Resucitados en Cristo debemos luchar por el justo y no permitir su asesinato.

DOMINGO TERCERO DE PASCUA. AÑO B. 15.04.2018.

(Hechos 3, 13-15, 17-19. 1 Juan 2, 1-5. Lucas 24, 35-48).


Quisiera comenzar con la primera lectura de este tercer domingo de pascua. Se trata de los Hechos de los Apóstoles y específicamente de un discurso de Pedro después de haber sanado a un hombre tullido que siempre pedía limosna en la puerta del Templo. Todo el pueblo quedó asombrado y maravillado por lo que había sucedido.
El discurso de Pedro es dicho también para nosotros: El Justo es asesinado, y el asesino no sólo es liberado, sino que triunfa. Esto también sucede en medio de nosotros.

"Pedro, al ver a la gente reunida, les dijo: "Israelitas, ¿por qué nos miran así? ¿Creen ustedes que le hicimos andar por nuestro propio poder o por nuestra santidad? Sepan que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quienes ustedes entregaron y a quien negaron ante Pilato cuando éste quería ponerlo en libertad. Ustedes renegaron del santo y del justo y pidieron como una gracia la libertad de un asesino, mientras que al Señor de la vida lo hicieron morir".

El pueblo pidió la muerte de Jesús. El pueblo que le traía los enfermos y que lo siguió tres días en terreno despoblado, olvidando su hambre. No las mismas personas, sino el mismo pueblo.
Los dirigentes, instigando al pueblo, entregaron a Jesús por envidia, y también porque El Evangelio es subversivo respecto a todo el sistema que se defiende a sí mismo en vez de servir a la gente. El pueblo, a su vez, entregó a Jesús cuando lo pusieron en la balanza para calcular lo que valía, junto con Barrabás, el agitador político. Porque Jesús proponía un camino de liberación que exige tiempo, responsabilidad y sacrificios. Barrabás, en cambio, era ejemplo de la violencia irresponsable, que arrastra a los mediocres porque satisface el espíritu de venganza.
El pueblo judío pidió la muerte de Jesús. No todos, por supuesto, pero hay una responsabilidad colectiva. En cualquier grupo, el mal que hacen algunos atañe a todos, porque no fueron lo suficientemente valientes, o inteligentes, o empeñosos para impedirlo.
A lo mejor Barrabás era un terrorista de los que hostigaban al opresor romano. Los jefes de los sacerdotes que buscaban la paz con los romanos, por conveniencia, odiaban al que le podía producir, en su actuar, un problema con el poder romano. Sin embargo, son ellos los que persuaden al pueblo para que pidan la libertad de Barrabás; y el pueblo lo escucha, a pesar de que odia a esos sacerdotes. Además, acordémonos que los sacerdotes acusaban a Jesús, no entendiéndolo cuando Él dijo:

"Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días".

Le dan una interpretación falsa a las palabras de Jesús, y se asustan porque, para ellos, atacar el Templo era amenazar la posición de los sacerdotes, cuyo poder se basaba en que solamente ellos podían celebrar el culto con los sacrificios en el Templo. Y a ellos llegaban las ofrendas y tasas para el Templo. Los sacerdotes no condenaron a Jesús por una sola cuestión de palabras, sino porque, en toda su manera de actuar, Jesús se ponía en lugar que sólo a Dios le corresponde. Con esto, los sacerdotes, trataron de tranquilizar su conciencia, porque la verdad de las cosas, es que los sacerdotes no quisieron reconocer que, en realidad, lo odiaban por haber puesto al desnudo, su hipocresía, su falta de fe y su amor al dinero; porque, al demostrar que se sentía libre respecto al orden que ellos defendían, lo hacía caer de sus pedestales. En la persona de Jesús, Dios mismo había venido a pedirles cuentas, y ellos se habían puesto en contra.

