El Papa anuncia que canonizará al joven Carlo Acutis en 2025 Francisco, en la audiencia: "Los laicos no son tropas auxiliares del clero, tienen su propios carismas y dones"
"Entender la riqueza de los carismas ayuda a valorar el papel del laicado en la Iglesia, ya que los laicos poseen carismas y dones propios con los que contribuyen de una manera especial a su misión en el mundo"
"No, no hay cristianos de segunda clase, no, cada uno tiene su propio carisma, persona y comunitario", improvisó el Papa, remarcando el sentido de su catequesis
"Al hablar de carismas, hay que disipar de inmediato un malentendido: el de identificarlos con dones y capacidades espectaculares y extraordinarios; se trata, en cambio, de dones ordinarios que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo y encarnados en las situaciones de la vida con amor". Advertencia nada gratuita de Francisco en su catequesis -de nuevo sobre el Espíritu Santo y su obra en la Iglesia- para la audiencia de este miércoles, 20 de noviembre en una plaza de San Pedro ya definitivamente tomada por el otoño bajo una fina llovizna.
"Esta interpretación del carisma es importante, porque muchos cristianos, al oír hablar de carismas, experimentan tristeza y desilusión, ya que están convencidos de no poseer ninguno y se sienten excluidos o cristianos de segunda clase. "No, no hay cristianos de segunda clase, no, cada uno tiene su propio carisma, persona y comunitario", improvisó
"Todos los carismas, no sólo algunos, son «míos» al igual que «mis» carismas, aunque parezcan poca cosa, son de todos y para el bien de todos. La caridad multiplica los carismas, hace que el carisma de uno sea el carisma de todos", destacó el Papa, quien remarcó otro aspecto en el "redescubrimiento de los carismas" a la luz de los textos del Concilio Vaticano II.
"Hace que la promoción del laicado y de las mujeres en particular -afirmó- se entienda no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino en su dimensión bíblica y espiritual. En efecto, los laicos no son una especie de colaboradores externos o tropas auxiliares del clero, sino que tienen sus propios carismas y dones con los que contribuir a la misión de la Iglesia".
"Entender la riqueza de los carismas ayuda a valorar el papel del laicado en la Iglesia, ya que los laicos poseen carismas y dones propios con los que contribuyen de una manera especial a su misión en el mundo", señaló el Papa en su alocución dirigida a los peregrinos de lengua española a modo de resumen.
Finalmente, también durante los saludos a los peregrinos, Francisco anunció la canonización, en 2025, durante la Jornada de los Niños y Adolescentes, canonizará al beato Carlo Acutis y en la Jornada de la Juventud al beato Pier Giorgio Frasati.
Igualmente anunció el Papa, en el marco de la Jornada Internacional por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia, que se celebra hoy, que el próximo 3 de febrero tendrá lugar en el Vaticano de el Encuentro Mundial por los Derechos de los Niños.
"Será ocasión para individuar nuevas vías para socorrer y proteger a millones de niños que viven aún en condiciones sin derechos, abusados y que sufren las consecuencias dramáticas de las guerras", señaló el Papa, momento en el que se dejó que un nutrido grupo de pequeños se acercasen a él para saludarle y hacerse una foto de grupo.
Igualmente, el Papa hizo una sentida reflexión sobre los mil días de guerra en Ucrania, que se cumplieron ayer y leyó una sentida carta de un joven universitatrio ucraniano.
Texto íntegro de la catequesis papal
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En las últimas tres catequesis hemos hablado de la obra santificadora del Espíritu Santo, que se realiza en los sacramentos, en la oración y siguiendo el ejemplo de la Madre de Dios. Pero escuchemos lo que dice un famoso texto del Concilio Vaticano II: «Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones» (Lumen gentium, 12).
Llegó, entonces, el momento de hablar también de este segundo modo en que el Espíritu Santo obra en la Iglesia, que es la acción carismática. Dos elementos ayudan a definir lo que es el carisma. En primer lugar, el carisma es el don concedido «para el bien común» (1 Co 12:7). En otras palabras, no está destinado principal y ordinariamente a la santificación del individuo, sino al «servicio» de la comunidad (1 Pe 4:10). En segundo lugar, el carisma es el don concedido «a uno», o «a algunos» en particular, no a todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que en cambio son iguales y comunes a todos.
El Concilio también nos lo explica. El Espíritu Santo - continúa el texto citado - «Con esos dones les hace que estén aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Cor 12,7).
Los carismas son las «joyas», u ornamentos, que el Espíritu Santo distribuye para embellecer a la Esposa de Cristo. Se comprende así por qué el texto conciliar termina con la siguiente exhortación. «Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia.» (LG, 12).
El texto del Concilio no se quedó en un hermoso documento escrito, porque el Espíritu Santo mismo se encargó de confirmarlo con hechos. En su homilía de la Misa Crismal del Jueves Santo de 2012, Benedicto XVI dijo: «Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo».
El redescubrimiento de los carismas, además, hace que la promoción del laicado y de las mujeres en particular se entienda no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino en su dimensión bíblica y espiritual. En efecto, los laicos no son una especie de colaboradores externos o tropas auxiliares del clero, sino que tienen sus propios carismas y dones con los que contribuir a la misión de la Iglesia.
Añadamos una cosa más: al hablar de carismas, hay que disipar de inmediato un malentendido: el de identificarlos con dones y capacidades espectaculares y extraordinarios; se trata, en cambio, de dones ordinarios que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo y encarnados en las situaciones de la vida con amor. Esta interpretación del carisma es importante, porque muchos cristianos, al oír hablar de carismas, experimentan tristeza y desilusión, ya que están convencidos de no poseer ninguno y se sienten excluidos o cristianos de segunda clase.
En su época, San Agustín respondió a estos con una comparación muy elocuente: «Si amas – dijo a su pueblo– tienes algo, ya que, si amas la unidad, para ti tiene también algo quienquiera que lo tenga en ella. … En el cuerpo ve el ojo solo; pero ¿acaso el ojo ve para sí mismo solo? Ve también para la mano, ve también para el pie, ve también para los demás miembros»1.
Aquí se desvela el secreto por el que la caridad es definida por el Apóstol como «el camino más excelente» (1 Cor 12, 31): me hace amar a la Iglesia, o a la comunidad en la que vivo y, en la unidad, todos los carismas, no sólo algunos, son «míos» al igual que «mis» carismas, aunque parezcan poca cosa, son de todos y para el bien de todos. La caridad multiplica los carismas, hace que el carisma de uno sea el carisma de todos.
________________
1 S. Agustín, Tratados sobre el evangelio de San Juan, 32,8.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando nuestras catequesis sobre el Espíritu Santo, hoy quisiera que meditáramos sobre uno de sus modos de obrar dentro de la Iglesia, me refiero a su acción carismática. En efecto, los carismas son dones que el Espíritu concede a quien quiere y que cuentan siempre con dos elementos. Primero, el carisma es un don concedido para el bien común, más que para la propia santificación; y segundo, el carisma es un don concedido “a uno”, o “a algunos” en particular, no a todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que son idénticos y comunes a todos.
Entender la riqueza de los carismas ayuda a valorar el papel del laicado en la Iglesia, ya que los laicos poseen carismas y dones propios con los que contribuyen de una manera especial a su misión en el mundo. No se trata de capacidades espectaculares, sino de dones ordinarios que adquieren un valor extraordinario por ser inspiración del Espíritu Santo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos conceda crecer en la virtud de la caridad, para que descubramos y pongamos nuestros carismas al servicio de la Iglesia y agradezcamos los carismas de los demás, reconociendo que contribuyen al bien de todos. Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Etiquetas