Pide que "seamos sensibles a los numerosos náufragos de la historia que llegan a nuestras costas exhaustos" El Papa se siente cercano a a los australianos y deplora la ola de "incendios tan terribles" que asolan el país
"El amor fraterno nos salva del frío de la indiferencia y la inhumanidad"
El Papa alaba a la gente de malta: "Los malteses son valientes y acogedores desde siempre"
"Dice la historia que, desde aquel momento, no hay víboras en Malta, por la acogida de este pueblo tan bueno al discípulo del Señor"
"La vida de quien se da a Dios por amor, será siempre fecunda"
"Dice la historia que, desde aquel momento, no hay víboras en Malta, por la acogida de este pueblo tan bueno al discípulo del Señor"
"La vida de quien se da a Dios por amor, será siempre fecunda"
En la primera audiencia de los miércoles del año 2020, el Papa Francisco continúa el recorrido por el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Y aprovecha el viaje de Pablo a Roma, con naufragio incluido en Malta, para alabar a este país y explicitar una ley del Evangelio: "cuando un creyente experimenta la salvación no la guarda para sí mismo, sino que la pone en circulación". Francisco pide también a los fieles que sean "sensibles a los numerosos náufragos de la historia que llegan a nuestras costas exhaustos" y recuerda al pueblo australiano, que sufre a causa de los "horrible sincendios" que asolan el país. Al final de la audiencia, el circo Aqua realizó una breve actuación para el Papa y para los presentes en el aula Pablo VI.
Texto completo de la catequesis del Papa (traducción propia)
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El libro de los Hechos de los Apóstoles, en la parte final, cuenta que el Evangelio prosigue su camino no sólo por tierra sino también por mar, en una nave que llevó a Pablo prisionero desde Cesarea a Roma (cf. Hch 27,1-28,16), al corazón del Imperio, para que se cumpliera la palabra del Resucitado: "Me seréis testigos... hasta los confines de la tierra" (Hch 1,8). El Evangelio se hace univeersal.
Desde el principio la navegación se encuentra con condiciones desfavorables. El viaje se vuelve peligroso y se ve obligado a desembarcar en Mira, abordar otro barco y navegar por la parte sur de la isla de Creta. Pablo aconseja no continuar la navegación, pero el centurión no le da crédito y confía en el piloto y en el armador. El viaje continúa y el viento es tan furioso que la tripulación pierde el control y deja que el barco vaya a la deriva.
Cuando la muerte parece cercana y la desesperación invade a todos, Pablo interviene. Es el hombre de fe y sabe que ni siquiera ese "peligro de muerte" (2 Corintios 11:23) puede separarlo del amor de Cristo (cf. Rm 8,35) y del encargo que recibió. Por eso tranquiliza a sus compañeros diciendo: "Esta noche ha venido a mí un ángel de ese Dios al que pertenezco y al que sirvo... y me ha dicho: 'No temas, Pablo; tienes que presentarte ante el César, y he aquí que Dios ha querido conservar a todos tus compañeros'". (Hechos 27:23-24). Incluso en la prueba, no deja de ser el guardián de la vida de los demás y el animador de su esperanza.
Lucas nos muestra así que el plan que guía a Pablo a Roma salva no sólo al Apóstol, sino también a sus compañeros de viaje, y el naufragio, de una situación de desgracia, se convierte en una oportunidad providencial: es una inmersión en las aguas que recuerda la experiencia bautismal de muerte y resurrección y nos hace experimentar el cuidado de Dios y su poderosa salvación.
Al naufragio le sigue el desembarco en la isla de Malta, cuyos habitantes muestran una atenta acogida. Los malteses son valientes y acogedores desde siempre. Llueve y hace frío y encienden una hoguera para dar calor y alivio a los náufragos. También aquí Pablo, como verdadero discípulo de Cristo, se pone a servir para alimentar el fuego con algunas ramas. Durante estas operaciones es mordido por una víbora pero no sufre ningún daño y hasta es confundido con una deidad. En realidad, ese beneficio proviene del Señor resucitado que le asiste, según la promesa hecha antes de subir al cielo y dirigida a los creyentes: "Tomarán en sus manos serpientes y, si beben algún veneno, no les hará daño; pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán". (Mc16.18). Dice la historia que, desde aquel momento, no hay víboras en Malta, por la acogida de este pueblo tan bueno al discípulo del Señor.
