¿Por qué siempre tienen que ser los mismos?

Sería demasiado fácil dejarme llevar por las últimas noticias sobre la denuncia de Mª Victoria presentada en la Nunciatura contra varios Obispos sobre la coacción a algunos teólogos y Obispos o las palabras de Monseñor Agrelo y viceversa al jesuita y teólogo Juan Masiá, pero me siento demasiado implicada para hacerlo.
A la vez siento que esta buena noticia ha puesto un tupido velo para cegarse de nuevo la desgracia con los más pobres.
230 muertos y más de 200 heridos son las cifras que se barajan ante la explosión de un camión cisterna cargado con gasolina en el Congo.
Me da la impresión que parece importarnos más nuestra economía y nuestra crisis, que por supuesto es importante, porque nuestros pobres crecen y los tenemos en la puerta de casa aunque desviemos nuestra mirada. La diferencia es que nuestra crisis es reciente y ellos han nacido con ella.
¿Por qué siempre les toca a los mismos? Esta vez puede que la causa fuese el exceso de velocidad, aunque no todo ha sido eso porque el fondo ha sido la pobreza. Intentar conseguir unos litros de algo que ha ellos tanto les cuesta comprar aprovechando el accidente, cuando les exploto… La bola de fuego que abrazó al vehículo arrasó literalmente decenas de casas hechas con barro y paja.
¡Cuánto dolor, cuanto sufrimiento! Cómo el ser humano es capaz de aguantar tanto… Estamos ante la cruz de la vida, pero ¿y la cara?
Hace unos días veía atónita un documental en televisión sobre las vacaciones de algunas personas disfrutando en yates cuyo coste ascendía a ¡¡¡ 5.500€ por una tarde de paseo!!! Y no solo son capaces de hacerlo sino que tienen la desfachatez de hacerlo público para que todo el mundo pueda contemplar sus mansiones y lujos…
La vida siempre ha tenido estas dos caras de una misma moneda, el problema es nuestra pasividad ante ello ¿Cuándo seremos capaces de salir de nosotros y empezar a preocuparnos por quienes nos rodean? Seguro que no tenemos que ir demasiado lejos para conocer personas que no lo están pasando bien.
No acabamos de concienciarnos de que el otro también es mi hermano porque todos somos hijos de un mismo Padre. El grito de Dios a Caín, continua oyéndose hoy en nuestro días: “Caín, Caín, ¿dónde está tu hermano Abel? Y la respuesta es la misma: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? Parece que ésta continua siendo la respuesta, nuestra respuesta. Pero, ¿dejaría a mi hermano de sangre en la esquina? Pues tampoco lo hagamos con los demás.
Si ellos mal-viven es porque nosotros se lo hemos quitado, porque el mundo, la tierra, da para todos…
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