Dios se manifiesta a los pequeños y en los pequeños.
Domingo Catorce Año Ordinario A. 09-07.2017. (Mateo 11, 25-30).
1. "Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla. Sí, Padre, así te pareció bien". (Mt.11,25).
2. "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio". (Mt.11,29).
Hay dos partes en el Evangelio de esta domínica. Y estas dos partes están relacionadas mutuamente. En la primera parte Jesús alaba la humildad. En la segunda Él se presenta como el modelo de humildad evangélica y cristiana.
Los fariseos, gente que se sentía segura; gente que se creía experta en moral y religión; creían saberlas todas. Ellos tenían la ley y la interpretaban a su manera, sintiéndose muy tranquilos. Y lo peor: se sentían dueños de la verdad.
Despreciaban y juzgaban a los humildes, a los pobres, a los que eran considerados sin el saber. El saber era de los fariseos. Eso es lo que ellos creían. Y por eso despreciaban y juzgaban a los pequeños, humildes y pobres, a los que habían sido excluídos, por la injusticia social del saber; los fariseos los oprimían y explotaban por medio de su saber. Ellos se ponían "arriba", se ponían y se sentían superiores. Hacían discriminación y contribuían a hacer una sociedad de los "superiores" y de los "inferiores"; de los de "arriba" y de los de "abajo". Existía de hecho un fuerte clasismo.
No hay que sólo remontarse al tiempo de los fariseos. Es necesario que miremos hoy la sociedad de nuestra patria. Nos encontramos con un acentuado clasismo, discriminación, marginación: existe el dato sociológico de una larvada lucha de clases.
También existen los de "arriba" y los de "abajo", los "superiores" y los "inferiores".
Todo esto se agravó con una dictadura de 17 años, que impuso una institucionalidad ilegítima a sangre y fuego; impuso sin ninguna garantía una Constitución: no había registros electorales y convocaron a un Plebiscito sobre una Constitución hecha entre cuatro paredes por un grupo adicto a la dictadura y elitista. Esta Constitución del 80, según los Obispos de ese tiempo, no goza de ninguna autoridad moral. Esa Constitución, después de más de 27 años sigue vigente, con unos arreglos cosméticos. Favorece a los privados y grandes empresarios coludidos con foráneos, y yo agrego a la clase política, que durante los gobiernos post dictadura hasta hoy no han hecho más que administrar la negociación que hicieron con la dictadura, traicionando al pueblo. Aquí unos pocos mandan al modo cupular, y el pueblo, sin unos verdaderos canales de participación, no obstante ser el soberano en una democracia, tiene que aceptar la política de los hechos consumados, con un Parlamento no representativo del pueblo debido a una ley electoral binominal injusta y excluyente: 35% es igual al 65%. Sé que cambió ley electoral pero todavía no se aplica.
Todavía, no obstante una bullada reforma, existe una Educación para los de "arriba" y para los de "abajo". Educación para ricos y Educación para pobres. Chile no es democrático. Existe una desigualdad grande, motivada por una economía neoliberal o "capitalismo salvaje", que es la negación de la esencia misma de la democracia. El pueblo que ha empezado a movilizarse, le está diciendo: ¡basta! a los de "arriba", que son una minoría que tiene secuestrada a una mayoría. Escuché, hace poco, en TV, hablar a un político de la Nueva Mayoría, que decía que 10 mil personas tenían el poder en Chile.
En las últimas elecciones presidenciales, en las primarias votaron sólo 3 millones de un universo de 13 millones de electores; en la segunda vuelta entre las dos candidatas reunieron un poco más, un poco menos de 5 millones 600 mil. Es decir la presidenta fue elegida con un poco más de 3 millones. Es una abstención grande, que refleja la no democracia y la poca representatividad del pueblo en sus autoridades. ¿Y para qué hablar de las primarias recientes? Sólo 1 millón ochocientos votantes.
