Romería del Rocío, honda religiosidad en una manifestación global de Andalucía

Antes de que se olvide el Rocío 2015, quiero comunicar las impresiones que este año he recibido durante mi participación en la romería.

El comentario más superficial ve en el Rocío sólamente un evento folclórico. Estoy convencido que el Rocío es la manifestación más completa del alma andaluza, del ser de Andalucía. En este sentido, el Rocío es un fenómeno serio y una manifestación muy importante de lo que es esta tierra. Se reúnen, en efecto, en el Rocío los principales componentes de lo que es Andalucía.

Se desarrolla el Rocío en medio de uno de los paisajes más representativos de Andalucía: coto Doñana y las marismas del Gudalquivir, pinares y amplías extensiones de monte bajo, dunas y playas oceánicas, caminos arenosos y raya real del todo singular: a la vera de todo este enclave típicamente andaluz se asienta la aldea del Rocío. El clima que se disfruta en el Rocío es el más representativo de las amplias costas del Guadalquivir -¡el gran señor de estas tierras!- que es la Andalucía Baja: este año ha refrescado en las madrugadas, pero ha dominado un cielo entoldado que ni daba frío ni hacía sentir el calor. Los que hacen el camino hacia la aldea toman contacto directo con la flora (romero y tomillo, aulagas y lentiscales, pinares de todas clases,...) y con la fauna más exclusivamente andaluza (venados, jabalíes y si hay suerte algún lince, los flamencos y las aves más diversas de la Laguna Santa Olalla y de las marismas, las lleguas salvajes...). Disfrutar de todo esto es zambullirse de pleno en el universo andaluz.

Acercarse al Rocío es aproximarse a la historia de Andalucía, pues la imagen se remonta a Alfonso X el Savio -los tamborileros ahora cantan sus cantingas-, san Fernando III y sus conquistas en la Reconquista -más allá de las leyendas- tiene probablemente mucho que ver con la estructura de la imagen, la época barroca y hasta la historia colonial arropan el surgimiento fuerte de la devoción rociera, los personajes más importantes de la historia reciente española han pasado alguna vez por el Rocío. El listado de las ya 116 Hermandades Filiales que hoy constituyen la familia rociera obliga a un repaso a fondo de la geografía andaluza. La literatura andaluza, además, conecta repetidamente con el Rocío, desde la evocación de las carretas del Rocío en su vuelta a Moguer hecha por nuestro Nobel Juan Ramón Jiménez en su Platero y yo hasta los títulos de autores menos consagrados pero también importantes como Pérez Lujín, Muñoz y Pabón, Villalón... Las letras de las sevillanas contienen notables elementos poéticos.

En el Rocío se pasa bien, sin duda. El baile más típicamente andaluz -la sevillana- tiene su epicentro en el Rocío: este año el ABC ha distribuido un bien cuidado folleto con un Sevillanero, muestrario de algunas de las bellas letras del repertorio de las sevillanas rocieras. Un amplísimo número del cante por sevillanas tiene efectivamente por tema los asuntos relacionados con el Rocío. Y dentro de lo que es más terrenal que la literatura o la música, la comida y la bebida de Andalucía está toda representada en el taperío que circula copiosamente por todas las casas del Rocío y en las comidas más formales que también se degustan en la aldea en los días rocieros, desde el rebujito al jamón, desde la manzanilla o el fino hasta el gazpacho o las croquetas de la tierra.

Es muy difícil definir en qué consiste el carácter de Andalucía, donde reside la idiosincrasia de este pueblo, pero sin duda que en la apertura de todas las puertas, en la alegría de compartir, en las invitaciones apenas se entra en cualquier casa, en las terrazas inundadas de coplas y muchas palmas, en la amabilidad con todo el que llega, en todo esto hay rasgos muy presentes en el Rocío y que sin duda forman parte de lo que ya Ortega y Gasset definió en su tiempo como componentes del alma andaluza.

Paisaje, clima, flora, fauna, historia, geografía, baile, cante, comida, bebida, carácter e idiosincrasia... Se podrían enumerar muchos más elementos, pero los apuntados bastan para justificar que en el Rocío se muestran los muy diversos componentes del ser de Andalucía.

