Hoy en Chile: "La Caridad de Cristo nos urge": El Amor a Dios y a los chilenos, sin exclusión.

DOMINGO TREINTA AÑO ORDINARIO A. 29.10.2017.

(Mateo 22,34-40).


" Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley". Jesús le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Y después viene otro semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos".

El mensaje de este domingo es la esencia del cristianismo, es la esencia del Evangelio: el amor a Dios y el amor a los hermanos, como Jesús los amó.
Jesús, el Evangelio mismo, pone unidos los dos mandamientos. Jesús da vida y contenido a la Ley, llevándola a su plenitud y dándole su más profundo significado.
Al respecto indico algunos puntos:
1. Jesús afirma que el amor total a Dios y el amor al prójimo son la síntesis de la voluntad de Dios.
2. Pero Jesús hace una distinción entre estos dos amores. No son lo mismo y se distinguen el uno del otro. Su objeto u objetivo son diferentes. Dios no es el hombre y el hombre no es Dios. Pero, aunque distintos, ambos son muy importantes. No obstante, la importancia de ambos, en primer lugar, está el amor a Dios.
3. Y el amor al hermano, al que me aproximo, aunque tenga el segundo lugar, es "semejante y similar" al amor de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, que los dos amores son inseparables:

"El que dice que ama a Dios y no ama a su hermano, es un mentiroso".

Quiere decir, que el amor a Dios es la causa o la fuente del amor al prójimo, y el amor al prójimo es la expresión concreta y veraz del amor a Dios. Usando un dicho,hoy día, Dios nos está advirtiendo:"Obras son amores y no buenas razones". Dios quiere decirnos, si me amas, demuéstralo con tu compromiso de amor por la liberación y salvación integral de tu hermano.
4. Jesús, que es el mismo Evangelio, nos está diciendo hoy día, que la unidad de estos dos amores es lo esencial, lo principal del cristianismo."La esencia del Evangelio es amar a Dios y a los hermanos".

Y el discípulo verdadero de Jesús unificará su oración al servicio y al compromiso con su hermano. Unificará la contemplación a la acción de acercarse, de aproximarse, haciéndose un verdadero hermano de su hermano. Unificará su Eucaristía dominical y cualquier práctica religiosa a la acción social y a la búsqueda de la justicia social para sus hermanos más pobres, marginados, que están "a la vera del camino". Son pobres y marginados por un sistema del "tener" del "privatizar" y acumular en pocas manos el dinero y las riquezas, haciendo de la sociedad actual, una realidad injusta y con pérdida de los valores permanentes.

He trabajado en comunidades cristianas eclesiales de base. A veces, he comprobado, que tanto en las reuniones de éstas, como en sus Eucaristías, en el comentario del Evangelio, se produce alguna discusión en torno al "amor hacia nuestros hermanos". Esto se da, porque todavía hay algunos cristianos, que tanto en el comentario del Evangelio como en la Eucaristía, dan la impresión que tienen la confusión, de que hablando de los hermanos, se olvida un poco a Dios, porque se habla demasiado del prójimo y de cosas del mundo en que éste vive. Pero es el mismo Señor que nos dice, con claridad meridiana, que para agradarle y para demostrarle nuestro amor, tenemos que amar a nuestro prójimo. Esto quiere decir que amar a Dios significa también amar al hermano y toda su vida humana:

"Nada de la experiencia humana es ajena a la Evangelización".

Y Jesús nos dice: "que debemos tratar bien al forastero, no explotar a la viuda y al huérfano; no prestar con intereses altos, restituir aquello que hemos pedido prestado". Y todas estas cosas son del mundo temporal y que conciernen a nuestros hermanos.
La experiencia pastoral me ha hecho encontrar dos tipos de cristianos: los que dicen que Dios espera de nosotros la oración, el culto, y que al Templo o a la Eucaristía, sólo se va a rezar. Pero, también, uno se encuentra con los cristianos que dicen que Dios espera de nosotros que hagamos el bien a nuestros hermanos, que busquemos la justicia para ellos, y que sólo eso es lo que importa. Esto me demuestra un problema mucho más serio en nuestro mundo y en nuestros cristianos, y debe ser abordado con urgencia. Recurrimos a Jesús para resolver este problema. Jesús nos dice hoy día: que nuestro deber es amar a Dios y amar a los hermanos y que las dos cosas son una. Si nos olvidamos de Dios, terminamos por no amar de verdad a nuestros hermanos, y si dejamos de lado a nuestros hermanos, el amor a Dios se hace insípido, y lo que decimos a Dios no sirve y Jesús nos dirá:

"Este pueblo me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí".

Y en la Eucaristía se nos dice:

"Si al momento de presentar tu ofrenda en el altar, te das cuenta que estás mal con tu hermano, deja tu ofrenda y anda primero a reconciliarte con tu hermano,y después ven a presentar tu ofrenda".
"El sacrificio grato es hacer la caridad y la justicia"..

Por lo tanto, al igual que en el matrimonio, no podemos separar lo que Dios ha unido. Por eso es muy importante que los problemas concretos de la comunidad, se expongan con claridad en la mesa de la comunidad, tanto en las reuniones como en las Eucaristías. Sólo así se puede hacer lo esencial del Evangelio; sólo así se puede hacer la síntesis de amor a Dios y amor al hermano. Una Eucaristía se empobrece cuando se celebra en un clima donde no se puede hablar y dialogar los problemas de la comunidad eucarística. ¿Será que esto sucede por que el público asistente no es una comunidad eclesial? Por eso insisto, como otras veces, en la importancia de recuperar, como una opción pastoral a las comunidades cristianas de base eclesial, donde todos se conocen y pueden intercambiar sobre los problemas, y hacer la síntesis entre la vida concreta y terrenal, y la vida de oración, y la vida eucarística.
Y me remito a Puebla:

"En su familia, Iglesia doméstica, el bautizado es llamado a la primera experiencia de comunión en la fe, en el amor y en el servicio a los demás". (Puebla 639).

"En las pequeñas comunidades, sobre todo en las mejor constituidas, crece la experiencia de nuevas relaciones interpersonales en la fe, la profundización de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía, la comunión con los Pastores de la Iglesia Particular y un compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes".(Puebla 640).

He llamado al amor como la "esencia del Evangelio": "Amar a Dios y a los hermanos".Y he dicho que Jesús es "el Evangelio mismo".
Y ahora, miremos a Jesús Crucificado, que es el Resucitado. Ahí está la esencia del Evangelio y del cristiano. Es Jesús ofrenda de amor hasta el extremo en el Ara de la Cruz. También es Jesús en el Ara de la Cena Eucarística. Es Jesús:

"Camino,Verdad y Vida".

Jesús está crucificado en la Cruz, y ella está compuesta de un madero vertical y de uno horizontal. Jesús, clavado de pie, en madero vertical, está ofreciendo su vida al Padre; está cumpliendo, con un amor total, la voluntad de su Padre: "con todo su corazón, con toda su alma y con toda su mente". Su Cuerpo está clavado en madero horizontal, con sus brazos abiertos, abrazando y reuniendo a sus hermanos dispersos, haciéndolo un Pueblo de Dios. Un Pueblo en comunión de hermanos. Jesús lo hace con un amor, el más grande de la historia, tal como Él lo había dicho con anterioridad:

"Cuando yo sea levantado en lo alto atraeré a todos hacia mí".

Jesús lo hace con una consecuencia total con sus palabras dichas antes de su Pasión y Muerte:

"No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama".

Jesús amando hasta el extremo es el Evangelio: Buena Noticia de Salvación de la humanidad.Jesús es la esencia y el Evangelio de nuestra fe. En Él se da la síntesis de lo principal del cristianismo.
La gente había dicho que Jesús hablaba con autoridad, porque lo que decía lo hacía; hacía una realidad, en su vida, lo que predicaba: era consecuente.
De Jesús, dando su vida, en la Cruz, y por amor, la gente, ahora tendría, que haber recordado la autoridad y consecuencia de Cristo:

"No hay amor más grande que éste: dar la vida por los que se ama".