Sería muy largo seguir detallando la farisea democracia y la ilegítima institucionalidad chilena. Hay una porfía y un orgullo de los de "arriba", que mandan y que los de "abajo": los pequeños y los pobres tienen que soportar, sin ninguna participación. Los del "saber" manipulan las conciencias y van creando, a través de los medios de comunicación, mentalidades equivocadas y objetivamente en una situación de mentira. Los "superiores" mandan a los "inferiores". Un ejemplo reciente: el caso de muerte en SENAME. En primera instancia se actuó con justicia en Cámara de Diputados, pero en segunda instancia, por intereses políticos mezquinos y de ética mala, con influencia de Gobierno, Diputados cambian su voto, deshacen el camino de cordura realizado, y dejan en la impunidad a 1 mil y ciento trece niños muertos en SENAME.
No puedo dejar de mencionar, en esta sociedad discriminatoria, que no toma en cuenta a los pequeños - sólo se acuerdan de ellos, cuando les piden el voto en unas espurias elecciones -, no puedo dejar de mencionar, digo, a aquellos políticos, que se clasificaban de revolucionarios antes del Golpe de Estado, que se decían representantes de la clase obrera y de los pobres del pueblo chileno, proponiendo un sistema institucional en que el pueblo fuera gobierno y soberano sustentador de la democracia, que tuvieron que salir al exilio, para salvar sus vidas ante la llegada de la dictadura: un rompimiento de la institucionalidad de una democracia imperfecta pero perfectible con más democracia. Estos hombres revolucionarios para recuperar el poder y volver a ser los "superiores", los de "arriba", aceptaron la negociación con la dictadura, y hoy día, la ponen en práctica; de nuevo ocupan cargos políticos e integran un Parlamento hecho y originado con una institucionalidad ilegítima dejada y negociada con la dictadura, con una ley electoral binominal de dos conglomerados, injustos y excluyentes desde su origen. Estos integran a los de "arriba" y se han acomodado pragmáticamente a una sociedad chilena resultante de la negociación con dictadura.
Estos anteriores revolucionarios al asumir el poder ya sea como presidente o como parlamentario, juran o prometen respetar y cumplir la Constitución y las leyes dejadas por el dictador, incluso más de alguno, ante el despertar del pueblo, exigiendo una Asamblea Constituyente para hacer una Nueva Constitución, ha dicho que esa demanda es un opio, es inconstitucional y no se ajusta a la institucionalidad vigente. ¿De qué Constitución e institucionalidad hablan estos antiguos revolucionarios? En verdad, ellos están ubicados con los de "arriba" con los "superiores", ignorando el dolor y el sufrimiento de tantos hogares y familias chilenas: los de "abajo" y los "inferiores".
Todas estas discriminaciones y desprecios con olor a traición, forman el pecado social instalado en Chile. Es una prueba más de la enfermedad de Chile, donde los pequeños y los pobres, predilectos de Cristo, no son considerados como corresponde a una persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios.
No se podría olvidar, en este Chile enfermo, la discriminación y mal trato dado a muchos inmigrantes.
Delante de las palabras del Evangelio de hoy, todas estas discriminaciones y desprecios por los pequeños, que abundan en nuestra sociedad, forman parte del pecado social, que tenemos que denunciar y combatir, preguntándonos con San Alberto Hurtado: ¿Es verdaderamente Chile un país católico? Y nos unimos a los Obispos de América Latina y el Caribe:
"Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres. (J.Pablo II). El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas (PP 3 de Pablo VI). Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos y que tienen la capacidad de cambiar: "que se le quiten las barreras de explotación... contra las que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción". (Juan Pablo II) (Puebla 28).
La explotación del "saber" es tan grave como la de la riqueza o la del poder:
"Los rasgos culturales que hemos presentado se ven influidos fuertemente por los medios de comunicación social. Los grupos de poder político, ideológico y económico penetran a través de ellos sutilmente el ambiente y el modo de vida de nuestro pueblo. Hay una manipulación de la información por parte de los distintos poderes y grupos. Esto se realiza de manera particular por la publicidad que introduce falsas expectativas, crea necesidades ficticias y muchas veces contradicen los valores fundamentales de nuestra cultura latinoamericana y del Evangelio. El uso indebido de la libertad en estos medios lleva a invadir el campo de la privacidad de las personas generalmente indefensas. Penetra también todos los ámbitos de la vida humana (hogar, centros de trabajo, lugares de esparcimiento, calle permanentemente). Los medios de comunicación, por otra parte, llevan a un cambio cultural que genera un nuevo lenguaje". (Cfr. EN 42) (Puebla 62).
