Evangelizar en el "mar" tormentoso del mundo.
Domingo Diez y Nueve Año Ordinario A. 13.08.2017. Mateo 14,23-33.
La Palabra de Jesús nos anuncia que es tener fe. Es creer y confiar en Jesús total y radicalmente.
No se trata de creer en "algo", sino en "Alguien": la persona misma del Señor Jesús.
A pesar de las dificultades del "mar", a veces bravo de la vida,"sacudido fuertemente por la olas", nuestra fe está puesta en Jesús.
Fe es creer en Jesús aunque todo se nos manifieste contrario, aunque sea como el "viento" en contra que sacude fuertemente nuestra "barca":
"Entre tanto, la barca estaba muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba viento en contra".
Tener fe en Jesús significa poner toda nuestra confianza en Él aunque haya crisis en nuestra vida:
"¡Feliz el hombre que pone su confianza en Dios!"."Nunca quedará defraudado".
El amor de Dios es eterno. Dios no tiene crisis del primer amor a nosotros. Nosotros, con Dios, si la podemos tener, como dice la Escritura:
"Sin embargo, tengo en tu contra que has perdido el primer amor". (Apocalipsis 2,4)
Hay crisis de amor a Jesús, como las hay en los matrimonios, en el sacerdocio y en la vida religiosa. Bien sabemos cuán duras son esas crisis. Pero, en Cristo, su amor es por los siglos de los siglos. Él no puede negarse ni contradecirse a sí mismo, porque Dios es el Amor eterno.
El que tiene fe en Jesús sabe que no existen caminos sin salida porque:
"para Dios nada es imposible".
Incluso cuando todo parece perdido, y se está en la oscuridad más profunda, es posible encontrar respuesta y salida, que trae la paz interior.
Siempre hay respuestas a situaciones aparentemente insolubles. No creamos en los naufragios totales en nuestra vida. Siempre es posible salir adelante en Cristo: Fe, Esperanza y Amor de nuestra parte.
Tenemos, siempre, que recuperar nuestro primer amor a Dios. Y se puede recuperar. Hay que poner toda nuestra confianza en Dios y no quedaremos defraudados.
Soy testigo de verdaderas resurrecciones en el amor a sí mismo, a Dios y al hermano. Desde las cenizas brota un nuevo calor y una nueva vida. Quienes han vivido esta experiencia, saben que las maravillas que Dios hace en cada uno, producen una profunda vida interior, un verdadero trasplante de corazón, que todo lo sucedido en nuestro interior y en nuestro comportamiento exterior, es mucho más importante que los milagros físicos. Aquí es necesario levantar a Nuestra Madre la Virgen María:
"El Señor se fijó en la pequeñez de su sierva e hizo en mí maravillas, Santo es mi Dios".
Jesús hace grandes cosas y podemos esperar, "aún ver cosas mayores", como Jesús se lo dijo a Bartolomé (Natanael)en el primer encuentro de éste con Jesús. Porque, hay que tener un encuentro con Jesús, para lograr tener fe.
El Señor puede revitalizar nuestra adhesión de fe en Él, a veces muy debilitada, y puede mostrar a cada uno y a todos, nuevos caminos de alegría y paz, y sobre todo, reencontrar el primer amor a Él.
Fe en Jesús. Él tiene diversos llamados en las diferentes etapas de nuestras vidas, y cada etapa tiene su misión.
