Encarnar la Palabra, según el Espíritu, en sociedad actual.
Domingo Quince Año Ordinario A. 16.07.2017.
Lecturas:
1ª. Isaías 55,10-11.
2ª. Romanos 8,18-23.
Evangelio: Mateo 13,1-23.
Al comenzar, quiero dejar en claro, que mis reflexiones y comentarios, no pretenden ser una mera homilía o prédica dominical. Se trata de un escrito y documento elaborado, según la acción del Espíritu, para ayudar y aportar a los lectores, en su meditación, crecimiento y desarrollo de su vida cristiana. Y no pretende más que ser una mera ayuda a mis hermanos sacerdotes para poder hacer una preparación de la Evangelización dominical de ellos. Por lo tanto mi escrito no es una prédica y está muy lejos de ser una homilía express. Hay otros escritos de mis hermanos de Religión Digital que cumplen más bien los requisitos de una homilía. Con ese fin, con toda libertad, pueden tomar esos escritos, cercanos a una prédica. Esta aclaración, en ningún caso, pretende decir, que mis documentos dejan de ser una Evangelización, según el Espíritu Santo dictamine en mí. Tengo una profunda fe que todo es obra del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo, que anima a los distintos miembros del Cuerpo de Cristo, lo hace en forma distinta en cada miembro, y no por ser distinta hay que desecharla del Cuerpo. San Pablo al referirse a esto nos aclara que no por ser distintas no son del Cuerpo; son miembros distintos, pero necesarios, unidos a Cristo Cabeza del Cuerpo, complementando el Cuerpo, y haciéndolo uno en la diversidad de dones.
La Palabra de este domingo nos está señalando cómo la Palabra transforma nuestras vidas. El profeta Isaías hace una comparación simbólica del poder transformante de la Palabra:
"Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra que salga de mi boca. No volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo su misión".
(Isaías 55,10-11).
Así como la semilla empapada por la lluvia, que transcurriendo el tiempo llega a producir fruto fecundo, así también es el efecto de la Palabra de Dios en nuestras vidas, nos transforma y cambia nuestras vidas produciendo, con tiempo perseverante, una vida interior fecundada por Dios, que nos lleva a vivir y actuar de acuerdo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra.
De alguna manera San Pablo en la 2ª lectura de esta domínica está indicando lo mismo:
"Lo mismo nosotros, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos interiormente, anhelando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo". (Romanos 8,23).
Tomando estas palabras, podríamos decir, que la Palabra que se nos dio, dará sus frutos en algún momento futuro y que la Palabra tiende a trabajar en nuestras vidas, buscando una fecundidad al correr del tiempo.
El Evangelio de hoy está explicado por el mismo Jesús (Cfr. Mt. 13, 18-23). Pueden ustedes leer esta explicación de Jesús.
Como otras veces, quiero insistir en la importancia, que tiene la oración, según el Espíritu, en nuestra vida cristiana, para que la Palabra sea fecunda en nosotros y en la sociedad actual, buscando encarnación del Verbo, según los signos de los tiempos, y en forma concreta y profética, dejando que el Espíritu, sea el que aclare y recuerde las enseñanzas de Jesús. Siendo miembros distintos del Cuerpo de Cristo, la acción del Espíritu será distinta con sus distintos dones, complementando y enriqueciendo el Cuerpo.
Hemos dicho anteriormente que no se trata de una simple lectura de la Palabra, ni tampoco de sólo decir palabras, hablar y hablar a Dios. Se trata más bien de escuchar en silencio a nuestro Señor:
"Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan". (Introducción al Padre Nuestro: Mt.6,7-8).
Se trata de una oración de ponerse en la presencia de Dios con fe, esperanza y caridad; de una oración en que hablamos menos y dejamos, en silencio, que Dios nos hable y nos diga lo que quiere de nosotros:
"Heme aquí, Señor, para hacer tu voluntad".
"He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra".
"Habla,Señor, que tu servidor escucha".
