"¿Por qué seguir? ¿Por qué nos encontramos hablando de sinodalidad?" 'Perplejidad': "Al Papa Francisco, con motivo de su respuesta a la ordenación diaconal de las mujeres"
"En los últimos años, Usted nos ha acostumbrado a diversas aperturas: Amoris Laetitia, homosexualidad, sacerdotes casados, 'viri probati', Querida Amazonia…"
"Y el gran tema de estos días: su entrevista con el periodista de la cadena de televisión estadounidense CBS el día 21 de mayo de 2024"
"No le negaré mi sorpresa que, según he observado, es común a la de unos cuantos, incluso también teólogos. Creo que usted mismo había querido y creado una comisión para estudiar la posibilidad del acceso de las mujeres al sagrado orden del diaconado"
"Me imagino a estos eruditos, así como a los miembros del Sínodo que Usted convocó. Me imagino que se estarán haciendo la pregunta que ahora mismo llevo en el corazón: ¿Por qué seguir? ¿Por qué nos encontramos hablando de sinodalidad?"
"No le negaré mi sorpresa que, según he observado, es común a la de unos cuantos, incluso también teólogos. Creo que usted mismo había querido y creado una comisión para estudiar la posibilidad del acceso de las mujeres al sagrado orden del diaconado"
"Me imagino a estos eruditos, así como a los miembros del Sínodo que Usted convocó. Me imagino que se estarán haciendo la pregunta que ahora mismo llevo en el corazón: ¿Por qué seguir? ¿Por qué nos encontramos hablando de sinodalidad?"
A mi hermano mayor en la fe, Papa Francisco:
Vivo en un momento de perplejidad. Soy sincero, siempre seré "cum Petro et sub Petro", así lo hago como misionero claretiano y como presbítero de la Iglesia católica. Sin embargo, a pesar de la obediencia a lo que establece la Iglesia, deseo, en espíritu de verdad y de comunión, expresar algunas dificultades y algunas dudas sobre lo que veo que sucede.
En los últimos años, Usted nos ha acostumbrado a diversas aperturas, algunas de las cuales se han convertido hasta en opciones complejas y difíciles, como la publicación de Amoris Laetitia (cuya aplicación, sin embargo, se ha dejado demasiado a la elección de los obispos y de cada diócesis, con muchos problemas interpretativos creados). Otras quedaron incorporadas a lo que podría llamarse "bromas u ocurrencias" que calentaron corazones, despertaron esperanzas, estimularon estudios e investigaciones, pero que, en definitiva, llevaron a una desilusión general que, francamente, creo que se puede convertir en motivo de algunos (pocos o muchos) a distanciarse de la Iglesia y con una velocidad actualmente inimaginable.
Pienso en algunas de sus declaraciones durante sus viajes apostólicos. Alguien, en tono de broma, afirmó que hay que temer al Papa cuando habla durante los viajes en avión, especialmente en referencia a sus declaraciones sobre la homosexualidad y el no juzgar a las personas que, sin embargo, no han dado lugar a un examen serio de la cuestión, tampoco a la luz de los avances más recientes de las ciencias humanas.
En algunas entrevistas, así como en encuentros con diversos grupos eclesiales, Usted tuvo la oportunidad de afirmar que cuestiones importantes y delicadas como las de los llamados "sacerdotes casados" (es decir, aquellos que, tras una relación afectiva, han abandonado el ministerio ordenado para casarse) y, sobre todo, el relativo a la posibilidad de la ordenación de "viri probati", especialmente para las zonas del mundo donde la escasez de clero hace imposible llegar con frecuencia a las comunidades para la celebración eucarística.
Recuerdo, por ejemplo, el ambiente de expectación que reinaba hace unos años, cuando estaba a punto de firmarse la exhortación apostólica Querida Amazonia. Recuerdo mi sorpresa ante la noticia de la "cuadratura" canónica y teológica de la ordenación de los “viri probati”. Todo parecía preparado para esa transición de época, que para la teología parece incluso bastante clara y no opuesta (por no decir conforme) a la verdad revelada. Pero no pasó nada: el documento se limitó a mencionar el tema, sin introducir ningún cambio en lo que ya existía.
Me refiero ahora al gran tema de estos días, Santo Padre: su entrevista con el periodista de la cadena de televisión estadounidense CBS el día 21 de mayo de 2024.
