| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
A muchos nos gusta poder planificar nuestro día, nuestra agenda, saber qué voy a hacer hoy y quizás también mañana. Planificar puede ser proporcionarnos mayor rendimiento en todo sentido, también en el espiritual y en el pastoral. La planificación es buena, pero no todo se mejora con ello.
Mantenernos abiertos, disponibles, a lo que el momento concreto nos pide, puede ser mejor que planificar. Tener la capacidad de reconocer y adaptarse a las circunstancias de cada momento es sin duda mejor, sin menospreciar lo demás.
El evangelio de San Marcos, en el capítulo 6,30-34, nos presenta un buen ejemplo de lo que deberíamos estar dispuestos a hacer para seguir a Jesús.
En este fragmento evangélico se nos presenta en primer lugar a Jesús que reconoce el cansancio de los apóstoles que inmersos en la misión y sin tener ni tiempo para comer y menos para descansar. Y se va con ellos en la barca a un lugar tranquilo. A veces podemos sentirnos como esos apóstoles cansados por la misión y sin duda también Jesús nos invita a ir a un lugar tranquilo para descansar y retomar nueva fuerza.
Pero Jesús tiene que cambiar los planes de inmediato porque la gente se les ha adelantado. Ahora el descanso consistirá en enseñar con calma a todos los que no han querido perderle y le han seguido adelantándosele.
El plan primero, descansar, se truncó y fue cambiado otro mucho más rico e interesante: compadecerse de los demás y con calma enseñarles. Es como si el evangelio nos llevara a la elección entre mi descanso sin duda merecido o servir a los demás. Y esta elección la hacemos dia a dia, momento a momento.