El cristiano no puede ser mediocre en la hora presente.

Evangelio Domingo 5º Año Ordinario A 2014. (Mateo 5, 13-16).


“Ustedes son la sal de la tierra… Ustedes son la luz del mundo”.

El cristiano y la Iglesia deben ser como la sal y la luz para todo el mundo.

¿Qué significa esto?

Significa un estilo de vida de un verdadero cristiano. Significa una vida de servicio al mundo y a los demás. Si nos hemos fijado, la sal y la luz siempre dicen relación al servicio.
La sal para darle gusto a la comida y la luz para ver mejor en el caminar y accionar de la vida diaria. Tanto la sal como la luz prestan un servicio de mejoría a la vida de hombres y mujeres: para gustar mejor, para ver mejor. La sal y la luz son importantes y necesarias en la medida que prestan ese servicio de mejoría, ya sea en el gustar alimentos, ya sea en el ver mejor.


Entonces, los cristianos y su Iglesia, cuando Jesús los compara con la sal y la luz, está indicando la tarea de servicio importante que tenemos todos y cada uno, como miembros de la Iglesia, para darle gusto, sabor y luz a la vida de los hombres y mujeres de nuestros tiempos. Una Iglesia servidora de la vida de la humanidad debe mejorar “todo y a todos”. Cuando nosotros, que somos Iglesia de Jesús, nos comportamos como servidores y nos comprometemos a ser servidores de la vida, debemos mejorarlo todo. Si no es así, si no nos comprometemos y si no somos servidores de la vida, si somos tibios y mediocres ante los conflictos de la humanidad, especialmente si somos indiferentes ante el clamor de justicia y liberación de los pobres y oprimidos, somos como la sal insípida, que ha perdido su servicio de dar gusto y sabor. Y así, la Iglesia y el cristiano, como el Evangelio dice: “ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente”.

En Evangelio de hoy Jesús nos llama a mejorar y a cambiar el mundo. Esto no hace concluir que toda la humanidad va a ser católica. No. Pero eso no es lo más importante. Lo que importa es que la Iglesia: nosotros, seamos la sal y la luz para todo el mundo; que con nuestra misión influyamos en la mejoría y cambio de nuestro mundo.


El pueblo judío acerca de la sal no insistía tanto en el sabor que da la sal a los alimentos, sino más bien en el papel de conservación y mantención de los mismos. Si leemos en el libro de los Números, 18, 19 nos encontraremos con la importancia que tenía el mantener o el conservar: se habla de que la alianza de Dios con Israel es una Alianza de sal porque era duradera y aseguraba la permanencia, conservación y mantención del pueblo elegido por Dios: “Te doy a ti y a tus hijos e hijas, por decreto perpetuo, esa parte de las cosas sagradas que los hijos de Israel reservan para Yavé. Alianza de Sal es ésta, para siempre, delante de Yavé, para ti y tu descendencia”. Y las ofrendas eran con sal, para recordar dicha alianza permanente y duradera.


Por eso, Jesús llama a sus discípulos ,diciéndoles que son la sal de la tierra: porque hacen entrar al “hombre todo y a todos los hombres” y al mundo, en la alianza con Dios. Los cristianos deben ser, junto con su Iglesia, los que mantienen, en nuestro mundo temporal, un permanente hambre y sed por una justicia verdadera y, con esta sal de cristianos, denunciar e impedir que el mundo y su historia,se tornen insípidos o se empantanen en la mediocridad y en la tibieza, quedando todo a medio camino, haciendo que la vida de muchos hombres y mujeres no tenga sabor.

Un cristiano que no es sal y que es mediocre coopera por su falta de compromiso y actitud de omisión a hacer una vida y una sociedad sin sabor, con hombres y mujeres cuya vida es de sufrimientos, discriminaciones, opresiones, injusticias y de pecado.
Digámoslo a manera de denuncia:

¡Es un cristiano mediocre que ha perdido su servicio de sazonar al mundo contemporáneo! Y como el Evangelio nos dice: “Ya no sirve para nada sino para echarlo a la basura (como la sal insípida) o para que la pise la gente”.



