El Pueblo de Dios necesita cristianos de espíritu.

SEGUNDO DOMINGO AÑO ORDINARIO A. 15.01.2016.



(Juan 1, 29-34).




"Al día siguiente, Juan vio a Jesús que le venía al encuentro y exclamó: Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo. De él yo decía: Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía; pero mi misión y mi bautismo con agua eran para él, para que él se diera a conocer en Israel".


Las palabras de Juan son un anuncio de Jesús. Esa era su misión. Él era el precursor de Jesús. Debía, a la manera de los profetas, anunciar al Salvador: Evangelizar, preparándole el camino. Es un instrumento ejemplar de Dios y su plan de salvación. La palabras de Juan lo retratan de cuerpo entero. Era un hombre de Dios y tenía una experiencia y un encuentro de vivencia con Cristo, por eso su testimonio de Jesús y el anuncio que hace de él es propio de un hombre de Dios. Escuchemos sus palabras impregnadas de la vida de Jesús:

"Al día siguiente, Juan vio a Jesús que le venía al encuentro y exclamó: Ahí viene el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo. Del que yo decía: Detrás de mí viene un hombre que ya está delante de mí, porque existía ates que yo. Yo no lo conocía ; pero mi misión y mi bautismo con agua era para él, para que él se diera a conocer a Israel. Y Juan dio este testimonio: He visto al Espíritu bajar del cielo como paloma y quedarse sobre él. Yo no lo conocía, pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: Verás al Espíritu bajar sobre aquel que ha de bautizar con el Espíritu Santo, y se quedará en él. ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que éste es el Elegido de Dios..."."Al ver que iba pasando, dijo: Éste es el Cordero de Dios... Cuando lo oyeron esos dos discípulos, siguieron a Jesús".

Lo hicieron porque escucharon un testimonio de experiencia personal de Juan acerca de Jesús: era un anuncio de una experiencia, de un encuentro personal y de una vivencia de corazón acerca de Jesús: Juan era un hombre de Dios, y por eso era creíble de inmediato; y Juan era de gran personalidad. Exigente y austero consigo mismo. Era penitente:

"Juan vestía un manto de pelo, con un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel de abeja silvestre".

Juan estaba en el camino de la salvación, sólo para mostrar al que importaba; al esperado de los hombres: a Jesús. En este sentido cumplió como nadie. A pesar de su popularidad; muchos lo seguían y se habían hecho sus discípulos; no obstante eso, él fue muy humilde y supo posponerse, y llegado el momento, dejarle todo a Jesús; renunciar a todo aquello, que muchos, hoy día no pueden o no quieren dejar, porque da fama y poder, porque los encandila el seguimiento que algunos hacen de su persona. En cambio Juan, a sus discípulos y a los que lo seguían, les presenta a Jesús, indicándoles que a él y sólo a él debían seguir. Juan es capaz de hacerse pequeño, para que aquél que importa y que es la razón de nuestras vidas crezca, y sea conocido amado y seguido, Juan dice con humildad:

"Es necesario que yo disminuya para que él crezca".(Juan 3,10).

Esta actitud humilde y de espíritu y corazón de pobre llega a su punto y la reiteramos para comprender la grandeza y la fidelidad de Juan en el cumplimiento de su misión:

"Al ver que Jesús iba pasando, dijo: "Ese es el Cordero de Dios". Cuando lo oyeron esos dos discípulos, siguieron a Jesús".

En todo momento Juan demostró, que no era él, sino que Jesús era el Mesías, el esperado de los hombres:

"Juan dio testimonio pues proclamó: Es éste del que decía: Él viene después de mí, pero ya está delante de mí porque era antes que yo".

Él es el que importa.

"Y Juan declaró: Yo no soy...".

Juan fue muy nítido y claro, siendo humilde, con un corazón y alma de pobre. No disimuló: es a Jesús quien se debe aceptar, amar y seguir en todo. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es el Salvador y la felicidad plena para el que tiene hambre y sed de justicia.

Este anuncio profético de Juan, también nos llega para hoy a nuestros tiempos actuales, cuando el mundo globalizado nos presenta y nos tienta con falsas y esporádicas felicidades; ansias de poder sobre los demás y a estar luchando unos con otros por ser el primero.
Juan se declara como el último, pero ciertamente, como lo asegura el Evangelio será finalmente primero. Y es Jesús quien lo reafirma, elogiando a Juan como el primero, diciendo en Mateo 11, 7 y ss:

"Una vez que se fueron los discípulos de Juan, Jesús comenzó a hablar de él a la gente: ¿Qué fueron a ver ustedes en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué fueron a ver? ¿A un hombre vestido elegantemente? Pero los elegantes viven en palacios. Entonces, ¿qué fueron a ver? ¿A un profeta? Eso sí. Yo les aseguro que Juan es más que un profeta. Porque se refiere a Juan esta palabra de Dios: Mira que yo envío a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino...".


