Tenemos que escuchar a Cristo.
| Luis Van de Velde
“Es una historia tan densa la de El Salvador, queridos hermanos, que nunca se agota. Cada domingo encontramos hechos que están pidiendo luz de la palabra del Señor. Y el verdadero cristiano en El Salvador no puede prescindir de estas realidades, a no ser que quiera profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, desencarnado, desentendido de las realidades que se viven. Pero vivir ese Evangelio, que por orden del Padre eterno tenemos que escuchar a Cristo. ¡a El escuchadle!, vivirlo en el marco real de nuestra existencia, eso es lo difícil, eso es lo que crea conflictos, pero es lo que hace auténtica la predicación del Evangelio y la vida de cada cristiano.” (19 de febrero de 1979).
Monseñor Romero nos pregunta primero si queremos «profesar un cristianismo aéreo, sin realidades en la tierra, desencarnado, desentendido de las realidades históricas actuales». ¿Dónde están las fuerzas de nuestra fe? ¿En los credos universales? ¿En los ritos religiosos estrictamente definidos y controlados? ¿En la repetición de tradiciones religioso culturales? ¿En rezos o repetición de lo que está en los libros litúrgicos oficiales de la Iglesia? Todo lo anterior puede ser bueno, pero no podemos escapar de la pregunta: ¿nuestro cristianismo es aéreo, desencarnado, que no toca ni sufre la realidad que vivimos en esta historia actual? ¿En qué invertimos como creyentes, como Iglesia, más energía, esfuerzo, dedicación, recursos?
En la realidad que vivimos hay muchos intereses políticos, económicos e ideológicos detrás de las «noticias», los llamados «análisis», los comentarios y las opiniones. Los medios de comunicación y, especialmente, las redes sociales no nos ayudan a informarnos de verdad sobre la realidad que se vive en nuestro pueblo y en el mundo. Aunque estamos saturados de «informaciones», la realidad de las y los pobres muchas veces se queda escondida. Monseñor Romero nos invita a encontrarla, a compartirla, a comprenderla y a cargar juntos la cruz. Solo así nuestro cristianismo podrá estar encarnado, en la Tierra.
Al inicio del Evangelio de Juan, María, la madre de Jesús, dice a los servidores en la fiesta de la boda: «Hagan lo que Él diga». Monseñor Romero nos recuerda hoy que los Evangelios nos han transmitido el testimonio de que, en la experiencia de la transfiguración de Jesús, se oía la voz de Dios que decía: «Escúchenlo». Es decir: háganle caso, hagan lo que Él diga y haga. Los evangelios se escribieron para que tuviéramos reflejos de las experiencias de las primeras iglesias sobre cómo ellas entendieron lo que hay que hacer para hacerle caso a Jesús, para escucharlo de verdad. Monseñor nos dice que se trata de «vivirlo en el marco real de nuestra existencia»: vivir a Jesús en la historia concreta de la vida personal, familiar, colectiva y social. Por eso es importante saber discernir cuáles son las situaciones coyunturales propias del tiempo de Monseñor y cuáles son las estructuras y sistemas que compartimos aún hoy. Es en esta realidad donde debemos vivir a Jesús. En esta realidad de hoy nos toca «escuchar a Jesús» y «vivir a Jesús». Cuanto mejor conozcamos a Jesús, más fácilmente encontraremos respuestas a la pregunta: ¿qué habría hecho Jesús hoy?, ¿qué haría Jesús hoy aquí, en nuestra colonia, en nuestro entorno, en nuestro país? En familia y en comunidad podemos reflexionar sobre esta pregunta. Recordemos cómo en otros tiempos encontramos fuerzas y luces. Cada día, cada semana, tenemos que ayudarnos a comprender la realidad a la luz de la Palabra de Dios. Por eso hay que tocar y comprender la realidad y, al mismo tiempo, hay que conocer más a Jesús. Es otro esfuerzo comunitario en el que el Espíritu del Señor nos abre los ojos.
Finalmente, monseñor Romero nos recuerda también en esta cita que escuchar a Jesús y vivirlo nos va a acarrear problemas y conflictos. Así sucedió con Jesús. Así sucedió con muchos laicos y laicas agentes de pastoral, con religiosas y religiosos y sacerdotes, y con el mismo monseñor Romero. Él mismo nos dice que ese conflicto por hacerle caso es la prueba de la autenticidad de la predicación del Evangelio y de la vida de cada cristiano. En cada aniversario de mártires, tendremos que preguntarnos si nuestra vida cristiana es auténtica. No tengamos miedo. Jesús es nuestra esperanza.
Cita 3, capítulo II (Jesús de Nazaret), en El Evangelio de Mons. Romero.