Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe Patrona de Extremadura, perteneciente a Toledo
(Antonio Aradillas).- El pueblo devoto y llano suele cantarle por los campos de Extremadura a su "morenita" de Guadalupe esta coplilla: "Me gusta lo moreno desde que supe que es morena La Virgen de Guadalupe". Instigado por ritmos conquistadores, ese mismo pueblo tan devoto le canta oficialmente así: Somos los hijos del Gran Pizarro, los hijos somos de Hernán Cortés, y en nuestro pecho noble y bizarro, un alma late que fuego es. Bajo los pliegues de tu bandera luchar queremos cruzadas mil..."
Toda Extremadura recuerda la historia-leyenda de la aparición de su Virgen en estos términos: Es tradición que el mismísimo evangelista San Lucas tallara esta imagen. La escultura fue posteriormente llevada a Roma, donde fue protagonista del glorioso milagro de erradicar una grave epidemia en tiempos del Papa San Gregorio Este Papa envió la imagen a su amigo el arzobispo de Sevilla San Leandro. Antes de que los moros conquistaran la ciudad hispalense, los cristianos se la llevaron consigo como uno de sus más grandes tesoros. La imagen fue enterrada y su memoria se perdió durante siglos.
Pero he aquí que entre los años l312 y l322, un vaquero, de nombre Gil Cordero, vecino de la ciudad extremeña de Cáceres, que cuidaba sus vacas en las sierras de las Villuercas, descubrió la imagen de La Virgen. El nombre- la advocación- no podía ser otro que el de Guadalupe, pues precisamente a orillas de este río "oculto" o "del lobo" se había hecho Ella presente, junto al castillo de Alía. De suyo ,y pasado el tiempo, en las cercanías de este lugar , en el pueblo de Berzocana, en un arca de piedra, aparecieron los restos de San Fulgencio y de Santa Florentina, hermanos de San Leandro y de San Isidoro de Sevilla.
El pastor encontró la imagen junto a una vaca muerta a la que La Virgen resucitó, con mandato de su parte de que la llevara también a Cáceres al comunicar la noticia al obispo y a las autoridades. Tanto el concejo como el clero cacereño, personados en el lugar de los hechos, testificaron tan feliz acontecimiento y correspondieron a los deseos de la Virgen de ser venerada en este lugar.
La casualidad, o la providencia, entraron activamente en escena y un día el monarca Alfonso XI pasó por aquellos lugares en sus correrías cinegéticas y se encomendó a La Virgen, famosa ya por sus muchos milagros. Este rey, y quienes después le sucedieron, mantuvieron la fe y la devoción, hasta que el santuario llegó a ser el más importante centro de fervor mariano del reino. Los frailes de la Orden de San Jerónimo se asentaron en el monasterio en 1389 y ellos fueron los encargados de mantener y acrecentar el fervor.
El Monasterio ,hoy "Patrimonio de la Humanidad" es un colosal edificio gótico- alcázar y fortaleza. Destacan su fastuosa fachada, la reja de la Capilla Mayor, el camarín de la Virgen, la Capilla de las Reliquias, el claustro mudéjar, el patio de los naranjos, el templete gótico, escalera plateresca, oratorios y sepulcros reales. Sus museos lucen obras de Juan de Flandes, Lucas Jordán, El Greco, Vicente Carducho, Carreño... Resaltan la biblioteca, diversos museos de miniaturas y ornamentos sagrados , ternos de oro y piedras preciosas, archivos...
La sacristía muestra la única colección pictórica del extremeño Francisco Zurbarán: ocho grandes lienzos representan episodios de la vida de los monjes jerónimos que vivieron allí en el siglo XV. Los Reyes Católicos visitaron repetidamente el monasterio y en él firmaron dos reales sobre-cartas para que "les fueran entregadas a Colón las consabidas carabelas y tripulantes que le acompañen".
Colón estuvo también en Guadalupe para darle gracias a la Virgen y en su pila bautismal, tal y como cosota en los archivos monásticos, el día 24 de julio de 1496, se bautizaron los dos primeros indios en España, a los que le fueron impuesto los nombres de Pedro y Juan. Don Miguel de Cervantes donó a la Virgen las cadenas de su cautiverio argelino.
La Sierra de las Villuerca, en las que se enclava el Monasterio es una colosal oferta de naturaleza y de tradiciones, que en la actualidad configuran parte importante de los atractivos turísticos y gastronómicos que la deciden y que caracterizaron de siempre los refectorios de los monjes jerónimos.
No es posible visitar el Monasterio de La Virgen de Guadalupe sin dejar de lamentar que, pese a la extremeñidad que justificó y le confiere razones seguras para haber sido declaradas su Patrona y, a la vez fiesta civil suprema de su Comunidad Autónomo, canónicamente su Puebla y su Monasterio pertenezcan a la Archidiócesis Primada de Toledo. Se trata de un absurdo, y hoy ofensivo, privilegio arzobispado toledano que reclama, tanto pastoral como políticamente, su desaparición y su adscripción a cualquiera de las tres diócesis extremeñas. ¿Qué pensaríamos si la Virgen del Pilar perteneciera eclesiásticamente, por ejemplo, a la de Soria?