Hay muchos cristianos que descubren esta verdad después de muchas crisis. Han redescubierto el sentido de creer. Experimentan, que creer es, en primer lugar, tener un encuentro personal con Jesús, conocerlo y amarlo, como el Señor y Dios hecho Hombre, que anima nuestra Fe, Esperanza y Caridad. Pero también, se dan cuenta, que creer en Jesús es exigente, y que los obliga a cambiar de vida radicalmente. Porque creer en Jesús es aceptar su llamada a construir su Reino en el mundo, lo cual trae dificultades. Los que han "pasado" por todo esto, viviendo una "pascua", se ponen más sencillos, ya no racionalizan o intelectualizan todo. Se han quedado con una verdad: Jesús es Dios. Es el Amor y la Misericordia de Dios Encarnada en la humanidad y en el mundo todo. Es el Maestro que vive en su Iglesia y en el "mar" del mundo secular. Es el Hijo amado del Padre a quien tenemos que escuchar y hacer lo que Él quiere. Así el compromiso con Jesús se hace cada vez más exigente y radical.
El Evangelio de hoy está examinando la fe de los discípulos de Jesús, también la nuestra. En vez de examinar lo que saben o no saben, Jesús quiere ver si sus discípulos y nosotros tenemos fe y confianza en Él. Su frase: "Ánimo no teman, soy yo", es muy significativa. Quiere decir: Tengan fe y estén tranquilos porque Dios no nos abandona nunca.
Todo lo nuestro debe desembocar en una fe y confianza absoluta en Él. Esta fe y confianza debemos demostrarla a nosotros mismos, a Dios y a nuestros hermanos. No buscando otras seguridades fuera de Cristo. No desesperando en los momentos difíciles, pues el mundo entero puede abandonarnos, pero Jesús no. En esos momentos difíciles, arriesgando cualquier cosa, aún la vida misma, por Jesús y su causa, se demuestra nuestro grado de fe en Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros.
Jesús nos enseña que perder la vida por Él es una ganancia:
"El que quiera salvar su vida, la perderá, más quien pierde su vida por Mí y mi causa, la salvará o la encontrará".
Así es la fe en Jesús. Así debe ser nuestra fe y entrega a Jesús.
Desconfiemos en cambio de una fe hecha de solas palabras y conceptos.
Otro aspecto importante de tocar atañe ciertamente a la fe en Cristo, pero también a la fe en la Iglesia. Es la fe que hace comprender que la acción y presencia del Señor no se limita a la "barca" o a la Iglesia.
Porque también Jesús, actúa y está presente en el mundo secular, fuera de la "barca" y en el "mar" tormentoso del mundo.
Jesús está caminando sobre el"mar"de la vida del mundo y de la sociedad. Jesús y Vaticano II dejaron caduco el viejo principio teológico:"Fuera de la Iglesia no hay salvación". No. Jesús está en el cielo, en la tierra y en todo lugar; no sólo en nuestro interior y en el interior de la Iglesia.
Jesús y el Concilio Vaticano II no quieren una Iglesia centrada en sí misma y encerrada en su interior. La Iglesia ha sido enviada por Jesús y su Espíritu a "misionar" y, como el Verbo, a encarnarse en el mundo y, desde dentro del mundo a "todo y a todos los hombres", hacer la liberación y salvación total e integral.
En el mundo se está jugando la Pascua del Señor. Allí, Él muere y resucita. En el mundo hay signos de muerte y de vida. Nos corresponde encarnar allí, a través de nuestro compromiso, al Verbo, como hijos de la Iglesia, asumiendo todo: la Pascua de Cristo. Haciendo morir la sociedad empecatada, crucificando nuestro ser, con Jesús, para dar la liberación de la Resurrección de Cristo, dando, en Jesús, nuestra vida, para que "todo y todos" "tengan Vida y Vida en abundancia".
Lamentablemente, soy testigo, cómo algunos miembros de Iglesia, desde 1978 a esta parte, han buscado la involución eclesial, propiciando una restauración de la Iglesia con respecto al Vaticano II. Como los discípulos en la "barca" también tuvieron miedo y visión de un "fantasma". Se le temió al "mar" del mundo. Se ha vivido la experiencia de Pedro. Se quiso caminar por el "mar", pero los embates y los avatares del mundo con sus "olas", los han remecido en la "barca"; los han hecho temer y pensar, tal vez, con poca fe, que la Iglesia se estaba hundiendo en el "mar" de la vida.
