Testimonios para la XXIX Jornada de la Vida Consagrada: "Estamos ante la encrucijada de gracia" Silvia Rozas Barrero: "Una esperanza realista y transformadora"

Silvia Rozas Barrero FI
Silvia Rozas Barrero FI

"Son tiempos para pasar por el corazón la canción de Fito Páez que expresa: '¿Quién dice que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón'"

"La vida consagrada sabe bien de la ofrenda del corazón… sas vidas entregadas gratuitamente son testimonio que hoy recogemos con agradecimiento y que nos invitan a todos a escuchar una melodía de esperanza"

"Si la esperanza es realista, transformadora, paciente y pasa por decisiones audaces, entonces, necesitamos también lanzar la mirada al mundo para sembrar esa misma esperanza"

"En nuestros caminos, donde la tierra grita y las personas sufren por diferentes motivos, el Señor necesita manos para sembrar esperanza"

Son tiempos para pasar por el corazón la canción de Fito Páez que expresa: «¿Quién dice que todo está perdido?Yo vengo a ofrecer mi corazón». Bellísima en la voz de Mercedes Sosa, su melodía recuerda que cuando los católicos andamos a vueltas con la esperanza en un mundo inundado de pérdida del sentido, llega el Señor y nos dice: «Ánimo, soy yo». Y este es el mayor don que recibimos: que Dios está en las noches oscuras, allí donde se reconoce con humildad que solo él es el dueño de la vida.

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La vida consagrada sabe bien de la ofrenda del corazón. Cuántos hombres y mujeres a lo largo de la historia, de generación en generación, han dado lo poco o mucho que tenían en sus manos para que el Señor hiciera su obra a través de ellos. Cuántos han recordado cada día que la vida tiene sentido cuando él es el centro y cuando la mirada está puesta en los demás, en las necesidades más urgentes del mundo, en quienes han perdido la dignidad. Seguro que nos vienen a la memoria rostros de consagrados, con nombre y apellido, que nos han enseñado de la sencillez y el compromiso silencioso.

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Esas vidas entregadas gratuitamente son testimonio que hoy recogemos con agradecimiento y que nos invitan a todos a escuchar una melodía de esperanza. Suena a búsqueda de Dios en el siglo xxi, suena a transformación, suena a realismo, a paso firme, a decisiones audaces, a acompañamiento, a comunión… Realmente este es el mejor momento para vivir, porque tenemos por delante el reto que es principio y fundamento: que la persona de hoy se encuentre con el Señor. ¿O no es a este reto al que hemos entregado la vida?

Entonces, no hay cabida para el lamento, sí para la confianza en que el Señor va caminando con su pueblo, que allí donde alguien sufre sale él con manos de médico, con oídos de quien sabe escuchar y acompañar, con pies de quien está dispuesto a sobrellevar junto a otros las cruces de cada día. No puede haber lamento, no podemos estar de brazos cruzados, sentados esperando a no se sabe qué… Algo funciona mal cuando todos andamos con prisa, sin mirarnos, sin escucharnos… Es preciso una esperanza que nos movilice y nos dé el aliento de la Vida.

La esperanza es realista

Si miramos el hoy con los ojos de hace cincuenta años la vida consagrada ha perdido fuerza, tiene menos empuje y sufre con desánimo la disminución. Mirar con realismo es ver quiénes somos hoy, cuántas somos, qué dice la sociología de los movimientos humanos, conocer más el mundo y escuchar con atención los gritos actuales. No se trata de no ver, no, se trata de simplemente constatar. Muchas veces los católicos vivimos de la utopía, de lo que todavía no es… pero ese todavía que no ha llegado podemos prepararlo sabiendo que al final todo está en manos del Señor. Por eso, el realismo no niega la realidad, sino que la mira con responsabilidad y concreta caminos posibles con los medios que posee. En la vida consagrada hacemos muy buenos diagnósticos de la situación pasada y actual; ahora estamos invitados a buscar caminos que nazcan de la escucha del Espíritu que llama a algo nuevo en el siglo XXI.

La esperanza es transformación

Por eso, no podemos continuar viviendo y funcionando como lo hemos hecho en tiempos pasados. La esperanza empuja a un camino de verdadera transformación interior, que sale de dentro, desestabiliza y crea algo nuevo y fresco. La transformación es más que el cambio. El cambio es externo, una nueva disposición de las cosas y, en algunas ocasiones, «una invitación a transformar».