Con humildad, ante las multitudes que iban a su encuentro en el Jordán para ser bautizados, Juan fue un profeta que dice la verdad: habla acerca de lo que Dios le dice, enviándolo a preparar el camino a Jesús.

Juan deja muy en claro que él no es y que su bautismo es sólo de preparación y purificación para Jesús. El bautismo de Jesús y el mismo Jesús es lo que importa.

"Yo los bautizo con agua, pero ya viene el que es más poderoso que yo, al que no soy digno de soltarle los cordones de sus zapatos; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego".

Bautismo en agua y bautismo en fuego. Con agua se lavan las manchas de la ropa, pero lo lavado no queda como nuevo, incluso hay manchas que no se borran. Con el fuego se purifica y se transforma el metal oxidado y sale el metal tan nuevo y brillante como lo era anteriormente; el fuego consume las manchas y deja limpio el metal oxidado.Agua y Fuego. Son claras las comparaciones hechas por Juan.


Jesús manda a los suyos a bautizar a los que se integran a la Iglesia. Por el bautismo, es recibido con fe, el Espíritu Santo, que transforma interiormente a las personas.El bautizado no es sólo alguien que está con Dios, sino que es el que recibió el Espíritu Santo, para vivir como Cristo, conducido por el Espíritu Santo. Es un cristiano de espíritu. Hay muchos cristianos, pero, ¿cuántos son cristianos de espíritu?.

El bautismo es un sacramento capital, que incluye el perdón de los pecados, la incorporación y un compromiso responsable con la misión de la Iglesia; la participación en la vida de Dios comos verdaderos hijos de Dios.
El cristiano está habitado por el Espíritu Santo. Nos hacemos miembros incorporados a Cristo por su Espíritu. Somos el Cuerpo de Cristo: Somos la Iglesia, Pueblo de Dios. Pertenecemos y somos responsables de la marcha y misión de la Iglesia: Pero nuestro compromiso depende de nuestra fidelidad al Espíritu. Cristo Resucitado, envió el Espíritu para que "nos introduzca en la verdad total… recordándonos sus enseñanzas".

El Espíritu es el que nos permite ir percibiendo y aplicando el Evangelio "según los signos de los tiempos" a las situaciones integrales y cambiantes de la vida humana y temporal, sin excluir nada de la experiencia humana del mundo y del país.

Así lo vivió, enseñó y proclamó Jesús en el Evangelio.
Jesús es el Dios Encarnado; es el Dios hecho Hombre.
Con la Encarnación, Cristo asumió todo lo humano, y a través de la Resurrección, Él vence la muerte y el pecado, pero la Cruz está presente y el sufrimiento humano fue asumido y redimido por Él.
Jesús descendió, asumió lo humano y así lo redimió. Él sabía que sólo lo que es asumido es redimido. Pasó por Getsemaní y por la cruz:

"Jesús se anonadó a sí mismo, tomó la condición de esclavo y llegó a ser semejante a los hombres. Se humilló hasta morir en la cruz". (Filipenses 2, 5-8).

Y así, asumiendo a "todo el hombre y a todos los hombres". muestra el camino de la Resurrección y de la esperanza.

Después del anuncio del Evangelio de este domingo, nos quedan desafíos y responsabilidades muy serias.

El mundo de hoy necesita profetas como Juan Bautista. Recordemos que el pueblo bíblico sentía la ausencia de Dios cuando no tenían profetas y no surgían, en medio y junto al pueblo, hombres de Dios, como son los profetas. El pueblo se sentía dejado de la mano de Dios.
Hoy,la Iglesia necesita profetas. Estos pueden ser personas-individuos o comunidades, pero lo que hace falta y es indispensable es que la Iglesia misma sea profética, que camine, acompañando a su pueblo en todos los avatares de la vida. Es necesario que los cristianos, que sus comunidades y la Iglesia misma, se encarnen, que tengan una verdadera inserción en la vida de los hombres y mujeres de nuestra tierra. Es urgente que todos tomemos conciencia de nuestra condición de bautizados. El bautizado no es sólo alguien que "acumula capital de gracia"; es el que recibió el Espíritu Santo, para vivir como Cristo, encarnado en medio de su pueblo, conducido y "ungido por el Espíritu, para anunciar la Buena Nueva a los pobres, para liberar a los cautivos, para dar vista a los ciegos; para hacer caminar a los paralíticos, para despedir libres a los oprimidos, para anunciar el amor gratuito de Dios a los hombres de nuestro tiempo".