Los evangelistas culpan al pueblo judío de la muerte de Jesús, y tenían el derecho a hacerlo, porque ellos mismos eran judíos. Es que un verdadero creyente se acusa primero a sí mismo y a los de su grupo. Cuando varios siglos después, los pueblos que se llamaban cristianos persiguieron a los judíos llamándolos asesinos de Cristo, cometían una hipocresía. Ellos mismo estaban asesinando a Cristo en la persona de aquellos innumerables inocentes que mataban o quemaban por no haberse sometido al rey o a la religión. Los judíos fueron los asesinos de Jesús( Dios) porque les tocó recibirlo. Pero en cualquier otro pueblo donde hubiera venido el Señor, los habríamos matado igual en nombre de Dios y de nuestras leyes. Y esto, también, es así, y es lo importante, porque Jesús, en su Evangelio de hoy, nos dice:

"Jesús les dijo: "Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes. Tenía que cumplirse lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos respecto de mí".
Entonces les abrió la mente para que lograran entender la Escrituras y les dijo:"Esto estaba escrito: los sufrimientos de Cristo, su resurrección de entre los muertos al tercer día y la predicación que ha de hacerse en su Nombre... ".


Y así, yo podría decir: Sea que nos fijemos en el plan de Dios, o bien en la coyuntura histórica, Pilato no fue más que un instrumento torpe e inconsciente.
Pero, sin faltar el respeto a la voluntad del Padre, quiero detenerme un poco en la coyuntura histórica, porque eso también está pasando, aquí y ahora, y nos sirve para hoy día.

Veamos ¿Por qué mataron a Jesús?

El proceso y la condenación a muerte de Jesús no difieren mucho de las de muchos militantes y mártires cristianos como, por ejemplo, la de Mons. Romero del Salvador y Mártir de América Latina, pronto a canonizar, y la del sacerdote Juan Alsina en Chile durante la dictadura militar, sacerdote de los pobres, y trabajador por los enfermos, encarnando Evangelio en el Chile de ese tiempo.
El solo hecho de relacionarse de preferencia con los pobres y de educar a la gente del pueblo para hacer de ellos personas libres y responsables no constituye un delito en ningún país. Sin embargo en todos los tiempos ha sido un motivo suficiente para atraerse persecuciones.
Es conocido que Jesús predicó en circunstancias sumamente difíciles, pues su nación vivía bajo la ley del ocupante romano, y cualquier mensaje liberador olía a subversión.
Seguramente sobraban motivos para odiarlo. Pero el Evangelio deja constancia de que las acusaciones se concentraron sobre el punto esencial de su enseñanza. Condenaron a Jesús porque pretendía un rango divino: el Cristo, el Hijo de Dios, el que se sentará a la derecha de Dios porque, en realidad, ha nacido de Dios.

Los jefes de los sacerdotes eran entonces los miembros de familias pudientes que peleaban por el puesto, debido a que aprovechaban el dinero del Templo. Anás y sus hijos ( y su yerno Caifás) son conocidos por haber actuado con la mayor desvergüenza, acallando las protestas con los bastones de sus guardias, quienes formaban una milicia ilegal. Aparecen aquí junto con los Jefes de los judíos o Ancianos, los cuales eran los miembros de las familias más ricas.
Pilato no quiere condenar a Jesús, en parte porque odia a los sacerdotes judíos. Por eso lo envía a Herodes. Herodes le puso por burla un manto blanco. Al poner a Jesús un manto blanco, Herodes lo trata como a un loco que pretende ser rey. Pilato y Herodes fueron amigos a partir de ese día. Porque, a pesar de ser tan diferentes, se dieron cuenta de que pertenecían a la misma clase de gente que tiene poder para jugar con la vida de un hombre del pueblo.


Si he tomado el discurso de Pedro de la primera lectura de hoy, es porque éste parece haber sido dicho para nosotros.
El justo es asesinado, y el asesino no sólo es liberado, sino que triunfa. Esto sucede mucho hoy entre nosotros, en forma física, psicológica y social. De ahí provienen muchos actos de violencia; de ahí surge la tentación a la violencia que no quiero.

"Ante la deplorable realidad de violencia en América Latina queremos pronunciarnos con claridad. La tortura física y psicológica, los secuestros, la persecución de disidentes políticos o de sospechosos y la exclusión de la vida pública por causas de las ideas, son siempre condenables. Si dichos crímenes son realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes la practican, independientemente de las razones aducidas". (Puebla 531).

"Con igual decisión la Iglesia rechaza la violencia terrorista y guerrillera, cruel e incontrolable cuando se desata. De ningún modo se justifica el crimen como camino de liberación. La violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y esclavitud, de ordinario más graves que aquellas de las que se pretende liberar. Pero, sobre todo, es un atentado contra la vida que sólo depende del Creador. Debemos recalcar también que cuando una ideología apela a la violencia, reconoce con ello su propia insuficiencia y debilidad". (Puebla 532).

