Extracto del libro 'Sin noticias de dios', de Pedro Salinas, con testimonios del obispo y exsodálite Schmalhausen: "No pocas veces los obispos rehuimos conocer los rostros de las víctimas"

Kay Schmalhausen cuando era obispo de Ayaviri
Kay Schmalhausen cuando era obispo de Ayaviri PA

Extracto del libro Sin noticias de dios (Autopublicación, 2022, pp. 635-638), del periodista peruano Pedro Salinas, que aporta más luces sobre el testimonio explosivo del obispo exsodálite Kay Schmalhausen, publicado en Religión Digital

"Puedo dar fe de que algunas de las víctimas viven verdaderos infiernos interiores. Miedo. Soledad. Estrés postraumático. Ansiedad. Pensamientos suicidas. Desintegración personal. Estamos hablando de vidas destrozadas, y muchas de ellas de por vida (...)"

"Se usó el nombre de Dios y una determinada autoridad espiritual para someter las conciencias de las víctimas (...) Hay aquí escándalos y daños de tal dimensión que, además de irreparables, son un verdadero grito al Cielo. No debemos seguir ignorándolos (...)"

"(En el año) 2010, un amigo mío me abordó directamente con el relato de su experiencia de abuso sexual en una comunidad religiosa. Quedé paralizado, y más allá de alguna lamentable palabra evasiva, no supe plantar cara al asunto. Solo posteriormente pude procesar y confrontarme con esta realidad para él dramáticamente dolorosa. Desde entonces, las ocasiones de escuchar a víctimas han sido muchas (...)"

El Sodalitium llegó a tener dos obispos. José Antonio Eguren Anselmi, parte del denominado «núcleo fundacional», quien fue obispo auxiliar de Lima y luego arzobispo de Piura y Tumbes, y Kay Schmalhausen Panizo, quien estaba a cargo de la prelatura de Ayaviri, en Puno. Kay era de la generación de los sodálites mariae, o sodálites escolares, un grupo al que perteneció mi hermano menor, Jorge, junto con Enrique Elías, Javier Chichizola, Alfonso Figueroa y Jaime Bellido. Con excepción de mi hermano, quien era del María Reina, y Kay, que estudió en el Humboldt, el resto era del colegio Santa María. Los conocía a todos desde adolescentes.

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La historia viene a cuento porque, el 26 de marzo (2019), el portal Crux sorprendió con una reveladora y significativa entrevista, hecha por Elise Harris a monseñor Kay Schmalhausen, quien hacía rato se había separado de la organización de Figari, aunque formalmente seguía atado burocrática y administrativamente a la institución.

Sin embargo, habló con libertad y absoluta claridad, pese al silencio que le precedió. Era evidente que había rumiado y profundizado en el tema de los abusos como no había hecho ningún otro sodálite. Esa entrevista marcó la ruptura definitiva del obispo Schmalhausen con el Sodalitium.

Actualmente, vive tranquilo y en paz consigo mismo, administrando una modesta parroquia en el Callao en su condición de obispo emérito. Esto fue lo que dijo en Crux ehizo que muchos sodálites lo vieran como un «traidor» y un «enemigo»per secula seculorum:

Monseñor Kay Martín Schmalhausen Panizo
Monseñor Kay Martín Schmalhausen Panizo Foto Instituto de Pastoral Andina

Se usó el nombre de Dios y una determinada autoridad espiritual para someter las conciencias de las víctimas (...) Hay aquí escándalos y daños de tal dimensión que, además de irreparables, son un verdadero grito al Cielo. No debemos seguir ignorándolos (...)

(En el año) 2010, un amigo mío me abordó directamente con el relato de su experiencia de abuso sexual en una comunidad religiosa. Quedé paralizado, y más allá de alguna lamentable palabra evasiva, no supe plantar cara al asunto. Solo posteriormente pude procesar y confrontarme con esta realidad para él dramáticamente dolorosa. Desde entonces, las ocasiones de escuchar a víctimas han sido muchas (...)

Puedo dar fe de que algunas de las víctimas viven verdaderos infiernos interiores. Miedo. Soledad. Estrés postraumático. Ansiedad. Pensamientos suicidas. Desintegración personal. Estamos hablando de vidas destrozadas, y muchas de ellas de por vida (...)