La misión del bautizado, de la Comunidad y de la Iglesia misma, es la de Cristo. Si el cristiano es alguien que recibió el Espíritu, tiene que ser un cristiano de espíritu. A veces, uno constata que hay algunos que se dicen católicos y cristianos, pero no son cristianos ni católicos de espíritu. Me he encontrado con algún teólogo sin Dios. Sabe y enseña pero nadie se convierte después de escucharlo. No tiene espíritu. Lamentablemente eso se va repitiendo con algunos laicos y Agentes Pastorales. Se les dan Cursos en Escuelas de Verano.Se entregan a ellos conceptos doctrinales.(necesarios) Pero salen más "sabios" según el mundo. Y pueden dar una clase doctrinal. Pero entregan conceptos, doctrina fría y árida. No Evangelizan. No comunican ni entregan la persona de Cristo. Entregan "algo" y no a "Alguien". Lo que pasa es que no hay una vivencia del Señor, como la tenía el Bautista. Yo diría: algunos no tienen a Cristo, el Hijo Amado, el Elegido, a quien hay que escuchar por voluntad del Padre, incluso uno percibe que la vida de los "sabios" no dice referencia al Padre, que los debe hermanar con sus alumnos, haciendo una Iglesia fraterna. En verdad no aparece una Iglesia de hermanos, sino una Iglesia verticalista doctrinal. Se ve a Agentes Pastorales: sacerdotes, religiosas y laicos como transmisores de cosas y conceptos; este problema se podría reducir, diciendo que hay cristianos que no son de espíritu, y tienen un Cristo-concepto. No comunican:

"Lo que han visto y oído".

Les falta experiencia de Dios. No ha habido un encuentro personal con Cristo.


Todos tenemos que recordar que fuimos bautizados en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Esta profunda realidad tiene que recobrar actualidad con nuestro crecimiento y madurez. Se hace necesario un reencuentro con nuestra realidad de bautizados. En el fondo de todo, se hace muy necesaria y urgente, una profunda y radical conversión de: sacerdotes, religiosas y laicos,y de la Iglesia misma; que seamos como la sal de la tierra del Evangelio, y así podamos darle sabor al mundo.

"Si la sal se torna insípida, ¿para qué sirve?… para tirarla y ser pisoteada".

El Evangelio subraya mucho este aspecto importante en la vivencia cristiana en el mundo actual. El cristiano está habitado por el Espíritu Santo. Somos miembros incorporados a Cristo. Somos el Cuerpo de Cristo. Somos el Pueblo de Dios: la Iglesia. No sólo pertenecemos a ella, sino que tenemos la responsabilidad de la marcha y misión de la Iglesia "hasta los confines de la tierra". Pero este compromiso y responsabilidad depende de nuestra fidelidad al Espíritu. El Espíritu nos permite percibir y aplicar el Evangelio en el mundo de hoy. Para eso, hay que tener oído abierto, mirada atenta y paso ligero. Sin Espíritu no podemos percibir ni discernir lo que Dios quiere y dice "según los signos de los tiempos".
El Espíritu en la complejidad y en el conflicto de la vida, nos da luz para caminar, asumiendo la vida toda, en la verdad y en la fuerza para seguir a Cristo, entregándonos al servicio de los demás; para trabajar por una sociedad justa y de hermanos. Dicho con otras palabras: tenemos que Evangelizar a la manera de Cristo: con un amor hasta el extremo, sin condiciones ni medidas. El cristiano, sea laico, sacerdote, religiosa, obispo, cardenal o papa no puede no ser fiel al Espíritu. No puede vivir en una burbuja, no dándose cuenta o evadiendo los desafíos de la realidad temporal.


También, tomando en cuenta el anuncio evangélico de hoy, es necesario tomar en cuenta al precursor: a Juan Bautista. Él preparaba el camino al Señor. Se postergó a si mismo. El que era necesario e importante era Jesús. Juan fue humilde y pobre. Se despojó de sí, de bienes materiales y se desprendió de personas, llevándolas a Cristo. Nunca buscó hacer carrera ni tener cuotas de poder. Se hizo el último. Hoy día, tanto el sacerdote como la religiosa y el laico tienen una consagración: ser instrumentos dóciles y humildes de Jesús; para anunciar a Jesús y no a sí mismos. No pueden posponer a Cristo y la Evangelización, buscando un prestigio personal y que la gente se queden con ellos y no con Cristo. Esto lo digo, porque no puedo ocultar situaciones que hemos vivido al interior de la Iglesia. Hemos visto afanes de superioridad, orgullo y egoísmo. Esto lleva a tener afanes y luchas de poder y deseos de hacer carrera en la vida de la Iglesia. Hemos visto cómo se montan "cureñas" para conseguir puestos personales o lugares claves para sus amigos, que a su vez, trabajan para que su amigo ascienda, no dejando ningún medio, incluso el uso del "serrucho", para cortar a un posible "competidor" que ellos ven. La competencia humana que uno ve en el mundo, uno la ve, lamentablemente, en hermanos de Iglesia. Hay carrerismos, ambiciones personales, "cureñas" y "pituteos". Eso produce divisiones y luchas de poder. Eso no tiene nada que ver con Juan Bautista. Tampoco, y menos, con Cristo:

"Yo he venido a servir y no a ser servido".

