El laberinto venezolano
Entrevista a Rafael Luciani por Alver Metalli – Director de Tierras de América
El origen de todo ¿Maduro o Chávez?
Lo que estamos padeciendo no comienza con Maduro. Tiene su origen en el totalitarismo que ejerció Chávez y que hoy ha llevado a la formalización de una dictadura en Venezuela. A partir del año 2005 Chávez comienza a usar la expresión Socialismo del siglo XXI, término que no existe en la Constitución de la República aprobada en 1999. La Conferencia Episcopal Venezolana advirtió, en ese entonces, que esto “podía constituir el intento de imponer un pensamiento único”. Para ganar legitimidad, Chávez convocó en el 2007 a un referéndum para reformar la Constitución, pero lo perdió. Al verse impedido por el mismo pueblo, comenzó a implementar la reforma a través de decretos presidenciales. Esto le permitió crear, de forma inconsulta y unidireccional, el marco jurídico e ideológico que hoy vemos consumado en la Dictadura de Maduro.
¿Es posible una dictadura de izquierda?
Lo que parecía imposible en América Latina hoy se ve realizado. Que las dictaduras no son sólo de derecha, sino también de izquierda, bajo la fórmula de gobiernos cívico-militares. El actual régimen de Maduro conserva, por una parte, las viejas formas democráticas, como son los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, pero sometidos todos a la voluntad del poder Ejecutivo por medio de las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia. Por otra parte, es un proyecto cívico-militar. Chávez gobernaba sobre el modelo ceresoliano de ejército-caudillo-pueblo, que sobrevivía gracias a la inmensa riqueza del petróleo. Pero ahora que el petróleo no permite eso, y no estando el carisma del caudillo, Chávez, lo que le queda a Maduro es el Ejército como único mecanismo para sostenerse en el poder. Recordemos que casi la mitad del gobierno está en manos de militares.
El reconocimiento público del actual estado dictatorial vino del lado menos esperado. Del chavismo político. Lo hizo la Fiscal de la República, Luisa Ortega Díaz, que es una figura importante del chavismo no castrista. Ella declaró en Marzo que “se ha roto el hilo constitucional”, luego de que el Tribunal Supremo de Justicia desconociera a la Constitución de 1999 e inhabilitara el poder legislativo. Luego de haber perdido las elecciones en la Asamblea Nacional en el 2015 y ahora sin la sumisión de la Fiscal General de la República, el Gobierno cuenta con dos brazos: la fuerza bruta y represiva de la Fuerza Armada de la Revolución, y la construcción de una pseudolegalidad que se está llevando a cabo a través del Tribunal Supremo de Justicia y la actual Asamblea Nacional Constituyente. El panorama es muy preocupante.
¿Complicidad y silencio de la izquierda latinoamericana?
Es triste tener que reconocer que gran parte de la izquierda latinoamericana sigue apoyando al gobierno de Maduro. En Venezuela hay hambre y la gente se muere por falta de medicinas. Quien no tiene hoy los medios para conseguir pastillas de hipertensión, por decir algo común, sabe que morirá de un infarto en breve tiempo porque no hay este tipo de medicinas. Hace unos meses el gobierno no permitió el ingreso de una donación importante que hizo Caritas. Hoy vivimos algo que era inconcebible en Venezuela antes de Chávez: una pobreza que supera el 70% y casi 30.000 muertos por año. Esto en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Para entender esto nos podemos referir a dos posturas de la izquierda sobre el caso venezolano. La que representa el ideólogo cubano Borón quien sostiene que el conflicto venezolano tiene su origen en la agresión imperialista de Estados Unidos y “si una fuerza social declara una guerra contra el gobierno se requiere de éste una respuesta militar”. Otra postura es la que representa el sociólogo venezolano Edgardo Lander quien reconoce que hay un cierre de vías institucionales para resolver el conflicto, porque el gobierno desconoce a la Asamblea Nacional, no ha permitido el mandato constitucional de cambiar los rectores del Consejo Nacional Electoral, ha cancelado el referéndum revocatorio y pospuso todas las elecciones. Para Lander, “estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. Se utilizan todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder”. Esta es la posición de la Fiscal Luisa Ortega Díaz y de una buena parte del chavismo no castrista que se le opone a Maduro y que debe ser integrado en cualquier proceso de transición.
¿Es posible una salida negociada de la crisis?