"Entre tanto, la barca estaba ya muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba el viento en contra".
Aquí caben las palabras de Jesús a Pedro, ahora para los temerosos de la Iglesia de hoy:
"Hombre de poca fe, ¿por qué vacilaste?".
Nosotros, Iglesia de Jesús, no podemos estar centrados en nosotros mismos, como encerrados al interior de la Iglesia. Tenemos que salir al mundo a "misionar y evangelizar", no sólo como maestros, sino también como discípulos. Evangelizar en el mundo y dejarse evangelizar por el mundo, porque allí también está Cristo. Hay que encontrar a Cristo allí en el mundo:
"Tener el oído atento, la mirada abierta y el paso ligero".
Saber discernir, por el Espíritu,"los signos de los tiempos":
"Que el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los más pobres, sea también, el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo".
Así lo quiere Jesús. Así lo quiere su Iglesia.
Que, cada vez, que nos recojamos interiormente, sea sólo para tomar más fuerzas, y volver a la "misión" de encarnación y de evangelización a la manera de Cristo en el mundo. Hay que tener Fe en Cristo, y hay que tener Esperanza y Amor en Cristo y su Iglesia:
"Todo poder se me ha dado en el Cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28, 18-20).
"Se lo he dicho todo para que tengan paz en mí. Ustedes encuentran persecuciones en el mundo, pero ¡sean valientes! Yo he vencido al mundo".(Juan 16,33).
Es tiempo de "misión y de evangelización". No es tiempo de condenación, sino de salvación. La "misión" ha sido reactualizada y revitalizada en "Aparecida" para América Latina y el Caribe.¡Gracias a Dios!
Dios nos acompaña a "caminar por el mar" tormentoso del mundo. ¡Fuerza Iglesia, misionando y evangelizando!
No hay que temer. No hay un "fantasma". Es Jesús:
"Ánimo, no teman, soy yo". Amén.
Por una Iglesia misionera.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
La Palabra de Jesús nos anuncia que es tener fe. Es creer y confiar en Jesús total y radicalmente.
No se trata de creer en "algo", sino en "Alguien": la persona misma del Señor Jesús.
A pesar de las dificultades del "mar", a veces bravo de la vida,"sacudido fuertemente por la olas", nuestra fe está puesta en Jesús.
Fe es creer en Jesús aunque todo se nos manifieste contrario, aunque sea como el "viento" en contra que sacude fuertemente nuestra "barca":
"Entre tanto, la barca estaba muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba viento en contra".
Tener fe en Jesús significa poner toda nuestra confianza en Él aunque haya crisis en nuestra vida:
"¡Feliz el hombre que pone su confianza en Dios!"."Nunca quedará defraudado".
El amor de Dios es eterno. Dios no tiene crisis del primer amor a nosotros. Nosotros, con Dios, si la podemos tener, como dice la Escritura:
"Sin embargo, tengo en tu contra que has perdido el primer amor". (Apocalipsis 2,4)
Hay crisis de amor a Jesús, como las hay en los matrimonios, en el sacerdocio y en la vida religiosa. Bien sabemos cuán duras son esas crisis. Pero, en Cristo, su amor es por los siglos de los siglos. Él no puede negarse ni contradecirse a sí mismo, porque Dios es el Amor eterno.
El que tiene fe en Jesús sabe que no existen caminos sin salida porque:
"para Dios nada es imposible".
Incluso cuando todo parece perdido, y se está en la oscuridad más profunda, es posible encontrar respuesta y salida, que trae la paz interior.
Siempre hay respuestas a situaciones aparentemente insolubles. No creamos en los naufragios totales en nuestra vida. Siempre es posible salir adelante en Cristo: Fe, Esperanza y Amor de nuestra parte.
Tenemos, siempre, que recuperar nuestro primer amor a Dios. Y se puede recuperar. Hay que poner toda nuestra confianza en Dios y no quedaremos defraudados.
