El 62,8 % de las mujeres que viven en la ruralidad han vivido algún tipo de violencia Mujeres libres, diversas y juntas: Manos Unidas apoya un programa para su resiliencia socioeconómica en Ecuador
Las mujeres rurales padecen múltiples discriminaciones: por etnia, por condición económica, por ser analfabetas o por vivir en el campo. Muchas de ellas no son escuchadas en sus comunidades
En Ecuador, el 62,8 % de las mujeres que viven en la ruralidad han vivido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. En los espacios rurales la violencia hacia ellas es un problema naturalizado, por tanto, se tiende a culpabilizar a las mujeres por ejercer la violencia sobre ellas
(Manos Unidas).- Con el nombre «Resiliencia socioeconómica de las mujeres indígenas y campesinas de Chimborazo y Tungurahua en contexto de postpandemia», este programa tendrá una duración de cuatro años y quiere fomentar una cultura de paz lejos de la violencia.
Las mujeres se levantan entre las tres y cuatro de la mañana para ordeñar, preparar la comida diaria para vacas, cuyes, cerdos, gallinas y conejos, limpiar los espacios de los animales, preparar comidas para los hijos y el esposo, hacer las tareas del hogar, cuidar el ganado, preparar la leche para llevar al centro de acopio o vender al piquero, recoger a los niños de la escuela, manejar los cultivos, salir a vender algunos kilos de excedente al mercado los días de feria y atender a las reuniones comunitarias.
Las tareas de cuidados no son valoradas, reconocidas ni compartidas y la cantidad de horas de trabajo de las mujeres es muy elevada, lo que disminuye su calidad de vida.
Florinda, representante de la Federación de Organizaciones del Movimiento Indígena de Quimiag (Ecuador), da cuenta de esa desigualdad y alienta a las mujeres a que luchen: «Aquí, compañeras mujeres, hay que luchar. Nosotras trabajamos más que los hombres, no estamos en contra de ellos, pero no somos menos que ellos: tener hijos, marcar, cargar, dar el pecho a los hijos donde sea cuando tienen hambre, trabajar, etc.».
Y es que las mujeres rurales padecen múltiples discriminaciones: por etnia, por condición económica, por ser analfabetas o por vivir en el campo. Muchas de ellas no son escuchadas en sus comunidades.
En Ecuador, el 62,8 % de las mujeres que viven en la ruralidad han vivido algún tipo de violencia a lo largo de su vida. En los espacios rurales la violencia hacia ellas es un problema naturalizado, por tanto, se tiende a culpabilizar a las mujeres por ejercer la violencia sobre ellas.
Apoyo integral a las mujeres
En el programa, construido de forma participativa con las mujeres indígenas y campesinas, se plantea que estas aumenten sus ingresos y su autonomía económica. Para ello, se mejorará la salud de los suelos productivos y el manejo de los cultivos de pastos, alfalfa, mora y aguacate, transitando hacia la agroecología. Se obtendrán así productos sanos para el autoconsumo, la alimentación de animales y la venta de excedentes. Se fortalecerá la cadena de valor de lácteos y otros emprendimientos con valor añadido, así como las cajas comunitarias solidarias, permitiéndoles obtener pequeños créditos en sus comunidades para cubrir las necesidades básicas sin tener que desplazarse hasta las ciudades.
¿Sabías que el 70% de los pobres en el mundo son mujeres? 🤔
— Manos Unidas ONGD (@ManosUnidasONGD) August 20, 2024
Así actuamos por sus derechos:
Ayudamos a ONG locales que trabajan en pro de la equidad
Apoyamos a las mujeres en actividades generadoras de ingresos yromovemos su participación social
Y todo esto es gracias a ti💙 pic.twitter.com/VbDOTim4Ar
También se promoverán ferias comerciales que difundan los valores de la economía social y solidaria. Asimismo, mujeres y jóvenes se formarán para la participación política y se fortalecerán las redes de organizaciones de mujeres. Se realizarán campañas educativas a favor de la igualdad de género y de rechazo hacia todas las formas de violencia. Se elaborarán los protocolos de atención a mujeres víctimas de violencia en sus distintas formas. Por último, se establecerán centros de atención a víctimas de violencia de género, desde un enfoque intercultural, para atender a las mujeres indígenas y campesinas en las parroquias a las que pertenecen las comunidades rurales.
Gran parte del éxito de esta intervención se debe a la recuperación de pozos y el establecimiento de pequeñas presas que han aumentado la capacidad de retención de agua, fundamental para lograr aumentar el periodo productivo de las tierras. Se han conseguido importantes avances que han permitido obtener una cosecha más y mejorar la alimentación y los ingresos de las familias. Pequeños logros, pequeños pasos que abren la esperanza a una vida menos precaria y más segura, una posibilidad de romper con lo establecido y superar la pobreza.
El trabajo con los hombres es fundamental. «¿Por qué solo con las mujeres? ¿Y los esposos? Si son ellos los que agreden». Y también el trabajo con la infancia: quienes han sufrido violencia dentro de sus hogares en la niñez, en su mayoría reproducen sus acciones dentro de los nuevos espacios familiares constituidos. «Hay que trabajar desde la niñez para que aprendan desde niños que está mal».
Texto de Jessica Del Olmo Alarcón, Departamento de Proyectos de América
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