Amar hasta el extremo, poniendo los talentos por la causa del Reino, desde ya en el mundo.
DOMINGO TREINTA Y TRES AÑO ORDINARIO A.19.11.2017.
(Mateo 25, 14-30)
“Un hombre reunió a sus servidores y les encargó sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro; al otro le dio dos; y al tercero, solamente uno; a cada uno según su capacidad, e inmediatamente se marchó”.
“Después de mucho tiempo volvió el señor de los servidores y le pidió cuentas… "Señor tú me encargaste cinco talentos; tengo además otros cinco que gané con ellos"… "Señor tú me encargaste dos talentos; traigo además otros dos que gané con ellos"…
“…vino el que había recibido un talento y dijo: "Señor, yo sé que eres un horrible exigente, que quieres cosechar donde no has sembrado y recoges donde no has trillado… tuve miedo y escondí en tierra tu dinero; aquí tienes lo tuyo”.
Jesús nos pone hoy día en Evangelio la parábola de los talentos. En tiempos de Jesús el talento significaba unos 35 kilos de metal precioso. Pero, en la parábola presente Jesús se sirvió de los talentos para figurar las capacidades que Dios distribuye a cada cual, y se conservó en adelante el sentido nuevo de la palabra, por ejemplo: se habla de una persona "talentosa" al que tiene capacidades y cualidades grandes.
Ya sabemos cuál fue la actitud de los servidores que habían recibido distintos grados y números de talentos.
Veamos ahora, con el mismo Evangelio, cuál fue la reacción del señor al ver el resultado de cada uno: al que le entregó cinco y al que le entregó dos, doblando, ellos, con su trabajo, lo que habían recibido: los premió a ambos diciéndoles:
”Muy bien servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ve a compartir la alegría de tu señor”.
¿Y qué pasó con el que tuvo miedo a su señor y “escondió en tierra” el dinero confiado?
“Servidor malo y flojo, tú sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he trillado. Por eso mismo debías haber colocado mi dinero en el banco y a mi vuelta me lo habrías entregado con intereses.
Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene”.
Esta parábola de los talentos es bien conocida pero tal vez, con nuestros criterios humanos no nos hemos dado cuenta de algunos puntos importantes.
1.Los siervos reciben diferentes cantidades de talentos. Es que Dios da a las personas diferentes cualidades; algunas reciben más, otras menos, Pero todo el mundo recibe lo suficiente para poder trabajar en el Reino instaurado por Jesús y continuado por sus discípulos desde este mundo,y como dicen algunos "desde aquí y ahora".
2.Los que reciben más deben dar más y servir más y mejor. Y se les exigirá más en el momento de rendir cuentas.
3.Los siervos tienen la capacidad de doblar sus talentos, aun aquellos que habían recibido poco: no hay persona, por pocas que sean sus cualidades, que no pueda crecer y hacer algo por los demás. ( siempre nos estamos refiriendo en relación con El Reino de Dios).
4.“Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia pero al que no produce se le quitará hasta lo poco que tiene".
¿Qué quiere decir? “Los que tienen”:
Significa los que han usado sus cualidades por el bien de los demás y no egoístamente, reciben más en forma de amor y de libertad interior,lo cual son grandes riquezas del Reino.
“Los que no tienen”: usaron sus cualidades egoístamente, por lo que no crecen en las verdaderas riquezas; por lo tanto las cualidades que tienen(no importa si son uno o cinco talentos) es como si no las tuvieran.
Podríamos dejar algunas preguntas para pensar:
¿Cuáles son mis principales valores y cualidades?
¿Cómo los uso en beneficio de los otros?
Algunos podrán decirse pero lo que se nos está enseñando es algo obvio, no obstante, aunque pueda aparecer reiterativo, quiero insistir,según mi parecer, en algunos aspectos importantes para un discípulo de Cristo, en los momentos actuales que vivimos. La verdad es que necesitamos cristianos de audacia y que sepan arriesgarse por la causa de Cristo y de su Iglesia.