Y de lo religioso, ¿qué? La enumeración hasta ahora hecha parece justificar el que se tome el Rocío como una simple manifestación folclórica. ¿Dónde queda la hondura del Rocío?¿Cuánto de religioso tiene el Rocío?, son las preguntas que más suelen hacer los que no conocen el Rocío. En general, estoy muy convencido que lo religioso también forma parte esencial del alma andaluza, que no es para Andalucía un postizo sobreañadido, y que en el Rocío se manifiesta tal vez mejor que en ningún sitio la religiosidad más genuina de esta tierra llamada Andalucía.

Por lo pronto es claro que el motivo religioso, la presencia de la Virgen del Rocío, es el elemento aglutinador de todos los diversos componentes más arriba enumerados. En el Rocío ya he dicho que se pasa bien y que mucha gente busca muy prioritariamente este aspecto gozoso, divertido, lúdico, del Rocío. Pero también es del todo cierto que, sin contar con la la Virgen del Rocío, todos los anteriores elementos se encontrarían planos y sin alma; y, lo que todavía resulta más evidente, es claro que todo el inmenso caserío que hoy es la aldea no se hubiese llegado a construir, que los varios miles de viviendas que ahora agrupa la aldea no existirían siquiera sin la fiesta y sin la devoción a la Virgen del Rocío.

Pero lo que cualquier observador atento puede detectar en el Rocío es que el elemento religioso no es un componente más del fenómeno rociero, sino que es un elemento que se vive con una gran hondura. He oído estos días decir que el actual Obispo de Huelva, don José Vilaplana, le recomienda a los amigos de otras tierras que vienen por primera vez al Rocío: "Poneos ante la verja que rodea el altar de la Virgen, y observad a la gente". La emoción que se detecta en presencia de la Virgen del Rocío desborda lo imaginable. Las lágrimas son muy frecuentes en los rostros de las personas que miran a la Virgen. La presencia ante el altar de la Virgen es además masiva, siempre llena la cercanía del altar de los que acuden a postrarse ante la Virgen. Y aunque esto es ya una valoración personal y sin constatación empírica, estoy convencido que toda la gente que acude a la aldea durante los días de la fiesta se acerca alguna vez -algunas veces, la mayoría- "a ver a la Virgen", como se suele decir, a pasar algunos momentos ante la reja que rodea a su altar rezando, o simplemente contemplando la imagen de la Virgen.

No diré por supuesto que todo el que se emociona ante la Virgen del Rocío practica una religiosidad ejemplar, ortodoxa, bien orientada y que vive su fe de forma adecuadamente evangélica. Es muy claro que cada cual vive su devoción rociera en relación al nivel de religiosidad que detenta en su vida ordinaria: el que es muy maduro en su fe religiosa, vive su contacto con la Virgen del Rocío de forma muy madura y ortodoxa; el que no tiene formación religiosa o cuenta incluso en su vida con circunstancias morales anómalas, no deja de emocionarse ante la Virgen -tal vez, algunas veces, lo haga incluso más intensamente que el religiosamente muy maduro-, sin que esto suponga llegar a tener una vida cristiana de acuerdo a todas las exigencias del Evangelio. La figura de la Virgen invita a la confianza, a la oración sincera, incluso a los que son menos religiosos o a los que por causas morales o ideológicas se encuentran alejados de la práctica eclesial. La Virgen, como madre, acoge a sus hijos aunque existan algunos elementos irregulares en sus vidas.

Toda la Romería gira en torno a los actos directamente religiosos, y alguno -la misa pontifical, en el Real- es litúrgicamente ejemplar. Pero el contacto personal con el Rocío suele tener una gran hondura, es muy sentido, siendo éste el elemento que diferencia a a esta devoción de otras prácticas religiosas más superficiales. La devoción rociera se encuentra dentro de lo que técnicamente se denomina religiosidad popular, un fenómeno sobre el que se ha escrito muchísimo sin que ahora resulte posible desarrollarlo ni siquiera mínimamente. Pero sí cabe constatar que el Rocío es el resumen más completo de la forma de ser de Andalucía y que, en esta forma de ser andaluza, el elemento religioso está fuertemente presente, con una hondura inusitada en otros emplazamientos. Por esto el Rocío es importante y merece ser observado siempre con mucha atención y con cariñoso detenimiento.

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