El juego satánico que nos enreda
Saldrá a seducir a las naciones de los cuatro extremos de la tierra (Ap 20,8)
Satanás es toda una referencia, un símbolo, un hacer, que en la antigua tradición, parece moverse por envidia. En una de las interpretaciones más frecuentes, desprecia al ser humano como un error de Dios. Y “ataca a Dios” -por así decirlo- atacando al hombre. Sus armas habituales, dicen, son sobre todo:
- la mentira, construida con medias verdades
- la maledicencia, el hablar mal y todo lo que lleve a la desconsideración del otro
Por eso se le llama “el padre de la mentira” y también “el acusador”.
Todos los tiempos tienen sus dificultades, pero no hay duda de que hoy estamos en tiempos particularmente “recios” que diría la santa de Ávila. No sólo por los desafíos de naturaleza y geoestrategia, sino también por la fuerte polarización de las sociedades occidentales, promovida por políticos irresponsables y medios digitales que juegan como niños con fuego, con los “big-data” (especialmente youtube), lo que es seguido fiel y fácilmente por nuestros más bajos instintos, reduciendo al mínimo la capacidad de diálogo y el sentido de la verdad, incluso de la realidad.
Sorprende hasta qué punto los problemas que hay que afrontar quedan en el aire porque todo es simplificación y descalificación.
Hasta lo evidente pierde fuerza porque la sospecha es más importante que lo constatable.
Una humanidad responsable de graves daños a la creación, dividida, cada vez más tensionada, con intentos de colonización-imposición cultural carentes de todo soporte científico, con las correspondientes reacciones paranoides igualmente insostenibles, ambos extremos alimentados por diversos intereses económicos, tiranos promoviendo una auténtica guerra mundial (en dosis cada vez menos pequeñas)… y con pensadores anunciando el apocalipsis (por otra parte razonable) del desfase entre la tecnología y la ética.
Ver cómo se camina aparentemente hacia el abismo, donde la escasa y débil palabra de líderes cristianos se ve fatalmente dañada por graves antitestimonios… nos llevaría a preguntarnos con mucha gente si no es cierto que sobra el hombre en la tierra porque es tóxico.
Argumentos, ciertamente, no faltan.
Y todo esto es justamente lo satánico: “Dios, te equivocaste apostando por el hombre, es un inútil, te lo dije, un error en la creación que lo mejor es que desaparezca”. Es un discurso creciente.
Esto ignora la realidad de muchas personas, quizás mayoría, que saben amar y entregarse. De muchos otros, menos ciertamente, que dan sus vidas a quienes más lo necesitan, que luchan frente a la desesperanza, que iluminan la noche. Y de pueblos y culturas que aún no han caído en la estupidez de la polarización y la miran -los que la miran- como un extraño espectáculo, un insensato devenir que, encima, podría afectarles.
Pero, sobre todo, ignora que Dios sí conoce al hombre creado y amado por Él, y que dio una respuesta única: hacerse un “sindiós” en el grito de la cruz.
Son tiempos en que parece que el hombre ha sido abandonado de Dios (aunque yo creo que es el hombre el que no sólo ha abandonado a Dios, sino a sí mismo, a su propia humanidad). Quizás es una noche oscura colectiva, como algunos señalan, que nos toca pasar hasta que se supere.
Pero estas noches no se superan esperando el sol, sino asumiendo la oscuridad y encendiendo luces, a pesar de los desgarros que hay… y los que vendrán.
No entremos en el juego de Satanás, es decir, del mentiroso y maldicente. Dios ha amado tanto al hombre porque sabe la grandeza que en él hay, y ha dado su vida en la cruz, asumiendo la terrible bajeza que en él puede darse, precisamente para que su vida pueda ser la del hijo.
No escuchemos las voces “satánicas” pues, sino que caminemos con la mirada puesta en el amor de Dios al hombre y con la fe que esto supone. Es un gran desafío… “et presura gentium prae confusione sonitus maris”.