Las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo están en una misma línea con su insistencia fundamental en cuanto a las relaciones humanas: que no exista aquel de "arriba", y aquel que está "abajo", y que el pecado más grande que podemos cometer es el de hacer sentir a un hermano nuestro que no es como nosotros, que somos "superiores" a él.
Y Jesús ha declarado superiores a aquellos que son estimados "inferiores".
"Dios se ha manifestado a los pequeños, y se manifiesta en los pequeños", mostrando aquella sabiduría del Evangelio, y que hace grande y superiores a los pequeños, pero lo más hermoso es que los pequeños no tienen conciencia de ser superiores. Aquí está todo el secreto. El Señor se manifestará en nosotros, en la medida que seamos humildes de corazón. Es necesario ponerse en el camino de la humildad. Hay que trabajar en el camino de la pequeñez y humildad de espíritu.
Es increíble comprobar, cuán paralizantes de nuestro andar cristiano, es la soberbia y el orgullo. En verdad, Dios no se manifiesta en un corazón engreído. Dios quiere trabajar en nuestro interior y hacernos santos. Pero no puede entrar en un engreído, en un "pagado de sí mismo". Dios no puede hacer nada en aquel que no es humilde y sencillo de corazón y mente; no puede hacer nada, pues, el orgulloso es aquel que no necesita de nadie, ni de Dios, ni de sus hermanos. Esa mente y ese corazón están cerrados a Dios; y Dios aunque sea puro amor y tenga mucho deseo de manifestarse a nosotros, no puede hacer nada, respeta el triste privilegio nuestro, que con la libertad que Él nos dio, podemos decirle no a Dios mismo.
Dios quiere manifestarse como el Dios Amor; quiere, que cada vez, lo vayamos conociendo y viendo en Él cosas mayores. Es bueno recordar aquí, algunos pasajes del Evangelio:
"Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret.
Natanael (Bartolomé) le replicó: "Pero ¿qué cosa buena puede salir de Nazaret?" Felipe le contestó: "Ven y verás".
Cuando Natanael llegaba donde Jesús, éste dijo de él: "Ahí viene un verdadero israelita de corazón sencillo". Natanael le preguntó: "¿De cuándo acá me conoces?" Jesús le respondió: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, ahí te conocí".
Natanael exclamó: "Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!" Jesús le dijo: "Tú crees, porque te he dicho: "te ví bajo la higuera. Verás cosas mayores".
De verdad les digo: "ustedes verán los cielos abiertos y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre". (Jn. 1,45-51).
Los discípulos eran pequeños y humildes, por eso, "verán cosas mayores". Porque la vida nuestra crecerá y se desarrollará en santidad, siempre que con pobreza y humildad de corazón, le permitamos al Señor manifestarse y entrar en nuestras vidas. Eso sólo puede ocurrir en un corazón humilde y en alguien que reconoce su pequeñez ante Dios.
Veamos en el Evangelio el caso de Nuestra Madre, María Virgen. Ella le canta a su Dios y Señor:
"Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva, porque quiso mirar la condición humilde de su esclava, en adelante todos los hombres dirán que soy feliz...".
"Su brazo llevó a cabo hechos heroicos, arruinó a los soberbios con sus maquinaciones".
Nos está hablando de las promesas esperanzadoras que se cumplirán con el Mesías, el Hijo de Dios, el hijo del Hombre, que ella dará a luz, para la salvación del género humano:
"Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes; Repletó a los hambrientos de todo lo bueno y despidió vacíos a los ricos".
En ella, repetimos: "Dios se muestra a los pequeños y en los pequeños". Ellos tienen, como decíamos anteriormente, la sabiduría de vivir; tienen la sabiduría del Evangelio. Lo hermoso es que no se sienten superiores. Aquí está el secreto de los humildes.