El problema de la Iglesia actual no se soluciona sólo con la decidida actuación de nuestro Papa Francisco I,con sus dichos,o con solos escritos de jerarquía, menos con escritos de laicos y sacerdotes (a veces contrarios y con críticas negativas a Iglesia). Por eso, esta reflexión a continuación va para todos: para mí, y para cualquier discípulo del Señor e hijo de su Iglesia.
Yo diría que el Evangelio de esta domínica es de la audacia. Jesús exige audacia, valor, espíritu de aventura cristiana, y muchas veces se confunden estos valores y se convierten en nada positivo en la construcción del Reino y en el amor concreto y eficaz a la Iglesia, que no es de Pablo, ni de Apolo ni Kefas.
Amigos míos:
La Iglesia es de Jesús. Y por amor a Jesús corramos la audacia y el riesgo de acuerdo a nuestros talentos para construir el Reino de Dios y no para destruir nuestra Iglesia.
Hay que jugarse la vida. Y jugarse la vida para un cristiano tiene un solo significado: Jesús no ha venido a hacer o a propagar muchas cosas, solo ha venido a hacer el mundo más fraterno, más justo, más de comunión, hijos e hijas de Dios para preparar la eternidad y el Reino.
El Señor es severo y exigente en el Evangelio de hoy: quiere que sus operarios rindan. El Señor quiere con una voluntad irreversible que su pueblo disperso y dividido sea un pueblo de la amistad, de la fraternidad y de la unidad. Y esta severidad de Jesús la ponemos en su justo sentido. No se trata de una severidad de un "patrón" dispuesto a reprimir en cuanto nos ve cometer un error. Es la severidad de alguien que se ocupa amorosamente y con tanto interés de su familia o de su pueblo. Es un Señor que tiene santa y tanta impaciencia para que seamos justos y unidos, que se molesta profundamente con aquellos que han aceptado seguirlo libremente, y que luego se dan una buena vida y quedan apegados a sus intereses personales; que no llevan a la práctica y no toman en serio su proyecto de unidad y de una mejor proyección de la Iglesia que dicen que aman y, que, sin embargo critican o, en la práctica, desprestigian con su conducta.
Nos hacemos así capaces de comprender mejor esta frase del Evangelio que siempre nos resultó difícil de comprender:
“Quítenle, pues el talento y entréguenselo al que tiene diez”.
Cuando un cristiano ha aceptado dar su vida por el Reino, ha dado un paso importante y urgente. No encontrará intereses personales, sino motivaciones de otra clase. Así se explica que “el que pone la mano en el arado y mira para atrás” no encuentre sino frustración, sentido de inutilidad.
O tomamos en serio el compromiso, y entonces encontramos todo ahí adentro, o no lo tomamos en serio, y por lo tanto fuera de él debemos hacer nuestra búsqueda, que tal vez nos da ciertos gustos, pero que nos deja en el vacío.
"¿Por qué darle al que tiene diez?" Es algo común y que se repite en el Evangelio: que al que no tiene le será quitado lo poco que tiene, y al que tiene mucho le será dado más, lo cual parece una paradoja. Quiere decir que aquel que encuentra existencialmente el sentido de la vida, tal vez sin haber sentido claramente la llamada de Jesús, por el hecho de haber entrado en el plan de Dios, recibirá más, es decir, la amistad con Él. Mientras que aquellos que han recibido la llamada, y luego se han mostrado infieles, perderán todo: el sentido de la vida y la amistad de Jesús. Tal vez, hoy, más que antes, se está corriendo este peligro en algunos que se dicen de Cristo y de su Iglesia, y a la primera de cambio, por distintas razones, incluso políticas y de intereses personales, no corren la aventura y el riesgo de la audacia, y por el contrario se van de punta y critican todo.
El Evangelio de hoy nos ayudará a evitar caer en ese peligro.
El Evangelio de Jesús nos descubre que la vida es riesgo, y que haber dicho sí al Señor es el riesgo mayor.
Creo que bien cabe aquí la máxima de Cristo:
“El que quiera guardar su vida la perderá, pero el que la pierde por mi causa, la encontrará”.