No estamos ante una mera crisis coyuntural. Estamos ante un modelo ideológico y dictatorial que se quiere imponer a toda una población que lo adversa. A partir de 2004 comienzan los viajes de las promociones de Estado Mayor a Cuba para estudiar el modelo político del gobierno perpetuo cubano. Comienza en Venezuela la narrativa del enemigo interno, el ideal continental de las luchas populares, el discurso anti-imperialista y la justificación del control total del Estado con tal de mantener en el poder a la revolución bolivariana. Estos son los militares que ocupan hoy los altos mandos y proclaman públicamente: “patria, socialismo o muerte” ¿Es posible cambiar esto?
No habrá mediación exitosa en Venezuela si no se incorpora el diálogo con los militares, pues son ellos quienes realmente gobiernan. Ante este panorama es importante que la oposición haga público un plan de gobierno transitorio y muestre el rostro de quién encarnaría una presidencia transitoria. Más del 80% del país rechaza la propuesta socialista cubana, pero es imposible pretender que un proyecto político alternativo ponga de lado a los militares en Venezuela. No habrá salida viable sin negociar con el chavismo menos ideológico y no cubano, que no está en el gobierno actualmente, y sin los militares. Tristemente es así.
¿Cómo se la ve una eventual intervención papal? ¿hay fuerzas políticas, del lado del chavismo e/o madurismo que tomarían este camino?
El Papa siempre ha sido coherente y ha actuado en comunión con las instancias eclesiásticas venezolanas. De hecho, en su reunión del pasado mes de junio con la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana, manifestó su total adhesión a la posición que han asumido los obispos frente a Maduro. Sin embargo, ha habido un intento soez por parte del oficialismo para desprestigiarlo y tratar de dividir a la oposición al hablar de un Papa de izquierda y unos obispos de derecha. En mayo, el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolín, quien fue Nuncio en Venezuela, había dicho que “se necesita mucha buena voluntad, empezando por el gobierno, que debe dar señales de que desea resolver la crisis y tener en cuenta el clamor del pueblo”.
La posición más reciente la encontramos este pasado 4 de agosto, cuando el Papa envió un comunicado a través de la Secretaría de Estado diciendo que: “la Santa Sede pide a todos los actores políticos, y en particular al Gobierno, que se asegure el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, como también de la vigente Constitución; se eviten o se suspendan las iniciativas en curso como la nueva Constituyente que, más que favorecer la reconciliación y la paz, fomentan un clima de tensión y enfrentamiento e hipotecan el futuro; se creen las condiciones para una solución negociada de acuerdo con las indicaciones expresadas en la carta de la Secretaría de Estado del 1 de diciembre de 2016, teniendo en cuenta el grave sufrimiento del pueblo a causa de las dificultades para obtener alimentos y medicamentos, y por la falta de seguridad”.
Estas condiciones a las que se refiere el comunicado son las que el Vaticano había exigido en diciembre: «elecciones, restitución de la Asamblea, apertura del canal humanitario y liberación de los presos políticos». La exigencia de estas condiciones llevó a que el gobierno terminara el proceso de diálogo y negociación. Ha sido imposible que el sector radical y pro castrista del chavismo, que es el que gobierna actualmente, se abra a un proceso sincero de diálogo sobre estos puntos. Sólo el chavismo menos ideológico y ajeno a Cuba, representado por la fiscal Luisa Ortega Díaz y el ex ministro Miguel Rodríguez Torres, pudiera estar abierto a un diálogo sincero para restablecer la Constitución de 1999, que es defendida también por la oposición.
¿Quién tiene la autoridad y la fuerza para detener una escalada hacia la imposición de una dictadura que aplasta toda forma de oposición? ¿hay alguien?
Con el plebiscito del pasado 16 de Julio quedó claro que más del 80% del país quiere un cambio. Ese día se demostró la capacidad que tiene el pueblo venezolano, sin ningún aparato estatal, para organizarse y llevar a cabo una consulta popular a nivel nacional. El pueblo mismo se organizó y se expresó sin la ayuda del Estado. Esto es algo extraordinario. Unas 7,6 millones de personas manifestaron el regreso a la democracia. Ahora bien, no todos pudieron votar porque en un contexto donde la mayoría está pasando hambre y muriendo por falta de medicinas, hay una dependencia de esa mayoría pobre de las bolsas de comida que da el gobierno (Clap) y una amenaza real de los colectivos armados del gobierno sobre los sectores populares que hace imposible que se pueda manifestar abiertamente en esas zonas porque la amenaza es de muerte. La gente tiene hambre y miedo. Miedo de que la mate un colectivo por manifestarse en contra del gobierno, miedo a no recibir comida, miedo a perder el trabajo. Miedo a ser encarcelado y torturado, como está sucediendo a diario en lugares como la tumba y el helicoide, entre otros, donde opera el servicio bolivariano de inteligencia militar. Recordemos que hoy en día no se enjuicia a la disidencia venezolana en tribunales civiles, sino en militares, y las condenas son “traición a la patria”, que es lo mismo que “traición a la revolución”. Otro elemento que es copia fiel del régimen castrista.
