Un santo para cada día: 20 de julio S. José María Díaz Sanjurgo (Misionero dominico en Tonkín, testigo fiel de nuestro tiempo)
Fray José Mª Diaz Sanjurjo fue canonizado con 117 compañeros mártires el 19 de junio de 1988 por Juan Pablo II
El feroz mandarín Tuc- Duc desató en Tonkín una cruel y sanguinaria matanza de cristianos durante el periodo que va de 1856 a 1862. Su intención era exterminar a los cristianos de la zona que estaba bajo su jurisdicción, en la que desde 1676 misionaban dominicos españoles. Los cristianos martirizados por este monstruo sanguinario, alcanza el número de 30000, la mayor parte de ellos eran laicos indígenas. Encabezando esta larga lista estaban tres obispos españoles, José Díaz Sanjurjo, Melchor García Sampedro y Valentín Berri-Ochoa, los tres canonizados, los tres dominicos con la misma trayectoria, tres vidas paralelas, desde que salieron del convento de Ocaña hasta que derramaron su sangre por Cristo. La situación de terror creada por los perseguidores de cristianos en Tonkín resultaba sobrecogedora, tal como lo describe una carta de Fray Melchor a sus padres donde les decía: “No hemos tenido un día de paz y de quietud, ni una hora en que nuestra vida no peligrase. El infierno entero se ha conjurado contra nosotros y estos mandarines, como otros Nerones, se han propuesto concluir con la obra del Señor…”
El 25 de octubre de 1818 en Aldehuela de Sta. Eulalia de Suegos, perteneciente a la diócesis de Lugo, nacía José Mª. Díaz Sanjurjo. Uno de sus familiares directos, llamado Manuel Labrada Díaz, nos ayuda a reconstruir su biografía. Fue el mayor de los cuatro hijos nacidos del matrimonio José Díaz y Josefa Sanjurjo, excelentes cristianos que disfrutaban de buena posición “Había una boa propiedad” dice su pariente. A los10 años el primogénito de la familia ingresa en el Seminario de Lugo y de aquí pasa a la Universidad de Santiago de Compostela para estudiar teología. Muerta ya su madre, José María por cuenta propia decide hacerse dominico e ingresa en el convento que la Orden de Predicadores tenía en Ocaña, donde recibe el hábito y hace la profesión. Dado que ya tiene cursados en gran parte los estudios teológicos, es por lo que en poco tiempo es considerado apto para ser ordenado sacerdote, acontecimiento que tiene lugar el 10 de marzo de 1844 en Cádiz, cuando estaba a la espera de embarcar junto a otros compañeros rumbo a Manila, ciudad en la que los PP. Dominicos españoles de la Provincia de Ntra. Srª. del Rosario regentaban la universidad de Santo Tomás de Aquino, una de las más importantes de Asia.
Ya en el convento de Sto. Domingo en Manila, Diaz Sanjurjo estuvo impartiendo clases en la Universidad, pero por poco tiempo porque lo suyo era las misiones, de aquí que según su deseo fue destinado a Tonkín. El 12 de setiembre de 1845 ya le vemos en la misión tratando de aprender el idioma, los usos y las costumbres del país vietnamita. En principio fue destinado al seminario para nativos de Luc-Thuy, donde comenzó su labor misionera, pero tuvo que abandonar porque se produjo un motín popular trasladándose a Cao-Xa para continuar con su labor. En difíciles circunstancias atenderá las necesidades parroquiales, celebraciones eucarísticas, confesiones, bautizos, matrimonios, bodas, entierros etc. Trabajo agobiante que fray Díaz Sanjurjo realizaba con entrega y generosidad. En 1849, fue nombrado obispo coadjutor de su hermano en religión, dominico también, Monseñor Jerónimo Hermosilla, posteriormente lo sería de Monseñor Domingo Martí, a quien pronto sucedería a causa de su muerte, asumiendo la dirección de la vicaría central de Tonkin.
En el ejercicio de sus menesteres episcopales Fray Diaz Sanjurjo comenzó a sentir el acoso de una persecución que se iba extendiendo. Un cristiano de los suyos, traidor como Judas, le denuncia, por lo que en 1856 fue encarcelado y desde la oscura mazmorra le da tiempo a escribir estas conmovedoras palabras “Este pecador, prisionero del Señor, saluda y se despide de todos hasta la gloria. Este cepo y estas cadenas son regalos, adornos llevados por Jesús. Mi alma rebosa de alegría, esperando que mi sangre se derrame y unida con la de nuestro Redentor que vertió en el Calvario, purifique todas mis iniquidades” Llegado el momento fue conducido al lugar de ejecución, conocido con el nombre de “Las Siete Yugadas”, en el término de Nam-Dinh y allí atado a una estaca y con el rosario pendiente de la canga, fue decapitado este dominico ejemplar. La cabeza rodó por los suelos y siendo posteriormente rescatada, esta preciada reliquia se conserva actualmente en el convento dominico de Ocaña, mientras el cuerpo fue arrojado al rio. Fray José Mª Diaz Sanjurjo fue canonizado con 117 compañeros mártires el 19 de junio de 1988 por Juan Pablo II.
Reflexión desde el contexto actual:
Como cristiano y español uno no puede por menos de sentirse orgulloso por el heroísmo demostrado por un compatriota de la talla de Fray Díaz Sanjurjo, pero a la vez triste y decepcionado de que España no hubiera exigido responsabilidades al régimen de Tuc-Duc por el asesinato de súbditos españoles y la falta de respeto por los derechos humanos, tal como lo hizo Francia en su caso, llegando a mandar tropas a la zona. Pareciera como que los religiosos y en general los cristianos, no tuvieran unos derechos fundamentales, que como personas les corresponden, al igual que el resto de los ciudadanos.