"El Parlamento español se ha convertido en un espectáculo que acalla las verdaderas urgencias sociales" ¿Política española o zafarrancho? Es imposible menos empatía en la vida pública

Política española, triste espectáculo
Política española, triste espectáculo

"Muchos ciudadanos estamos viviendo este tiempo político entre la desazón y el hartazgo, y que si fuera factible en la democracia, con gusto los sacaríamos a gorrazos"

"Porque la política es una dedicación para sabios en la búsqueda de soluciones asequibles a problemas complejos, y la van convirtiendo en un serial de habilidades rayanas con la trampa y el rencor"

"Con las elites dirigentes a la cabeza, no hay manera de estar a gusto en un país, en un estado, en una comunidad de pueblos. No hay manera"

"Las Cámaras tienen que expresar la diversidad de intereses hasta el antagonismo, pero inventárselos, ordenarlos conforme a banderas y recuerdos sesgados, acallar con ellos urgencias de la gente más necesitada de trabajo, vivienda, sanidad, papeles, sí, 'papeles', cultura, libertad y esperanza, esto sí que es maltratarnos"

En realidad, me da pena lo que está pasando en la clase política española. Me refiero a este zafarrancho en que parece sustanciarse su mera existencia. Sí, ya sé que el asunto viene de lejos, pero el sesgo que ha tomado entre nosotros no es uno más.

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Creo que muchos ciudadanos estamos viviendo este tiempo político entre la desazón y el hartazgo, y que si fuera factible en la democracia, con gusto los sacaríamos a gorrazos, sólo esto, a gorrazos de su enredada dedicación a una tarea de sabios con artimañas de pícaros. Porque la política es una dedicación para sabios en la búsqueda de soluciones asequibles a problemas complejos, y la van convirtiendo en un serial de habilidades rayanas con la trampa y el rencor. Y si los valores que calman la vida social entre distintos y distantes se transforman en un empeño destructivo de todos contra todos, con las elites dirigentes a la cabeza, no hay manera de estar a gusto en un país, en un estado, en una comunidad de pueblos. No hay manera.

Congreso
Congreso

Sé perfectamente que el tono elegido para estas líneas cobra la forma del discurso moral. Allá cada cual con su filias y fobias sobre este concepto y el derecho a pedir mayor altura de miras. Si el lector lo prefiere, que ponga en su lugar el concepto ética, y que siga pensando que es ridículo expresar buenos propósitos para la vida en común, como si hacerlo fuera una cursilada. De hecho, este parecer es bastante común entre gente de la cultura que se descuelga con un desmedido aprecio de la libertad individualista. No lo comparto.

De todas formas, moral o ética, el significado es el mismo, cómo vivir en común con unos gobiernos que nos sirven, sin instrumentalizarnos al albur de sus ideologías y, lo que es peor, de sus carreras y desafectos personales.

Cierto que yo no me creo que detrás de los más destacados hombres y mujeres del poder haya, ante todo, una carrera personal de servicio; no, la pretensión es más prosaica y material; pero lo entiendo, nadie es perfecto, y comprendo que la vida política tenga un fruto traducido a halagos y titulares; es normal, así somos los humanos. Con todo, ellos deben comprender y aceptar que la máxima de que no todos son iguales pierde peso por momentos, porque lo que trasciende, lo que nos alcanza es su tarea política como una competiciónde desprecios y torpezas que en la vida civil, entre profesionales de otras actividades, no nos los permitimos. Y esto ya es una medida nada exagerada de lo que nos deben, no estar por debajo del diario vivir competitivo y colaborativo de otros profesionales.

No debemos ser idealistas sobre nuestra imagen, la de la sociedad civil en el espejo, pero sin duda es más razonable y creíble que la de quienes nos gobiernan. El Parlamento español se ha convertido en un espectáculo que no por gratis atrae al espectador. La mejor manera de contemplarlo es como algo muy ajeno. Por eso mismo, según creo, han tenido que movilizar a sus afiliados para convencernos de que se trata de sobrevivir a “los otros”. Y por supuesto, pienso, las Cámaras tienen que expresar la diversidad de intereses hasta el antagonismo, pero inventárselos, ordenarlos conforme a banderas y recuerdos sesgados, acallar con ellos urgencias de la gente más necesitada de trabajo, vivienda, sanidad, papeles, sí, “papeles”, cultura, libertad y esperanza, esto sí que es maltratarnos.

Y si todavía lo dicho parece abstracto, la inseguridad en que nos movemos se ha manifestado concreta, hasta la catástrofe, en “el Levante” y en el desconcierto de quién está al mando y por qué no lo asume, o si lo asume pero no le alcanza, o si recoger el barro y contar las víctimas es lo único que se puede hacer porque ya es demasiado tarde para intervenir como el lugar requiere… Cuando llega el día en que sucede algo definitivo para la vida de miles de personas, y la muerte de cientos de ellas, ¡se ponen a discutir si le toca intervenir a uno o a otro! Esto sí que mata la posibilidad de regeneración de una clase política entrenada para contar relatos favorables, pero torpe para adelantar lo que todavía está a su alcance y olvidarse de los cuentos. De verdad pienso que el más modesto movimiento social solidario coge al vuelo la urgencia de esos momentos y sale raudo al lugar de los hechos, aunque luego quede desbordado en personal y pertrechos. Esta casi todo dicho.   

Por fin, aquí estamos la gente, la gente que somos la mayoría de nosotros, de la que se escribe demasiadas veces que no está a la altura, que se deja manipular, que no tiene cabeza, que se cree los cuentos de Sánchez y Feijóo, de Trump, de Putin o de Francisco; en todos los casos, gente que piensa por sí misma, que decide conforme a su parecer qué intuye lo mejor para ella; a veces algo falta de perspectiva para recordar a otros más necesitados, pero gente que tiene sentido común y que, en el momento en que las cosas ya no deben seguir, aparece y decide elcambio. Y esto es lo que más pronto que tarde sucederá.

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