"Nuestra responsabilidad de cristianos es promover de todas maneras los medios no violentos para restablecer la justicia en las relaciones socio-políticas y económicas, según la enseñanza del Concilio que vale tanto para la vida nacional como para la vida internacional: "No podemos dejar de alabar a aquellos que, renunciando a la violencia en la exigencia de sus derechos, recurren a los medios de defensa que, por otra parte, están al alcance incluso de los más débiles, con tal de que esto sea posible sin lesión de los derechos y obligaciones de otros y de la sociedad". (GS 78) (Puebla 533).

"Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo". (Pablo VI. Bogotá) En efecto, "la Iglesia es consciente de que las mejores estructuras y los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones del hombre no son saneadas, si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven esas estructuras o las rigen" (EN 36). (Puebla 534).


Un cristiano debe buscar la manera de defender al justo, al pobre, sin asaltar bancos, colocar bombas ni derramar sangre. Pero debe trabajar por cambiar la sociedad que provoca tanta pobreza y tanto desequilibrio social, porque de lo contrario las cosas quedan como antes. En muchos países se dice defender la patria, el orden, el derecho que tienen los ciudadanos de vivir en paz,y por eso se instalan sistemas duros (dictaduras),también violentos. Es lo que pasó y pasa en Chile. Por afán de poder y por mantener sus privilegios y la riquezas, los poderosos (con afán de poder) y los ricos con diferencias escandalosas y abismantes con los pobres, quisieron que el "trabajo sucio" lo hicieran las FFAA, dando un Golpe de Estado, para que lo más pronto, devolvieran el poder a los ricos y a la clase política hambrienta de poder. No fue así. Los dictadores demoraron mucho en entregar el poder. Comenzaron las protestas, y en ellas, hay mártires por la democracia en nuestro pueblo. Se hizo una Constitución e Institucionalización ilegítima, para recuperar el poder de los grandes empresarios privados, y de una clase política empoderada. Todo está hecho para mantener los privilegios de una minoría. Nuestros Obispos, dijeron que si no daban las garantías, para una Constitución en 1980, tanto el Plebiscito como la misma Constitución no gozarían de ninguna autoridad moral.

Después de 45 años del Golpe se ve, hoy más claramente que nunca, que la "negociación" de ciertas cúpulas, a espaldas del pueblo, con la dictadura, subsiste, impidiendo una verdadera participación del soberano, que es el pueblo; éste no tiene canales verdaderos y eficaces de participación ciudadana. Tan así es, que cada vez más la gente no vota por la "democracia" mentirosa. Chile no es democrático. Una minoría, con la institucionalidad ilegítima, tiene el poder del país; la dictadura privatizó Chile, privilegiando a unos empresarios poderosos coludidos con una clase política que se ha apernado en el poder. También coludidos, con los mismos imperialistas que dieron un Golpe en Honduras y, que lo han pretendido con Venezuela y Ecuador.
Después de 28 años que se fue el dictador, en Chile quedó la dictadura institucional. ¡Esa es la que vivimos con una pantalla de "democracia" mentirosa! Y los ricos con los políticos no han hecho más que "legitimar" lo ilegítimo, cuidando su poder y sus riquezas. Ejemplo de todo esto, es el descubrimiento del avenimiento mañoso, corrupto y delictual de Empresas Privadas y poderosas con políticos de todos los partidos: PENTA, SOQUIMICH y CAVAL. Y esto viene sucediendo de hace tiempo, para asegurar el poder y el dinero de los privados y de políticos beneficiados, y esto institucionalizado en forma ilegítima. Esto se ha descubierto. Seguramente se descubrirán más negociados turbios de la minoría que cuida sus privilegios de dinero y poder. Y esto amparado por una Constitución hecha por ellos y para ellos. No ha habido voluntad política para hacer los cambios (no reformas) y esto desde que se hizo la "negociación" que mantiene los privilegios del poder y del dinero. La Constitución debe cambiarse cuanto antes, pero por gente idónea que represente a la ciudadanía y al pueblo soberano. Hasta hoy día, todas las Constituciones han sido hechas por una élite y para una élite. Yo creo en una Asamblea Constituyente Democrática y Popular. También espero que la Justicia actúe, haciendo verdad y una verdadera justicia en los casos de corrupción ya mencionados, hechos en forma solapada desde hace tiempo, asesinando de a poco, y a veces de inmediato, al justo y pobre.

