad
“El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo (36).
“Se trata, en definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica. Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia...“(38)
La subsidiariedad
“La subsidiariedad respeta la dignidad de la persona, en la que ve un sujeto siempre capaz de dar algo a los otros. La subsidiaridad, al reconocer que la reciprocidad forma parte de la constitución íntima del ser humano, es el antídoto más eficaz contra cualquier forma de asistencialismo paternalista. Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente”(57).
Solidaridad y subsidiariedad. “El principio de subsidiariedad debe mantenerse íntimamente unido al principio de la solidaridad y viceversa, porque así como la subsidiaridad sin la solidaridad desemboca en el particularismo social, también es cierto que la solidaridad sin la subsidiaridad acabaría en el asistencialismo que humilla al necesitado”(58)
Con esta plataforma antropológica, y desde la fe, el cristiano cuenta con el testimonio de Cristo, el mensaje de la Buena nueva del reino de Dios y con la doctrina del Magisterio de la Iglesia, recientemente actualizada por Benedicto XVI en eu encíclica Caritas in veritate (2009). Ahora, el cristiano es iluminado por la fe y motivado por la caridad para vivir la justicia con mayores perspectivas. Tema del próximo artículo