Había una señora casi analfabeta en una población, allí donde viven los pequeños y pobres. Era profundamente creyente. La gente acudía a su casa para contarle acerca de su vida y pedirle su sabio consejo. Los jóvenes también le iban a manifestar sus cosas, incluso le abrían su corazón, contándole acerca de que se habían enamorados, y necesitaban de su consejo. La gente le tenía confianza a esta señora humilde y sencilla: era una mujer de Dios. Dios se había mostrado a ella y se mostraba o se manifestaba en ella. Ella era una cristófora, portaba al Señor, Él habitaba en ella y, a través de ella se manifestaba a los humildes y pequeños.
Yo doy mi testimonio: es cierto: "Dios se muestra a los pequeños y en los pequeños". Los pobres, aquellos que los de "arriba" marginan y discriminan, me han evangelizado a través de mi ya larga vida sacerdotal. Siendo de Cristo, no puedo no ser de los pobres, pequeños y humildes. Me parece que nuestra Iglesia debe actualizar de una forma más nítida su opción pastoral y preferencial por los pobres, sin exclusión: desde los pobres evangelizar a todo y a todos. Me alegra el pronunciamiento de Francisco I: "Quiero una Iglesia pobre y para los pobres". Creo que la base de la Iglesia debe estrechar filas, con comunidades cristianas misioneras, insertas en el mundo, en distintos lugares y en nuestra sociedad toda, ayudando en el cumplimiento de los buenos anuncios de nuestro "Pescador de Galilea", el Papa Francisco I.
Quisiera terminar, volviendo al comienzo, a los puntos 1 y 2 del anuncio evangélico de hoy domingo.
1. Jesús alaba a la gente sencilla y humilde porque están preparados a comprender y a participar en su Reino. Más aún, la humildad o pobreza de corazón es condición para recibir los dones de Dios, la verdadera fe, esperanza y caridad. Ello se le niega al orgulloso y "sabio" según "la carne", como nos dice San Pablo, hoy en la 2ª lectura de nuestra liturgia (Romanos 8, 9.11-13), puesto que la autosuficiencia es incompatible con la comprensión de los valores del Evangelio. Y todo nos recuerda una vez más la primera Bienaventuranza: "Bienaventurados los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos".(Mt. 5,3). Creo que hay que agregar a Lucas que se refiere directamente a los pobres reales: "Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios". (Lucas 6,20). Mateo adapta la Bienaventuranza primera a los ya integrantes de la Iglesia de su tiempo. Lucas, en cambio, las pone aquí tales como Jesús las proclamó al pueblo de Galilea. Las Bienaventuranzas fueron, en boca de Jesús, un llamado y una esperanza dirigidos a los olvidados de este mundo y, para empezar, a los pobres de su pueblo, herederos de las promesas de Dios a los profetas.
2. Con todo, esta humildad cristiana y evangélica es camino de seguimiento de Jesús, humilde y pobre de espíritu y también pobre real. Jesús es la encarnación del Bienaventurado y del humilde, la fuente de la auténtica humildad; por eso, Él nos invita:
"Aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde y sus almas encontrarán alivio".
"Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré". (Mt. 11,28-30).
Y, ¿que es la humildad cristiana y evangélica?
Es vivir la verdad de nosotros mismos. No es ninguna forma de complejo de inferioridad o cosa semejante. Es reconocer nuestros propios valores y cualidades sin orgullo y vanidad, puesto que lo hemos recibido de Dios. Es también reconocer nuestros defectos, y nuestra condición pecadora como esencial a nuestro ser. Es vivir de acuerdo con la verdad que somos creaturas de Dios, totalmente dependientes de Él, y poner nuestra vida toda confiadamente en las manos. Recuerdo a Santa Teresita:
"Los brazos de Jesús son el ascensor que lleva al cielo".
Santa Teresita del Niño Jesús reconstruyó el "camino de la infancia espiritual" y de la "sencillez". Es el gran mensaje a quienes descubren sus limitaciones y su gran fragilidad y necesitan recordar que la santidad es mucho más que el esfuerzo voluntarista. Santa Teresita ayuda a presentarnos ante Dios, con las manos abiertas, tal vez vacías, pero será presentarnos tal como somos. El Señor puede quitar o poner algo en las manos. Ningún otro puede hacerlo, pero Él sí. Él es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mis manos y mi corazón y esperar lo suficiente para que el Señor venga.
Con un amor preferencial por los pobres. Y por un Chile más de Dios.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
1. "Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla. Sí, Padre, así te pareció bien". (Mt.11,25).