Lo mismo sucederá si los cristianos y su Iglesia no son luz para el mundo: ”Ustedes son luz para el mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro. No se enciende una lámpara para esconderla en un tiesto, sino para ponerla en un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Así pues, debe brillar su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos”.

La Iglesia toda, tiene que ser la ciudad edificada sobre un cerro, y no se puede esconder; debe hacerse presente y aparecer muy visible y profética; no puede esconderse ante los desafíos de la hora presente; no puede esconder, por temor, la cabeza como la avestruz; debe comprometerse danto testimonio con la luz, que le ha sido confiada cuando Jesús la ha enviado; es portadora de esa luz que el mundo necesita con urgencia; es la luz del buen samaritano, que no se corre al ver a la humanidad “a la vera del camino” es para todo ser humano como “una ciudad edificada sobre un cerro”, como una casa,lugar fraterno y acogedor,lleno de justicia: una casa donde se vive la verdad y la fraternidad.
Es una Iglesia no centrada en sí misma: eclesiocéntrica, sino una Iglesia abierta, que se abre y va al mundo a Evangelizar y al hacerlo es la Luz, es Jesús, el Verbo Encarnado, verdadero Dios y verdadero Hombre: Luz de los pueblos: Lumen Gentium:“La luz de los pueblos es Cristo. Por eso, este Sagrado Concilio (Vaticano II),congregado bajo la acción del Espíritu Santo, desea ardientemente que su claridad, que brilla sobre el rostro de la Iglesia, ilumine a todos los hombres por medio del anuncio del Evangelio a toda criatura. (Mac,16,15 y Vaticano II en Lumen Gentium capítulo I. Introducción).


“Todos los hombres son llamados a esta unión con Cristo, luz del mundo, de quien procedemos, por quien vivimos y hacia quien caminamos”. (L.G.Nª 1. Introducción).


“Aquel pueblo mesiánico, por tanto, aunque de momento no abrace a todos los hombres, y muchas veces aparezca como una pequeña grey, es, sin embargo, el germen firmísimo de unidad, de esperanza y de salvación para “todo” el género humano como luz del mundo y sal de la tierra. (Cf. Mt., 5, 13-36. Capítulo II. L.G. Nº 9). (Y no sólo para “muchos”, como se ha cambiado extrañamente, no hace mucho en la liturgia Eucarística, en el momento importante de la Consagración del Pan y el Vino).


“Así Cristo, a través de los miembros de la Iglesia, iluminará más y más con su luz salvadora a toda la sociedad humana”. (L. G.Nª 36. Capítulo IV sobre la importancia de los laicos).



Y la Lumen Gentium, al referirse y colocar a la Virgen María en la Iglesia, Luz de las naciones: “La Sagrada Escritura del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y la venerable Tradición, muestran en forma cada vez más clara el oficio de la Madre del Salvador en la economía de la salvación y, por así decirlo, lo muestran ante los ojos. Los libros del Antiguo Testamento describen la historia de la salvación, en la cual se prepara, paso a paso, el advenimiento de Cristo al mundo. Estos primeros documentos, tal como son leídos en la Iglesia y son entendidos a la luz de una ulterior y más plena revelación, cada vez con mayor claridad iluminan la figura de la mujer Madre del Redentor. Ella misma, es esbozada bajo esta luz proféticamente en la promesa de victoria sobre la serpiente, dada a nuestros primeros padres, caídos en pecado. (cf. Gén.,3 , 15). "Así también es la Virgen que concebirá y dará a luz un Hijo cuyo nombre será Emanuel". (cf. Is., 7, 14; Miq., 5, 2-3; Mt., 1, 22-23).