Se ha perdido la confianza en las Instituciones, y también entre los chilenos.
En Chile eL "justo" y pobre es asesinado y el asesino es liberado como don de gracia. Esto ya está desenmascarado, y supongo, que cada vez más entendido por la ciudadanía, esperando que la Justicia haga su trabajo urgente y correspondiente. Ahora, a todos nos corresponde comprometernos y actuar.

¿Qué hacer? ¿Conformarnos a las cosas como están?

Fuera de algunas exigencias ya expuestas, habría que agregar una Economía de la Solidaridad y del Amor Fraterno, y a todo nivel nacional, que se vaya creando una Civilización del Amor. La Economía de la Solidaridad fue prometida por los grandes empresarios al Papa Juan Pablo II en su viaje a Chile en 1987, en plena dictadura. Hasta ahora, hay que aplicar el dicho: "Si te he visto no me acuerdo". No se ha cumplido la promesa.

Los cristianos somos o debemos ser los comprometidos por la justicia y los derechos humanos, y estas graves dificultades deben unirnos. Pido a los cristianos de nuestra Iglesia ubicarse, y no estar mirándose el ombligo, haciéndonos inoportunas críticas entre nosotros; siempre habrá tiempo para insistir en cambiar y renovar nuestra Iglesia. Tengo mucha esperanza que esto sea muy procedente y esperanzador en próxima reunión del Papa con nuestros Obispos.
Ahora, corresponde unirse y actuar para que el justo y pobre no sea asesinado y el asesino no se vea liberado, ayudado por nuestras divisiones proyectadas por unos pocos. Yo creo que la unión ante la cruda realidad y nuestro compromiso por la justicia y los derechos humanos, precisamente, nos ayudarán ahora a cambiar y ser la Iglesia que Jesús quiere. Recuerdo al Papa Francisco: " No se entiende un cristianismo sin Iglesia".
La situación debe hacernos comprender que la fuerza de los justos está en la unión entre ellos. No debemos perder la esperanza.

Las palabras del Evangelio de hoy son luminosas:

"Esto estaba escrito: los sufrimientos de Cristo, su resurrección de entre los muertos al tercer día y la predicación que ha de hacerse en su Nombre a todas las naciones".

El saber que debemos morir no da fuerza a nadie. Pero saber que resucitaremos, que todo no termina con la muerte, da fuerza. Y sabiendo: "Que el que quiera salvar su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la salvará".(Jesús). Nos da más fuerza y mucha esperanza.
La lucha más difícil que uno tiene que afrontar, mucho más difícil que contra los adversarios visibles, es la lucha invisible dentro de nosotros, que es la tentación constante de aceptar el modo de vida, el sistema de nuestra sociedad, por los cuales somos seducidos cada día, y que podríamos aceptar con ventaja personal.
Hay que hacer notar cuántas veces Jesús resucitado aparece a los suyos y se hace tocar, come con ellos, insiste en que no lo crean un fantasma, para que estén seguros que es verdaderamente Él, pues ve a los discípulos abatidos, como sin esperanza, en tentación permanente. También nosotros nos preguntamos a veces si no estamos corriendo detrás de algo que no podemos alcanzar. Sí, es posible que los resultados que vemos son pocos, pero la entrega misma a los demás debe ser nuestra causa, y el sentido de nuestra vida. Tal vez la lucha de todos los cristianos en la tierra será una lucha continua para mejorar el mundo y nuestro país, y ninguno podrá decir: finalmente todo lo hemos mejorado. Siempre habrá una lucha para que el justo no sea asesinado.
Tal vez cuando haya llegado a la cima y al ocaso de mi vida, podré sentarme y mirar nuestra patria y el mundo, y podré ver, que unidos entre todos, hemos hecho algo, y que tal vez hemos hecho mucho más de lo que parecía. La esperanza que nos transmite Jesús, el que debía sufrir, morir, y que ahora vive en mí y entre nosotros resucitado y acompañándonos me obliga a pensar así, con gran fe, esperanza y amor, basándome también en el Salmo de la Eucaristía de hoy:

"Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro".

"Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, Tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración".

"Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Hay muchos que preguntan:"¿Quién nos mostrará la felicidad,si la luz de tu rostro,Señor,se ha alejado de nosotros?"

"Me acuesto en paz y enseguida me duermo, porque Tú solo, Señor, me haces descansar con seguridad".


"Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro".



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
Volver arriba