Un santo para cada día: 26 de enero Santa Paula de Roma. (La viuda santa y erudita)
Patrona de todas las viudas. Mujer inteligente y culta, conocedora de las lenguas clásicas. Colaboró con San Jerónimo en el estudio y traducción de las Sagradas Escrituras. Fundadora de monasterios en Tierra Santa. Es considerada copatrona de la Orden de San Jerónimo
Patrona de todas las viudas. Mujer inteligente y culta, conocedora de las lenguas clásicas. Colaboró con San Jerónimo en el estudio y traducción de las Sagradas Escrituras. Fundadora de monasterios en Tierra Santa. Es considerada copatrona de la Orden de San Jerónimo.
Paula nació en Roma el 5 de mayo del año 347. Pertenecía a una de las familias más ricas de Roma. Era hija de Rogatus y Blaesilla, cristianos y de familia de senadores. De niña ya asistía con su madre a las reuniones litúrgicas y participaba en obras de caridad. A los 15 años la casaron con el noble Julio Toxocio, patricio convertido al cristianismo, con quien tuvo 4 hijas y un hijo. Cuando Paula tenía 32 años falleció su esposo y ella, de momento se dedicó al cuidado y educación de sus hijos. A medida que éstos fueron haciéndose mayores retornó a la vida social, pero ya era una persona bien distinta de la que había sido junto a su esposo.
Comenzó a reunirse con otras damas, probablemente viudas como ella, en el palacio de su amiga Santa Marcela, en el Aventino, para dedicarse a las obras de caridad y a la oración. Por entonces llega a Roma Jerónimo, requerido por el Papa Dámaso para que fuera su secretario. Paula, que tenía gran amistad con el Pontífice, a través de él, llega a conocer a Jerónimo, quien se hace cargo de la atención espiritual de ese grupo de damas romanas, medio monjas, entre las que hay que señalar a Santa MarcelaySanta Fabiola de Roma, siendo para ellas amigo, consejero, pero sobre todo guía espiritual, aunque exigente, rudo y autoritario. Les anima a poner sus tesoros al servicio de los pobres y enfermos, a estudiar la Biblia, a llevar una vida de piedad, pero este tipo de relaciones serían mal entendidas por algunos dándoles motivo para habladurías. Al fallecer el papa Dámaso, Jerónimo comienza a tener algunos problemas con la Curia y decide volver a Oriente para establecerse definitivamente en Belén el año 386, donde se dedica a traducir la Biblia del griego al latín, que es lo que conocemos como “La Vulgata”.
Por entonces, los hijos de Paula, unos se habían casado y otros habían fallecido, solo quedaba con ella la tercera de las hijas, llamada Eustoquia, que había preferido quedar soltera, porque se quería consagrar a Dios. Entonces las dos mujeres deciden marchar hacia Belén, para ayudar a Jerónimo en su ingente tarea traductora. A Paula su padre le había enseñado algo de griego, que luego perfecciona y además aprende también el hebreo. Su hija también dominaba ambas lenguas. Así, entre las dos pudieron colaborar en la obra emprendida por el padre de la exégesis.
Con los bienes de Paula construyeron un hospital y dos monasterios, uno para hombres, dirigidos por Jerónimo y otro para mujeres en el que estaría Paula y su hija, con otras religiosas. Allí ambas vistieron el hábito y pronunciaron sus votos. Durante el tiempo que Paula estuvo al frente del monasterio pudo mostrar su gran temple y discreción. Rigurosa en la observancia de la regla, exigía a las religiosas todo lo que ella misma practicaba, imponiendo penitencias a las religiosas díscolas: Su amor a la pobreza fue otro de los signos que la caracterizaban. Ella era de la opinión de que los templos y construcciones religiosas debían ser austeros y reservar el dinero sobrante para remediar los sufrimientos y las penurias de los pobres de Cristo. La vida de Paula la hemos podido conocer por las cartas de Jerónimo y a ella le dedicó su obra “Comentarios sobre Isaías y Ezequiel”.
Después de un trabajo arduo y una vida de piedad, Paula fallecería a los 56 años, el 26 de enero del año 404, siendo sepultada en un sepulcro excavado en la roca, en la gruta de la Natividad, pero debido a los saqueos posteriores de que fue objeto la basílica, solo se conserva el sepulcro vacío. Dice San Jerónimo, al final del largo epitafio que le dedicó: “Siguiendo en Belén a Cristo en gran pobreza, reduciendo a un establo su grandeza”. Debido a los grandes dispendios de Paula, que se prodigaba en obras de caridad, dejó a su hija llena de deudas. Eustoquia sería la encargada de cerrar los ojos a Jerónimo y continuar la obra emprendida. A ella se le unió después una hija de su hermano, llamada también Paula.
Reflexión desde el contexto actual:
Mujeres inteligentes y bien preparadas como Santa Paula, ha habido muchas a lo largo de la historia, lo triste es que, por lo general, incluso aún hoy día en el siglo de la mujer, pasen un tanto desapercibidas. De la fiel colaboradora pocos se acuerdan a la hora de ensalzar la ardua tarea de la Vulgata. Solo Jerónimo sabe las horas echadas por esta mujer y lo que representó su ayuda y colaboración. Sin Paula y sin su hija a lo mejor no se hubiera podido hacer todo cuanto se hizo. Más atrevida aún es la opinión de Paladio, personaje contemporáneo de Jerónimo, quien manifiesta que Paula se veía entorpecida por Jerónimo: "Pues, aunque ella era capaz de superar todo, teniendo grandes habilidades, él la entorpecía por su celo, habiéndola obligado a seguir su propio plan”.