"Espero confiado en el Señor, cierto estoy de su Palabra".
Es una oración de espera expectante de amor. Es una oración confiada en Dios, de manos abiertas, de corazón y mente igualmente abiertos; abandonándose a Dios con gran confianza y esperando, con mucho amor, que el Señor ponga y saque, en nosotros lo que Él quiera. Es una oración "sin muros y con mucho horizonte". Es una oración "con oído atento, mirada abierta y el paso ligero". Todos estos dichos entre comillas, los recuerdo del Obispo Don Manuel Larraín y del Obispo Don Carlos González.
Recomiendo una oración diaria de la Palabra con estas características señaladas.
Háganlo con Evangelio en mano, metiéndose y cerrando la puerta de su cuarto. El Señor les hablará en lo secreto e iremos poco a poco ganando en frutos y ganando una profunda vida interior con un Dios que se dona a nuestras vidas.
Es cierto, que todo esfuerzo personal en nuestra oración, es mirado con simpatía y aprobación por parte de Dios, pero, también, tenemos que reconocer, que todo ese esfuerzo llega a un punto en que nos damos cuenta, que nuestros esfuerzos, si bien valiosos, llegan a un punto en que tenemos que reconocer, que no basta el sólo esfuerzo personal meritorio, y que la última palabra la tiene Dios.
Hay que saber guardar silencio, y esperar la última palabra de Dios. Él es el verdadero Sembrador. Todo será un don de Dios. Es Dios, y no sólo nuestros meros esfuerzos personales, lo que nos hará escuchar lo que Él nos habla. Eso nos hará caminar hacia la santidad de vida, no para nosotros, sino para la mayor gloria de Dios, y para seguir construyendo, en nuestro mundo de hoy, el Reino instaurado por Jesús en él. Es la urgencia de hoy: encarnar a Jesús, la Palabra de Vida en la sociedad actual.
Se trata de actuar como profetas según el Espíritu.
Es Jesús el que nos conduce al Padre, inspirados por la acción del Espíritu Santo, que nos ayuda y beneficia en un discernimiento de la voluntad del Padre y, también, en esta voluntad, una mayor claridad y un mejor discernimiento de los signos de los tiempos. Esta oración nos llevará a encarnar, a la manera de Cristo, su Palabra, el Verbo.
Les hablaba de una espera expectante de amor. Dios nos dirá y actuará en nosotros, pero cuando sea su voluntad. En la oración hay que ser paciente, constante. Hay que saber esperar, no todos los frutos de la palabra de Dios son percibidos en nuestro presente inmediato. La Palabra tiene una tendencia hacia la plenitud futura.
En la parábola del Sembrador se nos presenta un proceso de esta Palabra en las vidas humanas, que son el terreno donde el Sembrador, Jesús, la Palabra, quiere dar frutos.
La parábola del Sembrador simboliza la manera que nosotros, de hecho, acogemos esta Palabra de Dios. Y esto no necesita una gran explicación, porque, como ya lo dije, es Jesús mismo, quien lo explica mejor en los versículos correspondientes.
Sólo me referiré a algunos puntos, teniendo siempre, como telón de fondo el contexto de una oración necesaria:
1. Habitualmente, la mayoría de la gente ha escuchado y, a veces, acogido la Palabra sembrada por Jesús, a través de distintos canales y circunstancias. Pero lo que importa es entender, es ver qué es lo que hacemos con la Palabra y cómo es nuestro actuar en la sociedad de hoy con respecto a la Palabra. ¿La vivimos? ¿ La encarnamos según los signos de los tiempos?
2. También hay gente cerrada a la Palabra de Dios. No entienden ni aún los ejemplos puestos por Jesús en forma de parábolas:
"Y se verificará en ellos lo que escribió el profeta Isaías:
"Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán.
Porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos. Con el fin de no ver, ni oír, ni comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que yo los salve". (Mt.13,14-15).
