¿Se equivoca el pueblo?
La pregunta sobre si se equivoca el pueblo surge frecuentemente después de unas elecciones. Cuando los resultados de las elecciones coinciden con las propias opiniones, por supuesto, "el pueblo tiene razón". Pero cuando los resultados arrojados por unas elecciones contrarían los propios puntos de vista, entonces comienza a levantarse la duda sobre el parecer irrefutable del pueblo, se aventura la opinión de que "el pueblo se ha equivocado".
Las elecciones del pasado 24 de mayo han sorprendido a algunos y han contrariado a muchos. Y todos los que no se encuentran contentos con los resultados de las elecciones, muchos de los que desearían que los resultados obtenidos hubiesen sido distintos a los salidos de las urnas, inician un proceso que vas desde la duda hasta la condena de lo que "el pueblo ha hablado". El recuento de lo que los políticos están diciendo en estos días y la escucha de las opiniones vertidas en las conversaciones informales de los ciudadanos corrientes, ofrecen un amplio muestrario de este proceso desde la duda hasta la condena.
Rajoy ha criticado con virulencia que es anti-democrático prescindir de la victoria de la derecha, que es injusto olvidar los resultados numéricos que se han obtenido y que resultará muy peligroso para el país el enfrentamiento y el aislamiento que se le quiere hacer al PP en las negociaciones para el gobierno de los ayuntamientos y de las autonomías. Pero Sánchez, a su vez, tiene muy claro que el pueblo ha movido ficha hacia la izquierda y que el PSOE tiene derecho a liderar la unión de toda la izquierda, dejando así aislado y fuera de combate al PP.
¿Quién tiene la razón? Los dos tienen parte de razón, pero los dos ocultan la parte de la verdad que nos les interesa. La derecha oculta que su respaldo ha disminuido mucho, que el voto de la izquierda ha crecido efectivamente, y que ésta puede estar legitimada para aunar los resultados dispersos para conseguir ciertos objetivos. Pero la izquierda dice una verdad muy a medias cuando dice que ella ha ganado las elecciones, y actúa además muy dudosamente cuando condena al ostracismo a los que han obtenido mas votos.
La condena al ostracismo a los que el voto popular ha apoyado la practican de hecho, sin embargo, todos los partidos y es una conducta que levanta muchos interrogantes. Es más graso aislar y negarse al diálogo con los que han obtenido más votos de los ciudadanos, pero prácticamente todos coinciden en negarle el diálogo a la extrema izquierda de BILDU, que también ha obtenido respaldo popular, y la derecha pretende extender el rechazo a PODEMOS (y viceversa, por supuesto). Y los que se presentan como demócratas más puros, CIUDADANOS, tienen muy claro que no deben establecer diálogo con los nacionalistas catalanes. Según sus propias convicciones, todos le niegan el pan y la sal al enemigo que tienen en frente... y que sin embargo también ha salido positivamente apoyado desde las urnas.
¿Se equivoca el pueblo? ¿Se equivocan los políticos, al interpretar la voluntad del pueblo? El problema no es nada fácil. Aquí viene el recuerdo de que la democracia es sólo "el sistema menos imperfecto de todos los posibles", según el enunciado parece que de Churchill. Y acude también la memora de que grandes dictadores -Hitler, concretamente- han sido positivamente votados por las urnas, aunque también hay que recordar que ya en el poder muchos dictadores han manipulado la legislación anterior para perpetuarse indefinida y autárqicamente en el poder. Tomar el parecer popular como decisión adoptada de gobierno sirve más en los colectivos muy amplios -es mucho más dudoso sistema en los colectivos muy reducidos, como un colegio de pocas unidades o un monasterio de muy pocos miembros- y sirve más por supuesto cuando la sociedad que vota es culta y muy madura. No hay sistema de gobierno perfecto, desde luego. Pero sí hay claras imperfecciones en la forma de interpretar y usar la democracia, el menos imperfecto de todos los sistemas de gobierno. El comportamiento español en las presentes elecciones -en las generales próximas, el peligro es aún mayor- ofrece claros ejemplos de interpretaciones menos acomodadas de la democracia que todos alabamos.
