Principio ignaciano poco usado: Salvar la proposición del prójimo
Ignacio de Loyola sufrió mucho porque sus opiniones fueron tomadas de mala manera. Cuando todavía era el joven Iñigo recién convertido, al intentar trasmitir a otros sus inquietudes espirituales, tropezó pronto en Alcalá y Salamanca con la intransigencia de los que descalificaban sin más tanto a él como a sus opiniones por no tener él aún estudios de teología. Repetidamente fue acusado y hasta llevado a prisión porque se desconfiaba de las conversaciones que establecía con otros estudiantes de estas Universidades para trasmitirles la experiencia espiritual que había tenido en el año largo pasado en Manresa, tras la herida en Pamplona y la larga convalecencia en Loyola.
Una primera reacción del joven Iñigo fue el empeño tenaz de llevar las denuncias contra él hasta el final, para dejar clara su inocencia doctrinal y para mantener del todo limpia su recién comenzada hoja de servicios apostólica. Decide además ir a estudiar la teología a París, la universidad que entonces tenía mejor prestigio en el mundo. Y cuando comenzaron a hacerse las primeras ediciones de los Ejercicios Espirituales, colocó en su comienzo, inmediatamente después del título, un breve presupuesto -en el inicial castellano antiguo, prosupuesto-, que recomendaba el estar más dispuesto a salvar la proposición del prójimo que a condenarla. El gran comentarista de Ignacio y de los Ejercicios, P. Calveras, explica la inclusión de este Presupuesto en el libro porque en sus primeros sitios de estudio se comenzó a atacar el libro y por causa del libro se se levantó la persecución contra su autor. Ignacio sabía muy bien lo que quería decir cuando recomendaba, tanto al que da los ejercicios espirituales como al que los recibe, mantener una postura abierta para acoger bien las opiniones ajenas.
Causa dolor comprobar que unos principios tan sanos sean tan poco usados. La contumaz incomprensión política, de la que hablé aquí mismo hace pocos días, ha desembocado ya en una nuevas elecciones, cuyos resultados dicen los expertos que se espera van a ser muy similares a las que ahora han fracaso en su objetivo de formar gobierno. Ojalá se abra camino en el futuro esta otra conducta de salvar la proposición del prójimo, de abrirse a las opiniones y a las personas de los demás, de no excluir inicialmente a nadie, de concebir que el que descarto también tiene derecho a opinar y a ser escuchado, de aceptar el hablar con todos y con todos estar dispuestos a llega a razonables acuerdos. La recomendación ignaciana del comienzo del libro de los Ejercicios merecería ser grabada a fuego en los futuros portafolios oficiales que, tras las futura elecciones, entreguen a los nuevos políticos y diputados. Antes y después de las nuevas elecciones, contar con este principio ignaciano vendría muy bien a todos.