¿A tu Padre, o al Nuestro?
Sentados Cómodamente en el banco de la Iglesia.
Y en nuestra suficiencia respiramos aliviados
porque hemos cumplido con el primer mandamiento.
¡Como nos atrevemos a pedirle luz al lamparero
si está crucificado y ya muerto por nosotros, sin luz...!
Y nos atrevemos a pedirle su amor.
Si no es nuestro amor
Y su fe,
Si no nos interesa
Su esperanza
Que no es nuestra
Su caridad!
Nos olvidamos de sus caricias
Perdimos su Caridad
Sin ser Caridad
Perdimos su esperanza
Sin ser esperanza
Perdimos su fe
Y nos Perdimos su fe.
¡Ahí tienes a tu hermano Jesús,
doblado de pies y manos y te atreves a pedirle...!
¡Cuando Él te pide que lo bajes de tu Cruz...!
Ahí tienes a tu hermano tirado en la calle,
por nuestro buenismo le hemos retirado todo,
hasta la palabra y hemos prometido que siga así.
Y nos atrevemos a no mirarles...
Ahí tienes a tu hermana que por su condición sexua-l
es olvidada como los leprosos del Evangelio,
y tú has hecho tu propio evangelio.
Ahí tienes a tu Madre que después de dar la vida por ti,
Tú se la has quitado por tu indiferencia.
Habrá un día en que los pobres asaltaran nuestras conciencias
Y responderemos por nuestra
suficiencia.
Una vida que no sirve
No sirve para nada.