¿No nos da la impresión que en la cultura actual, incluso de nuestro país, se está dando lo expresado por profeta Isaías, y recordado hoy por Jesús, a través del evangelista Mateo?
3.Hay que entender también, y no olvidar, que el demonio hace lo posible para arrancar de nosotros lo sembrado y el fruto de la Palabra. ¿Acaso no nos damos cuenta cómo influye o trata de influir el mal en el mundo actual?
4.En la parábola se habla de lo sembrado entre espinos. Hay gente con esta realidad.
Creen pero no se sienten satisfechos con los frutos que se cosechan en el camino difícil. Quieren "salvar su vida" y servir a la vez a Dios y al Dinero. ¡Cuántos niños buenos criados en sus familias y en colegios católicos, cuántos jóvenes excelentes formados en sus parroquias, que se quedarán en la Iglesia por toda su vida, pero que serán estériles para el Reino de Dios! Pues la búsqueda del éxito material los tiene amarrados y, en ellos, la esperanza del Reino no es más que un deseo impotente.
Y los políticos, sobre todo los que se dicen católicos, la atracción del dinero y del poder por el poder, y no por el bien común, como un servicio público, son obstáculos importantes para que la Palabra de Dios pueda dar fruto. Hoy día, estamos comprobando, que no sólo se producen obstáculos a la Palabra, sino que directamente ésta es contradecida, propiciando costumbres y leyes contra la Palabra y voluntad de Dios, y contra la misma naturaleza de las cosas. Y, con dolor, uno comprueba, que a veces, se suman a estas contradicciones y obstáculos, miembros de la misma Iglesia. ¡Que ganas que éstos guarden silencio y se callen! ¡Tienen que encarnar la Palabra y no "su palabra"!
5. Hay que escuchar la Palabra en debida forma. Ser capaces de escuchar y orar la Palabra en debida forma es una gracia y bienaventuranza:
"Dichosos ustedes porque ven y oyen". (Mt. 13, 16).
Si la semilla sembrada da frutos en unos, y en otros no, esto no se debe a que unos sean inteligentes y otros no, unos dispuestos a la piedad y otros no. La semilla crece ahí donde hay esperanza, y no crece en la tierra donde no la hay.
Es hombre y mujer de esperanza el o la que puede orientar su vida hacia una meta grande; es capaz de arriesgarlo todo y trabaja incesantemente para conseguir algo que todavía no se ve:
"La fe es la manera de tener lo que esperamos, el medio para conocer lo que no vemos". (Hebreo 11,1).
Los hombres y mujeres de esperanza también son hombres y mujeres de fe y que saben amar. Esperar es mantenerse firme a pesar de los obstáculos: si Dios nos puso en un camino, este camino debe llegar a alguna parte, por grandes que sean los obstáculos. La esperanza es perseverancia y valentía.
6. Cristo siembra, y lo que siembra son palabras de verdad y de vida eterna. Éstas deben crecer y madurar en el corazón humano. La semilla está creciendo hoy mismo y con ella llega a la tierra el Reino de Dios, No llama la atención por el número, porque en muchos, o no nace o no crece. Pero donde crece, tiene fecundidad asombrosa. Algo vive misteriosamente en lo más profundo de la humanidad, algo se trasmite, algo va creciendo y la semilla rompe los suelos más duros. La palabra es eficaz y produce frutos. Del Evangelio han salido las inquietudes que hoy sacuden al mundo entero: unidad, justicia, fraternidad y paz; y la certeza del hombre de hoy de que es una persona y no está sometido a un destino ciego. La conciencia de la dignidad del ser humano y sus derechos, la seguridad de que la historia tiene un sentido y debemos llevarla a su término. Todas estas cosas han nacido de las Palabras de Jesús, pero han tenido que madurar en el corazón de personas buenas. Por eso Jesús se fija en cómo los seres humanos acogen la Palabra De Dios:
"Porque a ustedes se les ha permitido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque, al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará aun lo que tiene".(Mateo 13, 11-12).
