¿Qué valores y deficiencias contienen las devociones religiosas?

Además de la oración personal como la de cualquier creyente y además del trato con Dios mediante el culto litúrgico y sacramental, el católico dispone de otras modalidades personales o en grupos. Son las devociones en general y la piedad y religiosidad popular en particular. Les une como denominador común la posibilidad de tratar a Dios con mediaciones y mediadores. En ocasiones, el mediador-mediadores ocupan el lugar de Dios como pequeños dioses o absolutos. En otras ocasiones, la devoción está unida a motivaciones deficientes o a prácticas supersticiosas. Luego no todo es admisible en el trato del católico con Dios por mediaciones.

Las devociones, expresión del amor cristiano
La liturgia y todo el pueblo de Dios han rendido culto a Cristo, la Virgen y los santos. A Jesucristo, de manera especial en la eucaristía, en su corazón símbolo de su amor y con la práctica de la reparación por las ofensas recibidas. Y junto a Cristo, la piedad del pueblo popular se ha volcado en la Virgen María en innumerables advocaciones. También ha profesado gran devoción a los santos por su testimonio de vida y por el poder de intercesión. Estas devociones son expuestas de modo muy diferente por los creyentes mediante los ejercicios de piedad o de religiosidad popular. Conviene subrayar que en el fondo de toda auténtica devoción debe estar el amor y no el interés, el comercio espiritual o la simple tradición.

Devociones a Jesucristo
En la Eucaristía. ¿Por qué rendir culto de adoración a Jesús en la Eucaristía? Porque en este sacramento se encuentra presente de una manera real, Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Ante el sagrario o en la exposición solemne del Santísimo, variadas son las manifestaciones de adoración y de alabanza al reconocer que “Dios está aquí”: el Verbo, el Padre y el Espíritu Santo. Está el Dios unitrino.

La reparación. Reparar con Cristo es una colaboración del cristiano con el Señor: “completo lo que falta a la pasión de Cristo”(Flp 3-24). Reparar a Cristo: en los últimos siglos se acentuó la compasión por los sufrimientos de Cristo, con el intento de consolarlo por las ofensas que más entristecen su corazón.

Devoción al Corazón de Jesús sacramentado. Entre las modalidades de amor a Cristo está la dirigida en la Eucaristía y bajo el símbolo del amor, el corazón. La devoción al Corazón de Jesús sacramentado es la expresión de la devoción al Corazón de Jesús porque el devoto repara, desagravia, satisface al ofendido.

El vía crucis. Esta devoción popular motiva para compartir con Cristo y con el prójimo, las cruces y contratiempos de la vida. A todos enseña que la “pasión” diaria de la vida es el camino para llegar a la gloria del Padre.

Devoción y culto a la Virgen María.
El misterio de la maternidad divina y de la cooperación de María a la obra redentora, ha suscitado en los creyentes de todos los tiempos una actitud de alabanza tanto hacia el Salvador como hacia la mujer que lo engendró en el tiempo, cooperando así a la redención. Otro motivo de amor y gratitud a la santísima Virgen es su intercesión maternal, la solicitud por los hombres de todas las épocas. Con la devoción mariana, los cristianos reconocen el valor de la presencia de María en el camino hacia la salvación, acudiendo a ella para obtener todo tipo de gracias.

Expresiones de piedad mariana. Además de las fiestas litúrgicas tradicionales dedicadas a la Madre del Señor, sobresale el Oficio en honor de la Bienaventurada Virgen María, el Ave María y la oración tradicional del Ángelus que invita a meditar el misterio de la Encarnación. De especial arraigo es el rezo del Rosario, que a través de la repetición del «Ave María» lleva a contemplar los misterios de la fe. Por otra parte, esta plegaria sencilla, que alimenta el amor del pueblo cristiano hacia la Madre de Dios, orienta más claramente a su fin que consiste en la glorificación de Cristo.

Devociones a los santos. ¿Admisibles?
Muchos fieles católicos alimentan su fe con la devoción a los santos siguiendo la doctrina del Vaticano II (LG 50, SC 111). Entre otras razones porque los santos: imitaron más de cerca a Cristo; amaron apasionadamente a Dios y trabajaron por su gloria; se entregaron al prójimo con la oración, el servicio, el testimonio y el apostolado según sus posibilidades. En el cielo, los fieles cristianos reciben muchas gracias por su intercesión.