Jesús quiso, que su gran amor al Padre y a los hermanos, cumpliendo la voluntad de Dios de Salvación y Liberación Integral de "todo el hombre y de todos los hombres", quedará presente perpetua y realmente en la Eucaristía. Porque en la Eucaristía está Jesús, el Crucificado, que es el Resucitado:

"Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección.¡Ven,Señor Jesús!

Contemplemos ahora a Jesús Eucarístico reunido con los suyos en "Ultima Cena":

"Les dijo: En verdad he deseado muchísimo comer esta Pascua con ustedes antes de padecer; porque les aseguro, ya no volveré a celebrar hasta que sea la nueva y perfecta Pascua en el Reino de Dios. Después tomó el pan y, dando gracias,lo partió y se lo dio, diciendo: Éste es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Y después de la Cena, hizo lo mismo con la copa. Dijo: Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes. Hagan esto en memoria mía". (Lucas 22, 15-21).

El amor a Dios y el amor a los hermanos, esencia del Evangelio: del Verbo Encarnado, es la Eucaristía. Es una persona: Es Jesús.
Como en la Cruz, Jesús entrega su Cuerpo: Pan de Vida y Vida en abundancia.

"Yo soy el Pan de Vida, el que come de este Pan vivirá eternamente".

Jesús, en la Eucaristía, derrama su Sangre por nosotros y por todos para el perdón de los pecados: Es la Bebida de Salvación.

"Si no beben su sangre, no viven de verdad. El que bebe mi sangre, vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Y mi sangre es bebida verdadera. El que bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él". (Jn.6,53-57).

Llega el momento crucial del calvario:

"Todo está cumplido.Inclinó la cabeza y entregó el espíritu".

Cristo Muere por amor a Dios y a los hermanos. Aquí cabe repetir su mandato eucarístico:

"Hagan esto en memoria mía".

Este mandato eucarístico, unido con el mandamiento nuevo proclamado, en el mismo contexto de la Última Cena, hacen la síntesis de la esencia del Evangelio:

"Les doy este nuevo mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado"."Hagan esto en memoria mía".

Celebrar la Eucaristía es celebrar lo esencial del Evangelio. Es celebrar a Cristo Salvador. Es celebrar el amor al Padre y a los hermanos por parte de Jesús. Y todo se torna en un mandato amoroso y eucarístico de Jesús a nosotros. Significa, que si somos de Cristo, tenemos que celebrar la Eucaristía y alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre. Si no lo hacemos quiere decir que es mentira que somos sus discípulos; más que discípulos seríamos pecadores, despreciando el amor de Cristo: Camino hacia el Padre y Camino hacia los hermanos. No participar en la celebración de la Eucaristía sería rechazar la invitación de Cristo a su banquete, donde Él es el alimento y Él es la bebida; sería despreciar un gran Amor que se ofrece a nosotros; sería rechazar a Alguien que se deja comer y beber por amor a nosotros, para salvarnos.
El amor de la Cruz y de la Eucaristía son una sola realidad del misterio de nuestra fe; todo es un mandamiento a vivir, no sólo en el culto, sino en nuestra vida de todos los días y en todos los ambientes y lugares en que se desarrolla nuestra vida temporal. Es un mandamiento: amar a Dios y a los hermanos, entregando también nuestra vida, muriendo a nuestro egoísmo, entregando nuestro cuerpo y sangre: nuestra vida, para que se haga la voluntad de Dios:la comunión y el amor de los hermanos en un amor total a Dios.

Quisiera agregar algo más referente al amor a los hermanos. Es algo que está en mi conciencia, y se ha puesto en ella, para anunciarlo y vivirlo, entre todos, hasta el extremo.¡Es la voluntad de Cristo! ¡Es mi Misa!
Jesús, en el contexto de la "Última Cena", y cuando instituye la Eucaristía, como memorial perpetuo de su amor hasta la muerte y muerte de Cruz, y avizorando su Pascua: pasar de muerte a vida, comunicándosela a los suyos, les dice:

"Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Ustedes me van a buscar. Les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: no podrán ir a donde yo voy. Les doy este mandamiento nuevo: que se amen unos a otros. Ustedes se amarán unos a otros como yo los he amado. Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si tienen amor unos a otros".(Juan 13, 33-35).