¿Cuales son las posiciones dentro de la Iglesia?
La posición de todas las instancias que hacen vida en la Iglesia venezolana están en plena sintonía. No hay fisuras. El 31 de marzo pasado, día en que se realizó el autogolpe del gobierno, la Conferencia Episcopal Venezolana denunció que para el gobierno «todo gira en torno a lo político, entendido como conquista del poder, olvidando las necesidades reales de la gente» e instó a que «no se puede permanecer pasivos, acobardados ni desesperanzados. Tenemos que defender nuestros derechos y los derechos de los demás. Es hora de preguntarse muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas». A esto se le sumó la voz de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Venezuela, el 4 de abril, reconociendo «la falta de autonomía entre los cinco poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano», y subrayó «la indolencia del gobierno nacional ante la situación crítica que vive nuestro pueblo, demostrando una vez más que solo le interesa la lucha por mantenerse en el poder» en un contexto de «inminente dictadura».
Tres días más tarde, el 7 de abril, la Compañía de Jesús en Venezuela, a través de la revista SIC del Centro Gumilla, que representa a la teología de la liberación en Venezuela, hizo pública su posición oficial: «nos enfrentamos a una dictadura como ciudadanos y como cristianos», la cual se consuma con «las decisiones asumidas por el Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional de fecha 28 y 29 de marzo que suponen un claro golpe de Estado y un desenmascaramiento definitivo del gobierno como una dictadura». Hoy en día, luego del fraude electoral que llevó a la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente el pasado 4 de agosto, el jesuita José Virtuoso, Rector de la Universidad Católica, se refirió a esta Asamblea fraudulenta como la “constitucionalización de una dictadura militar socialista, como lo ha dicho la Conferencia Episcopal. Vamos a tener una transformación de la Constitución y ese cambio es para consolidar a un régimen autoritario, muy centralizado en la figura del Presidente, con poderes omnímodos sobre el Estado y desde el Estado a la sociedad. Y yo creo que las sociedades no tienen salida con un modelo de ese tipo. Esta sociedad que ha luchado en contra de ese modelo va a seguir en rebeldía”. En fin, como ha dicho el teólogo de la liberación Pedro Trigo SJ, hemos vivido de Chávez a Maduro el paso del totalitarismo a la dictadura. Los invito a leer su artículo que lleva ese mismo título. En conclusión, la posición de la Iglesia, tanto local como universal ha sido en realidad sumamente coherente.
¿Habrá salida electoral?
La elección de los nuevos constituyentistas se realizó por la vía sectorial y comunal, y no por medio del sufragio universal directo y secreto. Se siguió el modelo electoral cubano que no admite disidencia y en el que los representantes de los sectores del país están agrupados en organizaciones gubernamentales y son miembros del partido único. No existe el pueblo sin el filtro político del partido único. Este es el modelo que Maduro usó para la Asamblea Nacional Constituyente, pues como decíamos anteriormente, al no contar con el carisma del caudillo, ni con el dinero del petróleo, sólo le queda el sostén militar y el fraude electoral. Esta segunda vía es la que usó para la elección sectorial de los constituyentistas. De hecho, la empresa Smartmatic, proveedora de la tecnología que se usa en el Consejo Electoral Nacional, confirmó al día siguiente de las elecciones que hubo manipulación de la data por parte del ente. Este hecho no sólo pone en cuestionamiento la actual elección, sino todo el sistema electoral venezolano desde que Chávez comenzó a implementar el sistema automatizado de votación.
