El Papa recuerda "su cercanía y la de la Iglesia a Ucrania" Francisco en el ángelus: "Voy a Kazajistán en una peregrinación de paz"

Francisco en el ángelus
Francisco en el ángelus

El Papa asegura que su participación, del 13 al 15 de septiembre, en el Congreso de las Religiones Mundiales y Tradicionales es una oportunidad para dialogar sobre la paz, "de la cual el mundo de hoy está tan necesitado"

Francisco recordó también "el testimonio de fuerza y amor" de la religiosa comboniana asesinada la pasada semana en Mozambique, país en el que llevaba más de sesenta años como misionera

"Pasado mañana partiré paran un viaje de tres días a Kazajistán, donde tomaré parte en el Congreso de las Religiones Mundiales y Tradicionales. Será una ocasión para encontrar a tantos representantes religiosos y dialogar como hermanos, animados por el común deseo de paz, paz de la cual el mundo de hoy está tan necesitado", señaló el Papa.

"Les pido a todas que me acompañen en la oración en eta peregrinación de paz", añadió Francisco, tras enviar un saludo a las autoridades y población de "aquel vasto país", así como de agradecer a los organizadores todos los preparativos del encuentro interreligioso.

La cercanía del Papa a Ucrania

No se olvidó tampoco hoy de invitar a que "sigamos rezando por el pueblo ucraniano, para que el Señor les reconforte y les dé esperanza", y recordó la visita (la cuarta), que el prefecto del dicasterio para el Servicio de la Caridad estaba efectuando a Ucrania para "dar testimonio de la cercanía del Papa y de la Iglesia" a ese país en guerra.

Francisco se asoma al balcón
Francisco se asoma al balcón

También tuvo palabras de recuerdo para la religiosa comboniana italiana María de Copi, asesinada la pasada semana en Mozambique "donde sirvió con amor durante casi sesenta años", resaltando que "su testimonio de fuerza y amor da coraje a todos los cristianos y a todos el pueblo mozambiqueño".Y también "paz y reconciliación" deseó en este día, en que celebran su tradicional finde año, a Etiopía, afectada por la sequía y la guerra en la zona de Tigray.

"Dios no excluye a nadie"

Glosando las tres parábolas de la misericordia (el pastor que busca a la oveja perdida, la mujer que encuentra la moneda perdida y el padre del hijo pródigo) en el ángeles de este domingo, Francisco lo resume con un rotundo “Dios no excluye a nadie”, y nos invita a reflexionar si cada no de nosotros hacemos lo propio.

“Dios no excluye a nadie, desea que todos estén en su banquete, porque ama a todos como a hijos. Las tres parábolas, pues, resumen el corazón del Evangelio: Dios es Padre y viene a buscarnos cada vez que nos hemos extraviado”.

La inquietud por lo que nos falta

Recordando que los tres protagonistas de las tres parábolas tiene en común que les falta algo, el Papa señaló que es “inquietud” es también la que siente Dios. “No se queda ‘tranquilo’ si nos alejamos de Él, se aflige, se estremece en lo más íntimo y se pone a buscarnos, hasta que nos vuelve a tener en sus brazos. El Señor no calcula la pérdida y los riesgos, tiene un corazón de padre y madre, y sufre al echar de menos a sus hijos amados”.

“Sí -enfatizó el papa Bergoglio-, Dios sufre por nuestra lejanía, y cuando nos perdemos, espera nuestro regreso. Recordemos: Dios nos espera siempre con los brazos abiertos, sea cual sea la situación de la vida en la que nos hayamos perdido”.

Peregrinos en la Plaza de San Pedro
Peregrinos en la Plaza de San Pedro

¿Imitamos al Señor en esto, es decir, tenemos la inquietud por aquello que nos falta? ¿Sentimos nostalgia por quien está ausente, por quien se ha alejado de la vida cristiana? ¿Llevamos esta inquietud interior, o nos mantenemos serenos e imperturbables entre nosotros? En otras palabras, ¿realmente echamos de menos a quien falta en nuestra comunidad?”, cuestionó el Papa.

