#sentipensares2025 SEGUIR LA VOZ… ¿CUÁL VOZ?

SEGUIR LA VOZ… ¿CUÁL VOZ?
SEGUIR LA VOZ… ¿CUÁL VOZ?

Jn 10,1-10

“Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conoce  la voz de los extraños”

Para la comunidad del cuarto evangelio, Jesús, es pensamiento y palabra de Dios que habita entre nosotros; sabiduría que enseña a vivir a quien lo escuche, Él es Dios mismo, el Yo soy. A diferencia de los otros evangelios donde el acento está en la presentación e instauración del reino de Dios.

Las particularidades de esta comunidad pospascual son contraste para las otras comunidades seguidoras de Jesús (tradición apostólica paulina y petrina). Su carácter universal que se manifiesta en la apertura a propios y extraños (cf. Jn 4,1-45; 12,20-23); se consideran una comunidad de iguales, todos son discípulos, y todos gozan de derechos. No hay “unos más iguales que otros”, la autoridad y poder se valida por el testimonio de vida que se manifiesta en la vinculación y experiencia en el amor a Jesús y a los hermanos; que además, no es por la condición de apóstol, ni por título, ni cargo, ni función que desempeñe sino por la sujeción consciente al Espíritu Santo, el verdadero maestro que enseña (cf. Jn 14,16; 14,26; 16,13). Y por la vivencia comunitaria que se funda en la palabra y que exige en consecuencia fidelidad y radicalidad (Jn 15).

Lo otro, que la hace distinta es la posición de la mujer, pues, se reconoce su lugar en la historia, en la teología y en los valores de la comunidad. Su visibilización y papel dentro de ella, está integrada a lo que es principal: ser discípula[1]. Es por tanto, que desde la condición de mujer y discípula, es llamada a recibir y transmitir la tradición de Jesús (cf. Jn 20, 16-18), ella está al nivel de “los doce” en dignidad y gobierno pero en una estructura de sentido y organización diferente a “los doce”. Se reconoce su liderazgo y autonomía, tanto así, que puede ejercer funciones que en otras comunidades solo eran otorgadas a “personas ordenadas” y varones.[2] Lo que hace pensar, que la comunidad subvierte el sistema patriarcal de la época, al restablecer en la mujer su valía, sus derechos y libertad, su dignidad de hermana, discípula e hija amada de Dios Padre.

Queda preguntarse, ¿cuál fue el proceso interno en las mujeres y los varones de la comunidad para hacer posible esta realidad?

En este contexto histórico–teológico, la figura del pastor y la oveja, no responde a un estatus o categorías jerárquicas dentro de la comunidad, ni al requerimiento de ser varón para prestar un servicio en particular; ni de subordinación alguna, menos, a obediencias ciegas. Sino, a la manera como se han de relacionar los discípulos y discípulas al interior de la comunidad, teniendo como principio y criterio el amor según la justicia de Dios.

En este sentido, el Espíritu del Resucitado que puede habitar tanto en hombres como en mujeres, es quien con su presencia garantiza que el discípulo o discípula pueda ser como el pastor, un servidor o servidora de la comunidad por su testimonio. Esa es la invitación y misión, ser como Jesús al servicio del cuidado de la vida de todos, sin excepciones. No al servicio de un poder patriarcal, hegemónico y legalista. Y aunque suena fuerte no es excesivo, menos, ofensivo. Más bien una afirmación consciente porque si la igualdad es un tema de afectos también es un tema de derechos.

A la par, la figura de la oveja necesita ser  reivindicada, no es tonta como se ha hecho creer. Ella conoce la voz de su pastor y huye de las voces extrañas. Y ese “huir” es fuerza interior que da la lucidez crítica, la libertad y la decisión, por eso se niega a obedecer. Más, su escucha y seguimiento, su docilidad y confianza en el Espíritu que la guía y acompaña, es lo que le da la seguridad de que no perderá la vida.

Las ovejas ofrecen las claves de cómo se dispone el corazón y la vida para ser parte del redil de Jesús. Ser y hacer como el pastor y como las ovejas es desoír  esas voces extrañas que buscan “robar”, “matar” y “destruir” la misión de la comunidad discipular, que está en curar y liberar la vida toda.

Y para nosotras mujeres, pastoras, ovejas y amadas de Jesús, la reivindicación llega al echar abajo todo aquello que nos ningunea y arrincona. Estamos llamadas a desobedecer las voces de aquellos y aquellas que sin el Espíritu del Resucitado siguen sometiendo la vida, consciente o inconscientemente en sus rediles con sus homilías, predicaciones, enseñanzas, oraciones y consejerías.

Pues por mucho tiempo nos hicieron creer…

… que teníamos una deuda por el pecado y caída de una mujer, llamada Eva; y que la manera de resarcir era someternos al esposo y a los hijos. Nos hicieron responsables de su salvación y, el coste fue negarnos a sí mismas. Quedamos sin palabra, sin nombre, sin rostro.

… que debíamos apártanos de las Marías Magdalenas, por su dudosa reputación y moral. Y para limpiar y redimir su nombre de la ignominia de una Iglesia que condena, han tenido que pasar dos mil años para reconocer que ella era libre, decidida, sabia y amada por Jesús, según los estudios recientes.

… que María, era el prototipo de la mujer ideal cristiana perfecta por su pureza, castidad, sumisión y silencio. Y con ello, nos deshumanizaron los padres conciliares, le pusieron a María y de paso a nosotras una mordaza para aceptar en nombre de Dios que nuestros cuerpos, sensualidad, sexualidad era motivo de pecado, entre otras cosas. “Nos castraron!”

… que las mujeres debíamos cubrir nuestras cabezas y callar en la asamblea; y terminamos cuidando los niños, arreglando ornamentos y altares. No nos dejaron ocupar nuestro lugar y liderazgo dentro de la Iglesia. Pues la enseñanza y sabiduría de Dios era cosa de varones.

… Nos dijeron que todo eso le agradaba a Dios, y así, doblegaron nuestras voluntades  sometieron nuestras almas.

Huir, apartarnos y correr por nuestras vidas es negarnos a aceptar afirmaciones, mandatos y prácticas que roba, mata y destruye nuestra salud y felicidad. Y aunque el relato no habla del color de las ovejas, estoy por creer que era un redil en su mayoría de “ovejas negras”… libres, sabias y amadas por Jesús.

Norma Liliana Sarmiento Romero

Biblista Popular para Abya Yala

Bogotá, Colombia

Febrero 2025

[1] Raymond Brown, La Comunidad del Discípulo Amado.

[2] Pablo Richard, “Claves para una re-lectura histórica y liberadora”, La Tradición del Discípulo Amado Cuarto Evangelio y las Cartas de Juan, RIBLA n°17.

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