A esto debemos agregar que la mayoría de los partidos opositores se encuentran actualmente “ilegalizados” por decisión del Tribunal Supremo de Justicia y los líderes principales de la oposición se encuentran inhabilitados, detenidos o exiliados. Para ser honestos, haría falta una reforma integral del sistema electoral venezolano si queremos elecciones libres y transparentes. Al menos comenzar por el nombramiento de rectores que sean independientes y que permitan los procesos de auditoría correspondientes. El problema es que estamos en medio de un gran dilema. Si la oposición inscribe a sus candidatos para una elección, entonces, con toda seguridad la Constituyente suspenderá esa elección, porque Maduro tiene un rechazo de más del 80% del país. Pero si la oposición decide no participar, entonces tolerará las elecciones con la seguridad de que sus candidatos ganarán al no tener oposición alguna.
La actual Asamblea Nacional Constituyente, instalada el pasado viernes, se ha autodenominado “supraconstitucional” y por un período de “dos años” ella podrá decidir si hay o no elecciones, si anula o no a los otros poderes públicos vigentes, si modifica leyes vigentes y todo lo relativo al gobierno y el destino del país. De hecho, su primera medida fue destituir de su cargo a la Fiscal Luis Ortega Díaz por considerarla traidora a la patria al haber denunciado la ruptura del orden constitucional. Este panorama hace que la facilitación del Vaticano, como entidad neutra, sea de las pocas instancias internacionales que pueden contribuir a mover a la comunidad internacional para que presione al chavismo ideológico castrista a realizar algún tipo de negociación. Al menos puede jugar un rol importante desde el punto de vista de la comunidad internacional, más que al interno del país. La oposición no tiene armas ni ejércitos, ni fuerzas paramilitares. La salida a esta crisis ya comienza a verse por la vía de la implosión social y política, pero esto sólo llevará a una continua rebelión popular que profundice la anarquía hasta que el gobierno fallezca por agonía. Por ello, el camino menos traumático es el de un acuerdo para la transición que incorpore a las fuerzas del chavismo político no castrista, a los militares —garantes de la Constitución de 1999—, y a la oposición democrática. Toda otra vía no sólo no será viable, sino que correrá con el riesgo de generar más violencia y anarquía, y en pocos años tendremos al chavismo radical de nuevo en el poder.
Publicado en: www.reflexionyliberacion.cl
El origen de todo ¿Maduro o Chávez?
Lo que estamos padeciendo no comienza con Maduro. Tiene su origen en el totalitarismo que ejerció Chávez y que hoy ha llevado a la formalización de una dictadura en Venezuela. A partir del año 2005 Chávez comienza a usar la expresión Socialismo del siglo XXI, término que no existe en la Constitución de la República aprobada en 1999. La Conferencia Episcopal Venezolana advirtió, en ese entonces, que esto “podía constituir el intento de imponer un pensamiento único”. Para ganar legitimidad, Chávez convocó en el 2007 a un referéndum para reformar la Constitución, pero lo perdió. Al verse impedido por el mismo pueblo, comenzó a implementar la reforma a través de decretos presidenciales. Esto le permitió crear, de forma inconsulta y unidireccional, el marco jurídico e ideológico que hoy vemos consumado en la Dictadura de Maduro.
¿Es posible una dictadura de izquierda?
Lo que parecía imposible en América Latina hoy se ve realizado. Que las dictaduras no son sólo de derecha, sino también de izquierda, bajo la fórmula de gobiernos cívico-militares. El actual régimen de Maduro conserva, por una parte, las viejas formas democráticas, como son los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, pero sometidos todos a la voluntad del poder Ejecutivo por medio de las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia. Por otra parte, es un proyecto cívico-militar. Chávez gobernaba sobre el modelo ceresoliano de ejército-caudillo-pueblo, que sobrevivía gracias a la inmensa riqueza del petróleo. Pero ahora que el petróleo no permite eso, y no estando el carisma del caudillo, Chávez, lo que le queda a Maduro es el Ejército como único mecanismo para sostenerse en el poder. Recordemos que casi la mitad del gobierno está en manos de militares.
El reconocimiento público del actual estado dictatorial vino del lado menos esperado. Del chavismo político. Lo hizo la Fiscal de la República, Luisa Ortega Díaz, que es una figura importante del chavismo no castrista. Ella declaró en Marzo que “se ha roto el hilo constitucional”, luego de que el Tribunal Supremo de Justicia desconociera a la Constitución de 1999 e inhabilitara el poder legislativo. Luego de haber perdido las elecciones en la Asamblea Nacional en el 2015 y ahora sin la sumisión de la Fiscal General de la República, el Gobierno cuenta con dos brazos: la fuerza bruta y represiva de la Fuerza Armada de la Revolución, y la construcción de una pseudolegalidad que se está llevando a cabo a través del Tribunal Supremo de Justicia y la actual Asamblea Nacional Constituyente. El panorama es muy preocupante.