“¿O estamos cómodos entre nosotros, tranquilos y dichosos en nuestros grupos, sin tener compasión por quien está lejos? ¡No se trata solo de estar "abiertos a los demás", es el Evangelio!”, volvió a preguntar.

Desde ahí pidió reflexionar sobre las relaciones que matenemos cada uno y lanzó una propuesta: “Pensemos en alguna persona que conozcamos, que esté cerca de nosotros y que quizá nunca haya escuchado a nadie decirle: "¿Sabes? Tú eres importante para Dios”.

Francisco se apresta a leer su catequesis
Francisco se apresta a leer su catequesis

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta las tres parábolas de la misericordia (cf. Lc 15,4-

32). Jesús las relata en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y de los escribas, que decían: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (v. 2). Si para ellos esto es religiosamente escandaloso, Jesús, al acoger a los pecadores y comer con ellos, nos revela que Dios es justamente así: no excluye a nadie, desea que todos estén en su banquete, porque ama a todos como a hijos. Las tres parábolas, pues, resumen el corazón del Evangelio: Dios es Padre y viene a buscarnos cada vez que nos hemos extraviado.

De hecho, los protagonistas de las parábolas, que representan a Dios, son un pastor que busca a la oveja perdida, una mujer que encuentra la moneda perdida y el padre del hijo pródigo. Detengámonos en un aspecto común a estos tres protagonistas, que podríamos definir así: la inquietud por aquello que les hace falta. Los tres, en el fondo, si hicieran un poco de cálculos, podrían estar tranquilos: al pastor le falta una oveja, pero tiene otras noventa y nueve; a la mujer le falta una moneda, pero tiene otras nueve; e incluso el Padre tiene otro hijo, que es obediente, al cual dedicarse. En cambio, en sus corazones hay inquietud por aquello que les falta: la oveja, la moneda, el hijo que se ha ido. El que ama se preocupa por lo que echa de menos, siente nostalgia por el que está ausente, busca al que está perdido, espera al que se ha alejado. Porque quiere que nadie se pierda.

Hermanos y hermanas, así es Dios: no se queda "tranquilo" si nos alejamos de Él, se aflige, se estremece en lo más íntimo y se pone a buscarnos, hasta que nos vuelve a tener en sus brazos. El Señor no calcula la pérdida y los riesgos, tiene un corazón de padre y madre, y sufre al echar de menos a sus hijos amados. Sí, Dios sufre por nuestra lejanía, y cuando nos perdemos, espera nuestro regreso. Recordemos: Dios nos espera siempre con los brazos abiertos, sea cual sea la situación de la vida en la que nos hayamos perdido. Como dice un salmo, Él no duerme, siempre vela por nosotros (cf. 121,4-5).

Mirémonos ahora a nosotros mismos y preguntémonos: ¿Imitamos al Señor en esto, es decir, tenemos la inquietud por aquello que nos falta? ¿Sentimos nostalgia por quien está ausente, por quien se ha alejado de la vida cristiana? ¿Llevamos esta inquietud interior, o nos mantenemos serenos e imperturbables entre nosotros? En otras palabras, ¿realmente echamos de menos a quien falta en nuestra comunidad? ¿O estamos cómodos entre nosotros, tranquilos y dichosos en nuestros grupos, sin tener compasión por quien está lejos? ¡No se trata solo de estar "abiertos a los demás", es el Evangelio! El pastor de la parábola no dijo: "Ya tengo noventa y nueve ovejas, ¿quién me obliga a ir a buscar la perdida?". Él fue. Reflexionemos, pues, sobre nuestras relaciones: ¿Rezo por quien no cree, por el que está lejos? ¿Atraemos a los alejados por medio del estilo de Dios, que es la cercanía, la compasión y la ternura? El Padre nos pide que estemos atentos a los hijos que más echa de menos. Pensemos en alguna persona que conozcamos, que esté cerca de nosotros y que quizá nunca haya escuchado a nadie decirle: "¿Sabes? Tú eres importante para Dios".

Preocupémonos por responder estas preguntas y recemos a la Virgen, la madre que no se cansa de buscarnos y de cuidar de nosotros, sus hijos.

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