Ese "a ustedes", se refiere a los que tomaron en serio el llamado de Jesús y se decidieron para seguirlo. Y porque han pasado a ser los cooperadores de Cristo, el Padre le revelará sus secretos:
"Yo les aseguro que muchos profetas y muchos santos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron".(Mt.13.17).
7. Es urgente y necesario que nuestra sociedad escuche a Dios. Se necesitan hombres y mujeres que escuchen la Palabra y la pongan en práctica en la sociedad. Para eso, necesitamos hombres y mujeres de oración. Que sepan guardar silencio para escuchar la Palabra de Jesús hoy día, y puedan encarnar a Jesús en los tiempos actuales. Esto se lo pìdo especialmente a los católicos, que embarcándose o no en la vorágine beligerante y política de un llamado postmodernismo, no hacen oración, ni menos oyen la Palabra de Dios, quedando en una condición de no ser "sal de la tierra". Por eso, aquí cabe preguntarse, ¿cómo pueden ellos sazonar y dar vida verdadera a Chile?
Aplicando y encarnando el Evangelio, después de un ya largo tiempo de experiencia, de oración y acción, se podría decir muy en conciencia, que Chile, y especialmente políticos católicos en el poder, teniendo una Constitución e institucionalidad, ilegítima, están en la situación del hombre "que oye estas palabras sin ponerlas en práctica, es como el que no piensa , y construye su casa sobre la arena. Cayó la lluvia a torrentes, soplaron los vientos contra la casa, y ésta se derrumbó con gran estrépito". Así, como veo las cosas, habiéndolas vividos con experiencia de chileno, con memoria histórica, y de chileno creyente, en oración y consecuente acción, me atrevo a decir que Chile "construye su casa sobre arena". Porque, en la práctica, no se es verdaderamente "hijos de Dios"; lo han postergado y dejado por la idolatría del dinero, especialmente por una minoría que se ha adueñado del país: privados y políticos, imponiendo una economía del tener y del acumular, que no es de Dios; por la práctica de antivalores contra natura: contra Dios y su voluntad expresada en la naturaleza de las cosas, y tanto esto como el injusto dinero no hace la fraternidad: en la práctica "no somos "hermanos". Pero, no por eso, bajaremos los brazos; lucharemos siempre por derribar los obstáculos a ser "hijos de Dios" y "hermanos". Siempre habrá que "anunciar", "denunciar" y "convocar", es decir siempre, con fuerza y valentía, hay que Evangelizar, encarnando el Verbo en el mundo actual:
"Lo que hemos visto y oído no lo podemos callar".
Como hombre de fe, esperanza y amor a Chile, me digo a mí mismo y a los chilenos, la Palabra de Jesús, el verdadero Sembrador:
"El que escucha mis palabras y las practica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca". (Mateo 7,24-25).
Con amor de sacerdote, hombre de Iglesia y ciudadano chileno, digo que a Chile hay que construirlo sobre roca y no sobre arena.
Que todos y cada uno, escuchemos a la Palabra, a Jesús, el Sembrador, en oración y la pongamos en práctica en la sociedad actual y también en nuestra Iglesia. Seamos constructores del Reino entre nosotros, pero siempre sobre "roca". Y esto, aunque signifique incomprensión, críticas del mal llamado postmodernismo, persecución y "pasar por lo que Cristo pasó"; y aunque Chile se halle hoy en extrañas y enajenantes elecciones presidenciales. Es nuestro Camino, Verdad y Vida.
Esta domínica coincide con la Celebración de la Virgen del Carmen Patrona de Chile.
Por eso, al terminar, suplico con sinceridad de corazón, con amor a Dios, a la Iglesia chilena y a Chile mismo:
"Virgen del Carmen, Patrona de Chile, salva a tu pueblo que clama a tí".
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Lecturas:
1ª. Isaías 55,10-11.
2ª. Romanos 8,18-23.