2. "Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio". (Mt.11,29).
Hay dos partes en el Evangelio de esta domínica. Y estas dos partes están relacionadas mutuamente. En la primera parte Jesús alaba la humildad. En la segunda Él se presenta como el modelo de humildad evangélica y cristiana.
Los fariseos, gente que se sentía segura; gente que se creía experta en moral y religión; creían saberlas todas. Ellos tenían la ley y la interpretaban a su manera, sintiéndose muy tranquilos. Y lo peor: se sentían dueños de la verdad.
Despreciaban y juzgaban a los humildes, a los pobres, a los que eran considerados sin el saber. El saber era de los fariseos. Eso es lo que ellos creían. Y por eso despreciaban y juzgaban a los pequeños, humildes y pobres, a los que habían sido excluídos, por la injusticia social del saber; los fariseos los oprimían y explotaban por medio de su saber. Ellos se ponían "arriba", se ponían y se sentían superiores. Hacían discriminación y contribuían a hacer una sociedad de los "superiores" y de los "inferiores"; de los de "arriba" y de los de "abajo". Existía de hecho un fuerte clasismo.
No hay que sólo remontarse al tiempo de los fariseos. Es necesario que miremos hoy la sociedad de nuestra patria. Nos encontramos con un acentuado clasismo, discriminación, marginación: existe el dato sociológico de una larvada lucha de clases.
También existen los de "arriba" y los de "abajo", los "superiores" y los "inferiores".
Todo esto se agravó con una dictadura de 17 años, que impuso una institucionalidad ilegítima a sangre y fuego; impuso sin ninguna garantía una Constitución: no había registros electorales y convocaron a un Plebiscito sobre una Constitución hecha entre cuatro paredes por un grupo adicto a la dictadura y elitista. Esta Constitución del 80, según los Obispos de ese tiempo, no goza de ninguna autoridad moral. Esa Constitución, después de más de 27 años sigue vigente, con unos arreglos cosméticos. Favorece a los privados y grandes empresarios coludidos con foráneos, y yo agrego a la clase política, que durante los gobiernos post dictadura hasta hoy no han hecho más que administrar la negociación que hicieron con la dictadura, traicionando al pueblo. Aquí unos pocos mandan al modo cupular, y el pueblo, sin unos verdaderos canales de participación, no obstante ser el soberano en una democracia, tiene que aceptar la política de los hechos consumados, con un Parlamento no representativo del pueblo debido a una ley electoral binominal injusta y excluyente: 35% es igual al 65%. Sé que cambió ley electoral pero todavía no se aplica.
Todavía, no obstante una bullada reforma, existe una Educación para los de "arriba" y para los de "abajo". Educación para ricos y Educación para pobres. Chile no es democrático. Existe una desigualdad grande, motivada por una economía neoliberal o "capitalismo salvaje", que es la negación de la esencia misma de la democracia. El pueblo que ha empezado a movilizarse, le está diciendo: ¡basta! a los de "arriba", que son una minoría que tiene secuestrada a una mayoría. Escuché, hace poco, en TV, hablar a un político de la Nueva Mayoría, que decía que 10 mil personas tenían el poder en Chile.
En las últimas elecciones presidenciales, en las primarias votaron sólo 3 millones de un universo de 13 millones de electores; en la segunda vuelta entre las dos candidatas reunieron un poco más, un poco menos de 5 millones 600 mil. Es decir la presidenta fue elegida con un poco más de 3 millones. Es una abstención grande, que refleja la no democracia y la poca representatividad del pueblo en sus autoridades. ¿Y para qué hablar de las primarias recientes? Sólo 1 millón ochocientos votantes.
Sería muy largo seguir detallando la farisea democracia y la ilegítima institucionalidad chilena. Hay una porfía y un orgullo de los de "arriba", que mandan y que los de "abajo": los pequeños y los pobres tienen que soportar, sin ninguna participación. Los del "saber" manipulan las conciencias y van creando, a través de los medios de comunicación, mentalidades equivocadas y objetivamente en una situación de mentira. Los "superiores" mandan a los "inferiores". Un ejemplo reciente: el caso de muerte en SENAME. En primera instancia se actuó con justicia en Cámara de Diputados, pero en segunda instancia, por intereses políticos mezquinos y de ética mala, con influencia de Gobierno, Diputados cambian su voto, deshacen el camino de cordura realizado, y dejan en la impunidad a 1 mil y ciento trece niños muertos en SENAME.