Insistimos: la manera de esperar el Reino es "trabajar" para que se realice desde ya. El servidor que escondió su talento representa al flojo, al indiferente que coloca su fe en los recuerdos de familia, al cobarde que nunca se arriesga a tomar iniciativas útiles para todos. Dios necesita la cooperación de los hombres.
Construimos con nuestra fe, construimos con nuestro trabajo, construimos con nuestra capacidad de comprender a los demás. Pero lo que se construye en la tierra no es lo definitivo. Por eso Dios dice:
“yo te voy a confiar mucho más”.
La justicia del reino y la dignidad del hombre serán otras, y también otras las riquezas que se repartirán. Se trabaja actualmente “en lo poco”, y Dios nos establecerá “en lo mucho”.
“Tú sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he trillado”.
En apariencias se nos presenta a Dios como un "patrón" que se aprovecha de sus obreros. Pero, cuando Dios exige del hombre, ¿será porque a él algo le falta, o más bien para que el hombre se supere? Dios no acepta que seamos mediocres. Este dueño exigente no aplasta al hombre, como lo pretenden presentar algunos no creyentes, sino que lo obliga a levantarse.
Confiar en Dios es también confiar en nosotros mismos. Dios me ha encomendado muchas capacidades para bien de los demás, y mientras acepte tomar responsabilidades sin temor a las críticas o al posible fracaso, “se me confiará mucho más todavía”.
Pues son muchos los que no hicieron fructificar sus talentos. Seguramente que a alguien algún día le tocará desempeñar un cargo para el cual él no es el más capacitado. Pero, ¿si los más capacitados se corrieron?
“Quítenle, pues, el talento y dénselo a otro”.
Jesús no nos quiere mediocres: Se usa el talento recibido ahora y siempre, con compromiso, riesgo y audacia: sí o no. Si no es así:
“Quítenle el talento y entréguenselo al que tiene diez".
“Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil échenlo a la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación”.
Oro por ustedes hermanos: si queremos vivir en el Señor y en su espera, debemos jugarnos la vida. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
(Mateo 25, 14-30)
“Un hombre reunió a sus servidores y les encargó sus pertenencias. Al primero le dio cinco talentos de oro; al otro le dio dos; y al tercero, solamente uno; a cada uno según su capacidad, e inmediatamente se marchó”.
“Después de mucho tiempo volvió el señor de los servidores y le pidió cuentas… "Señor tú me encargaste cinco talentos; tengo además otros cinco que gané con ellos"… "Señor tú me encargaste dos talentos; traigo además otros dos que gané con ellos"…
“…vino el que había recibido un talento y dijo: "Señor, yo sé que eres un horrible exigente, que quieres cosechar donde no has sembrado y recoges donde no has trillado… tuve miedo y escondí en tierra tu dinero; aquí tienes lo tuyo”.
Jesús nos pone hoy día en Evangelio la parábola de los talentos. En tiempos de Jesús el talento significaba unos 35 kilos de metal precioso. Pero, en la parábola presente Jesús se sirvió de los talentos para figurar las capacidades que Dios distribuye a cada cual, y se conservó en adelante el sentido nuevo de la palabra, por ejemplo: se habla de una persona "talentosa" al que tiene capacidades y cualidades grandes.
Ya sabemos cuál fue la actitud de los servidores que habían recibido distintos grados y números de talentos.
Veamos ahora, con el mismo Evangelio, cuál fue la reacción del señor al ver el resultado de cada uno: al que le entregó cinco y al que le entregó dos, doblando, ellos, con su trabajo, lo que habían recibido: los premió a ambos diciéndoles:
”Muy bien servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ve a compartir la alegría de tu señor”.
¿Y qué pasó con el que tuvo miedo a su señor y “escondió en tierra” el dinero confiado?
“Servidor malo y flojo, tú sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he trillado. Por eso mismo debías haber colocado mi dinero en el banco y a mi vuelta me lo habrías entregado con intereses.
Quítenle, pues, el talento y entréguenselo al que tiene diez. Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene”.