Evangelio: Mateo 13,1-23.
Al comenzar, quiero dejar en claro, que mis reflexiones y comentarios, no pretenden ser una mera homilía o prédica dominical. Se trata de un escrito y documento elaborado, según la acción del Espíritu, para ayudar y aportar a los lectores, en su meditación, crecimiento y desarrollo de su vida cristiana. Y no pretende más que ser una mera ayuda a mis hermanos sacerdotes para poder hacer una preparación de la Evangelización dominical de ellos. Por lo tanto mi escrito no es una prédica y está muy lejos de ser una homilía express. Hay otros escritos de mis hermanos de Religión Digital que cumplen más bien los requisitos de una homilía. Con ese fin, con toda libertad, pueden tomar esos escritos, cercanos a una prédica. Esta aclaración, en ningún caso, pretende decir, que mis documentos dejan de ser una Evangelización, según el Espíritu Santo dictamine en mí. Tengo una profunda fe que todo es obra del Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo, que anima a los distintos miembros del Cuerpo de Cristo, lo hace en forma distinta en cada miembro, y no por ser distinta hay que desecharla del Cuerpo. San Pablo al referirse a esto nos aclara que no por ser distintas no son del Cuerpo; son miembros distintos, pero necesarios, unidos a Cristo Cabeza del Cuerpo, complementando el Cuerpo, y haciéndolo uno en la diversidad de dones.
La Palabra de este domingo nos está señalando cómo la Palabra transforma nuestras vidas. El profeta Isaías hace una comparación simbólica del poder transformante de la Palabra:
"Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, así será la palabra que salga de mi boca. No volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería, y haber llevado a cabo su misión".
(Isaías 55,10-11).
Así como la semilla empapada por la lluvia, que transcurriendo el tiempo llega a producir fruto fecundo, así también es el efecto de la Palabra de Dios en nuestras vidas, nos transforma y cambia nuestras vidas produciendo, con tiempo perseverante, una vida interior fecundada por Dios, que nos lleva a vivir y actuar de acuerdo a la voluntad de Dios expresada en su Palabra.
De alguna manera San Pablo en la 2ª lectura de esta domínica está indicando lo mismo:
"Lo mismo nosotros, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos interiormente, anhelando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo". (Romanos 8,23).
Tomando estas palabras, podríamos decir, que la Palabra que se nos dio, dará sus frutos en algún momento futuro y que la Palabra tiende a trabajar en nuestras vidas, buscando una fecundidad al correr del tiempo.
El Evangelio de hoy está explicado por el mismo Jesús (Cfr. Mt. 13, 18-23). Pueden ustedes leer esta explicación de Jesús.
Como otras veces, quiero insistir en la importancia, que tiene la oración, según el Espíritu, en nuestra vida cristiana, para que la Palabra sea fecunda en nosotros y en la sociedad actual, buscando encarnación del Verbo, según los signos de los tiempos, y en forma concreta y profética, dejando que el Espíritu, sea el que aclare y recuerde las enseñanzas de Jesús. Siendo miembros distintos del Cuerpo de Cristo, la acción del Espíritu será distinta con sus distintos dones, complementando y enriqueciendo el Cuerpo.
Hemos dicho anteriormente que no se trata de una simple lectura de la Palabra, ni tampoco de sólo decir palabras, hablar y hablar a Dios. Se trata más bien de escuchar en silencio a nuestro Señor:
"Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de ese modo, porque, antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan". (Introducción al Padre Nuestro: Mt.6,7-8).
Se trata de una oración de ponerse en la presencia de Dios con fe, esperanza y caridad; de una oración en que hablamos menos y dejamos, en silencio, que Dios nos hable y nos diga lo que quiere de nosotros:
"Heme aquí, Señor, para hacer tu voluntad".
"He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra".
"Habla,Señor, que tu servidor escucha".
"Espero confiado en el Señor, cierto estoy de su Palabra".