No puedo dejar de mencionar, en esta sociedad discriminatoria, que no toma en cuenta a los pequeños - sólo se acuerdan de ellos, cuando les piden el voto en unas espurias elecciones -, no puedo dejar de mencionar, digo, a aquellos políticos, que se clasificaban de revolucionarios antes del Golpe de Estado, que se decían representantes de la clase obrera y de los pobres del pueblo chileno, proponiendo un sistema institucional en que el pueblo fuera gobierno y soberano sustentador de la democracia, que tuvieron que salir al exilio, para salvar sus vidas ante la llegada de la dictadura: un rompimiento de la institucionalidad de una democracia imperfecta pero perfectible con más democracia. Estos hombres revolucionarios para recuperar el poder y volver a ser los "superiores", los de "arriba", aceptaron la negociación con la dictadura, y hoy día, la ponen en práctica; de nuevo ocupan cargos políticos e integran un Parlamento hecho y originado con una institucionalidad ilegítima dejada y negociada con la dictadura, con una ley electoral binominal de dos conglomerados, injustos y excluyentes desde su origen. Estos integran a los de "arriba" y se han acomodado pragmáticamente a una sociedad chilena resultante de la negociación con dictadura.
Estos anteriores revolucionarios al asumir el poder ya sea como presidente o como parlamentario, juran o prometen respetar y cumplir la Constitución y las leyes dejadas por el dictador, incluso más de alguno, ante el despertar del pueblo, exigiendo una Asamblea Constituyente para hacer una Nueva Constitución, ha dicho que esa demanda es un opio, es inconstitucional y no se ajusta a la institucionalidad vigente. ¿De qué Constitución e institucionalidad hablan estos antiguos revolucionarios? En verdad, ellos están ubicados con los de "arriba" con los "superiores", ignorando el dolor y el sufrimiento de tantos hogares y familias chilenas: los de "abajo" y los "inferiores".
Todas estas discriminaciones y desprecios con olor a traición, forman el pecado social instalado en Chile. Es una prueba más de la enfermedad de Chile, donde los pequeños y los pobres, predilectos de Cristo, no son considerados como corresponde a una persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios.
No se podría olvidar, en este Chile enfermo, la discriminación y mal trato dado a muchos inmigrantes.
Delante de las palabras del Evangelio de hoy, todas estas discriminaciones y desprecios por los pequeños, que abundan en nuestra sociedad, forman parte del pecado social, que tenemos que denunciar y combatir, preguntándonos con San Alberto Hurtado: ¿Es verdaderamente Chile un país católico? Y nos unimos a los Obispos de América Latina y el Caribe:
"Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres. (J.Pablo II). El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas (PP 3 de Pablo VI). Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos y que tienen la capacidad de cambiar: "que se le quiten las barreras de explotación... contra las que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción". (Juan Pablo II) (Puebla 28).
La explotación del "saber" es tan grave como la de la riqueza o la del poder:
"Los rasgos culturales que hemos presentado se ven influidos fuertemente por los medios de comunicación social. Los grupos de poder político, ideológico y económico penetran a través de ellos sutilmente el ambiente y el modo de vida de nuestro pueblo. Hay una manipulación de la información por parte de los distintos poderes y grupos. Esto se realiza de manera particular por la publicidad que introduce falsas expectativas, crea necesidades ficticias y muchas veces contradicen los valores fundamentales de nuestra cultura latinoamericana y del Evangelio. El uso indebido de la libertad en estos medios lleva a invadir el campo de la privacidad de las personas generalmente indefensas. Penetra también todos los ámbitos de la vida humana (hogar, centros de trabajo, lugares de esparcimiento, calle permanentemente). Los medios de comunicación, por otra parte, llevan a un cambio cultural que genera un nuevo lenguaje". (Cfr. EN 42) (Puebla 62).
