#sentipensares LA PROVIDENCIA SIEMPRE VIENE DE DONDE MENOS SE ESPERA

LA PROVIDENCIA SIEMPRE VIENE DE DONDE MENOS SE ESPERA
LA PROVIDENCIA SIEMPRE VIENE DE DONDE MENOS SE ESPERA

El señor Manuel y yo trabajamos por cinco años en el mismo lugar. Hasta la fecha sigue siendo el conserje del edificio. Ahora está en los inicios de su séptima década, y aunque tenemos unos ocho años de tratarnos, empezamos nuestra amistad hace más o menos seis años. Como todo proceso los dos hemos cooperado para que este afecto se fortalezca cada vez más.

Sigue diciéndome señora Martha y yo a él, señor Manuel, y nos hablamos de usted. Es de las poquísimas personas a las cuales me dirijo de usted, porque desde hace 38 años, por lo común con la mayoría me comunico de tú a tú.

Es un señor nacido en tierra cálida, que proviene de una familia campesina muy humilde y numerosa. Salió de su casa cuando apenas era un adolescente, me ha contado que la vida era muy dura para los de su condición tan necesitada y que el ambiente insano familiar y los castigos corporales y emocionales  a los que se vio sometido tanto en casa como en la escuela, lo llevaron a emigrar.

Tenía tan solo 17 años y empezó a enfrentarse al mundo como pudo. Trabajo de varias cosas, como aprendiz de panadero, albañil por muchos años y desde hace unos diez años en la conserjería, entre muchas actividades más.

Es un señor trabajador, bien hecho, creativo, ingenioso, leal y honesto; aunque también puede ser tan obstinado que ha contribuido a que algunas de mis canas sean provocadas por él.

En su juventud estuvo a punto de morir por acciones en contra de su salud, que lo llevaron durante años a tocar fondo, pero su capacidad de resiliencia ante la adversidad y su convencimiento de que un Ser superior tenía algo para él, lo ayudó a emerger de ese mar embravecido en que estuvo.

El trato cotidiano en el lugar laboral, nos fue acercando. Ha sido desde que empecé a charlar con él, un hombre con un grado de inteligencia natural, que muchas veces me ha asombrado.

Puedo decir que con casi tres décadas ejerciendo como Guía Montessori, y certificando que todo ser humano posee una capacidad de inteligencia, unos más, otros menos, pues él trasluce una notoria. Entendiendo que no es lo mismo inteligencia que cultura. Así que cuando podemos charlamos de forma amena.

Hace un poco más de seis años, tuve un accidente muy drástico. Moverme era una tortura, pues me sentía abrazada por el dolor, por lo que tuve que ausentarme del trabajo por tres meses, tiempo en que él me traía a la casa los documentos necesarios para que pudiera ir sacando lo elemental. Fueron meses muy críticos para mí, y de una forma callada, simplemente me ayudó.

No sé cuando apareció su afición por la lectura, y como yo la ejerzo también, pues eso contribuyó a comunicarnos más.

Llegó un momento en que su salud estuvo muy quebrantada y entonces lo acompañé en sus procedimientos de todo tipo para que se restableciera.

Podría contar de decenas de testimonios de la presencia de Dios a lo largo de nuestra amistad, hoy quiero compartir tan solo uno muy significativo para los dos.

Una de esas veces en que estábamos en el hospital haciendo trámites para consultas médicas, casi a la salida había varias voluntarias vendiendo libros usados a precios muy módicos. Así que fue parada obligada porque ante ese montón de quien sabe qué cosas maravillosas por leer había, nos detuvimos. Lo animé a que escogiera un libro, mientras yo iba juntando un montoncito. Uno me pareció muy apropiado para él, porque por esos meses estaba desesperado por tantas consultas médicas, acciones a las que no estaba acostumbrado y menos creía que las necesitaba. Pero su cuerpo al ir envejeciendo le demandaba atenciones prioritarias.

