Parasindicalismo y comerciales
(La utilización de «para» como prefijo, en sus acepciones en la RAE, significa: «junto a, semejante a, al margen o en contra de»).
El sindicalismo fue consecuencia del modelo productivo capitalista y de la Revolución industrial, que forjaron una nueva clase social: la clase obrera. Ésta desarrolló un interés colectivo profesional, un interés de grupo, cuya satisfacción no es divisible por cuotas partes, sino colectivamente.
Sin entrar a definir los distintos modelos de composición de estas agrupaciones: coaliciones, sociedades, asociaciones y sindicatos, lo importante es señalar el significado final de estos modelos que, a la postre, han desembocado en la representación y defensa de los intereses socioeconómicos de los trabajadores asalariados, en una posición dialéctica de contrapoder respecto de los empleadores o de cualquier otro sujeto público o privado (STC 94/1995).
En su fase histórica cabe señalar que desde los años 1950 y 1960 la historia sindical ha sido redefinida y expandida por un gran número de historiadores, que comenzaron a prestar mayor atención a las condiciones sociales de vida y trabajo concreta de los trabajadores, así como los entornos sociopolíticos en que se desarrollan.
La forma más extendida o común de representación y defensa de los trabajadores, además de la asamblea de los mismos, es la organización dentro de la empresa o centro de trabajo a través de órganos unipersonales (delegados de personal) o colegiados (Comités de Empresa) y, en su caso, de delegados sindicales, que representan a los afiliados a los sindicatos en ese ámbito laboral.
En la situación actual, con distintas formulaciones, parece haberse vuelto al «sindicalismo vertical», esto es, la organización conjunta de las organizaciones obreras del falangismo, el tradicionalismo y las organizaciones patronales. En ella, todos los trabajadores, llamados “productores,” y sus patronos tenían el derecho de elegir sus representantes mediante elecciones. Las componendas y la falta de defensa de los intereses socioeconómicos de los trabajadores, nos abocan a esa consecuencia.
En la citada estructura vertical es evidente la falta de libertad, de horizontes y de intereses defendibles reales, pero también es evidente que se pervierten las funciones de autotutela del sindicalismo: La lógica del conflicto y la lógica de la colaboración.
Pues bien, en esta situación tenemos una serie de organizaciones que, respondiendo a una estructura estatutaria democrática, muchas veces no real, se han hecho con un hueco importante en las relaciones laborales, convirtiendo los sindicatos en parasindicatos, es decir, en empresas de servicios alejados de su fuente primigenia, pero cercanos a la idiosincrasia de muchos trabajadores. No es menos cierto que los cuadros sindicales o parasindicales surgen de los propios trabajadores respondiendo a su propia «imagen y semejanza». La lógica del conflicto, propia de los sindicatos para la defensa de sus objetivos no se basa en fórmulas de composición de intereses o de colaboración, sino de autotutela (STC 134/1994).
Ello significa que se van extendiendo los parasindicatos —algunos con bastante dinero— con delegados de todo tipo y crédito horario, liberados del trabajo o no, pero siempre a costa de empresas y de verdaderos sindicatos. Estos delegados han sido reconvertidos en exclusivos comerciales para adular a sus afiliados o simpatizantes, a los que preparan el desayuno y les arropan en la cama; a los que llaman el día del cumpleaños de su hija pequeña o de su cuñado Mariano; a quienes recuerdan la cita médica o les recogen la basura para que no salgan a la calle a ciertas horas. Son los que sonríen al empresario, a los que tutean en reuniones estériles y lanzan consignas, sotto voce, que deberán conseguir otros.
Si, es una caricatura, pero todo esto no es más que la ridícula expresión de los propios trabajadores en su dimensión absolutamente individualista. El parasindicalismo se ha configurado como una empresa de servicios con un único cometido: la mayor comodidad de sus afiliados o simpatizantes.
No se busca el compromiso con un proyecto, no se trata de, a través del conflicto (también del debate y negociación), llegar a acuerdos de mejora de las condiciones de trabajo y económicas. No, solo se trata de medrar y mantenerse en una posición de confort. En definitiva, no se busca ni se entiende que su misión sea la defensa de los intereses socioeconómicos de los trabajadores asalariados, en una posición dialéctica de contrapoder.
Es cierto que la culpa la tienen los parasindicatos, pero estos son, insistimos, expresión de la “imagen y semejanza” de los trabajadores.