Soy testigo de verdaderas resurrecciones en el amor a sí mismo, a Dios y al hermano. Desde las cenizas brota un nuevo calor y una nueva vida. Quienes han vivido esta experiencia, saben que las maravillas que Dios hace en cada uno, producen una profunda vida interior, un verdadero trasplante de corazón, que todo lo sucedido en nuestro interior y en nuestro comportamiento exterior, es mucho más importante que los milagros físicos. Aquí es necesario levantar a Nuestra Madre la Virgen María:
"El Señor se fijó en la pequeñez de su sierva e hizo en mí maravillas, Santo es mi Dios".
Jesús hace grandes cosas y podemos esperar, "aún ver cosas mayores", como Jesús se lo dijo a Bartolomé (Natanael)en el primer encuentro de éste con Jesús. Porque, hay que tener un encuentro con Jesús, para lograr tener fe.
El Señor puede revitalizar nuestra adhesión de fe en Él, a veces muy debilitada, y puede mostrar a cada uno y a todos, nuevos caminos de alegría y paz, y sobre todo, reencontrar el primer amor a Él.
Fe en Jesús. Él tiene diversos llamados en las diferentes etapas de nuestras vidas, y cada etapa tiene su misión.
Hay muchos cristianos que descubren esta verdad después de muchas crisis. Han redescubierto el sentido de creer. Experimentan, que creer es, en primer lugar, tener un encuentro personal con Jesús, conocerlo y amarlo, como el Señor y Dios hecho Hombre, que anima nuestra Fe, Esperanza y Caridad. Pero también, se dan cuenta, que creer en Jesús es exigente, y que los obliga a cambiar de vida radicalmente. Porque creer en Jesús es aceptar su llamada a construir su Reino en el mundo, lo cual trae dificultades. Los que han "pasado" por todo esto, viviendo una "pascua", se ponen más sencillos, ya no racionalizan o intelectualizan todo. Se han quedado con una verdad: Jesús es Dios. Es el Amor y la Misericordia de Dios Encarnada en la humanidad y en el mundo todo. Es el Maestro que vive en su Iglesia y en el "mar" del mundo secular. Es el Hijo amado del Padre a quien tenemos que escuchar y hacer lo que Él quiere. Así el compromiso con Jesús se hace cada vez más exigente y radical.
El Evangelio de hoy está examinando la fe de los discípulos de Jesús, también la nuestra. En vez de examinar lo que saben o no saben, Jesús quiere ver si sus discípulos y nosotros tenemos fe y confianza en Él. Su frase: "Ánimo no teman, soy yo", es muy significativa. Quiere decir: Tengan fe y estén tranquilos porque Dios no nos abandona nunca.
Todo lo nuestro debe desembocar en una fe y confianza absoluta en Él. Esta fe y confianza debemos demostrarla a nosotros mismos, a Dios y a nuestros hermanos. No buscando otras seguridades fuera de Cristo. No desesperando en los momentos difíciles, pues el mundo entero puede abandonarnos, pero Jesús no. En esos momentos difíciles, arriesgando cualquier cosa, aún la vida misma, por Jesús y su causa, se demuestra nuestro grado de fe en Jesús, Emmanuel, Dios con nosotros.
Jesús nos enseña que perder la vida por Él es una ganancia:
"El que quiera salvar su vida, la perderá, más quien pierde su vida por Mí y mi causa, la salvará o la encontrará".
Así es la fe en Jesús. Así debe ser nuestra fe y entrega a Jesús.
Desconfiemos en cambio de una fe hecha de solas palabras y conceptos.
Otro aspecto importante de tocar atañe ciertamente a la fe en Cristo, pero también a la fe en la Iglesia. Es la fe que hace comprender que la acción y presencia del Señor no se limita a la "barca" o a la Iglesia.
Porque también Jesús, actúa y está presente en el mundo secular, fuera de la "barca" y en el "mar" tormentoso del mundo.