Esta parábola de los talentos es bien conocida pero tal vez, con nuestros criterios humanos no nos hemos dado cuenta de algunos puntos importantes.
1.Los siervos reciben diferentes cantidades de talentos. Es que Dios da a las personas diferentes cualidades; algunas reciben más, otras menos, Pero todo el mundo recibe lo suficiente para poder trabajar en el Reino instaurado por Jesús y continuado por sus discípulos desde este mundo,y como dicen algunos "desde aquí y ahora".
2.Los que reciben más deben dar más y servir más y mejor. Y se les exigirá más en el momento de rendir cuentas.
3.Los siervos tienen la capacidad de doblar sus talentos, aun aquellos que habían recibido poco: no hay persona, por pocas que sean sus cualidades, que no pueda crecer y hacer algo por los demás. ( siempre nos estamos refiriendo en relación con El Reino de Dios).
4.“Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia pero al que no produce se le quitará hasta lo poco que tiene".
¿Qué quiere decir? “Los que tienen”:
Significa los que han usado sus cualidades por el bien de los demás y no egoístamente, reciben más en forma de amor y de libertad interior,lo cual son grandes riquezas del Reino.
“Los que no tienen”: usaron sus cualidades egoístamente, por lo que no crecen en las verdaderas riquezas; por lo tanto las cualidades que tienen(no importa si son uno o cinco talentos) es como si no las tuvieran.
Podríamos dejar algunas preguntas para pensar:
¿Cuáles son mis principales valores y cualidades?
¿Cómo los uso en beneficio de los otros?
Algunos podrán decirse pero lo que se nos está enseñando es algo obvio, no obstante, aunque pueda aparecer reiterativo, quiero insistir,según mi parecer, en algunos aspectos importantes para un discípulo de Cristo, en los momentos actuales que vivimos. La verdad es que necesitamos cristianos de audacia y que sepan arriesgarse por la causa de Cristo y de su Iglesia.
El problema de la Iglesia actual no se soluciona sólo con la decidida actuación de nuestro Papa Francisco I,con sus dichos,o con solos escritos de jerarquía, menos con escritos de laicos y sacerdotes (a veces contrarios y con críticas negativas a Iglesia). Por eso, esta reflexión a continuación va para todos: para mí, y para cualquier discípulo del Señor e hijo de su Iglesia.
Yo diría que el Evangelio de esta domínica es de la audacia. Jesús exige audacia, valor, espíritu de aventura cristiana, y muchas veces se confunden estos valores y se convierten en nada positivo en la construcción del Reino y en el amor concreto y eficaz a la Iglesia, que no es de Pablo, ni de Apolo ni Kefas.
Amigos míos:
La Iglesia es de Jesús. Y por amor a Jesús corramos la audacia y el riesgo de acuerdo a nuestros talentos para construir el Reino de Dios y no para destruir nuestra Iglesia.
Hay que jugarse la vida. Y jugarse la vida para un cristiano tiene un solo significado: Jesús no ha venido a hacer o a propagar muchas cosas, solo ha venido a hacer el mundo más fraterno, más justo, más de comunión, hijos e hijas de Dios para preparar la eternidad y el Reino.
El Señor es severo y exigente en el Evangelio de hoy: quiere que sus operarios rindan. El Señor quiere con una voluntad irreversible que su pueblo disperso y dividido sea un pueblo de la amistad, de la fraternidad y de la unidad. Y esta severidad de Jesús la ponemos en su justo sentido. No se trata de una severidad de un "patrón" dispuesto a reprimir en cuanto nos ve cometer un error. Es la severidad de alguien que se ocupa amorosamente y con tanto interés de su familia o de su pueblo. Es un Señor que tiene santa y tanta impaciencia para que seamos justos y unidos, que se molesta profundamente con aquellos que han aceptado seguirlo libremente, y que luego se dan una buena vida y quedan apegados a sus intereses personales; que no llevan a la práctica y no toman en serio su proyecto de unidad y de una mejor proyección de la Iglesia que dicen que aman y, que, sin embargo critican o, en la práctica, desprestigian con su conducta.