Este nuevo mandato, unido al mandato eucarístico, me hacen comprender que "mi Misa es mi Vida y mi Vida es una Misa prolongada".

Amigos y hermanos:

Quiero, con cariño de pastor y sacerdote de la Iglesia de Jesús, que amo, instarlos a vivir este gran amor de Cristo. Vivamos, en nuestra vida, el amor de Jesús Eucarístico, el Hijo del Padre, que amó a su Padre "con todo el corazón, con toda su alma y con toda su mente", hasta el extremo de entregar su vida: su Cuerpo y su Sangre por nuestra salvación, porque esa era la voluntad del Padre.
Vivamos, entonces, "haciendo en memoria de Cristo", la entrega de su amor más grande por nuestros hermanos, amándolos hasta el extremo. Celebremos la Eucaristía, haciéndola prolongar en nuestra vidas concretas y reales; temporales y sociales; pongámosla al alcance de la vida toda de nuestros hermanos, cumpliendo con amor la voluntad del Padre. Que nuestra vida irradie al amado Jesús, poniéndolo al alcance de "todo el hombre y de todos los hombres", especialmente de los más pobres, predilectos de Jesús. Que nuestro actuar y compromiso, haciéndonos próximos de los que no están cerca, sean signo y sacramento de Cristo, el Buen Samaritano. Que pongamos al alcance de todos el Amor de Cristo. Ese Amor de Cristo que entrega su Cuerpo, dejándose comer, como Pan de Vida por nosotros. Que con nuestro amor, a la manera de Jesús, que derrama su Sangre, dejándose beber, lo pongamos, al alcance de los hermanos, como su Bebida de Salvación. Que inundemos de amor el mundo actual, pero no de cualquier manera, sino a la manera de Jesús.
Repitamos nuevamente y fijémonos bien en lo que Jesús nos dice:

"Ámense unos con otros como yo los he amado".

No se trata entonces de amar a nuestros prójimo de cualquier modo. Se trata de amar como Jesús amó, tanto al Padre, como a los hermanos. Pero quiero detenerme en el amor entre nosotros, los hermanos (todos sin exclusión). Ya sería una gran cosa, que nos amáramos, como uno se ama a sí mismo. Recuerdo una experiencia: a alguien que mientras trataba de amarse a sí mismo, buscando así, amar a su hermano, ese amarse a sí mismo lo ponía más egoísta. Espero que no sea así en otros ámbitos. Pienso y creo, que Jesús con el mandamiento nuevo, cumplido en primer lugar y con gran consecuencia por Él, supera el mandamiento:

"Ama a tu prójimo como a ti mismo".

Jesús se negó a sí mismo, cargó la pesada Cruz, vivió un largo calvario, olvidándose de sí mismo, por cumplir la voluntad de salvación del Padre. Jesús no se guardó nada para sí. Se despojó de todo, dando y entregando su vida toda: su Cuerpo entregado y su Sangre derramada para salvar a "todo el hombre y a todos los hombres". No se guardó nada para sí. Jesús, olvidándose de sí mismo, por amor a sus hermanos, entregó su propia vida, muriendo en la Cruz. Jesús compartió toda su vida, para que tuviéramos Vida y Vida en abundancia. Al entregarlo todo, se hizo un Bienaventurado pobre:

"Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios".