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Si cambiamos solo las cosas superficiales e ignoramos el trabajo más profundo, la vieja historia se mudará a un nuevo lugar. La llevamos con nosotros a nuestras nuevas relaciones, nuevos lugares de misión o nuevos lugares de vida. A lo largo de los años, nos hacemos prisioneros de estas viejas historias, viejas estructuras, viejas formas de pensar y formas de vida[1].

Estamos ante la encrucijada de gracia, un umbral entre lo que fue y lo que aún está por venir. Y es en esta situación, la actual y real, en la que surge la invitación profunda: elige la Vida para hacer luz a Cristo en nuestro mundo.

En este trabajo de transformación, Ted Dunn reconoce cinco elementos dinámicos: crear una nueva narrativa, recuperar la voz interior de todo lo que se vive, la conversión, el camino hacia una nueva forma de ser y la visión transformadora, que escucha los anhelos más profundos. ¿Cuál será el camino de transformación personal y comunitario que debemos hacer para que la persona de hoy conozca a Cristo?

La esperanza es paciencia

Para el papa Francisco, la esperanza va ligada a la paciencia:

Los seres humanos pacientes son tejedores de bien. Desean obstinadamente la paz, y aunque algunos tienen prisa y quisieran todo y todo ya, la paciencia tiene capacidad de espera. Incluso cuando muchos a su alrededor han sucumbido a la desilusión, quien está animado por la esperanza y es paciente es capaz de atravesar las noches más oscuras”[2].

De ahí que la esperanza y la paciencia vayan juntas para que resurja la vida nueva.

La esperanza pasa por decisiones audaces

La paciencia no va reñida con la toma de decisiones audaces que faciliten esa transformación de la vida consagrada. Así, se hace necesario tener un ojo en la realidad y otro en el Señor, porque es urgente que nuestras instituciones respondan al mundo de hoy. Y para eso se necesitan personas que tomen decisiones con valentía para vivir en coherencia con la vocación a la que hemos sido llamados. Hay decisiones institucionales que tocan fuertemente a estructuras, estilos de gobierno y modos de proceder; decisiones difíciles que requieren participación y comunión para juntos servir mejor. ¿Acaso hay mayor motivación para esto de buscar y encontrar una respuesta eficaz para que los jóvenes de hoy recuperen el sentido de la vida?

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De ahí que la esperanza, a veces un tanto desconocida, debe mirar al Señor y al mundo; al mundo y al Señor y así poder cantar con Fito Páez:

¿Quién dijo que todo está perdido?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Y te daré todo y me darás algo.

Algo que me alivie un poco más.

Cuando no haya nadie cerca o lejos.

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

No será tan fácil, ya sé qué pasa,

no será tan simple como pensaba.

Hablo de países y de esperanza,

y hablo por la vida, hablo por la nada

Quién dijo que todo está perdido.

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

Si la esperanza es realista, transformadora, paciente y pasa por decisiones audaces, entonces, necesitamos también lanzar la mirada al mundo para sembrar esa misma esperanza. En nuestros caminos, donde la tierra grita y las personas sufren por diferentes motivos, el Señor necesita manos para sembrar esperanza. Es la llamada: anunciar el Evangelio y denunciar las injusticias, con la dosis profética que tanto ha caracterizado a la vida consagrada.

Sabemos que la esperanza nos hace volar, conecta el pasado y el presente: Dios ha estado siempre con nosotros, nos ha acompañado y nos ha guiado, es el Dios fiel[3]. Sigue estando y actuando ayer, hoy y mañana. Si afinamos el oído y graduamos la mirada seguro que caminando por las calles de nuestros barrios, pueblos y ciudades podemos encontrar al Dios de Jesús que sigue habitando entre nosotros.

[1] T. Dunn: «Abrazar nuestra vulnerabilidad y su potencial transformador» (UISG, Roma 2022).

[2] Francisco, Catequesis sobre la esperanza. Audiencia general (8-5-2024).

[3] C. Ross: «Desafíos y proyectos de toda vida consagrada». Conferencia en el ITVR (Madrid 2022)

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