Son admisibles las devociones. En sí mismas, manifiestan una fe coherente. Bien realizadas, son expresiones del amor a Dios, auténticas mediaciones de la religión católica; caminos totalmente aceptables de la piedad cristiana. Sin embargo, en muchos fieles, tales devociones son realizadas de un modo supersticioso, comercial, interesado y rutinario. Por lo tanto, urge clarificar criterios sobre las devociones para discernir las que son aceptables como manifestaciones de una fe coherente, de otras, ausentes de amor y que no pasan de ser prácticas motivadas por el interés o la simple tradición.

Piedad y religiosidad popular. ¿Admisibles?
Muchos son los creyentes que se relacionan con Dios mediante la piedad o la religiosidad popular. Y no faltan las críticas dirigidas contra algunas de estas manifestaciones religiosas: porque pertenecen al pasado y no sirven para el creyente de la posmodernidad. Pero, ¿contienen valores incuestionables? ¿Cuáles son las manifestaciones contrarias a la letra y espíritu del Vaticano II? Se impone un juicio sereno sobre estas prácticas religiosas tan frecuentes en la Iglesia católica.

La piedad y los ejercicios de piedad
Desde la era apostólica, existe la práctica de la oración en forma comunitaria identificándose con la acción litúrgica. Pero con la vida cenobítica y la monástica, los ejercicios de piedad, distintos de la celebración litúrgica, tuvieron gran relieve y se convirtieron en un elemento esencial de la espiritualidad cristiana. Y así nació la meditación, la oración y la contemplación en formas bien determinadas. Y como manifestaciones de la piedad popular surgieron el oficio a la Virgen, el rosario, el viacrucis, el ángelus, las devociones a los santos, las procesiones, etc.

La religiosidad popular. Los protagonistas son los pobres que mezclan su cultura con la fe cristiana muy profunda, manifestada en la devoción a Jesucristo (en sus misterios, especialmente en la pasión y muerte, en su presencia eucarística, en su corazón...), y en las múltiples devociones a la Virgen María y a los santos protectores. Tales expresiones de fe y amor congregan a multitudes en santuarios, peregrinaciones y fiestas religiosas.

Valores de la religiosidad popular.
Como camino para llegar a la plenitud cristiana en la Iglesia católica, encontramos múltiples valores y motivaciones, tanto en la piedad como en la religiosidad popular. Destaca la gran confianza en la providencia de Dios, la búsqueda de seguridad y de salvación, el sentido de la cruz en la vida cotidiana, el desprendimiento, dolor y paciencia para vivir la amistad; las razones para la alegría y el humor ante la dureza de la vida, la capacidad de expresar la fe en un lenguaje total que supera los racionalismos (el canto, las imágenes, los gestos, la danza); el respeto filial a los pastores, en especial al Papa...

Defectos y carencias.
El más significativo es la exaltación de los medios y la relativización de Dios. El culto a la Virgen o a los santos es para muchos fieles tan acentuado, que sustituye prácticamente al Cristo mediador y al mismo Dios como tú último y absoluto. Ocasionalmente, la falsedad de la comunicación religiosa, la inclinación ritualista y sacramentalista, presencia de motivaciones míticas o de religiosidad cósmica. Ven a Dios como respuesta a todo, destaca el individualismo religioso sobre todo en lo devocional, y su transmisión, casi siempre oral a causa del analfabetismo.
También sobresale en muchas manifestaciones la superstición, la magia, el fatalismo, la reinterpretación sincretista y el reducionismo de la fe a un mero contrato en la relación con Dios.

¿Qué decir, entonces?
Para evitar confusiones conviene afirmar que tanto la piedad popular como la religiosidad popular como tales están en comunión con la Iglesia y han sido alabadas por el magisterio. Son muchos sus valores y los servicios que prestan a tantos fieles para vivir su fe. Pero, por sus deficiencias, pueden convertirse en obstáculos insuperables para la madurez religiosa.
¿Necesitan “modernizarse”? Sí, conviene probar o rechazar una determinada práctica piadosa o religiosa con un sereno discernimiento. Y en la duda, reconocer los méritos de este camino hacia Dios y hacia el prójimo de millones de cristianos que viven su fe coherente, gracias a las prácticas, más o menos conservadoras, de la piedad o de la religiosidad popular.
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