Situación actual: Inexistente y necesaria inteligencia espiritual
Hermanas mellizas, dice que son la Unidad y la Paz el jesuita muy conocido en el mundo sajón, Gerard H. Hughes, en un reciente libro titulado Grito de Admiración. Y los hermanos salen trillizos, si a la Unidad y la Paz se añade la Verdad. Tres caminos de acercamiento a las realidades complejas, que, si no se conjuntan, pueden resultar fuerzas dispares y divergentes.
Para conseguir la armonía y la conjunción entres estos tres miradas a la realidad, este experimentado autor inglés -Grito de Admiración es una especie de ambicioso libro de memorias, a los 82 años- explica que contribuye poderosamente el reciente descubrimiento de la inteligencia espiritual. El nivel personal que cada cual obtenga en el coeficiente espiritual es aún más importante que el coeficiente intelectual o incluso que el coeficiente emocional, para abrir caminos hacia la Unidad y la Paz, sin desatender la Verdad.
Para exponer su pensamiento, cita Hughes un libro inglés de hace pocos años de Danah Zohar y Iam Marshal, titulado Inteligencia espiritual, la última inteligencia (Editorial Bloomsbury, 2000). En este libro se coloca la capacidad para ser flexible, como el rasgo más característicos de la llamada inteligencia espiritual, y esta flexibilidad se describe como no vivir de acuerdo a un manual de instrucciones, como si se fuese una máquina lavaplatos. Para conseguir este nivel de flexibilidad, dicen estos autores que ayudan también la capacidad para afrontar y hacer un uso creativo de la contrariedad, y, como valores concomitantes y muy cercanos, la capacidad para enfrentar y superar el sufrimiento y la habilidad para ser inspirado por la visión y los valores.
Evidentemente, en el actual momento político español, no se está usando mucho la inteligencia espiritual. La valoración de Felipe González -en su entrevista de cuatro páginas, en EL PAÍS- resulta dolorosamente certera: tanto el PP como el PSOE han perdido las últimas elecciones, y ni Rajoy ni Sánchez han asumido estas derrotas y ambos están planteando sus actuaciones para llegar a formar gobierno como si las hubiesen ganado.
Un ejercicio mínimo de la capacidad para la flexibilidad conduciría a un cambio de chip, que en este caso no se ha producido de ninguna manera. Actuar con flexibilidad ante los resultados obtenidos equivaldría a no pretender formar gobierno sin contar con el otro y a cambiar todo lo que resulte necesario -incluso las personas- para conseguir una mejor fórmula de gobierno. Pero se está actuando con el uso sólo del coeficiente intelectual, de las formas previamente programadas en el manual de instrucciones de cada Partido; no haciendo uso de la inteligencia espiritual, sin capacidad de reacción ante la contrariedad y el sufrimiento de no haber visto convertidos en votos y escaños la proyección de los propios deseos.
Me voy a permitir una cita un poco larga del libro de Hughes que estoy comentando, porque traza una descripción luminosa de lo que aquí no ha pasado: El Coeficiente Espiritual ayuda a centrar la atención en nuestro básico deseo de unidad, un deseo que puede simultáneamente producirnos tormento y agrado, conduciéndonos a través de la oscuridad hasta una nueva forma de mirar la realidad en la que estamos sumergidos. Esta nueva forma de contemplar la realidad no nos sitúa como pequeñas unidades individuales, que luchan por su supervivencia en un mundo hostil, sino como participantes en una danza de la creación, en la que cada cual está indisolublemente unido al otro y en la que cada cual tiene un un único papel que representar, de forma que el otro está en mi y yo soy el otro.
La utopía queda muy bellamente descrita. Pero, en nuestro momento político actual y sea cual sea el futuro incierto que aún queda por delante, no se ha sabido trascender la contrariedad, ha seguido cada cual persiguiendo sólo sus propios intereses con los mismos manuales que hasta ahora se venían utilizando y, por ello, ni se ha arrancado de la Verdad, ni se ha buscado la Unidad, ni se ha conseguido la Paz. Ni gemelos, ni trillizos, sólo hermanos separados y muy enfrentados.