Un santo para cada día: 5 de febrero Sta. Águeda (Abogada de las mujeres que padecen cáncer de mama)
En España son muchas las localidades de Castilla y León, sobre todo Segovia, Zamora y Salamanca y en general toda la Ribera del Duero donde Sta. Águeda goza de una gran popularidad y su fiesta es celebrada con gran regocijo sobre todo por las mujeres que se ven investidas con el bastón de mando para indicar que ese día quienes mandan son ellas
| Francisca Abad Martín
En las Actas de su martirio encontramos datos fidedignos que nos pueden ser de gran utilidad. Su nombre italiano era Ágata. Según estas actas había nacido en la ciudad de Catania (Sicilia), allá por el año 230. Era miembro de una familia noble y rica, que le tocó vivir durante el reinado del emperador Decio, hombre de extrema crueldad, quien pretendió el exterminio de todos los cristianos. Águeda va a ser una más de los damnificados por edicto general del Imperio, publicado en el año 250 con la intención, según S. Cipriano: ”no ya de hacer mártires, sino de deshacerse de los cristianos”.
Según las Actas ya mencionadas, el procónsul, gobernador de Sicilia, llamado Quinciano, se había enamorado de la bellísima y atractiva Ágata y trataba de casarse con ella, pero es rechazado por la joven, que ya había decidido consagrar su virginidad a Jesucristo. Éste, despechado, la envía a un lupanar, donde milagrosamente ella conserva su virginidad y después de haber pasado por este trance el gobernador hace que sea cruelmente torturada. Primero intenta convencerla por medio de artificios y seducciones, porque según las normas del emperador, se habían de emplear primeramente el soborno y los halagos, pero si esto no daba resultado, solo en ese caso, se recurriría a la tortura. Ágata sabía muy bien lo que le esperaba, pero nada ni nadie iba a desviarla de su propósito de ser esposa de Cristo; convencido de esto Quinciano, la somete a terribles tormentos, siendo primero azotada luego le quemaron los pechos, siéndole amputados con unas tenazas. Posteriormente la devolvió a prisión maltrecha, y una vez allí, según cuenta la tradición, a media noche se la apareció un anciano que le dice “El mismo Jesucristo me ha enviado para que te sane en su nombre. Yo soy Pedro, el apóstol del Señor” y al instante quedó curada, desapareciendo todos los dolores. Cuando el gobernador la llama ante su presencia, no puede dar crédito a lo que está viendo. “¿Quién te ha curado?” Pregunta. “El Señor Jesucristo, hijo del Dios vivo”, responde Águeda. Enfurecido y fuera de sí, Quinciano intenta la última prueba. Allí mismo prepara una hoguera de carbones encendidos para que echaran sobre sus llagas brasas ardientes, la vida se le va escapando a borbotones, hasta ver llegada la hora del anhelado martirio que debió suceder el 5 de febrero del año 251. Después de balbucir: “Gracias te doy, Señor y Dios mío” con la palma del martirio entre las manos salió al encuentro del Esposo. Fue el momento en que se produjo un espantoso terremoto que se extendió sobre toda la ciudad y en el que murieron algunos amigos del gobernador. Los piadosos cristianos recogieron sus preciadas reliquias, que reposan en la bellísima Catedral de Catania, dedicada a ella. La fama de esta heroína cristiana corrió de boca en boca por todo el mundo. Dado el prestigio del que gozó en la Iglesia primitiva, proliferaron también los escritos apócrifos, centrados sobre su figura y su martirio. Es venerada también por la Iglesia Ortodoxa.
En España son muchas las localidades de Castilla y León, sobre todo Segovia, Zamora y Salamanca y en general toda la Ribera del Duero donde Sta. Águeda goza de una gran popularidad y su fiesta es celebrada con gran regocijo sobre todo por las mujeres que se ven investidas con el bastón de mando para indicar que ese día quienes mandan son ellas. La fiesta goza de especial relevancia en Zamarramala, asociada al hecho histórico de que las mujeres zamarriegas contribuyeron a la conquista del Alcázar segoviano en manos de los sarracenos.
Reflexión desde el contexto actual:
Águeda dio muestras sobradas de tener en gran estima al don de la virginidad y su empeño en defenderla ha de ser visto como un buen ejemplo para las jóvenes de nuestros días, entre las cuales esta virtud apenas tiene relevancia, más aún, podíamos decir que está devaluada y desprestigiada, hasta el extremo de que hay mujeres hoy día que sienten vergüenza de decir que son vírgenes y lo ocultan, si pueden. Aparte de ser modelo de virginidad, Santa Águeda se ha convertido en la abogada a la que acuden las mujeres que padecen cáncer de mama, que es precisamente uno de los azotes de nuestro tiempo.