Las elecciones del pasado 24 de mayo han sorprendido a algunos y han contrariado a muchos. Y todos los que no se encuentran contentos con los resultados de las elecciones, muchos de los que desearían que los resultados obtenidos hubiesen sido distintos a los salidos de las urnas, inician un proceso que vas desde la duda hasta la condena de lo que "el pueblo ha hablado". El recuento de lo que los políticos están diciendo en estos días y la escucha de las opiniones vertidas en las conversaciones informales de los ciudadanos corrientes, ofrecen un amplio muestrario de este proceso desde la duda hasta la condena.
Rajoy ha criticado con virulencia que es anti-democrático prescindir de la victoria de la derecha, que es injusto olvidar los resultados numéricos que se han obtenido y que resultará muy peligroso para el país el enfrentamiento y el aislamiento que se le quiere hacer al PP en las negociaciones para el gobierno de los ayuntamientos y de las autonomías. Pero Sánchez, a su vez, tiene muy claro que el pueblo ha movido ficha hacia la izquierda y que el PSOE tiene derecho a liderar la unión de toda la izquierda, dejando así aislado y fuera de combate al PP.
¿Quién tiene la razón? Los dos tienen parte de razón, pero los dos ocultan la parte de la verdad que nos les interesa. La derecha oculta que su respaldo ha disminuido mucho, que el voto de la izquierda ha crecido efectivamente, y que ésta puede estar legitimada para aunar los resultados dispersos para conseguir ciertos objetivos. Pero la izquierda dice una verdad muy a medias cuando dice que ella ha ganado las elecciones, y actúa además muy dudosamente cuando condena al ostracismo a los que han obtenido mas votos.
La condena al ostracismo a los que el voto popular ha apoyado la practican de hecho, sin embargo, todos los partidos y es una conducta que levanta muchos interrogantes. Es más graso aislar y negarse al diálogo con los que han obtenido más votos de los ciudadanos, pero prácticamente todos coinciden en negarle el diálogo a la extrema izquierda de BILDU, que también ha obtenido respaldo popular, y la derecha pretende extender el rechazo a PODEMOS (y viceversa, por supuesto). Y los que se presentan como demócratas más puros, CIUDADANOS, tienen muy claro que no deben establecer diálogo con los nacionalistas catalanes. Según sus propias convicciones, todos le niegan el pan y la sal al enemigo que tienen en frente... y que sin embargo también ha salido positivamente apoyado desde las urnas.
¿Se equivoca el pueblo? ¿Se equivocan los políticos, al interpretar la voluntad del pueblo? El problema no es nada fácil. Aquí viene el recuerdo de que la democracia es sólo "el sistema menos imperfecto de todos los posibles", según el enunciado parece que de Churchill. Y acude también la memora de que grandes dictadores -Hitler, concretamente- han sido positivamente votados por las urnas, aunque también hay que recordar que ya en el poder muchos dictadores han manipulado la legislación anterior para perpetuarse indefinida y autárqicamente en el poder. Tomar el parecer popular como decisión adoptada de gobierno sirve más en los colectivos muy amplios -es mucho más dudoso sistema en los colectivos muy reducidos, como un colegio de pocas unidades o un monasterio de muy pocos miembros- y sirve más por supuesto cuando la sociedad que vota es culta y muy madura. No hay sistema de gobierno perfecto, desde luego. Pero sí hay claras imperfecciones en la forma de interpretar y usar la democracia, el menos imperfecto de todos los sistemas de gobierno. El comportamiento español en las presentes elecciones -en las generales próximas, el peligro es aún mayor- ofrece claros ejemplos de interpretaciones menos acomodadas de la democracia que todos alabamos.