No recuerdo el libro que escogí para él, y otro que él seleccionó. Ese fue el inicio de nuestra amistad como lectores. Ahora cinco años después, él trabaja eventualmente en mi casa, haciendo todo tipo de arreglos y composturas. Desde sembrar nuevas plantas, ponerles cercas para que vayan creciendo bien, pintar por aquí y por allá, reparar mil detalles que se necesitan en una casa, en fin como es un trabajador, bien hecho, detallista y creativo, pues es una bendición.

Los dos somos viejos ahora, aunque él me lleva años. Un día se quedó viendo con detenimiento el librero y me di cuenta de su interés. Por lo que me acerqué y le pregunté —Qué libro le llamó la atención. Contestó —El de este hombre que no tiene brazos ni piernas. Era el de Nicholas James Vujicic predicador y orador motivacional australiano, nacido en 1982. Ese libro me había sido regalado por alguien querido, sabía que era un testimonio de alguien muy especial que a cada instante de su vida vence retos. Así que se lo presté indicándole que lo cuidara y esperaba cuando terminara me lo devolviera. Ese fue el inició de intercambios que leía, luego comentábamos con avidez lo que le había llamado la atención. Al paso del tiempo y con sus observaciones lógicas, inteligentes y certeras, fui constatando su gran capacidad innata. También le empezó a interesar el tema bíblico, y pues entonces pasó a leer el libro de María Magdalena, Santa Margarita María Alacoque, Santa Juana, La cabaña, el Mártir del Gólgota, la Biblia especialmente los salmos. Cada vez que nos vemos, comparte palabras y razonamientos asombrosos, él es una de las formas cotidianas en que Dios, madre/padre amoroso me habla. El señor Manuel tiene la primaria incompleta.

Hace unos meses llegó emocionadísimo y eso que es muy parco en sus comentarios y más en sus expresiones emocionales, diciéndome que había encontrado un libro tan interesante que le estaba enseñando mucho. Cuando me dijo el nombre, casi me quedo muda, El pobre de Nazaret de Ignacio Larrañaga, comentamos algunas cosas, siempre nos hace falta tiempo para todo lo que necesitamos charlar, porque además, tiene una disminución auditiva severa, pero hace unos razonamientos tan interesantes que una vez más siento y pienso, este es un mensajero del Señor, ¡qué bárbaro! Y completó, el libro me costó 20 pesos, y se lo compré a uno que vendía libros usados. Cuando en una ocasión trajo su libro, parecía como si estuviera cuarteado de tan viejo. Pero él lo sostenía como si fuera un tesoro.

Así que el tema del libro ha sido por varios meses, y ayer me dijo que lo lee y lo relee para entender mejor. Además que quería comprar otro libro que se llama Muéstrame tu rostro, del mismo autor. Tomó entonces el libro y me dijo con certeza, está nombrado en las últimas páginas, así era en efecto.

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 En lo que él pintaba me fui a mi librero a buscarlo, y no lo vi. Recordaba que mi Mam que tiene ya casi quince años de que regresó a la casa de la Madre/Padre amorosa, le gustaba mucho leer a Larrañaga y pues yo me había quedado con algunos de sus libros de varios temas. Así que me puse a buscar en internet cuánto costaba y los había entre más de 500 pesos hasta uno de casi 200. Pensé en comprárselo, pero pensé y me dije, échale otra buscadita en el librero. ¡Ahí estaba y además en la primera hoja tenía el nombre de mamá y la fecha en la que lo adquirió! Cuando se lo dije se puso muy contento, serio, pero contento.

Primero pensé en prestárselo, después pensé, a mi mamá le hubiera dado mucho gusto saber que otra persona leyera con tanta alegría de estos temas que nos acercan a su Jesús amado, como ella nombraba al Señor, y Mam que tanto protegió a los necesitados, con mayor razón se sentiría feliz. Entonces se lo regalé.

¡Reflexioné en como los actos buenos de una persona pueden beneficiar a otra sin conocerla. Para gloria de Dios!

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