¿Complicidad y silencio de la izquierda latinoamericana?
Es triste tener que reconocer que gran parte de la izquierda latinoamericana sigue apoyando al gobierno de Maduro. En Venezuela hay hambre y la gente se muere por falta de medicinas. Quien no tiene hoy los medios para conseguir pastillas de hipertensión, por decir algo común, sabe que morirá de un infarto en breve tiempo porque no hay este tipo de medicinas. Hace unos meses el gobierno no permitió el ingreso de una donación importante que hizo Caritas. Hoy vivimos algo que era inconcebible en Venezuela antes de Chávez: una pobreza que supera el 70% y casi 30.000 muertos por año. Esto en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.
Para entender esto nos podemos referir a dos posturas de la izquierda sobre el caso venezolano. La que representa el ideólogo cubano Borón quien sostiene que el conflicto venezolano tiene su origen en la agresión imperialista de Estados Unidos y “si una fuerza social declara una guerra contra el gobierno se requiere de éste una respuesta militar”. Otra postura es la que representa el sociólogo venezolano Edgardo Lander quien reconoce que hay un cierre de vías institucionales para resolver el conflicto, porque el gobierno desconoce a la Asamblea Nacional, no ha permitido el mandato constitucional de cambiar los rectores del Consejo Nacional Electoral, ha cancelado el referéndum revocatorio y pospuso todas las elecciones. Para Lander, “estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. Se utilizan todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder”. Esta es la posición de la Fiscal Luisa Ortega Díaz y de una buena parte del chavismo no castrista que se le opone a Maduro y que debe ser integrado en cualquier proceso de transición.
¿Es posible una salida negociada de la crisis?
No estamos ante una mera crisis coyuntural. Estamos ante un modelo ideológico y dictatorial que se quiere imponer a toda una población que lo adversa. A partir de 2004 comienzan los viajes de las promociones de Estado Mayor a Cuba para estudiar el modelo político del gobierno perpetuo cubano. Comienza en Venezuela la narrativa del enemigo interno, el ideal continental de las luchas populares, el discurso anti-imperialista y la justificación del control total del Estado con tal de mantener en el poder a la revolución bolivariana. Estos son los militares que ocupan hoy los altos mandos y proclaman públicamente: “patria, socialismo o muerte” ¿Es posible cambiar esto?
No habrá mediación exitosa en Venezuela si no se incorpora el diálogo con los militares, pues son ellos quienes realmente gobiernan. Ante este panorama es importante que la oposición haga público un plan de gobierno transitorio y muestre el rostro de quién encarnaría una presidencia transitoria. Más del 80% del país rechaza la propuesta socialista cubana, pero es imposible pretender que un proyecto político alternativo ponga de lado a los militares en Venezuela. No habrá salida viable sin negociar con el chavismo menos ideológico y no cubano, que no está en el gobierno actualmente, y sin los militares. Tristemente es así.
¿Cómo se la ve una eventual intervención papal? ¿hay fuerzas políticas, del lado del chavismo e/o madurismo que tomarían este camino?
El Papa siempre ha sido coherente y ha actuado en comunión con las instancias eclesiásticas venezolanas. De hecho, en su reunión del pasado mes de junio con la presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana, manifestó su total adhesión a la posición que han asumido los obispos frente a Maduro. Sin embargo, ha habido un intento soez por parte del oficialismo para desprestigiarlo y tratar de dividir a la oposición al hablar de un Papa de izquierda y unos obispos de derecha. En mayo, el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolín, quien fue Nuncio en Venezuela, había dicho que “se necesita mucha buena voluntad, empezando por el gobierno, que debe dar señales de que desea resolver la crisis y tener en cuenta el clamor del pueblo”.
La posición más reciente la encontramos este pasado 4 de agosto, cuando el Papa envió un comunicado a través de la Secretaría de Estado diciendo que: “la Santa Sede pide a todos los actores políticos, y en particular al Gobierno, que se asegure el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, como también de la vigente Constitución; se eviten o se suspendan las iniciativas en curso como la nueva Constituyente que, más que favorecer la reconciliación y la paz, fomentan un clima de tensión y enfrentamiento e hipotecan el futuro; se creen las condiciones para una solución negociada de acuerdo con las indicaciones expresadas en la carta de la Secretaría de Estado del 1 de diciembre de 2016, teniendo en cuenta el grave sufrimiento del pueblo a causa de las dificultades para obtener alimentos y medicamentos, y por la falta de seguridad”.