Cristo, el "Ungido por el Espíritu para Evangelizar a los pobres", se hizo pobre entre los pobres: Nació pobre, vivió pobre y murió pobre, entregándolo todo por amor a sus hermanos, por la salvación y liberación integral de sus hermanos, que era, además, la voluntad de su Padre. Su único bien material que le quedada era su túnica, que fue sorteada al pie de la Cruz por sus victimarios. Jesús primero que nosotros optó por los pobres. Hace de esta opción una verdad de nuestra fe. De aquí nace la opción de preferencia por los pobres de la pastoral de la Iglesia.
El Crucificado que es el Resucitado, Jesús, el Verbo Encarnado, es el Evangelio y Buena Nueva para nosotros.
Jesús Eucarístico, es la Civilización del Amor. Es la antípoda de esta sociedad "capitalista salvaje"como llaman los Papas, al neo liberalismo capitalista reinante, que hace el "pecado social" denunciado y condenado tantas veces por la Iglesia, por los Papas, por nuestros Pastores y por la Doctrina Social Eclesial.
El"capitalismo salvaje", la aplicación de su sistema económico, hace la "cultura del egoísmo", del "tener" y no del "ser", haciendo una economía perversa, excluyente, marginando a tantos hermanos; haciendo la pobreza y miseria de una muchedumbre "que pide a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte".

Es una economía, como un pulpo, con varios tentáculos que agarra el dinero de aquí, de acá y de acullá, acumulando y "privatizando todo", destruyendo a tantos sectores de la humanidad. En Chile está sostenida por una institucionalidad ilegítima. Fue "legitimada" a sangre y fuego por una prolongada dictadura cívico-militar; dictadura que hizo una Constitución entre cuatro paredes por una élite golpista y de muy pocos integrantes, sin ninguna participación del pueblo soberano. La Constitución se hizo y también un Plebiscito de ella sin ninguna garantía, sin Registros Electorales. Todo fue un vulgar fraude. Y según nuestros Obispos de aquella época, por su gestación y mentira,"no goza de ninguna autoridad moral".
La Constitución dictatorial sustenta el sistema económico salvaje, inhumano y cruel hasta hoy día, previa negociación de dictadura y de políticos sedientos de recuperar el poder, entre ellos, políticos golpistas. La Constitución del fraude, de hecho, ha gibarizado el rol del Estado, haciéndolo incapaz e ineficaz en su acción frente ante esta institucionalidad ilegítima. El Estado ni siquiera puede tener las riquezas básicas del país en sus manos, para buscar el bien común de la "polis", para poder repartir y compartir con justicia, las ganancias, el crecimiento, según la necesidad de cada ciudadano.
El Chile político, que administra herencia de dictadura, después de una negociación con ella, no puede objetivamente seguir mintiéndole más a la ciudadanía, aunque se siga imponiendo de hecho, elecciones en un contexto de ilegítima institucionalidad:

"Los pobres no pueden esperar".

La minoría que se mueve en una falsa institucionalidad tiene secuestrada a una mayoría ciudadana. Y así, no se ve por ninguna parte el amor al prójimo como lo pide Jesús. Los responsables de esta dolorosa vida de millones de pobres, tienen que escuchar el gemido de un pueblo, que se está manifestando, ahora con mayor fuerza que antes, incluso, ahora con una gran abstención.

Recuerdo, que por el amor al hermano, especialmente al más pobre, seremos juzgados por Dios.
Los cristianos y los hijos de la Iglesia debemos salir a "misionar territorialmente", insertándonos en la vida nacional actual, para transformarla, haciendo que se viva un verdadero amor a Dios y amor a los hermanos, con una opción pastoral por los pobres; enfrentando el "pecado social", engendro de lo antivalórico, que cunde, y de la desconfianza en las instituciones y de la desconfianza existente entre hermanos chilenos.
Confiemos en el Dios Amor. Él está por el amor de hermanos y por el respeto de los derechos humanos fundamentales de los hijos de Dios. Porque desde el mismo momento que Dios se hizo Hombre, los derechos humanos, son los derechos de Dios mismo.
Terminemos con la Palabra de Esperanza de nuestro amado Jesús:

"Se lo he dicho todo para que que tengan paz en mí. Ustedes encuentran persecuciones en el mundo, pero ¡sean valientes! Yo he vencido al mundo. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!:Yo he vencido al mundo".


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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