En el caso de los abusos sexuales hay cuatro casos emblemáticos por su repercusión mediática. Los de tres fundadores: Maciel, Karadima y Figari, y el del cardenal McCarrick

¿Qué se ha hecho hasta ahora con los perpetradores de semejantes crímenes? (...) En el caso de los abusos sexuales hay cuatro casos emblemáticos por su repercusión mediática. Los de tres fundadores: Maciel, Karadima y Figari, y el del cardenal McCarrick (...) De ninguno de los cuatro perpetradores hemos escuchado nunca un manifiesto público de arrepentimiento ni pedido de perdón, solo silencio y desaparición del escenario público.

(...) Por muy doloroso que fuese, algunos periodistas, en especial dos, hicieron un encomiable trabajo de destapar y evidenciar la gravísima enfermedad de abusos y poder que estaba socavando la comunidad del Sodalicio. A ellos les debemos sincera gratitud (...) Exponer los escándalos públicamente fue un paso decisivo para que los miembros de esta comunidad iniciaran un lento viraje —todavía incompleto— que, aun contando con enormes resistencias al interior, les obligó a confrontarse con su cultura interna nociva, el dolor, rabia e impotencia de las víctimas, y una cúpula de gobierno que se aferraba al poder, incluyendo para ello prácticas delictivas (...)

Queda claro que muchos obispos no sabemos lidiar con estas situaciones, y en estas materias carecemos tanto de ciencia como de experiencia. Quizá lo triste sea que no pocas veces le rehuimos a conocer los rostros de las víctimas, escuchar sus historias, y asumir la consecuente responsabilidad de actuar con valentía. Gracias a Dios, con monseñor Scicluna en el caso chileno se sentó, por el contrario, un precedente sumamente positivo.

(...) Sería sumamente importante que las conferencias episcopales, e incluso las provincias eclesiásticas, implementasen progresivamente órganos externos de supervisión, con el encargo de recibir e investigar las denuncias cuando se trata de abusos de cualquier tipo (sexual, de poder, de autoridad, o de cuestiones económicas, como malversaciones, fraudes, uso indebido de los dineros, dineros que muchas veces provienen de la generosidad de nuestros fieles). Evidentemente, hablamos aquí de equipos de personas profesionalmente preparadas. Pero quiero resaltar que tendrían que ser en su mayoría laicos, varones y mujeres, claro que acompañados también de clérigos y religiosos especializados. Y quiero subrayar aquí la presencia insustituible de la mujer, que en su constitutivo femenino posee una sensibilidad bastante más sutil y proactiva que el varón para afrontar, discutir y buscar soluciones a ciertos tipos de problema (...) Me temo que aquí se plantea la pregunta acerca de si los obispos somos buenos jueces en nuestras propias causas. Debo decir, sinceramente, que lo veo difícil (...) Quizá haya llegado la hora de admitir que también nosotros, con toda nuestra buena fe, podemos tender a defender los intereses del gremio. Y esto a costa del bien común de los fieles y de la Iglesia en su conjunto. Buscar mantener el control de las cosas es un viejo mecanismo que se activa ante el miedo inminente de perderlo. Pero hay cosas que simplemente no se pueden controlar; tarde o temprano explotan como una granada en la mano.

Sobre esto último, hay que destacar que monseñor Schmalhausen fue un adelantado a lo que mucho después ocurrió en Francia, donde la propia Iglesia católica le confió a una comisión especializada e independiente —que trabajó sin cortapisas e integrada por laicos y laicas— una investigación que determinó que, al menos 216 mil menores fueron víctimas de abusos entre 1950 y el año 2020 por parte de más de 3 mil 300 sacerdotes y religiosos. La cifra se elevaba en realidad hasta 330 mil, considerando a los laicos que colaboraban en instituciones católicas.

En una parte de la conversación, Elise Harris le preguntó a monseñor Schmalhausen sobre los motivos que lo llevaron a tomar la decisión de dejar el Sodalitium:

—Es un asunto muy personal y relativamente reciente. (Sí puedo decirle que) mi decisión de dejar la comunidad (sodálite) maduró en un prolongado proceso de discernimiento, hecho en presencia de Dios, con enorme sufrimiento, pero también con gran paz. Finalmente, a todos nos corresponde escuchar y actuar en conciencia.

Portada de 'Sin noticias de dios'
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