¿Cómo vivió Cristo la verdad en plenitud?

A la luz de la Palabra de Dios, el cristiano descubre las raíces más profundas de la verdad que Cristo concreta de manera convincente para motivar la sinceridad en la comunicación. Jesucristo, el Hijo, como raíz de la Verdad, es la Palabra que anuncia el Evangelio y el poseedor de toda verdad. El vino a comunicar la gracia y la verdad a los hombres, a santificar en la verdad como camino, verdad y vida que es (Jn 14,6; 1,17; 831s; 17,17).
El cristiano encuentra en Cristo el mejor testigo para vivir según la verdad, y la motivación más convincente para practicar la sinceridad y las otras virtudes conectadas con la verdad, como la humildad, la prudencia, claridad en la doctrina, fidelidad, comprensión, etc.

La sinceridad de Jesús
Jesucristo ha venido al mundo a dar testimonio de la verdad (Jn 8, 37) y actuó con toda sinceridad en el hablar y en el actuar. Así, aunque le acarree malas consecuencias, declaró ante el sanedrín que es el Hijo de Dios (Lc 22,70); llamó a Herodes “raposa” (Lc 13,32) y se negó a hablar en su presencia (Lc 22,9). Y ante Anás pudo responder que habló siempre en público...y tan claro que puede preguntar a cualquiera de su auditorio (Jn 18, 20-21). No es de extrañar que muchos le aborrezcan por hablar claro (Jn 8,59; 7,12). Por el mismo amor a la verdad admira la fe del centurión (Mt 8,10), elogia a Juan Bautista (Mt 11, 9-15), alaba a la Cananea por su fe (Mt 15,28) y a Natanel como verdadero israelita (Jn 1,47).
¿Hasta qué grado fue sincero Jesús? Hasta el extremo manifestó con claridad lo que pensaba aunque se jugara en ello la vida (Lc 22,70; 23,9; Mt 23,1s; Jn 8,59; 6,26). Y rehuyó la poolémica abierta con reproches duros contra los interlocutores (Jn 8,21-20; Mt 17,16; Lc 4,23-30). Con la misma sinceridad actuó cuando arroja a los mercaderes del templo, come con pecadores, cura en sábado o defiende a la mujer sorprendida en adulterio (Mt 21, 12; 9,12; 12,13; 5,41...). Su testimonio refuerza la veracidad, la claridad y la coherencia que exigía o la hipocresís que reprochaba (Mt 6,24; Mc 8,38; Mt 10, 26-27; Lc 11,37-52).

La humildad, expresión de la verdad
Destacamos la humildad de quien pudo decir aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29); el hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28). Y humilde se postra para lavar los piés de los apóstoles (Jn 13, 1-11). Como humilde que era, el Maestro no tuvo a menos de mezclarse con los pecadores para ser bautizado por Juan bautista (Lc 3,21). Es la humildad la que también resplandece durante toda la pasión, cadena de humillaciones.
Entre los criterios sobre la humildad, destacamos: “todo el que se ensalce será humillado y el que se humilla, será ensalzado” (Mt 23,12); el que sea mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que manda como el que sirve (Lc 22,26). En la oración justifica la humildad del publicano pero no la soberbia del fariseo (Lc 11,4).

La prudencia, búsqueda y encuentro coherente con la verdad Jesús evita peligros innecesarios como sucedió después de la curación de la mano seca cuando le buscaban en Judea (M3,6-7; Jn 7,1; 11,54). No tiene miedo, pero al oír que Juan había sido apresado, se retiró a Galilea (Mt, 12). Aunque sea doloroso, afronta la verdad amarga: anuncia su muerte y resurrección a los apóstoles (Lc 34,44). Como ama la verdad no tiene inconveniente en dejar “en mal lugar” a determinados interlocutores: hace callar a sus adversarios (Mt 15, 1-11; 9,3 ,21,23-27); los que le atacan se quedan sin saber qué responder a Jesús (Mc 3,4). Y salva a la adúltera en circunstancias difíciles (Jn 8,3-11).
El Maestro sobre la prudencia afirmó: sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mt 10,16); avisó contra la imprudencia de comenzar la vida de perfección sin mirar si se está preparado (Lc 14,26-33); alertó a los hijos de Dios porque los hijos del mundo son más prudentes (Lc 16, 1-9)

Claridad en la doctrina Algunos textos que manifiestan el estilo bien transparente como por ejemplo: nadie puede servir a dos señores, no podéis servir a Dios y al dinero (Mt 6,24); el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esa generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre (Mc 8,38; Lc 12,8); el que no está conmigo, está contra mí (Lc 11,23). Y Jesús pide a los apóstoles que hablen con la misma claridad (Mt 10, 26-27).

Otras respuestas vinculadas con la veracidad.
Del mismo modo brilla el testimonio y la doctrina de Cristo sobre otras actitudes que condicionan o explicitan la sinceridad. Así, por ejemplo, la comprensión para el diálogo (Mt 20,20-28), la tolerancia como muestra de un espíritu flexible y no radicalizado (Mt 12, 1-8; 15,2; 12, 3-8); la prudencia en situaciones conflictivas (Mt 10,16); la transparencia en el obrar, que contrasta con la hipocresía o el fingimiento (Lc 7, 36-50; Mt 4,1-11), la humildad que evalúa la realidad al margen del orgullo personas (Mt 11,29; Jn 6,15...).

El cristiano ante el reino de Dios que es de verdad Jesús enseñó: viene la hora en la cual los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque ciertamente el Padre busca que así le adoren. (Jn 4, 21-24). Por lo tanto, quien desea seguirle se compromete a vivir del “Espíritu de verdad” que el Padre envía en su nombre y que conduce “a la verdad completa” (Jn 16,13). Jesús pidió a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: “sea vuestro lenguaje: “sí, sí”, “no, no” (Mt 5,37). Están en el Reino de la verdad quienes iluminan su vida con la luz del Evangelio. Así los humildes y los sencillos, los niños y los pobres. Para que el Reino sea de verdad con manifestaciones de sinceridad habrá que rechazar como hiciera Cristo, toda falsedad (Mt 23) y esforzarse por vivir la actitudes evangélicas, meditar en las Bienaventuranzas a la luz del Reino de Dios. Así mismo, todos los cristianos están invitados a profundizar en la verdad del Reino tal y como aparece en las parábolas del sembrador, la zizaña, levadura, tesorode la perla, la red....(Mt 13;Mt 5,3;18,3; 19,14,. Lc 6,30).
Como persona y mucho más como creyente, el cristiano testimonia el octavo mandamiento que “prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad” (CEC 2464). “Puesto que Dios es el “Veraz” (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad” (Cat 2465). Al disícpulo, el proyecto de Jesús, la Buena nueva del Reino de Dios, se le exige el testimonio radicalizado sobre la verdad, la justicia, la libertad, la paz, la vida, la gracia y, sobre todo, el amor.
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