De hecho, la estancia en Malta se convierte para Pablo en la ocasión propicia para dar "carne" a la palabra que anuncia y ejercer así un ministerio de compasión en la curación de los enfermos. Esta es una ley del Evangelio: cuando un creyente experimenta la salvación no la guarda para sí mismo, sino que la pone en circulación. "El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia de verdad y belleza busca por sí misma su expansión, y toda persona que vive una profunda liberación adquiere una mayor sensibilidad a las necesidades de los demás" (Exhortación Evangelii gaudium, 9). Un cristiano "probado" puede ciertamente acercarse a los que sufren, porque sabe lo que es el sufrimiento, y hacer que su corazón se abra y sea sensible a la solidaridad con los demás.
Pablo nos enseña a vivir las pruebas aferrándonos a Cristo, para hacer madurar la "convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, incluso en medio de un aparente fracaso" y la "certeza de que los que se ofrecen y se dan a Dios por amor serán seguramente fecundos" (ib., 279).
El amor es siempre fecundo. Y si te dejas coger por el Señor, eso te hará darlos a los demás.
Pidamos hoy al Señor que nos ayude a vivir cada prueba sostenida por la energía de la fe; y que seamos sensibles a los numerosos náufragos de la historia que llegan a nuestras costas exhaustos, porque también nosotros sabemos acogerlos con ese amor fraterno que proviene del encuentro con Jesús. Esto es lo que nos salva del frío de la indiferencia y la inhumanidad.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas: El libro de los Hechos de los Apóstoles narra, en su parte final, cómo el Evangelio siguió su camino no sólo por tierra sino también por mar. Pablo iba prisionero en una embarcación que lo llevaba de Cesarea a Roma, cumpliéndose así la palabra del Resucitado: «Seréis mis testigos hasta los confines de la tierra».
En un cierto momento, la navegación se volvió difícil y peligrosa; Pablo aconsejó no seguir, pero el centurión no lo escuchó y la nave fue a la deriva. Cuando la desesperación se apoderó de todos, el Apóstol intervino asegurando que Dios le había revelado a través de un ángel que se presentaría ante el César y que no perdería a ninguno de sus compañeros de viaje. Así, ese viaje pasó de ser una situación de desgracia y de muerte a una oportunidad para manifestar el poder salvador de Dios.
Después del naufragio, llegaron a la isla de Malta, donde fueron acogidos por sus habitantes y les encendieron una hoguera para que se calentaran. A Pablo, al echar leña al fuego, le mordió una víbora, pero no sufrió ningún daño. Este beneficio era una gracia del Señor Resucitado que lo asistió siguiendo su promesa dirigida a los creyentes: «cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño».
Pablo nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la convicción de que Dios actúa en cualquier circunstancia, también en medio de las dificultades; y la vida de quien se da a Dios por amor, será siempre fecunda.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Los animo a seguir el ejemplo de san Pablo para que, sostenidos por la fe, podamos ser sensibles ante las personas que viven en dificultad alrededor nuestro, pudiendo salir a su encuentro con amor fraterno. Que Dios los bendiga.
Al final de la audiencia, actuación del circo Aqua en la sala Pablo VI, ante el contento y el agradecimiento del Papa y de los presentes.
Y en el saludo en italiano, el Papa recuerda los incendios que arrasan Australia. “Recemos al Señor, para que ayude al pueblo australiano en estos momentos difíciles, con esos incendios tan terribles. Me siento muy cercano al pueblo australiano”
“Me gustaría que cada uno de nosotros nos acordásemos de la fecha del bautismo. ¿Cuántods las sabéis? Pocos. Preguntad a vuestros padres, amigos...Y llevad siempre esa fecha del bautismo en el corazón. ¿De acuerdo?”