No le negaré mi sorpresa -no quiero llamarla decepción-, que, según he observado, es común a la de unos cuantos, incluso también teólogos. Creo que Usted mismo había querido y creado una comisión para estudiar la posibilidad del acceso de las mujeres al sagrado orden del diaconado. De hecho se ha expresado varias veces recordando cómo estaban presentes en la Iglesia antigua. La cuestión fue llevada a la primera fase del Sínodo que se reanudará en octubre del presente año. Imagino el compromiso y el entusiasmo de muchos teólogos que están trabajando en el tema. En el poco tiempo que tengo, también yo he leído algo. Menos de lo que me hubiera gustado. Es hermoso ver a los teólogos, ya sean sacerdotes, obispos o laicos, ofrecer juntos los frutos de su compromiso de estudio y discernimiento sobre cuestiones tan importantes para la vida de la Iglesia. Realmente hace mucho bien, también espiritual y no sólo cultural, a nosotros, presbíteros, que intentamos mantenernos actualizados gracias a sus estudios e investigaciones de aquellos que tienen ese don de inteligencia al servicio de la fe.
Ahora, Santo Padre, me imagino a estos eruditos, así como a los miembros del Sínodo que Usted convocó. Me imagino que se estarán haciendo la pregunta que ahora mismo llevo en el corazón: ¿Por qué seguir? ¿Por qué nos encontramos hablando de sinodalidad? No se ofenda, mi hermano mayor en la fe, pero si la sinodalidad, el discernimiento comunitario, significa ver al Papa comunicar que las mujeres no accederán al sacramento del orden del diaconado porque este ministerio no es necesario para realzar su importancia en la Iglesia (una motivación lo cual, aunque a mí, que no soy teólogo, me resulta decididamente poco convincente... ni siquiera los hombres necesitan el orden sagrado para ser valorados en la Iglesia...) en una entrevista televisiva, entonces tal vez la sinodalidad haya terminado antes incluso de avanzar más en su recorrido.
Personalmente, si yo fuera uno de los participantes en el Sínodo, no sé si escribiría mi dimisión. Tal vez hasta preferiría quedarme en mi casa, con mi gente, enseñando a mis alumnos o sirviendo mi parroquia, antes que invertir (¿perder?) el tiempo fingiendo hablar y discutir esto que ya está decidido a priori y que ni siquiera se da a conocer por un documento del magisterio pontificio o por una nota de un Dicasterio, como el de la Doctrina de la Fe, sino por una entrevista. Perdóneme, Francisco, pero las cuestiones de discernimiento teológico, humano y espiritual a la luz del Evangelio, no pueden abordarse en un plano de entrevista, sino en los lugares adecuados. Por supuesto, Usted, como legislador universal de la Iglesia, puede elegir lo que, en conciencia, estime decidir para el bien de toda la Iglesia.
Lo mismo hizo el Papa Pablo VI cuando no creyó apoyar a la mayoría de los teólogos partidarios de la anticoncepción y decidió, en la Encíclica Humanae Vitae, tomar la decisión contraria y proponerla como magisterio de la Iglesia. Pudo hacerlo y lo hizo, pero en una Encíclica, no en una entrevista.
"Soy de los que tuvo y sigue teniendo cierto temor -no me atrevo a calificarlo de miedo absoluto- por el Sínodo. Es decir, por la sospecha de que hubiera sido un evento que habría hablado de todo, encendido esperanzas, pero que, al final, no habría cambiado nada y el sólo 'fruto' hubiera sido un documento teológico que dice todo y nada"
Le pido disculpas, Santo Padre. Soy de los que tuvo y sigue teniendo cierto temor -no me atrevo a calificarlo de miedo absoluto- por el Sínodo, es decir, por la sospecha de que hubiera sido un evento que habría hablado de todo, encendido esperanzas, pero que, al final, no habría cambiado nada y el sólo "fruto" hubiera sido un documento teológico que dice todo y nada. Hoy puedo confesar que mi temor no ha disminuido.
Sin embargo, a pesar de mi sorpresa, permaneceré fiel a la Iglesia, porque sólo en la Iglesia encuentro a Jesucristo y los sacramentos mediante los cuales sigue actuando el Señor. No me olvido de orar por Usted, mi hermano mayor en la fe, como siempre nos pide que lo hagamos. Lo hago ahora y en la Misa de cada día. Le ruego que Usted haga lo mismo por mí y por el resto de los hermanos en su servicio de confirmarnos en la fe, en la esperanza, en la caridad.
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