Estas condiciones a las que se refiere el comunicado son las que el Vaticano había exigido en diciembre: «elecciones, restitución de la Asamblea, apertura del canal humanitario y liberación de los presos políticos». La exigencia de estas condiciones llevó a que el gobierno terminara el proceso de diálogo y negociación. Ha sido imposible que el sector radical y pro castrista del chavismo, que es el que gobierna actualmente, se abra a un proceso sincero de diálogo sobre estos puntos. Sólo el chavismo menos ideológico y ajeno a Cuba, representado por la fiscal Luisa Ortega Díaz y el ex ministro Miguel Rodríguez Torres, pudiera estar abierto a un diálogo sincero para restablecer la Constitución de 1999, que es defendida también por la oposición.
¿Quién tiene la autoridad y la fuerza para detener una escalada hacia la imposición de una dictadura que aplasta toda forma de oposición? ¿hay alguien?
Con el plebiscito del pasado 16 de Julio quedó claro que más del 80% del país quiere un cambio. Ese día se demostró la capacidad que tiene el pueblo venezolano, sin ningún aparato estatal, para organizarse y llevar a cabo una consulta popular a nivel nacional. El pueblo mismo se organizó y se expresó sin la ayuda del Estado. Esto es algo extraordinario. Unas 7,6 millones de personas manifestaron el regreso a la democracia. Ahora bien, no todos pudieron votar porque en un contexto donde la mayoría está pasando hambre y muriendo por falta de medicinas, hay una dependencia de esa mayoría pobre de las bolsas de comida que da el gobierno (Clap) y una amenaza real de los colectivos armados del gobierno sobre los sectores populares que hace imposible que se pueda manifestar abiertamente en esas zonas porque la amenaza es de muerte. La gente tiene hambre y miedo. Miedo de que la mate un colectivo por manifestarse en contra del gobierno, miedo a no recibir comida, miedo a perder el trabajo. Miedo a ser encarcelado y torturado, como está sucediendo a diario en lugares como la tumba y el helicoide, entre otros, donde opera el servicio bolivariano de inteligencia militar. Recordemos que hoy en día no se enjuicia a la disidencia venezolana en tribunales civiles, sino en militares, y las condenas son “traición a la patria”, que es lo mismo que “traición a la revolución”. Otro elemento que es copia fiel del régimen castrista.
¿Cuales son las posiciones dentro de la Iglesia?
La posición de todas las instancias que hacen vida en la Iglesia venezolana están en plena sintonía. No hay fisuras. El 31 de marzo pasado, día en que se realizó el autogolpe del gobierno, la Conferencia Episcopal Venezolana denunció que para el gobierno «todo gira en torno a lo político, entendido como conquista del poder, olvidando las necesidades reales de la gente» e instó a que «no se puede permanecer pasivos, acobardados ni desesperanzados. Tenemos que defender nuestros derechos y los derechos de los demás. Es hora de preguntarse muy seria y responsablemente si no son válidas y oportunas, por ejemplo, la desobediencia civil, las manifestaciones pacíficas, los justos reclamos a los poderes públicos nacionales y/o internacionales y las protestas cívicas». A esto se le sumó la voz de la Conferencia de Religiosos y Religiosas de Venezuela, el 4 de abril, reconociendo «la falta de autonomía entre los cinco poderes públicos: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Electoral y Ciudadano», y subrayó «la indolencia del gobierno nacional ante la situación crítica que vive nuestro pueblo, demostrando una vez más que solo le interesa la lucha por mantenerse en el poder» en un contexto de «inminente dictadura».