Jesús está caminando sobre el"mar"de la vida del mundo y de la sociedad. Jesús y Vaticano II dejaron caduco el viejo principio teológico:"Fuera de la Iglesia no hay salvación". No. Jesús está en el cielo, en la tierra y en todo lugar; no sólo en nuestro interior y en el interior de la Iglesia.
Jesús y el Concilio Vaticano II no quieren una Iglesia centrada en sí misma y encerrada en su interior. La Iglesia ha sido enviada por Jesús y su Espíritu a "misionar" y, como el Verbo, a encarnarse en el mundo y, desde dentro del mundo a "todo y a todos los hombres", hacer la liberación y salvación total e integral.
En el mundo se está jugando la Pascua del Señor. Allí, Él muere y resucita. En el mundo hay signos de muerte y de vida. Nos corresponde encarnar allí, a través de nuestro compromiso, al Verbo, como hijos de la Iglesia, asumiendo todo: la Pascua de Cristo. Haciendo morir la sociedad empecatada, crucificando nuestro ser, con Jesús, para dar la liberación de la Resurrección de Cristo, dando, en Jesús, nuestra vida, para que "todo y todos" "tengan Vida y Vida en abundancia".
Lamentablemente, soy testigo, cómo algunos miembros de Iglesia, desde 1978 a esta parte, han buscado la involución eclesial, propiciando una restauración de la Iglesia con respecto al Vaticano II. Como los discípulos en la "barca" también tuvieron miedo y visión de un "fantasma". Se le temió al "mar" del mundo. Se ha vivido la experiencia de Pedro. Se quiso caminar por el "mar", pero los embates y los avatares del mundo con sus "olas", los han remecido en la "barca"; los han hecho temer y pensar, tal vez, con poca fe, que la Iglesia se estaba hundiendo en el "mar" de la vida.
"Entre tanto, la barca estaba ya muy lejos de tierra, sacudida fuertemente por las olas, porque soplaba el viento en contra".
Aquí caben las palabras de Jesús a Pedro, ahora para los temerosos de la Iglesia de hoy:
"Hombre de poca fe, ¿por qué vacilaste?".
Nosotros, Iglesia de Jesús, no podemos estar centrados en nosotros mismos, como encerrados al interior de la Iglesia. Tenemos que salir al mundo a "misionar y evangelizar", no sólo como maestros, sino también como discípulos. Evangelizar en el mundo y dejarse evangelizar por el mundo, porque allí también está Cristo. Hay que encontrar a Cristo allí en el mundo:
"Tener el oído atento, la mirada abierta y el paso ligero".
Saber discernir, por el Espíritu,"los signos de los tiempos":
"Que el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los más pobres, sea también, el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo".
Así lo quiere Jesús. Así lo quiere su Iglesia.
Que, cada vez, que nos recojamos interiormente, sea sólo para tomar más fuerzas, y volver a la "misión" de encarnación y de evangelización a la manera de Cristo en el mundo. Hay que tener Fe en Cristo, y hay que tener Esperanza y Amor en Cristo y su Iglesia:
"Todo poder se me ha dado en el Cielo y en la tierra. Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo". (Mateo 28, 18-20).
"Se lo he dicho todo para que tengan paz en mí. Ustedes encuentran persecuciones en el mundo, pero ¡sean valientes! Yo he vencido al mundo".(Juan 16,33).
Es tiempo de "misión y de evangelización". No es tiempo de condenación, sino de salvación. La "misión" ha sido reactualizada y revitalizada en "Aparecida" para América Latina y el Caribe.¡Gracias a Dios!
Dios nos acompaña a "caminar por el mar" tormentoso del mundo. ¡Fuerza Iglesia, misionando y evangelizando!
No hay que temer. No hay un "fantasma". Es Jesús:
"Ánimo, no teman, soy yo". Amén.
Por una Iglesia misionera.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+