Es una oración de espera expectante de amor. Es una oración confiada en Dios, de manos abiertas, de corazón y mente igualmente abiertos; abandonándose a Dios con gran confianza y esperando, con mucho amor, que el Señor ponga y saque, en nosotros lo que Él quiera. Es una oración "sin muros y con mucho horizonte". Es una oración "con oído atento, mirada abierta y el paso ligero". Todos estos dichos entre comillas, los recuerdo del Obispo Don Manuel Larraín y del Obispo Don Carlos González.
Recomiendo una oración diaria de la Palabra con estas características señaladas.
Háganlo con Evangelio en mano, metiéndose y cerrando la puerta de su cuarto. El Señor les hablará en lo secreto e iremos poco a poco ganando en frutos y ganando una profunda vida interior con un Dios que se dona a nuestras vidas.
Es cierto, que todo esfuerzo personal en nuestra oración, es mirado con simpatía y aprobación por parte de Dios, pero, también, tenemos que reconocer, que todo ese esfuerzo llega a un punto en que nos damos cuenta, que nuestros esfuerzos, si bien valiosos, llegan a un punto en que tenemos que reconocer, que no basta el sólo esfuerzo personal meritorio, y que la última palabra la tiene Dios.
Hay que saber guardar silencio, y esperar la última palabra de Dios. Él es el verdadero Sembrador. Todo será un don de Dios. Es Dios, y no sólo nuestros meros esfuerzos personales, lo que nos hará escuchar lo que Él nos habla. Eso nos hará caminar hacia la santidad de vida, no para nosotros, sino para la mayor gloria de Dios, y para seguir construyendo, en nuestro mundo de hoy, el Reino instaurado por Jesús en él. Es la urgencia de hoy: encarnar a Jesús, la Palabra de Vida en la sociedad actual.
Se trata de actuar como profetas según el Espíritu.
Es Jesús el que nos conduce al Padre, inspirados por la acción del Espíritu Santo, que nos ayuda y beneficia en un discernimiento de la voluntad del Padre y, también, en esta voluntad, una mayor claridad y un mejor discernimiento de los signos de los tiempos. Esta oración nos llevará a encarnar, a la manera de Cristo, su Palabra, el Verbo.
Les hablaba de una espera expectante de amor. Dios nos dirá y actuará en nosotros, pero cuando sea su voluntad. En la oración hay que ser paciente, constante. Hay que saber esperar, no todos los frutos de la palabra de Dios son percibidos en nuestro presente inmediato. La Palabra tiene una tendencia hacia la plenitud futura.
En la parábola del Sembrador se nos presenta un proceso de esta Palabra en las vidas humanas, que son el terreno donde el Sembrador, Jesús, la Palabra, quiere dar frutos.
La parábola del Sembrador simboliza la manera que nosotros, de hecho, acogemos esta Palabra de Dios. Y esto no necesita una gran explicación, porque, como ya lo dije, es Jesús mismo, quien lo explica mejor en los versículos correspondientes.
Sólo me referiré a algunos puntos, teniendo siempre, como telón de fondo el contexto de una oración necesaria:
1. Habitualmente, la mayoría de la gente ha escuchado y, a veces, acogido la Palabra sembrada por Jesús, a través de distintos canales y circunstancias. Pero lo que importa es entender, es ver qué es lo que hacemos con la Palabra y cómo es nuestro actuar en la sociedad de hoy con respecto a la Palabra. ¿La vivimos? ¿ La encarnamos según los signos de los tiempos?
2. También hay gente cerrada a la Palabra de Dios. No entienden ni aún los ejemplos puestos por Jesús en forma de parábolas:
"Y se verificará en ellos lo que escribió el profeta Isaías:
"Oirán, pero no entenderán, y, por más que miren, no verán.
Porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos. Con el fin de no ver, ni oír, ni comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que yo los salve". (Mt.13,14-15).
¿No nos da la impresión que en la cultura actual, incluso de nuestro país, se está dando lo expresado por profeta Isaías, y recordado hoy por Jesús, a través del evangelista Mateo?