Tres días más tarde, el 7 de abril, la Compañía de Jesús en Venezuela, a través de la revista SIC del Centro Gumilla, que representa a la teología de la liberación en Venezuela, hizo pública su posición oficial: «nos enfrentamos a una dictadura como ciudadanos y como cristianos», la cual se consuma con «las decisiones asumidas por el Tribunal Supremo de Justicia en Sala Constitucional de fecha 28 y 29 de marzo que suponen un claro golpe de Estado y un desenmascaramiento definitivo del gobierno como una dictadura». Hoy en día, luego del fraude electoral que llevó a la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente el pasado 4 de agosto, el jesuita José Virtuoso, Rector de la Universidad Católica, se refirió a esta Asamblea fraudulenta como la “constitucionalización de una dictadura militar socialista, como lo ha dicho la Conferencia Episcopal. Vamos a tener una transformación de la Constitución y ese cambio es para consolidar a un régimen autoritario, muy centralizado en la figura del Presidente, con poderes omnímodos sobre el Estado y desde el Estado a la sociedad. Y yo creo que las sociedades no tienen salida con un modelo de ese tipo. Esta sociedad que ha luchado en contra de ese modelo va a seguir en rebeldía”. En fin, como ha dicho el teólogo de la liberación Pedro Trigo SJ, hemos vivido de Chávez a Maduro el paso del totalitarismo a la dictadura. Los invito a leer su artículo que lleva ese mismo título. En conclusión, la posición de la Iglesia, tanto local como universal ha sido en realidad sumamente coherente.
¿Habrá salida electoral?
La elección de los nuevos constituyentistas se realizó por la vía sectorial y comunal, y no por medio del sufragio universal directo y secreto. Se siguió el modelo electoral cubano que no admite disidencia y en el que los representantes de los sectores del país están agrupados en organizaciones gubernamentales y son miembros del partido único. No existe el pueblo sin el filtro político del partido único. Este es el modelo que Maduro usó para la Asamblea Nacional Constituyente, pues como decíamos anteriormente, al no contar con el carisma del caudillo, ni con el dinero del petróleo, sólo le queda el sostén militar y el fraude electoral. Esta segunda vía es la que usó para la elección sectorial de los constituyentistas. De hecho, la empresa Smartmatic, proveedora de la tecnología que se usa en el Consejo Electoral Nacional, confirmó al día siguiente de las elecciones que hubo manipulación de la data por parte del ente. Este hecho no sólo pone en cuestionamiento la actual elección, sino todo el sistema electoral venezolano desde que Chávez comenzó a implementar el sistema automatizado de votación.
A esto debemos agregar que la mayoría de los partidos opositores se encuentran actualmente “ilegalizados” por decisión del Tribunal Supremo de Justicia y los líderes principales de la oposición se encuentran inhabilitados, detenidos o exiliados. Para ser honestos, haría falta una reforma integral del sistema electoral venezolano si queremos elecciones libres y transparentes. Al menos comenzar por el nombramiento de rectores que sean independientes y que permitan los procesos de auditoría correspondientes. El problema es que estamos en medio de un gran dilema. Si la oposición inscribe a sus candidatos para una elección, entonces, con toda seguridad la Constituyente suspenderá esa elección, porque Maduro tiene un rechazo de más del 80% del país. Pero si la oposición decide no participar, entonces tolerará las elecciones con la seguridad de que sus candidatos ganarán al no tener oposición alguna.
La actual Asamblea Nacional Constituyente, instalada el pasado viernes, se ha autodenominado “supraconstitucional” y por un período de “dos años” ella podrá decidir si hay o no elecciones, si anula o no a los otros poderes públicos vigentes, si modifica leyes vigentes y todo lo relativo al gobierno y el destino del país. De hecho, su primera medida fue destituir de su cargo a la Fiscal Luis Ortega Díaz por considerarla traidora a la patria al haber denunciado la ruptura del orden constitucional. Este panorama hace que la facilitación del Vaticano, como entidad neutra, sea de las pocas instancias internacionales que pueden contribuir a mover a la comunidad internacional para que presione al chavismo ideológico castrista a realizar algún tipo de negociación. Al menos puede jugar un rol importante desde el punto de vista de la comunidad internacional, más que al interno del país. La oposición no tiene armas ni ejércitos, ni fuerzas paramilitares. La salida a esta crisis ya comienza a verse por la vía de la implosión social y política, pero esto sólo llevará a una continua rebelión popular que profundice la anarquía hasta que el gobierno fallezca por agonía. Por ello, el camino menos traumático es el de un acuerdo para la transición que incorpore a las fuerzas del chavismo político no castrista, a los militares —garantes de la Constitución de 1999—, y a la oposición democrática. Toda otra vía no sólo no será viable, sino que correrá con el riesgo de generar más violencia y anarquía, y en pocos años tendremos al chavismo radical de nuevo en el poder.
Publicado en: www.reflexionyliberacion.cl