(Flama).- José Miguel de Haro (Cuevas de Almanzora, 1947) se sonroja al salir del plató de televisión madrileño donde un presentador le ha llamado “ángel de Ucrania”. Pese a su modestia, este sacerdote redentorista, al frente de la asociación Acoger y compartir desde 1997, acaba de recibir la Insignia de Honor al Mérito a manos del Defensor del Pueblo para la Infancia de Polonia, Mikolaj Pawlak, por la su acción solidaria en favor de las víctimas de la guerra entre Rusia y Ucrania.
Durante la entrevista, evita hablar de sí mismo y pone el foco en el trabajo de todos los que deben poner su grano de arena para que las acciones solidarias con la población ucraniana hayan tenido éxito. "Me lo he tomado con humor", dice sonriendo sobre el galardón. "Yo estoy allí representando a tanta gente buena que se hace la pregunta: '¿Qué podemos hacer?'"
Impulsor de diversas acciones solidarias con países tan dispares como Haití, Burkina Faso o Nicaragua, el religioso narra con alegría el cuidado que los miembros de la asociación Acoger y compartir han puesto en cada camión con alimentos enviados hacia Polonia, que tienen como destino final en la población civil ucraniana sitiada por la guerra. “Es posible que para Pascua enviemos otro camión. El último, lo enviamos con 24.000 kilogramos de víveres”, explica.
De Haro es también escritor y un entusiasta del diálogo ecuménico. “Para mí –subraya–, Taizé es un ejemplo”. El también párroco de la iglesia Santísimo Redentor de Madrid afirma que la solidaridad está en el centro de la vida cristiana y que no se puede ser indiferente ante las crisis que se viven en distintos países. "Siempre podemos hacer algo por los hermanos", puntualiza.
“Donde el ser humano sufre hay un llamamiento para la Iglesia y para cada cristiano . Y después el Espíritu se encarga de provocar la creatividad. ¿Qué podemos hacer?”, reflexiona el autor de libros como En el deseo y la sed de Dios . Desde las cartas del hermano Roger de Taizé y El te ama antes que tú le amas .
-¿Cómo empezó el proyecto Acoger y compartir en atención a los desplazados por la guerra en Ucrania?
-Desde la asociación, hace tiempo que llevamos a cabo proyectos en otros países, especialmente desde el terremoto en Haití. A raíz de la invasión rusa en Ucrania, decidimos con amigos que era necesario llevar ayuda humanitaria para la población afectada. Los redentoristas estamos en Polonia y Ucrania, y desde tierras polacas empezamos a ayudar a los ucranianos a partir de la colaboración con otras organizaciones que ofrecían su ayuda, pero que no sabían cómo trasladarla. Nosotros les pagábamos el transporte. Así, poco a poco, fuimos ganando autonomía y actualmente enviamos ayuda a partir de todo lo que recolectamos en la parroquia y de lo que nos ofrecen otras organizaciones. La semana pasada, se enviaron veinticuatro mil kilos de comida, ropa, sacos de vestir y artículos diversos.
-¿Qué acciones realizan para mantener esta ayuda con los niños y las familias desplazadas de Ucrania?
-El último camión con comida y material humanitario salió la pasada semana. En estos momentos, nuestra prioridad es poder mantener esa ayuda en Ucrania. Por Pascua, posiblemente, podremos enviar otro cargamento. Lo que estamos intentando es que en vez de descargar en Varsovia, podamos hacerlo en territorio ucraniano directamente. Estamos trabajando para que esto sea posible.
-¿Cuál es la situación de la población ucraniana en estos momentos?
-La información que yo tengo es de un agotamiento de la población. La gente está muy cansada. La guerra es psicológicamente durísima. Saber que de repente puede caerte un misil encima es difícil de digerir. En una muestra de proximidad afectiva y humana, visitamos Lviv y nos encontramos con el arzobispo Ihor Voznjak. Al salir de la catedral, empezaron a sonar las sirenas antiaéreas. En ese momento, en la plaza todo se detuvo. A pesar del susto inicial, seguimos caminando. La reflexión es que no puede vivirse así, con esta amenaza. ¡Esto no hay psicología que lo aguante!
Además, ahora las familias están notando más la muerte de los jóvenes y la presencia de personas mutiladas. La situación en este sentido es abrumadora y se necesita una fortaleza psíquica especial para resistir. En Lviv, ya no caben los cadáveres en el cementerio oficial. Han tenido que habilitar un antiguo aparcamiento y allí están enterrando a las víctimas mortales, sobre todo a jóvenes. Es fácil concluir que están matando a una generación, que es la que podría hacer que Ucrania avanzara más. Por otra parte, los ucranianos son un pueblo fuerte, y yo creo que es capaz de sacar fuerzas de debajo de las piedras, porque el deseo de salir adelante y mantener la dignidad es grande.
-Se cumplen dos años de la guerra ruso-ucraniana. ¿Considera que en España y en Europa occidental se está olvidando rápidamente de este conflicto?
-Creo que sí, puesto que la sensibilidad general a los conflictos dura, a escala general, mientras el foco informativo está puesto en los problemas. En ese momento, y con razón, el foco está puesto en Gaza, y estos otros conflictos pasan a un segundo plano. Por eso es importante que desde los medios se diga "no nos olvidemos de Ucrania", y eso hay que pedirlo. Y no sólo por la situación de estabilidad social que pueda facilitar la defensa que está haciendo Ucrania ante la invasión rusa, sino también de cara al futuro.
Es necesario pedir que los políticos encuentren una solución. Es verdad que la paz debemos encontrarla todos juntos, pero existe una comunidad de sufrimiento que es cada vez más amplia y no podemos conformarnos con acusar. También hay que implicarse para construir la paz.
-¿Considera que es más urgente que nunca trabajar por la paz y la solidaridad ante un mundo plagado de conflictos?
-Hay dos puntos. Uno es descubrir que la paz depende de todos y, otro, que el dolor humano siempre debe escandalizarnos. No debemos creer que no podemos hacer nada frente a estas situaciones. Siempre es posible decir una palabra en favor de la dignidad humana, la paz y el respeto a los derechos humanos.
Al mismo tiempo, debemos escandalizarnos de una sociedad que aparentemente no escasea de nada, y del escándalo que, en sociedades como la nuestra, el dolor humano pase a un segundo plano, como diciendo “esto no es lo mi problema, arréglatelas como puedas”. Esto deshumaniza a nuestra sociedad. Por eso, es tan importante que se vuelva a hablar de Ucrania. El dolor está ahí.
"Sobre la paz, hay dos puntos. Uno es descubrir que la paz depende de todos y, otro, que el dolor humano siempre debe escandalizarnos. No debemos creer que no podemos hacer nada frente a estas situaciones"