¿Debe la Iglesia pedir perdón por una trama corrupta que salpica a una fundación eclesial? Benedicto XVI, la Gürtel y los McCarrick de sacristía
Catorce años después, de aquel evento apostólico queda un recuerdo evanescente, salvo el que liga ya para siempre en España el nombre de un sucesor de Pedro a una trama corrupta que la Audiencia Nacional acaba de sentenciar por prevaricación, malversación, fraude, falsedad documental y delitos fiscales
Sale de esta sentencia sin quebranto económico esta Fundación del Arzobispado valenciano más que nada por estar disuelta desde hace años, pero si alguien hiciese ahora una valoración moral, tan del gusto episcopal de la época, esta no sería muy positiva sobre este organismo eclesial
Hay una subespecie que se adhiere a la estructura eclesial como la hiedra a los muros y que, como esta, solo busca acomodo para medrar
Hay una subespecie que se adhiere a la estructura eclesial como la hiedra a los muros y que, como esta, solo busca acomodo para medrar
Fue en 2006. El mismo año en el que los obispos españoles advertían en una instrucción pastoral de los muchos males que aquejaban al país como consecuencia “del oscurecimiento y debilitamiento de la conciencia moral”, una banda de maleantes con tendencia a acogerse a sagrado utilizaba el nombre de Benedicto XVI no en vano, sino para sacarse un buen pellizco utilizando su visita a España para presidir y participar en Valencia en el V Encuentro Mundial de las Familias.
Catorce años después, de aquel evento apostólico queda un recuerdo evanescente, salvo el que liga ya para siempre en España el nombre de un sucesor de Pedro a una trama corrupta que la Audiencia Nacional acaba de sentenciar por prevaricación, malversación, fraude, falsedad documental y delitos fiscales. Incluida “a título lucrativo”, esto es, “en calidad de responsable civil directo por haber obtenido un beneficio o aprovechamiento ilícito derivado del comportamiento penalmente punible atribuido a otro”, nada menos que a la Fundación eclesial que coordinó aquel viaje, cuyo patronato estaba presidido por un obispo auxiliar, que tuvo que comparecer en calidad de testigo junto a otros eclesiásticos.
Sale de esta sentencia sin quebranto económico esta Fundación del Arzobispado valenciano más que nada por estar disuelta desde hace años, pero si alguien hiciese ahora una valoración moral, tan del gusto episcopal de la época, esta no sería muy positiva sobre este organismo eclesial, toda vez que las obligaciones derivadas han tenido que ser asumidas por un organismo público como es la Generalitat Valenciana. La sentencia de la Audiencia Nacional, en fin, cifra en 3,2 millones de euros el sobrecoste de la trama corrupta que se aprovechó de la visita del papa Ratzinger a Valencia…
¿Sin perdón?
Ni cuando se hicieron públicas las primeras informaciones judiciales sobre este escándalo ni tampoco ahora que se ha conocido la sentencia, la Iglesia valenciana ha hecho no ya digamos ningún tipo de valoración, sino que no se atisba siquiera algo tan cristiano como la petición de perdón, reticencia recurrente en una institución que suele caer en la necesidad de esa práctica con el paso de los siglos, será porque siempre resulta más llevadero excusarse por el pasado que por el presente.
Pero no cabe culpar de este vicio solo a los eclesiásticos, por más que estén a la cabeza y, por tanto, la tengan más expuesta. Hay una subespecie que se adhiere a la estructura eclesial como la hiedra a los muros y que, como esta, solo busca acomodo para medrar.
Sí, es el laico clericalizado, fácilmente reconocible por el incienso que desprende. Hubo algunos directamente señalados en la trama. Y otros, ajenos a la misma, pero que, si sabían, han hecho como tantos en el caso McCarrick, y si no sabían, se pusieron desde el primer momento a la defensiva (también como aquel), entorpeciendo la clarificación de los hechos (más estilo McCarrick), sembrando la cizaña sobre aquellos que sí querían saber la verdad toda, culpando al anticlericalismo ambiental, a la persecución de todo lo cristiano… Sí, lo mismo que se hizo cuando se intentó por todos los medios meter el caso McCarrick bajo la alfombra.
Clericalismo versus profecía
Estoy firmemente convencido de que esta trama ha sido ajena a la voluntad de la Iglesia. Pero se tenía que haber velado por la limpieza del proceso. Ya saben, la mujer del César... “El obispo firmaba todo lo que le ponían encima de la mesa”, trataron de disculpar algunos. Pues póngase atención sobre quienes asesoran y no se repare solo en el incensario.
Pero ese mal ya está hecho y la sentencia y la imagen derivada sirve de abono a ese laicismo agresivo y antirreligioso que aquella famosa instrucción pastoral de 2006 trataba de denunciar. En vano, porque “cuando falta la profecía, el clericalismo ocupa su sitio” -palabras de Francisco en una de sus primeras misas en Santa Marta- y el rechazo suele ser la consecuencia. Y por entonces, el clericalismo era una planta trepadora en plena expansión. Y a la que nadie parece decidido a podar.