Esto lo dijo Jesús cuando le lavó los pies a los suyos, siendo su Maestro:

"Hagan entre ustedes lo mismo"."Los últimos serán los primeros".

Al terminar, nadie debe excluirse de la misión de la Iglesia y de la misión de ella en el mundo de hoy. Tenga la edad que tenga, según su condición y de acuerdo a su lugar y edad. Nadie debe excluirse. Vivamos nuestro bautismo. Todos debemos asumir la Evangelización, desde la realidad humana propia, sin evasión y omisión.
Es bueno revisarse con respecto a esta seria responsabilidad. Revisarse acerca de nuestra fidelidad al Espíritu, acerca de nuestro sentido de Iglesia, acerca del grado de pertenencia a ella. También acerca de nuestra fidelidad al Concilio Vaticano II y al Magisterio de la Iglesia, expresado y concretado, por ejemplo, en Medellín y Puebla y Aparecida, que trataron de aterrizar el Concilio a nuestra América Latina.
No podemos olvidar, que antiguamente, algunos católicos escondieron las Encíclicas Sociales. Hoy está pasando con el Vaticano II, al menos, podemos decir, que este Concilio es una tarea pendiente de la Iglesia: de nosotros. Ha surgido con fuerza una Iglesia restauradora, involucionista y conservadora, que se está adueñando de la Iglesia en el mundo. En poco tiempo, he oído a laicos, que se han quejado de algún sacerdote, que abiertamente descalificó y no tomó en cuenta el Vaticano II en un Curso de laicos. Ha dicho que no está de acuerdo con él, remitiéndose sólo al Vaticano I.
Pido a los laicos que ayuden y no dejen solos a sus pastores, que no trancen, y que busquen, día a día, una Iglesia fiel, "santa, sin mancha ni arruga ni nada semejante".


El Espíritu que recibimos en el bautismo no nos ayuda automáticamente. Requiere de nuestra colaboración y escucha en la oración, y siendo una Iglesia de Comunión y Participación, que discierne
"los signos de los tiempos", según aparecen manifestados en la Orientaciones y Documentos Conciliares y en otros ya nombrados hasta el agotamiento.

El Espíritu, también se expresa en la historia, en la lucha de los pobres por su liberación, en los movimientos de justicia y paz; se expresa en las aspiraciones y valores de los pobres (Puebla 198-201). También, el Espíritu se está manifestando en las demandas de los estudiantes, y en una nueva ciudadanía naciente, que urge una institucionalidad legítima y democrática. Y en esta ilegítima institucionalidad, no me detendré en los que siguen buscando candidaturas en ilegítimos candidatos y elecciones. Creo que es un a pérdida de tiempo. Los políticos no hacen caso y por ansias de poder siguen insistiendo no tomando en cuenta el 70% de rechazo a ellos, a sus elecciones y candidaturas.
También, el Espíritu, nos conduce, hoy día, a los chilenos y al Estado, a dar una respuesta y a pagar, la deuda histórica al querido pueblo mapuche. No olvidemos los llamados de nuestros obispos con respecto a esa grave problemática nacional.
Y ¿qué decir del cruel, perverso, inhumano y no cristiano sistema económico, todavía vigente, herencia de dictadura? Es el causante del "pecado social". Nuestros Pastores, como profetas, al igual que Juan Bautista, deben denunciarlo y condenarlo. No sólo una, dos, tres o más veces, sino siempre. Nuestro Evangelio y Doctrina lo condenan. Más de una vez he escuchado quejas contra nuestra jerarquía al respecto; se habla de complicidad, de omisión y falta de opción por los pobres.
Todo esto no es ajeno a la Evangelización encomendada por Cristo, inspirada por el Espíritu, que nos hace clamar Abbá: Padre, y nos hace hijos de Dios y hermanos de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
No es ajeno a la Evangelización encomendada por el Espíritu de Cristo a su Iglesia, que en su Nombre nos urge:

"El gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, especialmente de los más pobres, es también el gozo y la esperanza, las lágrimas y angustias de los discípulos de Cristo". ... "nada de la experiencia humana es ajena a la Evangelización". (Gaudium et Spes)



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+






Volver arriba