3.Hay que entender también, y no olvidar, que el demonio hace lo posible para arrancar de nosotros lo sembrado y el fruto de la Palabra. ¿Acaso no nos damos cuenta cómo influye o trata de influir el mal en el mundo actual?
4.En la parábola se habla de lo sembrado entre espinos. Hay gente con esta realidad.
Creen pero no se sienten satisfechos con los frutos que se cosechan en el camino difícil. Quieren "salvar su vida" y servir a la vez a Dios y al Dinero. ¡Cuántos niños buenos criados en sus familias y en colegios católicos, cuántos jóvenes excelentes formados en sus parroquias, que se quedarán en la Iglesia por toda su vida, pero que serán estériles para el Reino de Dios! Pues la búsqueda del éxito material los tiene amarrados y, en ellos, la esperanza del Reino no es más que un deseo impotente.
Y los políticos, sobre todo los que se dicen católicos, la atracción del dinero y del poder por el poder, y no por el bien común, como un servicio público, son obstáculos importantes para que la Palabra de Dios pueda dar fruto. Hoy día, estamos comprobando, que no sólo se producen obstáculos a la Palabra, sino que directamente ésta es contradecida, propiciando costumbres y leyes contra la Palabra y voluntad de Dios, y contra la misma naturaleza de las cosas. Y, con dolor, uno comprueba, que a veces, se suman a estas contradicciones y obstáculos, miembros de la misma Iglesia. ¡Que ganas que éstos guarden silencio y se callen! ¡Tienen que encarnar la Palabra y no "su palabra"!
5. Hay que escuchar la Palabra en debida forma. Ser capaces de escuchar y orar la Palabra en debida forma es una gracia y bienaventuranza:
"Dichosos ustedes porque ven y oyen". (Mt. 13, 16).
Si la semilla sembrada da frutos en unos, y en otros no, esto no se debe a que unos sean inteligentes y otros no, unos dispuestos a la piedad y otros no. La semilla crece ahí donde hay esperanza, y no crece en la tierra donde no la hay.
Es hombre y mujer de esperanza el o la que puede orientar su vida hacia una meta grande; es capaz de arriesgarlo todo y trabaja incesantemente para conseguir algo que todavía no se ve:
"La fe es la manera de tener lo que esperamos, el medio para conocer lo que no vemos". (Hebreo 11,1).
Los hombres y mujeres de esperanza también son hombres y mujeres de fe y que saben amar. Esperar es mantenerse firme a pesar de los obstáculos: si Dios nos puso en un camino, este camino debe llegar a alguna parte, por grandes que sean los obstáculos. La esperanza es perseverancia y valentía.
6. Cristo siembra, y lo que siembra son palabras de verdad y de vida eterna. Éstas deben crecer y madurar en el corazón humano. La semilla está creciendo hoy mismo y con ella llega a la tierra el Reino de Dios, No llama la atención por el número, porque en muchos, o no nace o no crece. Pero donde crece, tiene fecundidad asombrosa. Algo vive misteriosamente en lo más profundo de la humanidad, algo se trasmite, algo va creciendo y la semilla rompe los suelos más duros. La palabra es eficaz y produce frutos. Del Evangelio han salido las inquietudes que hoy sacuden al mundo entero: unidad, justicia, fraternidad y paz; y la certeza del hombre de hoy de que es una persona y no está sometido a un destino ciego. La conciencia de la dignidad del ser humano y sus derechos, la seguridad de que la historia tiene un sentido y debemos llevarla a su término. Todas estas cosas han nacido de las Palabras de Jesús, pero han tenido que madurar en el corazón de personas buenas. Por eso Jesús se fija en cómo los seres humanos acogen la Palabra De Dios:
"Porque a ustedes se les ha permitido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque, al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará aun lo que tiene".(Mateo 13, 11-12).