Nos hacemos así capaces de comprender mejor esta frase del Evangelio que siempre nos resultó difícil de comprender:
“Quítenle, pues el talento y entréguenselo al que tiene diez”.
Cuando un cristiano ha aceptado dar su vida por el Reino, ha dado un paso importante y urgente. No encontrará intereses personales, sino motivaciones de otra clase. Así se explica que “el que pone la mano en el arado y mira para atrás” no encuentre sino frustración, sentido de inutilidad.
O tomamos en serio el compromiso, y entonces encontramos todo ahí adentro, o no lo tomamos en serio, y por lo tanto fuera de él debemos hacer nuestra búsqueda, que tal vez nos da ciertos gustos, pero que nos deja en el vacío.
"¿Por qué darle al que tiene diez?" Es algo común y que se repite en el Evangelio: que al que no tiene le será quitado lo poco que tiene, y al que tiene mucho le será dado más, lo cual parece una paradoja. Quiere decir que aquel que encuentra existencialmente el sentido de la vida, tal vez sin haber sentido claramente la llamada de Jesús, por el hecho de haber entrado en el plan de Dios, recibirá más, es decir, la amistad con Él. Mientras que aquellos que han recibido la llamada, y luego se han mostrado infieles, perderán todo: el sentido de la vida y la amistad de Jesús. Tal vez, hoy, más que antes, se está corriendo este peligro en algunos que se dicen de Cristo y de su Iglesia, y a la primera de cambio, por distintas razones, incluso políticas y de intereses personales, no corren la aventura y el riesgo de la audacia, y por el contrario se van de punta y critican todo.
El Evangelio de hoy nos ayudará a evitar caer en ese peligro.
El Evangelio de Jesús nos descubre que la vida es riesgo, y que haber dicho sí al Señor es el riesgo mayor.
Creo que bien cabe aquí la máxima de Cristo:
“El que quiera guardar su vida la perderá, pero el que la pierde por mi causa, la encontrará”.
Insistimos: la manera de esperar el Reino es "trabajar" para que se realice desde ya. El servidor que escondió su talento representa al flojo, al indiferente que coloca su fe en los recuerdos de familia, al cobarde que nunca se arriesga a tomar iniciativas útiles para todos. Dios necesita la cooperación de los hombres.
Construimos con nuestra fe, construimos con nuestro trabajo, construimos con nuestra capacidad de comprender a los demás. Pero lo que se construye en la tierra no es lo definitivo. Por eso Dios dice:
“yo te voy a confiar mucho más”.
La justicia del reino y la dignidad del hombre serán otras, y también otras las riquezas que se repartirán. Se trabaja actualmente “en lo poco”, y Dios nos establecerá “en lo mucho”.
“Tú sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he trillado”.
En apariencias se nos presenta a Dios como un "patrón" que se aprovecha de sus obreros. Pero, cuando Dios exige del hombre, ¿será porque a él algo le falta, o más bien para que el hombre se supere? Dios no acepta que seamos mediocres. Este dueño exigente no aplasta al hombre, como lo pretenden presentar algunos no creyentes, sino que lo obliga a levantarse.
Confiar en Dios es también confiar en nosotros mismos. Dios me ha encomendado muchas capacidades para bien de los demás, y mientras acepte tomar responsabilidades sin temor a las críticas o al posible fracaso, “se me confiará mucho más todavía”.
Pues son muchos los que no hicieron fructificar sus talentos. Seguramente que a alguien algún día le tocará desempeñar un cargo para el cual él no es el más capacitado. Pero, ¿si los más capacitados se corrieron?
“Quítenle, pues, el talento y dénselo a otro”.
Jesús no nos quiere mediocres: Se usa el talento recibido ahora y siempre, con compromiso, riesgo y audacia: sí o no. Si no es así:
“Quítenle el talento y entréguenselo al que tiene diez".
“Porque al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil échenlo a la oscuridad de allá afuera: allí habrá llanto y desesperación”.
Oro por ustedes hermanos: si queremos vivir en el Señor y en su espera, debemos jugarnos la vida. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+