Y la Madre de Dios es tipo y modelo de la Iglesia, luz del mundo. Los padres conciliares, teniendo relevante participación entre ellos, el Cardenal salesiano y de María Auxiliadora, Don Raúl Silva Henríquez, colocaron a María en el Documento Lumen Gentium acerca de la Iglesia, poniéndola como modelo, prototipo y luz de la Iglesia. Cobra especial relieve, la Virgen al pie del calvario de su Hijo. Hoy la tenemos acompañando el calvario de los hombres y mujeres de nuestro pueblo sufrido, oprimido y pobre, de este tiempo, animando y siendo luz para su pueblo, hoy día, y animando a la Iglesia y a sus miembros a estar siempre junto al calvario de los hombres sufridos y oprimidos del mundo de los pobres y, viendo en cada uno de ellos a su propio Hijo; iluminando con su luz la esperanza de días mejores,con una Iglesia, cuyo modelo de compañía y de liberación es María, mostrando a su Hijo y dandoo a luz a su Hijo, quien:

“Derribará del trono a los poderosos y enaltecerá a los humildes. Colmará de bienes a los hambrientos y despedirá a los ricos con las manos vacías”. (Magnificat).


Pero sobre nuestra condición de luz, la Sagrada Escritura se refiere en distintos lugares acerca de ella. Sólo citaremos algunos textos:

“En otro tiempo ustedes eran tinieblas, pero al presente son luz en el Señor. Pórtense como hijos de la luz; los frutos de la luz son la bondad, la justicia y la verdad bajo todas sus formas. Sepan hallar lo que agrada al Señor, y no tomen parte en las obras estériles de las tinieblas, al contrario, denúncienlas. Es cierto que da vergüenza incluso decir lo que esa gente hace a escondidas, pero, en cuanto es denunciado por la luz, todo se aclara. Más aún, lo que fue aclarado llega a ser luz. Por eso se dice:
“Tú que duermes, despiértate,
Levántate de entre los muertos,
y la luz de Cristo
Brillará sobre ti”.
(Efesios 5, 8-14).


“Quien no tiene presente estas cosas es ciego y es corto de vista (no tiene luz), que olvida que fue purificado de sus antiguos pecados”.(2-Pedro 1,9).


“Pero ustedes hermanos, no anden en tinieblas, de modo que ese día no los sorprenderá como hace el ladrón. Todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día, no somos de la noche ni de las tinieblas. No nos quedemos, pues, dormidos como los otros, sino que permanezcamos sobrios y despiertos. Ellos duermen, duermen en la noche, se emborrachan, y están borrachos en la noche.
Nosotros al revés, por ser los hombres del día (de la luz) seamos sobrios, revistámonos de la fe y del amor como de una coraza y será nuestro casco la esperanza de la salvación”.
(1. Tes. 5, 4-9).

Jesús quiere que los cristianos sean como la “sal de la tierra y la luz del mundo” para mejorarlo todo. Pero la sal y la luz no pueden estar separadas de aquello que quieren mejorar. La sal mejora el sabor y sazona la comida; la luz mejora la visión cuando ilumina desde las cosas que se quieren ver mejor. Esto también lo indicó Jesús en la comparación del fermento y la masa: para que la masa fermente (se haga mejor), el fermento (nosotros los cristianos) debemos mezclarnos en la masa, y no organizarnos y vivir al lado.Además lo que importa no es que sólo la sal o la luz sean buenas; lo más importante es que se obtenega que las comidas tengan un buen sabor y las cosas, las personas, la vida se vean mejor. Que el mundo de nuestros días sea mejor. Que se construya Reino de Dios.


La Iglesia es para el mundo y su salvación y el cristiano para los demás. Nadie dice: qué rica es la sal, sino qué rica es la comida. Es decir, los valores cristianos, Dios quiere, que se trasmitan a todo y a todos, y que no sólo la Iglesia sea santa sino que el mundo lo llegue a ser.

Por último, Jesús nos exige, que nuestro compromiso cristiano no puede ser mediocre ni tibio, pues en ese caso no enriquece ni fermenta nada. “Y si la sal se vuelve desabrida ,¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente”.

Que el Evangelio de hoy nos ayude a comprender mejor la misión de los cristianos en la sociedad, y nos lleva también a una revisión de vida; no podemos ser mediocres ni tibios. Sería mejor ser ”fríos o calientes”. Pues la tibieza y la mediocridad, ante Jesús son como la corrupción de la sal.

¡No a la mediocridad! ¡Sí a cristianos y a una Iglesia sal de la tierra y luz para el mundo todo!
Que así sea. Amén.










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