"No es ni sabio ni lógico argumentar que es imperioso reanudar los mecanismos financieros" Alberto Roselli: "Es necesario que comprendamos más allá de los cansancios que la salud es lo primero"
"Las angustias personales por las ausencias, los enojos surgidos del encierro, el hartazgo de estar obligado a convivir sin pausas y otros factores, sólo se comprenden aplicando el sentido común: es necesario esforzarse y despertar la creatividad para mantener con dignidad el estado de aislamiento"
"Para volver a la comunión, hasta se explica el absurdo argumentando cierta dimensión martirial, por caso, el supuesto mérito de contagiarse por asistir a misa"
"En este tiempo comulgaremos cada vez que nos cuidemos"
"En este tiempo comulgaremos cada vez que nos cuidemos"
| Alberto Roselli, diácono y periodista
“La salud es lo primero”, repetía mi abuela Electra, hija de inmigrantes valencianos llegados a Argentina en los primeros años del siglo XX, cumpliendo a rajatabla con una especie de mandato genético de aportar sabiduría a través de dichos y refranes que, vaya uno a saber, desde cuántos siglos antes vendrían cultivándose.
La aplicación más común del refrán antedicho solía reflejarse ante la noticia de un embarazo o de un nacimiento, cuando se marcaba la prioridad: “lo importante es que el bebé tenga salud”.
La medida mundial del aislamiento preventivo y obligatorio podría explicarse no solamente como la instancia al alcance de todos ante la falta de vacuna contra el Covid-19, sino también como caso práctico de aquel dicho, “la salud es lo primero”.
Es necesario que comprendamos más allá de los cansancios y los hartazgos que en este mundo sorprendido por la espalda por el coronavirus, es imperioso priorizar lo más importante. Y lo más importante es la salud. La propia y la del resto de los congéneres.
Sencillamente porque sin personas, la vida humana es nula. ¿Suena obvio? Tan es así que expone un principio que, a mi criterio, es el alma de todo dicho y refrán: el sentido común.
Las angustias personales por las ausencias, los enojos surgidos del encierro, el cansancio de estar obligado a convivir sin pausas y otros factores, sólo se comprenden aplicando el sentido común: es necesario esforzarse y despertar la creatividad para mantener con dignidad el estado de aislamiento, por la salud propia y la de los demás.
Como es puro sentido común el levantar a alguien que está tirado, u ofrecer alimento a quien golpea la puerta hambreado, o condolerse con quien está angustiado hasta las lágrimas. De hecho esto mismo hizo Jesús, según narran los Evangelios. Por lo que claramente el sentido común, valor fundamental de la ética natural humana, es esencialmente cristiano.
En cambio no es ni sabio ni lógico argumentar que es imperioso reanudar los mecanismos financieros y económicos, por caso, amenazando con que la crisis será tremenda. Esto es naturalizar muertes y considerar a algunos más importantes que a otros según el valor “dinero”, dando por supuesto que en esto consiste la evolución, y justificando el pérfido y canalla “daño colateral”.
Así como justificar ideologías es siempre sectorial y asesino, parecería oportuno arrojar un poco de luz sobre algunas exigencias de estos días que se escuchan casi como campaña desde adentro de la Iglesia, pidiendo por la reapertura de templos y el ejercicio de celebraciones masivas, fundamentado en la presencia real de Cristo en los Sacramentos.
Se argumenta y se exige, con visos de heroísmo de la mediocridad, volver a la comunión sacramental a como dé lugar. Si hasta se explica el absurdo argumentando cierta dimensión martirial, por caso, el supuesto mérito de contagiarse por asistir a misa, olvidando que el primer requisito para ser mártir es no desearlo, es huir, por puro sentido común humano, del dolor y el sufrimiento. Y aceptarlo en nombre de Cristo cuando sea inevitable.
La ideología es sobreponer la idea a la realidad, e intentar llegar a un objetivo sin respetar los procesos, enseña con sus escritos y con sus hechos el Papa Francisco. Todos necesitamos y deseamos vivamente volver a comulgar; todos sabemos que la presencia real de Cristo nos constituye como familia, como Iglesia; y esperamos un prontísimo retorno. Pero hoy, en estas circunstancias, la salud de todos es lo primero.
Recemos, apoyemos y confiemos en nuestros obispos, los pastores, que aplicando el sentido común, una de las formas de actuar del Espíritu Santo, caminan delante de nosotros marcándonos el camino, en medio nuestro, escuchándonos y detrás, alentando a los más débiles. Una vez más respiremos profundamente, cerremos los ojos y dejemos que el sentido común nos ocupe la razón y el corazón. La razón para poner orden lógico y comprender que es primordial pensar en el bien propio y en el de los demás. El corazón, para ser creativos a la hora de acercarnos a quienes sufren de carencias materiales y espirituales, a aquellos que se angustian o se hunden en la desesperación por no poder despedir a un ser querido o dar un abrazo imprescindible.
También hoy y más que nunca, la salud es lo primero. Allí, en el llamado a cuidar la salud propia y la del hermano, indudablemente está el Señor de la vida. En este tiempo comulgaremos cada vez que nos cuidemos. Nos mueve la esperanza.