Las palabras de Jesús en el Evangelio de este domingo están en una misma línea con su insistencia fundamental en cuanto a las relaciones humanas: que no exista aquel de "arriba", y aquel que está "abajo", y que el pecado más grande que podemos cometer es el de hacer sentir a un hermano nuestro que no es como nosotros, que somos "superiores" a él.
Y Jesús ha declarado superiores a aquellos que son estimados "inferiores".
"Dios se ha manifestado a los pequeños, y se manifiesta en los pequeños", mostrando aquella sabiduría del Evangelio, y que hace grande y superiores a los pequeños, pero lo más hermoso es que los pequeños no tienen conciencia de ser superiores. Aquí está todo el secreto. El Señor se manifestará en nosotros, en la medida que seamos humildes de corazón. Es necesario ponerse en el camino de la humildad. Hay que trabajar en el camino de la pequeñez y humildad de espíritu.
Es increíble comprobar, cuán paralizantes de nuestro andar cristiano, es la soberbia y el orgullo. En verdad, Dios no se manifiesta en un corazón engreído. Dios quiere trabajar en nuestro interior y hacernos santos. Pero no puede entrar en un engreído, en un "pagado de sí mismo". Dios no puede hacer nada en aquel que no es humilde y sencillo de corazón y mente; no puede hacer nada, pues, el orgulloso es aquel que no necesita de nadie, ni de Dios, ni de sus hermanos. Esa mente y ese corazón están cerrados a Dios; y Dios aunque sea puro amor y tenga mucho deseo de manifestarse a nosotros, no puede hacer nada, respeta el triste privilegio nuestro, que con la libertad que Él nos dio, podemos decirle no a Dios mismo.
Dios quiere manifestarse como el Dios Amor; quiere, que cada vez, lo vayamos conociendo y viendo en Él cosas mayores. Es bueno recordar aquí, algunos pasajes del Evangelio:
"Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y también los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret.
Natanael (Bartolomé) le replicó: "Pero ¿qué cosa buena puede salir de Nazaret?" Felipe le contestó: "Ven y verás".
Cuando Natanael llegaba donde Jesús, éste dijo de él: "Ahí viene un verdadero israelita de corazón sencillo". Natanael le preguntó: "¿De cuándo acá me conoces?" Jesús le respondió: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas bajo la higuera, ahí te conocí".
Natanael exclamó: "Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!" Jesús le dijo: "Tú crees, porque te he dicho: "te ví bajo la higuera. Verás cosas mayores".
De verdad les digo: "ustedes verán los cielos abiertos y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre". (Jn. 1,45-51).
Los discípulos eran pequeños y humildes, por eso, "verán cosas mayores". Porque la vida nuestra crecerá y se desarrollará en santidad, siempre que con pobreza y humildad de corazón, le permitamos al Señor manifestarse y entrar en nuestras vidas. Eso sólo puede ocurrir en un corazón humilde y en alguien que reconoce su pequeñez ante Dios.
Veamos en el Evangelio el caso de Nuestra Madre, María Virgen. Ella le canta a su Dios y Señor:
"Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva, porque quiso mirar la condición humilde de su esclava, en adelante todos los hombres dirán que soy feliz...".
"Su brazo llevó a cabo hechos heroicos, arruinó a los soberbios con sus maquinaciones".
Nos está hablando de las promesas esperanzadoras que se cumplirán con el Mesías, el Hijo de Dios, el hijo del Hombre, que ella dará a luz, para la salvación del género humano:
"Sacó a los poderosos de sus tronos y puso en su lugar a los humildes; Repletó a los hambrientos de todo lo bueno y despidió vacíos a los ricos".
En ella, repetimos: "Dios se muestra a los pequeños y en los pequeños". Ellos tienen, como decíamos anteriormente, la sabiduría de vivir; tienen la sabiduría del Evangelio. Lo hermoso es que no se sienten superiores. Aquí está el secreto de los humildes.
Había una señora casi analfabeta en una población, allí donde viven los pequeños y pobres. Era profundamente creyente. La gente acudía a su casa para contarle acerca de su vida y pedirle su sabio consejo. Los jóvenes también le iban a manifestar sus cosas, incluso le abrían su corazón, contándole acerca de que se habían enamorados, y necesitaban de su consejo. La gente le tenía confianza a esta señora humilde y sencilla: era una mujer de Dios. Dios se había mostrado a ella y se mostraba o se manifestaba en ella. Ella era una cristófora, portaba al Señor, Él habitaba en ella y, a través de ella se manifestaba a los humildes y pequeños.