Ese "a ustedes", se refiere a los que tomaron en serio el llamado de Jesús y se decidieron para seguirlo. Y porque han pasado a ser los cooperadores de Cristo, el Padre le revelará sus secretos:
"Yo les aseguro que muchos profetas y muchos santos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron".(Mt.13.17).
7. Es urgente y necesario que nuestra sociedad escuche a Dios. Se necesitan hombres y mujeres que escuchen la Palabra y la pongan en práctica en la sociedad. Para eso, necesitamos hombres y mujeres de oración. Que sepan guardar silencio para escuchar la Palabra de Jesús hoy día, y puedan encarnar a Jesús en los tiempos actuales. Esto se lo pìdo especialmente a los católicos, que embarcándose o no en la vorágine beligerante y política de un llamado postmodernismo, no hacen oración, ni menos oyen la Palabra de Dios, quedando en una condición de no ser "sal de la tierra". Por eso, aquí cabe preguntarse, ¿cómo pueden ellos sazonar y dar vida verdadera a Chile?
Aplicando y encarnando el Evangelio, después de un ya largo tiempo de experiencia, de oración y acción, se podría decir muy en conciencia, que Chile, y especialmente políticos católicos en el poder, teniendo una Constitución e institucionalidad, ilegítima, están en la situación del hombre "que oye estas palabras sin ponerlas en práctica, es como el que no piensa , y construye su casa sobre la arena. Cayó la lluvia a torrentes, soplaron los vientos contra la casa, y ésta se derrumbó con gran estrépito". Así, como veo las cosas, habiéndolas vividos con experiencia de chileno, con memoria histórica, y de chileno creyente, en oración y consecuente acción, me atrevo a decir que Chile "construye su casa sobre arena". Porque, en la práctica, no se es verdaderamente "hijos de Dios"; lo han postergado y dejado por la idolatría del dinero, especialmente por una minoría que se ha adueñado del país: privados y políticos, imponiendo una economía del tener y del acumular, que no es de Dios; por la práctica de antivalores contra natura: contra Dios y su voluntad expresada en la naturaleza de las cosas, y tanto esto como el injusto dinero no hace la fraternidad: en la práctica "no somos "hermanos". Pero, no por eso, bajaremos los brazos; lucharemos siempre por derribar los obstáculos a ser "hijos de Dios" y "hermanos". Siempre habrá que "anunciar", "denunciar" y "convocar", es decir siempre, con fuerza y valentía, hay que Evangelizar, encarnando el Verbo en el mundo actual:
"Lo que hemos visto y oído no lo podemos callar".
Como hombre de fe, esperanza y amor a Chile, me digo a mí mismo y a los chilenos, la Palabra de Jesús, el verdadero Sembrador:
"El que escucha mis palabras y las practica es como un hombre inteligente que edificó su casa sobre la roca. Cayó la lluvia a torrentes, sopló el viento huracanado contra la casa, pero la casa no se derrumbó, porque tenía los cimientos sobre la roca". (Mateo 7,24-25).
Con amor de sacerdote, hombre de Iglesia y ciudadano chileno, digo que a Chile hay que construirlo sobre roca y no sobre arena.
Que todos y cada uno, escuchemos a la Palabra, a Jesús, el Sembrador, en oración y la pongamos en práctica en la sociedad actual y también en nuestra Iglesia. Seamos constructores del Reino entre nosotros, pero siempre sobre "roca". Y esto, aunque signifique incomprensión, críticas del mal llamado postmodernismo, persecución y "pasar por lo que Cristo pasó"; y aunque Chile se halle hoy en extrañas y enajenantes elecciones presidenciales. Es nuestro Camino, Verdad y Vida.
Esta domínica coincide con la Celebración de la Virgen del Carmen Patrona de Chile.
Por eso, al terminar, suplico con sinceridad de corazón, con amor a Dios, a la Iglesia chilena y a Chile mismo:
"Virgen del Carmen, Patrona de Chile, salva a tu pueblo que clama a tí".
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+