"Los diáconos conocemos como nadie nuestros límites" Alberto Roselli: "El don y la tarea del diaconado lo discierne la comunidad"

"¿Las comunidades que cuentan con ellos, han crecido en el espíritu de servicio, caridad y acompañamiento y lo agradecen?"

"Qué bueno que haya cuestiones que nos desacomoden y nos pongan en movimiento para evitar caer en una Iglesia estática, apoltronada, con olor a humedad en lugar de oler a oveja"

El Papa Francisco propone como intención especial para este mes de mayo, la oración por los diáconos. Es bueno destacar que, fiel a su estilo concreto, el Papa se refiere a los diáconos, a las personas; y no al diaconado, al ministerio de manera generalizada.

Desde los Hechos de los Apóstoles hasta aquí, pasando por los concilios Lateranenses, Trento, las convulsiones de los siglos V y VI, la Escolástica, las tradiciones orientales,  los siglos de la modernidad y el Concilio Vaticano II, el diaconado supo crecer, desaparecer y renacer en medio de discusiones, posturas y hasta de conveniencias.

El Espíritu Santo ha sabido guiarnos como Iglesia, una vez más, redescubriendo este particular modo de servicio, tan particular como quienes lo ejercen en la vida diaria y cotidiana.

En mi experiencia, este maravilloso regalo del Señor es vivido con más o menos dificultad, más o menos aceptación eclesial, pero siempre con una misteriosa y profunda alegría, difícil de explicar, que alcanza no sólo a los diáconos, sino también a las familias y a la comunidad toda. Y esta puede ser una clave. La controversia que ofrece el ministerio viene del origen mismo, narrado en el inicio del capítulo sexto del Libro de los Hechos. Desde que fue una decisión apostólica, hasta la cantidad y los nombres.

Francisco, en Santa Marta
Francisco, en Santa Marta

No son pocos quienes se ocupan de destacar que los diáconos no fueron instituidos por el Señor sino a raíz de una necesidad concreta de la creciente primera comunidad. Según la Biblia de Jerusalén, el número de siete se debe a los pueblos paganos que habitaban Canaán al arribo del pueblo elegido desde la esclavitud en Egipto, mientras que "los doce" referencian inmediatamente a las doce tribus de Israel.

Los nombres de los siete son todos griegos, inclusive se destaca al séptimo, Nicolás, como prosélito de Antioquía, es decir, un no judío, extranjero, convertido al judaísmo. Parecería poco menos que nada. Y si ese fue el comienzo, es fácil imaginar lo que deparó la historia.

Es constitutivo del primer grado del sacramento del Orden, lo controversial, lo discutible. Se trata de "algo raro", que hasta en las celebraciones por momentos desafinan, no demuestran esa especie de "armonía litúrgica" propia de curas y obispos, generando hasta sonrisas socarronas que intentan parecer tolerantes.

Lo concreto y real es que a la hora de comprender este maravilloso don y desafiante tarea, hay un factor, que también está en los orígenes: la aceptación y comprensión por parte del pueblo común, origen y objeto de todo ministerio. La clave para descubrir el valor de este ministerio está en la gente misma, de donde son tomados y a la que nunca dejan de pertenecer como esposos, padres, trabajadores...

Diáconos en un cementerio madrileño, en la epidemia del coronavirus
Diáconos en un cementerio madrileño, en la epidemia del coronavirus

Más allá de que los curas puedan desempeñar su pastoreo, y lo hacen hasta heroicamente, preguntémonos y respondámonos con la realidad: ¿La gente acepta e intuye la "utilidad" de los diáconos? ¿Las comunidades que cuentan con ellos, han crecido en el espíritu de servicio, caridad y acompañamiento y lo agradecen? En definitiva, ¿el pueblo vive con alegría su ser Iglesia que camina con su pastor y con su servidor?

Indudablemente el discernimiento no ignora a la comunidad y debe hacerse desde ella, pueblo que el mismo Jesús pastorea a través de los ministros ordenados. Y qué bueno que haya cuestiones que nos desacomoden y nos pongan en movimiento para evitar caer en una Iglesia estática, apoltronada, con olor a humedad en lugar de oler a oveja, a realidades y problemas concretos.

El Papa llama a rezar por los diáconos y destaca algunos aspectos que nos vendría bien repasar a todos:

- no son sacerdotes de segunda categoría

- con el obispo y los curas forman parte del clero y viven su vocación (palabra clave: vocación) en y con la familia

- el carisma primordial es la atención a los pobres, rostros de Cristo sufriente

- son los guardianes del servicio y, por lo tanto, responsables de encender la alarma cuando el servicio se entibia

Los diáconos conocemos como nadie nuestros límites, y estamos enamorados y felices de una manera misteriosa de haber sido elegidos para hacer del servicio no sólo una misión sino un modo de vida, tan cotidiano como lo es la vida familiar, social y laboral de cualquiera. Servidores en la Iglesia, confiados en manos del obispo, Cristo Pastor, para llegar a los pobres, el Cristo sufriente, colaborando en la misión de y con los presbíteros.

"Recemos, concluye Francisco, para que los diáconos, fieles al servicio de la Palabra y de los pobres, sean un signo vivificante para toda la iglesia". Signos que hablen de vida, de resurrección, de esperanza. Y recemos por las vocaciones diaconales, es decir, recemos por las familias y las comunidades concretas. Que son las nuestras.

Diaconado
Diaconado

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