Yo doy mi testimonio: es cierto: "Dios se muestra a los pequeños y en los pequeños". Los pobres, aquellos que los de "arriba" marginan y discriminan, me han evangelizado a través de mi ya larga vida sacerdotal. Siendo de Cristo, no puedo no ser de los pobres, pequeños y humildes. Me parece que nuestra Iglesia debe actualizar de una forma más nítida su opción pastoral y preferencial por los pobres, sin exclusión: desde los pobres evangelizar a todo y a todos. Me alegra el pronunciamiento de Francisco I: "Quiero una Iglesia pobre y para los pobres". Creo que la base de la Iglesia debe estrechar filas, con comunidades cristianas misioneras, insertas en el mundo, en distintos lugares y en nuestra sociedad toda, ayudando en el cumplimiento de los buenos anuncios de nuestro "Pescador de Galilea", el Papa Francisco I.
Quisiera terminar, volviendo al comienzo, a los puntos 1 y 2 del anuncio evangélico de hoy domingo.
1. Jesús alaba a la gente sencilla y humilde porque están preparados a comprender y a participar en su Reino. Más aún, la humildad o pobreza de corazón es condición para recibir los dones de Dios, la verdadera fe, esperanza y caridad. Ello se le niega al orgulloso y "sabio" según "la carne", como nos dice San Pablo, hoy en la 2ª lectura de nuestra liturgia (Romanos 8, 9.11-13), puesto que la autosuficiencia es incompatible con la comprensión de los valores del Evangelio. Y todo nos recuerda una vez más la primera Bienaventuranza: "Bienaventurados los que tienen espíritu de pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos".(Mt. 5,3). Creo que hay que agregar a Lucas que se refiere directamente a los pobres reales: "Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios". (Lucas 6,20). Mateo adapta la Bienaventuranza primera a los ya integrantes de la Iglesia de su tiempo. Lucas, en cambio, las pone aquí tales como Jesús las proclamó al pueblo de Galilea. Las Bienaventuranzas fueron, en boca de Jesús, un llamado y una esperanza dirigidos a los olvidados de este mundo y, para empezar, a los pobres de su pueblo, herederos de las promesas de Dios a los profetas.
2. Con todo, esta humildad cristiana y evangélica es camino de seguimiento de Jesús, humilde y pobre de espíritu y también pobre real. Jesús es la encarnación del Bienaventurado y del humilde, la fuente de la auténtica humildad; por eso, Él nos invita:
"Aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde y sus almas encontrarán alivio".
"Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré". (Mt. 11,28-30).
Y, ¿que es la humildad cristiana y evangélica?
Es vivir la verdad de nosotros mismos. No es ninguna forma de complejo de inferioridad o cosa semejante. Es reconocer nuestros propios valores y cualidades sin orgullo y vanidad, puesto que lo hemos recibido de Dios. Es también reconocer nuestros defectos, y nuestra condición pecadora como esencial a nuestro ser. Es vivir de acuerdo con la verdad que somos creaturas de Dios, totalmente dependientes de Él, y poner nuestra vida toda confiadamente en las manos. Recuerdo a Santa Teresita:
"Los brazos de Jesús son el ascensor que lleva al cielo".
Santa Teresita del Niño Jesús reconstruyó el "camino de la infancia espiritual" y de la "sencillez". Es el gran mensaje a quienes descubren sus limitaciones y su gran fragilidad y necesitan recordar que la santidad es mucho más que el esfuerzo voluntarista. Santa Teresita ayuda a presentarnos ante Dios, con las manos abiertas, tal vez vacías, pero será presentarnos tal como somos. El Señor puede quitar o poner algo en las manos. Ningún otro puede hacerlo, pero Él sí. Él es el Señor. Yo sólo tengo que abrir mis manos y mi corazón y esperar lo suficiente para que el Señor venga.
Con un amor preferencial por los pobres. Y por un Chile más de Dios.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+