Creyentes de todo el mundo, cada Semana Santa contemplan la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, Rey de reyes, Señor de señores.

Siendo esta la más solemne de la iglesia cristiana, abarca todo lo que conlleva el paso de Jesús en la tierra, dejando a cada persona creyente una estación para meditar, para reflexionar a plenitud.

El pecado tiene su significado y aunque se le ha otorgado una definición, en múltiples textos ha sido tergiversado; abriendo puertas oscuras a la humanidad, dónde muchas  personas cometen actos macabros y sumamente violentos en el nombre Sagrado de Dios, y esto es un grave error; no se puede señalar como pecado solamente lo que algunas o algunos consideran, debido a que esto lleva a una nueva y grotesca crucifixión.

Los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20):

Relatan que Jesús celebró la "Última Cena" con sus discípulos como cena pascual. Donde se ofrecieron panes sin levadura,dos copas de vino y se otorgaron bendiciones, no obstante el nuevo significado que Jesús da a la comida es anunciar su propia muerte, ya no para conmemorar la salida de Egipto, sino para conmemorar la muerte del Señor como un Sacrificio pascual. Esta idea se desarrolla más en el Evangelio de Juan, presentando a Jesús como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo".

Esto lleva a juzgar a priori a los y las demás y este acto lo aborrece Dios, pues multitudes creen poseer la verdad y señalar a otras personas bien sea por su raza, condición económica u orientación sexual, esto no es de cristianos o cristianas y tampoco es del agrado de Dios.

Cada abril es un nuevo inicio para la humanidad, el día de Pascua debería ser siempre esa aurora, que lleva a cada creyente a rememorar y encaminar su vida, sus pasos por la senda de la luz y la verdad.